LA CREACIÓN

LA CREACIÓN
DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

martes, 29 de noviembre de 2016

MILAGROS

Maestro y alumno paseaban por los jardines de la curiosidad cuando el alumno se quedó pensativo.

- ¿Qué absorbe tu mente, joven?

- Estaba pensando, maestro, en los milagros. Y la verdad es que no sé entender cuando hay uno o si es pura casualidad, o suerte vaya.

- En esta vida no hay casualidades pero sí causalidades y la suerte debería estar borrada del diccionario, pues es una palabra que queriendo explicarlo todo no revela nada.

- Pero muchas veces solo el azar parece ser una explicación racional.

- Los milagros están a las antípodas de lo racional, joven. Exigen de nuestra mente lo que solo le puede dar el Espíritu que mora en nosotros, no el raciocinio que pretendemos ejercer. El azar no existe, la falta de perspectiva para entender lo acontecido, sí.

- Entonces cuando la iglesia católica empieza un proceso de beatificación, ¿no lo hace desde la racionalidad?

- Todo lo que hace el hombre mirándose a sí mismo lo hace con racionalidad y eso lo lleva a errar su propósito. Pretender demostrar un milagro es como intentar atrapar todo el aire en tus manos, tarea de necios.

- ¿Quiere decir que no hay milagros ahora?

- Los milagros hechos por Jesús, los hacía para que la gente supiera que era el Cristo salvador de quién las escrituras anunciaban la llegada y también por amor hacia aquellos que sanaba. Los de hoy en día son intervenciones divinas destinadas a quién las recibe no a quién las contempla. No están hechas para que creamos en quién y en qué interviene de este mundo, pues todo y todos son instrumentos de Dios, mas sí para que aquel que se beneficia de ellas aproveche la oportunidad para ahondar en su fe.

- ¿Quiere usted decir que todo lo que se monta alrededor de los milagros y de su aspecto público y notorio es un error?

- De tanto querer ver y creer en lo ajeno nos olvidamos de mirar a nuestro alrededor y en nuestro interior. Muchos de los milagros que para nosotros han acontecido están cubiertos por un manto de anonimato para que solo nosotros seamos capaces de verlos y agradecerlos. Por desgracia el ser humano es capaz de ritualizar y crear becerros de oro de la nada.

- Entonces ¿qué es para usted un milagro maestro?

- Es un regalo de Dios, una intervención divina, personal e intransferible. Puede cambiar tu vida u obrar para que no cambié. Puede elevarte o hundirte, pero todo siempre para bien. Dándote lo que necesitas por encima de lo que pides. Un milagro es abrir los ojos cada mañana pero también no haber sido atropellado por aquel coche que ni tan solo hemos visto ni antes ni después de que el milagro que nos salvó aconteciera. Porque Dios, nuestro Padre, obra constantemente en nuestras vidas. Un milagro nos es un suceso inexplicable es algo que solo se puede explicar a través del amor de Dios. La única racionalidad que exige entender un milagro es dejar de pretender comprender aquello que debemos aceptar en entrega total a nuestro Padre a través del Espíritu Santo que mora en nosotros.

- ¿Está hablando de la fe, maestro?

- Tú lo has dicho joven, sin fe no hay milagros que entender, ni ver. Con fe toda palabra sobra y más si cabe cualquier intencionalidad de consagrarlos.

- Es curioso, maestro, cuanto mayor me hago más dudo de aquello que era evidente para mí ¿Por qué será?

- Porque la madurez nos enseña que la verdad solo es de Dios. Nuestras verdades cambian con la experiencia que vamos acumulando. Para animarte te diré que es así a lo largo de toda tu vida. La sabiduría no es un estado que podemos adquirir y/o aprender. Es un camino en el que nuestro destino siempre está más allá. Una senda que nos enseña a saber caminar y a aprender de nuestros propios errores.

- Entiendo maestro, creo que ya tengo claro lo de los milagros.

- Aleluya!!! – se exclamó el maestro – Un milagro por fín!!! Jajaja

- Jajaja – Le respondió el alumno con más risas …

Ambos continuaron su paseo hasta el atardecer.

12 Sucedió que estando él en una de las ciudades, se presentó un hombre lleno de lepra, el cual, viendo a Jesús, se postró con el rostro en tierra y le rogó, diciendo:

—Señor, si quieres, puedes limpiarme.

13 Jesús entonces, extendiendo la mano, lo tocó, diciendo:

—Quiero, sé limpio.

Y al instante la lepra se fue de él. 14 Jesús le mandó que no lo dijera a nadie. Le dijo:

—Ve, muéstrate al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés, para testimonio a ellos. (Lucas 5:12-14)



Que Dios os bendiga, Alfons <><

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lunes, 28 de noviembre de 2016

EL HOYO

El hoyo perfecto es aquel que uno mismo cava sin remisión, renunciando a los lazos de esperanza que lo rodean. (Anónimo) 

Siempre hay algo que pretende arrastrarnos hacia la indolencia de nuestro hundimiento mental. Cuando cedemos a su presión, somos como un bote resquebrajado que, a cada nuevo oleaje, agrava su destino buscando las profundidades desesperadamente para que ahoguen su sufrimiento de una vez por todas.

Es verdad, el mundo es cruel y sin piedad, pero también es maravilloso y bondadoso. Solo depende de nuestra mirada y cuanto más estemos tentados por lo primero más nos tenemos que aferrar a buscar lo segundo porque está ahí, a la vuelta de la esquina de nuestro corazón. Personas que nos quieren por lo que somos, por quién somos, por cómo somos. Gente que aparca sus penas para compartir las nuestras porque para ellos somos muy importantes. Somos todos siervos del Señor, somos todos hijos suyos y como tales debemos comportarnos.

El amor tiene muchas caras pero ninguna de ellas le da la espalda a los que ama.

Cuando creemos que ya no tenemos amor que dar es porque nos sentimos vacíos pero la realidad es que el Espíritu Santo que mora en nosotros es un fabricante incansable de amor, no permite que se agote su presencia en nuestro corazón. Solo depende de nosotros ser conscientes de ello y abrazar su preciosa ofrenda.

Nuestros intentos de tapar este hoyo arrollador de almas se enfrenta al fracaso de nuestra voluntad corroída por su debilidad. Nos hace pensar que no hay tierra que puede llenar la fosa de nuestras miserias, que mejor dejarnos caer en ella que de intentar resistirse.

Pero si hacemos eso estamos negando el amor de los demás, estamos negando el sacrificio de Jesús en la cruz, estamos entregándonos al abandono no solo mental, también espiritual. No hay disculpa alguna que justifique nuestro despecho al amor fraternal, mas sí un deber de reciprocidad que no puede ser excusado.

Siempre habrá quien nos hiera en la senda de nuestra vida pero no dudemos ningún instante de que también habrá quien nos consuele, y quien nos cure. El hombre no es bueno de por sí pero los hijos de Dios lo intentamos cada día de nuestra vida en obediencia a las enseñanzas de nuestro Padre. A cada tropiezo, a cada caída, a cada derrumbamiento encontraremos una mano, una sonrisa, un abrazo, una presencia que serán más que un bálsamo sanador.

¿Nos hemos parado a pensar qué sentimos cuando nuestros hijos se comportan fraternalmente entre ellos? Pues ¿Qué debe sentir nuestro Padre cuando nos ve actuar de tal manera? No solo dando sino también aceptando recibir.

La rueda de un coche en un hoyo puede reventar, la rueda de nuestra vida también. Dejemos que los que nos aman nos ayuden a que desaparezcan los socavones que sembrados en nuestro camino, como Jesús nos enseñó.

El secreto de la vida cristiana proclamado por Jesús no solo está en amar, también en dejarse amar.

12 »Éste es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. 13 Nadie tiene mayor amor que éste, que uno ponga su vida por sus amigos. 14 Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando.15 Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre os las he dado a conocer. 16 No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, él os lo dé. 17 Esto os mando: Que os améis unos a otros. (Juan 15:12-16)
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viernes, 25 de noviembre de 2016

FUNDAMENTOS

No hay hombre sin fundamentos que aguante la tormenta de su propia vida. (Anónimo)

Sin fundamentos no hay construcción con porvenir, más sí derribo al caer.

La firmeza de uno se basa en las raíces de sus convicciones y si estas no están fundamentadas solo son palabras barridas por el viento.

El fundamento es el principio de los principios y sobre sus cimientos se escribe nuestro final. Ay de aquel que no alimente su fe con la oración porque sus raíces se derretirán sin remisión.

Los fundamentos buenos erigen aquello que los malos hunden.

La tierra de una montaña majestuosa, sin roca y árboles para fijarla, acabará en ríos de barro a cada tempestad. Porque sin la firmeza la de piedra y la profundidad de las raíces de los sotos, los avatares de este mundo la transformarán en una vulgar colina.

Cuando hablamos sin fundamento es como si pensáramos sin conocimiento, esfuerzo inútil en la senda de nuestra vanidad.

Los fundamentos afirman la formalidad de las cosas y no lo contrario. La inversión de estos factores es un error común en esta sociedad en la que impera lo políticamente correcto más allá de la realidad.

Si lo fundamental no se sustenta en lo esencial entonces ¿de qué sirve tener raciocinio?

Los fundamentos de nuestra fe están basados en nuestra entrega incondicional a Dios. Por ello está constantemente probada por el mal que nos acecha, porque la fidelidad humana es un contrato que se renueva constantemente y no siempre se honra, mientras la de Dios es perfecta.

46 »¿Por qué me llamáis “Señor, Señor”, y no hacéis lo que yo digo?47 Todo aquel que viene a mí y oye mis palabras y las obedece, os indicaré a quién es semejante. 48 Semejante es al hombre que, al edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover porque estaba fundada sobre la roca. 49 Pero el que las oyó y no las obedeció, semejante es al hombre que edificó su casa sobre tierra, sin fundamento; contra la cual el río dio con ímpetu, y luego cayó y fue grande la ruina de aquella casa.» (Lucas 6:46-49)

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miércoles, 23 de noviembre de 2016

LA ÚLTIMA PLAGA

¿Qué es lo más mortífero? Aquello que anuncia curar y no lo hace. ¿Qué es lo más sanador? Aquello que pareciendo matar nos restaura. (Anónimo)

La democracia está tocada de muerte por una enfermedad sigilosa y tremendamente contagiosa; se llama el estado de derecho.

A aquellos que esperaban una guerra justa para limpiar nuestra “suciedad”, que no sociedad, les tenemos que anunciar que no habrá tal reparación porque nos basta con enfermar de nuestros valores.

La última plaga es aquella que nos ha hecho creer que los derechos son lo fundamental cuando en realidad los derechos sin los deberes cumplidos no son más que un veneno lento que nos debilita sin remisión.

Hoy se nace clamando las libertades propias sin reparo de las ajenas, olvidándonos de que las nuestras se acaban donde empiezan las de los demás. No tenemos reparo en clamar nuestra ansia de libertad sin mencionar, ni cumplir, los deberes a los que previamente nos obliga.

Nos sorprendemos de que nazca de las cenizas democráticas un Trump cuando en realidad es un anticuerpo dañino de su enfermedad. Nos pretende dar aquello de lo que estamos realmente falto, una guía de obligaciones que cumplir. Y eso nos choca porque lleva a la dictadura de la mente, al racismo, a los extremos. Es verdad, Trump es fruto de nuestra desidia libertina y lo sabe, por ello nos propone su remedio engañoso. No hay peor mentira que una media verdad sustentada sobre una realidad plena. Tenemos que elegir entre los derechos que nos están hundiendo y los deberes, para todos, que tanto hemos ignorado que ya no sabemos ni lo que son.

El puritanismo no es aquello que se enfrenta al libertinaje, es aquello que obvia la realidad ciñéndose a la virtud de unos valores erróneos. En este sentido la democracia de hoy es un modelo de sociedad puritano. Una enfermedad autoinmune.

La corrupción es una de las erupciones cutáneas de esta plaga, fruto de la codicia y basada en su impunidad. Y por mucho que nos alimenten y adormezcan ahora, a bombos y platillos, con la cruzada contra la corrupción, esta se sustenta sobre el concepto de los derechos auto-adquiridos, obviando los deberes fundamentales.

Nuestra sociedad está infectada por la última plaga, aquella que nos lleva a un final sin retorno, si no somos capaces de percatarnos de ello. Jesús nos enseña el camino, si quieres ser el primero empieza por servir a los demás, comienza por tus deberes.

Detrás de cada derecho adquirido se esconde un deber por cumplir. Un compromiso que es una obligación previa a cualquier manifiesto de libertad de fraternidad y de igualdad. Las grandes batallas solo se ganan enfrentándose al verdadero enemigo y ningún análisis político dictaminará tal veredicto cuando sería de gran ayuda entender de verdad de lo que nos está pasando.

Los diez mandamientos son una lista de deberes que te llevan a un derecho prometido, si cumplimos con ellos, la salvación. Suerte que después está la gracia de Dios porque, si no, estaríamos como con lo de Trump, intentando justificar lo que no somos capaces de entender y menos de cumplir.

No nos equivoquemos, no se trata de pasar de un estado de derecho a un estado de deberes pero sí a un estado en el que los derechos son la consecuencia de nuestros deberes cumplidos y no lo contrario.

Y oí otra voz del cielo, que decía: «¡Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados ni recibáis parte de sus plagas! (Apocalipsis: 18:4)

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martes, 22 de noviembre de 2016

PATERAS

La desesperación siempre tiene invitados a su mesa, aunque sea atrayéndolos en pateras mortíferas. (Anónimo)

Cuando lo único que le queda a un ser humano es su vida al desnudo, ya no tiene otro valor que la esperanza que lo ayuda a sobrevivir y esta solo la puede pagar con su vida.

El mar es un elemento muy cruel cuando se enfurece, no contempla la condición de aquellos que lo surcan. Mientras el yate millonario sortea sus avatares hasta llegar a buen recaudo, la patera miserable cede a las olas engullidoras de almas, y dispersa vidas, que se extinguen en el anonimato.

Los que vivimos en el confort de nuestro mundo “civilizado” no somos conscientes de la realidad que viven aquellos que pierden sus vidas en botes condenados al naufragio. Cuando lo vemos en la tele solo contemplamos las consecuencias tanto de aquellos que ya no son como de aquellos que consiguieron sortear el infierno.

Pero el tiempo que ha pasado desde su partida hasta el desenlace final, ese tiempo de silencio, de angustias, de miedos, y gemidos que solo se soporta por la esperanza de una vida mejor. Ese tiempo que uno desea corto y se hace interminable, con un sol aplastante, una tormenta desbocada o una calma que chafa los cuerpos y las voces, en el bote que los zarandea. Ese tiempo, no seríamos capaces de soportarlo, de vivirlo, de imaginarlo, porque no hay imagen ni sonido de la travesía, y si lo hubiera no lo soportaríamos.

Solo Dios puede aliviar los males del alma, las pateras son una consecuencia de los males del hombre.

Debemos orar sin cesar por todos aquellos que cada día entregan su vida a un anhelo humano para salvar sus vidas. Orar para que también se salven sus almas.

Y no nos olvidemos que hay muchos tipos de mares y de pateras. Las que navegan en las tormentas de nuestras mentes también nos hunden cuando naufragan.

Solo de la mano de Jesús estamos a salvo en cualquier tipo de tormenta y de patera. Con Él a nuestro lado nada debemos temer. Oremos también para reforzar nuestra fe, que nos acerca al Padre y al Hijo mediante el Espíritu Santo. Amen

Porque fuiste fortaleza para el pobre, fortaleza para el necesitado en su aflicción, refugio contra la tormenta, sombra contra el calor; porque el ímpetu de los violentos es como una tormenta que se abate contra el muro. (Isaías 25:4)


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lunes, 21 de noviembre de 2016

LOS GRITOS DE DIOS

Si te hablo y no me escuchas y te grito y no me oyes, ¿será que me miras y no quieres verme? (Anónimo)

Somos rápidos a la hora de lanzar amonestaciones y flemáticos cuando nos corresponde aceptarlas, tanto que, a veces, ni los gritos nos despiertan de nuestro letargo ensimismado.

Cuando nos suceden acontecimientos que sacuden nuestra vida de tal forma que crean un antes y un después y que hacen que nuestra vida nunca más será igual que lo que fue, es porque Dios nos está gritando con voces de estruendo porque precisamos de un despertar renovado. El coste puede parecer muy grande, y de hecho lo suele ser, pero es el precio de nuestra salvación, ¿Vamos a escatimar su valor?

Cuando Dios nos susurra, a menudo hacemos oídos sordos hasta que su voz se transforma en un grito de autoridad ante el que nos amedrentamos con temor y empezamos a escucharle.

Si el grito hace que escuches nunca acabarás sordo. La sordera espiritual viene de acostumbrarte a no querer oír aquello a lo que deberías prestar atención.

Si Dios precisa levantar la voz ante nuestra vida es para que dejemos de escuchar lo que no nos conviene y seamos atentos a quien, de verdad, nos ama.

No hay nada más eficaz que un buen grito en medio de la cacofonía de un patio de colegio desbocado para sosegar los ánimos. Lo mismo pasa en el patio de nuestra alma y Dios es la única voz que puede apaciguarla.

Cuando sorteamos los peligros de la vida lo llamamos buena suerte, obviando a nuestro Padre. Cuando los peligros se transforman en tribulaciones lo llamamos mala suerte, desoyéndolo hasta que los gritos de Dios nos reconducen en su seno. No hay nada que no sea de su voluntad y la suerte no existe para sus hijos porque están bajo su providencia divina.

30 »Tú, pues, profetizarás contra ellos todas estas palabras. Les dirás:

»“Jehová ruge desde lo alto, y desde su morada santa da su voz; ruge fuertemente contra su redil; canción de lagareros canta contra todos los moradores de la tierra. 31 Llega el estruendo hasta el fin de la tierra, porque Jehová está en pleito contra las naciones; él es el Juez de todo mortal y entregará a los impíos a la espada,
dice Jehová.”» (Jeremías 25: 30-31)

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viernes, 18 de noviembre de 2016

PRIVILEGIOS

El que vive de privilegios morirá en el olvido, sin más importancia que una estrella fugaz en el firmamento. (Anónimo)

Cuando el hábito hace el monje es porque sus hábitos no son buenos.

Cuando uno ve el ejemplo de Jesús se avergüenza del culto que se le rinde a predicadores, prelados, e incluso pastores que parecen estar por encima del bien y del mal. La desgracia del hombre se refleja y se delata en su condescendencia hacia su propio ego.

El hombre nunca ha dejado de construir becerros de oro, solo que ahora no necesitan pedestal porque se sustentan sobre su propia vanidad, lo llaman imagen. Es muy importante en esta sociedad tener buena imagen, más que ser buena persona.

El que se siente merecedor de privilegios ha llego a la cúspide de su engreimiento, ya no necesita a nadie para cultivar vanagloria.

El respeto no se gana a través de privilegios concedidos, mas sí de humildad practicada en discreción.

Si estás obligado a dejar un lugar privilegiado para los ancianos y pastores en una comunidad cristiana, huye de ella porque ya se ha olvidado de las enseñanzas y del ejemplo de Jesús.

Los hombres somos prontos en ensalzarnos y crear nuestros propios privilegios, olvidándonos de que de nada somos merecedores por méritos propios, en este mundo ni tan solo de los privilegios mundanos que se nos otorgan.

Los privilegios pretenden eximir a sus beneficiarios de ciertas obligaciones cuando en realidad lo que hacen es cargarlos con el pecado de orgullo.

No nos olvidemos nunca que un hombre con privilegios es un villano hurtando derechos ajenos y no un señor merecedor de respeto. Jesús renunció a cualquier privilegio, quién somos nosotros para pretender más.


38 Les decía en su enseñanza:
«Guardaos de los escribas, que gustan de andar con largas ropas, y aman las salutaciones en las plazas, 39 las primeras sillas en las sinagogas y los primeros asientos en las cenas, 40 que devoran las casas de las viudas y, para disimularlo, hacen largas oraciones. Estos recibirán mayor condenación.» (Marcos 12: 38-40)


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jueves, 17 de noviembre de 2016

PEDIR, DAR

Maestro y alumno se paseaban por los jardines de la enseñanza cuando vieron a un mendigo y a la gente que en su gran mayoría lo ignoraba. El alumno preguntó:

- Maestro, ¿por qué hay mendigos?

- Para probar nuestra perversidad

- Ellos no han elegido este camino, ¿o sí?

- No lo sabemos, joven pero lo que sí sabemos es qué camino debemos elegir nosotros y el de cuestionar la legitimidad de su situación no es el correcto. Suena a auto-disculpa.

- ¿Entonces quiere decir que no debemos poner en duda su buena fe?

- No es de nuestra competencia, joven. ¿Quién soy yo, o tú, para juzgar la vida de otro? Ni tan solo por su desgracia podemos culparle a lo baladí.

- Pero maestro, usted sabe que algunos son profesionales de la mendicidad.

- De cierto los hay, pero no nos compite juzgar quienes son y quienes no lo son. El refranero está lleno de citas tan obvias como, a veces, perniciosas. Contrariamente a lo que se piensa comúnmente, la sabiduría popular es, a menudo, igual o más necia que la personal. ¿Qué tiene de más una bandada de borregos que un borrego si son de la misma especie? ¿Acaso son pastor? En esta ocasión sí se puede decir que la cantidad no hace la calidad. Quien escribió el refrán “contra el vicio de pedir, la virtud de no dar” no conoció a Jesús porque ni tan solo el que no se lo merece debe ser tratado con desdén. ¿Quién somos para juzgar lo que los demás se merecen?

- ¿Entonces se les tiene que dar a todos?

- No hay respuesta acertada a una pregunta que exige una réplica perfecta. Lo mejor es seguir tu corazón pensando siempre en lo que haría Jesús. El no siempre accedió a todas las peticiones que recibía, también enseñaba a que la encontraran de por sí y no todos lo aceptaron, como el joven rico.

- ¿Pasa lo mismo cuando nosotros le pedimos a Dios? No siempre nos da lo que le pedimos.

- Para poder recibir hay que saber pedir y para saber pedir hay que empezar siempre agradeciendo y si no se nos da lo que pedimos siempre recibimos lo que necesitamos. Puedes pedirle a Dios que te cure de una enfermedad y Él hacer que la pases para que aprendas de ella y fortalezcas tu vida y tu fe.

- Entiendo maestro, es complicado

- Es tan sencillo como lo complicado que parece. Sé sincero de corazón y confía en el Espíritu Santo, Él te guiará siempre que a Él te encomiendes.

Cuando pasaron delante del mendigo alumno y maestro le dejaron una moneda. Este les respondió con una mirada dulce de gratitud, pues era mudo pero no desagradecido.


41 »Entonces dirá también a los de la izquierda: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles,42 porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; 43 fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis.”44 Entonces también ellos le responderán diciendo: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo o en la cárcel, y no te servimos?” 45 Entonces les responderá diciendo: “De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis.” 46 Irán estos al castigo eterno y los justos a la vida eterna. (Mateo 25:41-46)
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miércoles, 16 de noviembre de 2016

LAVARSE LAS MANOS

Esta reflexión está dedicada a la anciana impedida de 80 años, residente en Canals (Valencia) que murió el pasado 13 de noviembre en la pobreza e ignorancia más grande posible, sin luz ni calefacción. La llama de una vela apagó la llama de su vida en la más estricta indiferencia. ¿Quién puede lavarse las manos de esto? Está pasando cada día a nuestro alrededor y de nosotros depende que no vuelva a suceder.



Nunca me lavo las manos, me las limpio, no sea que mi alma se contamine más de lo que ya estaba. (Anónimo)

Lavarse las manos puede ser un acto de higiene corporal necesario pero cuando se trata de una decisión mental o espiritual cuanto más lo haces más enmugreces tu consciencia y tu corazón.

La diferencia entre el cuerpo y el alma es que la suciedad corporal con agua se limpia, mas la espiritual no está a nuestro alcance quitarla. Solo Jesús es apto para ello. A Él nos debemos encomendar y Él nos purificará.

Frente a una situación incómoda, ignorarla es la única decisión equivocada porque puedes no estar acertado intentando solventarla, todos erramos, pero si intentas negarla siempre te alcanzará y te juzgará.

Cuando nos presentemos ante nuestro creador deberemos rendir cuentas de lo que hicimos pero también de lo que decidimos desentendernos. Nadie mejor que Él conoce el peso de lavarse las manos.

El miedo a errar no disculpa la falta de compromiso, no hay que confundir prudencia y cobardía. Donde la primera invita a pensar la segunda a huir.

Puede haber muchas razones lícitas para no incidir en un acontecimiento pero lavarse las manos nunca es una decisión acertada.

Cuando giramos la mirada frente a un rostro necesitado o cuando ignoramos aquel que está falto de amor nos estamos lavando las manos con sangre, la de nuestro pecado.

El que pretende ser inocente lavándose las manos no precisa acusador porque ya se ha condenado él a sí mismo.

24 Viendo Pilato que nada adelantaba, sino que se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo:

—Inocente soy yo de la sangre de este justo. Allá vosotros. (Mateo27:24)



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LAVARSE LAS MANOS

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Nunca me lavo las manos, me las limpio, no sea que mi alma se contamine más de lo que ya estaba. (Anónimo)

Lavarse las manos puede ser un acto de higiene corporal necesario pero cuando se trata de una decisión mental o espiritual cuanto más lo haces más enmugreces tu consciencia y tu corazón.

La diferencia entre el cuerpo y el alma es que la suciedad corporal con agua se limpia, mas la espiritual no está a nuestro alcance quitarla. Solo Jesús es apto para ello. A Él nos debemos encomendar y Él nos purificará.

Frente a una situación incómoda, ignorarla es la única decisión equivocada porque puedes no estar acertado intentando solventarla, todos erramos, pero si intentas negarla siempre te alcanzará y te juzgará.

Cuando nos presentemos ante nuestro creador deberemos rendir cuentas de lo que hicimos pero también de lo que decidimos desentendernos. Nadie mejor que Él conoce el peso de lavarse las manos.

El miedo a errar no disculpa la falta de compromiso, no hay que confundir prudencia y cobardía. Donde la primera invita a pensar la segunda a huir.

Puede haber muchas razones lícitas para no incidir en un acontecimiento pero lavarse las manos nunca es una decisión acertada.

Cuando giramos la mirada frente a un rostro necesitado o cuando ignoramos aquel que está falto de amor no estamos lavando las manos con sangre, la de nuestro pecado.

El que pretende ser inocente lavándose las manos no precisa acusador porque ya se ha condenado él a sí mismo.

24 Viendo Pilato que nada adelantaba, sino que se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo:

—Inocente soy yo de la sangre de este justo. Allá vosotros. (Mateo27:24)



Que Dios os bendiga, Alfons <><

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martes, 15 de noviembre de 2016

DOMINIO

Hoy hay que pagar para tener un dominio propio en Internet cuando en la mayoría de los casos no lo tenemos de nosotros mismos, y ése sí que no cuesta dinero. (Anónimo)

Nos enseñan tanto a querer ser uno mismo que perdemos el dominio de lo que somos a favor de lo queremos ser. Luego ya lo tratará el psicólogo el psiquiatra.

La tolerancia excesiva de la educación que damos a nuestros hijos les hace intolerantes ante los fracasos haciendo que pierdan fácilmente el dominio de la situación, no aprendiendo de ella.

Cuando el dominio solo se ejerce hacia los demás se transforma en dictadura

El que sabe controlar su ira domina su condición hasta aprender de ella, el que no, se recrea en su necedad.

Hay que saber construir un muro de contención frente a nuestros impulsos para que reine paz y sosiego en nuestro corazón. El dominio más eficiente es aquel que ejercemos sobre nosotros mismos sin condescendencia.

Si todo lo que domino es de mi dominio, ¿qué mérito tengo?, mas si consigo controlar aquello que me parece imposible, pero que me es imprescindible, entonces estoy dando un paso más hacia la sabiduría.

El carisma es el dominio de sí mismo que seduce a los demás.

Solo hay un ser que consiguió tanto dominio propio como ajeno, Jesús. Es el modelo a seguir. Aunque nos parezca inalcanzable, está siempre a nuestro lado.

El necio da rienda suelta a toda su ira, pero el sabio, al fin, la apacigua. (Proverbios 29:11)

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lunes, 14 de noviembre de 2016

LA ENVIDIA

El mejor preventivo para la envidia es la ignorancia porque una vez picado por la curiosidad no hay antídoto. (Anónimo)

La envidia es una falta, o ausencia, de amor y una falta, o pecado, contra nosotros mismos porque de nada les falta a los hijos del Señor.

Cuando nos fijamos en los demás obviando lo nuestro abrimos las puertas a la envidia y es un comensal que no precisa de invitación para instalarse y apoderarse de nuestra condición.

Si aceptamos la envidia como una tentación sabremos resistirle mediante las enseñanzas de Jesucristo, si de lo contrario la consideramos una fatalidad ineluctable seremos pasto de su crueldad.

Una mente sometida a la envidia no tiene tiempo para pensar y menos para amar salvo a sí mismo.

Quién clame nunca haber caído bajo el yugo de la envidia miente y lo que es peor ignora su condición, por lo que es propenso a tropezar de nuevo en la piedra de los deseos pecaminosos de la mente.

La envidia nos enseña los límites de nuestras fuerzas porque si bien, a menudo, nos sentimos capaces de resistirle también de vez en cuando nos damos cuenta cuando ya se ha apoderado de nosotros.

El que sabe escudriñarse a sí mismo antes que a los demás aleja temporalmente las tentaciones de la mente, es una lucha diaria en la que a veces ganamos y a veces perdemos pero lo más importante de todo es que siempre tenemos, como oferta sagrada, el sacrificio de Jesús para redimirnos.

Parábola de los obreros de la viña

….. 11 Y al recibirlo, murmuraban contra el padre de familia, 12 diciendo: “Estos últimos han trabajado una sola hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos soportado la carga y el calor del día.” 13 Él, respondiendo, dijo a uno de ellos: “Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No conviniste conmigo en un denario? 14 Toma lo que es tuyo y vete; pero quiero dar a este último lo mismo que a ti.15 ¿No me está permitido hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno?” 16 Así, los primeros serán últimos y los últimos, primeros, porque muchos son llamados, pero pocos escogidos. (Mateo 20:11-16)

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viernes, 11 de noviembre de 2016

SACRIFICIO

El verdadero sacrificio no es aquello ajeno a lo que renunciamos sino la abnegación de nuestro propio yo. (Anónimo)

La diferencia entre el sacrifico de los humanos y el divino es que allí donde los hombres inmolan animales Dios sacrificó a su hijo por nuestra salvación.

A quien lo hace de corazón, el sacrificio es una ofrenda propia, para los demás es una inversión que solo pretende beneficio.

El sacrificio es aquello que nos impone nuestro corazón cuando la razón nos lo desaconseja.

Un padre o una madre no piensa en sacrificarse por sus hijos, simplemente lo hace porque el sacrificio no parte de la mente, mas sí del corazón.

No hay sacrificio inútil, mas sí inútiles para el sacrificio.

El fariseo hace del sacrificio una causa de la que se abandera para lucir su religiosidad cuando en realidad el sacrificio es la consecuencia natural de la bondad y suele manifestarse en la discreción que impera en la humildad del corazón que lo ofrece.

El verdadero sacrificio no se ve, se siente en el corazón y en el alma mediante el Espíritu Santo que mora en nosotros.

Aprender a renunciar es el principio de un camino que nos lleva a seguir a Jesús quien renunció a su divinidad en la tierra para sacrificarse por todos nosotros.

En aquel tiempo iba Jesús por los sembrados un sábado. Sus discípulos sintieron hambre y comenzaron a arrancar espigas y a comer.2 Los fariseos, al verlo, le dijeron:

—Tus discípulos hacen lo que no está permitido hacer en sábado.
3 Pero él les dijo:
—¿No habéis leído lo que hizo David cuando él y los que con él estaban sintieron hambre; 4 cómo entró en la casa de Dios y comió los panes de la proposición, que no les estaba permitido comer ni a él ni a los que con él estaban, sino solamente a los sacerdotes? 5 ¿O no habéis leído en la Ley cómo en sábado los sacerdotes en el Templo profanan el sábado, y son sin culpa? 6 Pues os digo que uno mayor que el Templo está aquí.7 Si supierais qué significa: “Misericordia quiero y no sacrificios”, no condenaríais a los inocentes, 8 porque el Hijo del hombre es Señor del sábado. (Mateo 12:1-8)


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jueves, 10 de noviembre de 2016

EL OJO

Si la mirada es el espejo del alma, el ojo es la pared que lo sustenta. Sin ella no veríamos nada. (Anónimo)

Ser el ojo derecho de alguien puede ser una desgracia si ese alguien es zurdo. (Anónimo)

El ojo es un instrumento, la mirada es su obra conformada y los pensamientos que de ella nacen son su principal legado.

Siempre hay muchas formas de ver las cosas, mas solo una a los ojos de Dios, la que con amor se sustenta.

Un ojo sano, limpia la vista de nuestra mente e ilumina nuestro rostro. Un ojo enfermizo, ensucia todo lo que atañe y sobre todo a nuestro corazón.

La compasión y la misericordia son obra de amor pero solo pueden verse a través de unos ojos predestinados para ello, los que Dios obsequia a sus hijos.

“Ojo por ojo y diente por diente” es la venganza del desgraciado. ¿Quién podría aguantar este reto ante Dios?

Es más difícil abrir los ojos ante la verdad que cerrarlos ante la mentira, por ello, los hombres sueñan tanto con los ojos abiertos porque solo pueden imaginarse aquello que no saben alcanzar.

El ojo del huracán es un ejemplo perfecto de la condición humana, solo sabe dar paz en medio de la destrucción y si lo abandonas vuelves al desastre.

El ciego es un privilegiado de las miradas intrínsecas pues no tiene la distorsión de lo que ven sus ojos, mas sí la fuerza de lo que sienten.

Nos preocupamos tanto de cómo nos ven los demás que nos olvidamos fácilmente de cómo nos está mirando Dios, y eso es lo único que debería contar a nuestros ojos.

22La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; 23pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que hay en ti es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas? (Mateo 6:22-23)

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miércoles, 9 de noviembre de 2016

LA RUTINA

Maestro y alumno paseaban por los jardines de la curiosidad cuando de repente el maestro decidió cambiar de sendero rompiendo la rutina que tenían establecida desde hacía unos días.

- Maestro, ¿por qué hemos cambiando de recorrido esta mañana?

- Para romper la rutina, es una amiga peligrosa

- ¿No es un buen hábito tener hábitos, maestro?

- Las costumbres matan la genuinidad de las cosas haciendo que pierdan la raíz de su por qué y nos olvidemos de su esencia.

- No lo entiendo, maestro, no veo qué tiene de malo acostumbrarse a las cosas.

- Dime joven ¿sabrías decirme qué árbol hay al principio del sendero que hemos cogido estos últimos días? – le preguntó

- No recuerdo… Un seto tal vez, está lleno de setos por aquí.

- Es un Sauce llorón – le contestó el maestro

- ¿Y cuál hay al principio de este nuevo camino?

- Este sí que lo sé porque me he fijado cuando ha girado usted. Es un Cedro frondoso.

- La rutina, joven, hace que dejes de prestar atención y que actúes sin pensar cuando es mejor, y más sabio, pensar en cómo actuar.

- Entiendo, maestro, entonces cuando actuamos por rutina dejamos de darle la importancia que se merece a aquello que hacemos.

- Tú lo has dicho, joven, es más fácil repetir las cosas sin pensarlas que pensar en lo que debemos, o no, repetir.

- Estoy confundido, maestro, quiere usted decir que ¿pensar en lo que hacemos justifica el por qué lo hacemos?

- Sí, joven, y no solo el por qué lo hacemos, también justifica y/o testifica de lo que no hacemos. Cuando actuamos por rutina aparcamos todo sentido de responsabilidad y de concienciación y nos abandonamos a protocolos preestablecidos que anulan nuestra razón. La rutina transforma los actos simbólicos en rituales asépticos e inútiles.

- Entonces, maestro, es mejor cambiar de hábitos que de caer presos de su rutina.

- Cuando se trata de una senda, sí, pero cuando se refiere a un acto al que nos debemos entregar, con total sinceridad, periódicamente como la oración, la comunión, los abrazos, etc…, entonces la única forma de evitar la rutina es siempre darle la importancia que tuvo para nosotros el primer día. Hacer que lo genuino persista en nuestra mente y en nuestro corazón para siempre.

- Ahora entiendo maestro, pues tengo muchas rutinas que enmendar – y se quedó pensativo

- Todos las tenemos joven, nada nuevo bajo el sol. La mente humana es perezosa y siempre busca lo más cómodo, cuanto menos piensa más da que pensar. Jajaja

Las risas fueron el punto final de una conversación sin “hábito” de lucro.

Porque las costumbres de los pueblos son vanidad: cortan un leño del bosque, luego lo labra el artífice con su cincel (Jeremías 10:3)

Y sabréis que yo soy Jehová; porque no habéis andado en mis estatutos ni habéis obedecido mis decretos, sino que habéis hecho según las costumbres de las naciones que os rodean. (Ezequiel 11:12)

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viernes, 4 de noviembre de 2016

POBREZA

Para hacer voto de pobreza meritorio hay que ser rico y de esos no conozco a ninguno en este mundo. (Anónimo)

La pobreza se define por la escasez de nuestro interior y no por nuestra indigencia externa.

No hay más gran tesoro que la bondad, es una expresión natural y genuina del amor.

La pobreza reside en creer que por estar faltos de medios estamos sin recursos cuando en realidad lo más preciado que podemos ofrecer está en nuestro interior.

La pobreza de espíritu es un pecado por carencia de fe no de medios.

No hay ropa lo suficientemente bella para disfrazar la pobreza humana. Por mucho que se empeñen los ricos en vestirse de oro

Si eres fiel al Señor serás rico en bendiciones, cuanto más te alejes de Él más escasearan.

El buen hacedor no busca generar riquezas propias, mas si la de los demás. El mal hacedor cree evitar la pobreza almacenado para él lo que no le pertenece.

La humildad es pobreza para el rico y riqueza para el menesteroso.

El sabio nunca se ara rico en este mundo, el necio ya lo es.

Si miramos a los ojos un necesitado percibiremos el fondo de su alma, si miramos los nuestros ¿qué vemos? Dios nos mira constantemente y la pobreza que aborrece es la de nuestro interior.

No hay castigo mayor que el de recibir todas las riquezas de este mundo porque caeremos en el orgullo y la vanidad de nuestra condición, pensando que somos merecedores de ellas. La pobreza en su contrario puede sacar lo mejor de nosotros porque nos obliga a humillarnos ante Dios y a ser conscientes de nuestra condición.

Otra vez os digo que es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios. (Mateo 19:24)

Hay quienes presumen de ricos y no tienen nada, y hay quienes pasan por pobres y tienen muchas riquezas. (Proverbios 13:7)

Mejor es el pobre que camina en integridad que el fatuo de labios perversos. (Proverbios 19:1)


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jueves, 3 de noviembre de 2016

LA ÚLTIMA CENA

Quiero que mi última cena sea para celebrar el preludio de un desayuno eterno. (Anónimo)

Tememos a la muerte cuando en realidad deberíamos temer a la vida, a cómo, en ella, actuamos y qué testimonio daremos de quién somos y no de quién hemos pretendido ser.

En mi última cena:

· Me gustaría estar rodeado de mis amigos, familiares y hermanos. Pero también de aquellos a los que he dolido para poder pedirles perdón y de los que me han herido para perdonarlos sin condición.

· Me gustaría que fuera una fiesta de despedida, llena de alegría y esperanza, de aquellas que se hacen cuando todos saben que el que parte lo hace hacia un lugar mejor.

· Me gustaría tener momentos para todos y poder expresar el amor que Dios me ha enseñado y que he hecho mío para con los demás.

· Me gustaría testificar de mi alegría y confianza en nuestro Señor Jesús, ante el que me presentaré con la conciencia al desnudo y con su abogacía ante nuestro Padre.

· Me gustaría que todos los que quiero conozcan, como yo lo he conocido, el amor sin condiciones de nuestro Señor y salvador. Que se entreguen a Él y lo sigan para siempre. Sería para mí el mayor de los regalos que me podrían hacer.

· Me gustaría que mi muerte fuera útil y solo imagino esta posibilidad siendo testimonio fiel de mi fe, de mi confianza en el Señor y de mi entrega a Él.

· Me gustaría que cuando se cierre la puerta de mi última cena todos los invitados se vayan en paz, esta paz que Dios nos da cuando, en Él, descansamos.

Cuando pienso en la última cena de nuestro Señor me siento hormiga ante la montaña. Porque si bien el cumplió con creces todo aquello que yo pretendo en mi última cena, lo hizo consciente del sacrificio que iba a hacer por todos nosotros.

La humanidad, con su pasado y presente pecaminoso, no tenía futuro sin el sacrificio que representan el pan y el vino, el cuerpo y la sangre de Jesús. Solo un Dios hecho hombre podía pagar nuestro rescate a costa de su vida humana mediante el escarnio que le infligimos los humanos.

En su última cena Jesús simboliza lo que ha sido, es y será de su pueblo mediante su sacrificio. Marca su voluntad de obediencia al Padre para que se cumplan las escrituras. El Cordero morirá degollado por los hombres para resucitar como León invencible y reinar sobre su pueblo.

Pensemos en cómo queremos que sea nuestra última cena cuando celebremos la de Jesús porque Él es ejemplo a seguir. Amen.

14 Cuando era la hora se sentó a la mesa, y con él los apóstoles. 15 Y les dijo:
— ¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta Pascua antes que padezca!, 16 porque os digo que no la comeré más hasta que se cumpla en el reino de Dios.
17 Tomando la copa, dio gracias y dijo:
—Tomad esto y repartidlo entre vosotros, 18 porque os digo que no beberé más del fruto de la vid hasta que el reino de Dios venga.
19 También tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo:
—Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí.
20 De igual manera, después de haber cenado, tomó la copa, diciendo:
—Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama. 21 Pero la mano del que me entrega está conmigo en la mesa.22 A la verdad el Hijo del hombre va, según lo que está determinado; pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado! (Lucas 22:14-22)

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