LA CREACIÓN

LA CREACIÓN
DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

viernes, 29 de septiembre de 2017

EL POSIBILITADOR

Mis impedimentos son una carga insoportable hasta que encuentro el alivio que los mitiga. (Anónimo)



Está claro que nuestras limitaciones nos impiden superarnos cuando somos conscientes de ellas y las aceptamos como tal.

Pero ¿qué pasa cuando pretendemos hacer caso omiso de ellas?

Podemos tener éxito y alegrarnos de haber traspasado los límites establecidos creando nuevas fronteras.

Pero también podemos fracasar en el intento y provocar que el muro de nuestros impedimentos se haga, cada vez, más inalcanzable.

Esa dicotomía de opciones es un falso problema porque en realidad son un mismo error, ambas obvian lo obvio: lo que no depende de ti mismo haz que dependa de en quién confías con absoluta entrega.

Eso hacen los bebes cuando miran a sus padres implorando que les acerquen lo que no pueden alcanzar hasta que un día se sienten lo suficientemente seguros para pasar de ellos. Buscan a su posibilitador hasta que acaban ignorándolo.

Lo mismo hacemos nosotros, primero intentamos y luego, si no lo conseguimos le pedimos a Dios que nos ayude. Nada nuevo bajo el sol. Cuando en realidad deberíamos primero encomendarnos al Señor, y si lo conseguimos agradecerle que nos haya posibilitado aquello que de Él siempre depende. Pero no, somos como los bebes, queremos independizarnos cuanto antes, aprender por nosotros mismos, sin intermediarios de por medio hasta que, y este momento siempre llega, nuestro Padre nos corrige con las pruebas y tribulaciones que nos merecemos, no las que querríamos claro está. Entonces nos sentimos castigados, frustrados, enfadados contra el mundo cuando la sencilla realidad es que somos los únicos culpables de nuestros fracasos por muy evidente que parezca lo contrario.

Estamos educados en la creencia que tenemos que valernos por nosotros mismos para que los demás nos respeten. Es un grave error porque eso hace que desarrollemos con tremenda facilidad nuestro orgullo y nuestra vanidad. Debemos confiar en Dios y en Jesús y través de ellos buscar el camino de respuestas a nuestras necesidades siendo consciente que de Dios es el mérito, la gloria y el honor de todo éxito que seamos capaces de cosechar.

Eso para todo aquel que no cree en Jesús le es imposible, impensable porque se siente arrebatado de su protagonismo, de su ego.

Para un cristiano es una disciplina de vida en el camino de santificación que lo lleva a la humildad de pensamiento y de corazón, agradeciendo siempre a Jesús de ser nuestro posibilitador.

La diferencia entre salvación y condena no está en los actos pecaminosos que hacemos, que todos hacemos, sino en cómo los asumimos y eso nos lleva o al arrepentimiento sincero y de corazón o a la obstinación de recrearnos en ellos. Esta sí que es nuestra elección. Para no errar en la decisión, aquel que sabiamente duda de sí mismo y de su capacidad de raciocinio buscará el amparo de Jesús, nuestro facilitador.

También actúa el facilitador de las tinieblas y del mal. Aquel no contento de nuestros pecados exige además que nos regocijemos en ellos sin un atisbo de remordimiento. Él también está en el tablero de ajedrez de nuestra vida, en el que batallas cósmicas suceden por arrebatar almas o salvarlas. Nos lo pone todo fácil para que nuestro orgullo y nuestra vanidad sean como espadas afiladas en la batalla por el pecado. No menospreciemos el adversario, no somos de talla para resistirle solos. Por ello Jesús es nuestro facilitador, porque Él nos ampara, propicia nuestra salvación invitándonos a seguirle. Solo con Él lo conseguiremos.

El posibilitador es un intermediario activo que hace que sea posible lo que uno ya da por perdido, y cuando se trata de nuestra alma este se llama Jesús.

27 Pero en seguida Jesús les habló, diciendo:
—¡Tened ánimo! Soy yo, no temáis.
28 Entonces le respondió Pedro, y dijo:
—Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas.
29 Y él dijo:
—Ven.
Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. 30 Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó:
—¡Señor, sálvame!
31 Al momento Jesús, extendiendo la mano, lo sostuvo y le dijo:
—¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? (Mateo 14:27-31)


Que Dios os bendiga, Alfons <><

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martes, 26 de septiembre de 2017

CORDURA EN TIEMPOS REVUELTOS

Solo aquel que se agarra con firmeza a la cuerda de buen juicio sorteará el precipicio de sus vanidades. (Anónimo)



Los estímulos de la vida nos atraen constantemente a arriesgarnos en los desvanes de nuestra condición. Es fácil sentirse llevado por un alarde de injusticia hacia la rebeldía. Más difícil es responder con prudencia y sensatez a tales tentaciones.

El hombre busca constantemente poder justificar sus acciones, sus actitudes y cuanto más injustas son las afrentas con más empeño se siente motivado.

El mundo es un vivero constante de envites a manifestar la testosterona de nuestros pensamientos que cuanto más injustas son la provocaciones más atrevidas suelen ser nuestras respuestas. Nos sentimos amos y señores de lo justo y toda iniquidad solo sirve para alimentar nuestra rabia, nuestra indignación, nuestros sentimientos frustrados.

Así se fraguan las revoluciones que raramente, con el paso del tiempo, son verdaderas evoluciones.

La cordura es un atuendo de sabiduría que se enfrenta a todas nuestras emociones y que nos invita a resistir la tentación del exceso que arropa el dolor de nuestras mentes más que de nuestros corazones.

A la provocación, con prudencia y sensatez se responde. No hay desafío tan grande que no pueda ser enfrentado con sosiego y buen juicio. Cuanto más grande, más insufrible, más injusto sea el propósito de nuestros oponentes más debemos cubrirnos del manto de cordura que nos permitirá resistir a la tentación del ojo por ojo, diente por diente. Porque la espiral de despropósitos de los hombres solo puede ser derrotada por el amor que nos ofrece Jesús a quien debemos imitar.

La mejor forma de luchar no es alimentando la batalla de nuestra razón sino la paz de nuestro corazón. Y eso solo apela a la cordura. Esa misma que está más presente en los diccionarios que en nuestra vida porque somos prestos a la acción olvidándonos de que cada cual provoca su reacción hasta anularse entre ellas.

El hombre es un guerrero nato, precisa de las batallas para reafirmarse en su condición. El problema es que se confunde de oponente buscando fuera el enemigo que tiene dentro, el pecado.

La fuerza no está en nuestra capacidad de responder a las provocaciones, sino en nuestra autoridad para envolverlas de cordura. Solo así romperemos el círculo vicioso del mal que está al acecho de nuestras almas.

Tenemos un ejemplo inmaculado que nos marca el camino hacia la cordura, Jesús. Él nos enseña cómo responder a las provocaciones, al menosprecio, a las injurias, con amor. Él se presentó como cordero en este mundo para expiación de nuestros pecados. Sigamos su ejemplo y seamos luz de paz y cordura en tiempos revueltos.

La cordura del hombre detiene su furor, Y su honra es pasar por alto la ofensa. (Proverbios 19:11)

Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.(Romanos 12:3)


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jueves, 21 de septiembre de 2017

ESCUCHAR

Lo más importante en un dialogo no es nuestra capacidad de hablar sino la de saber escuchar. (Anónimo)

Cuando escuchamos de verdad a nuestros adversarios y ellos a nosotros, no puede haber vencedores y vencidos, solo convencidos. (Anónimo)

Cuando hablamos damos, cuando escuchamos recibimos, entonces ¿Por qué somos tan tercos a la hora de aceptar presentes?

Cuando se llega a un acuerdo durable entre dos partes siempre se basa en todo aquello que ha escuchado la una de la otra. Lo que han dicho solo les ha servido solo para enriquecerlo y no para destruirlo.

Si se dice que escuchar es una muestra de buena educación y que interrumpir de mala educación, todos somos unos analfabetos de la convivencia.

Escuchar no se exige, se practica y con ejemplo se instruye.

Todos los conflictos nacen de nuestros oídos sordos y mentes cerradas, y cuando se estancan es porque no hay quien desemboce las cloacas de nuestro orgullo.

La humildad invita a escuchar, el temor a ser atento pero la mayoría de las personas lo confunden con sumisión y miedo. Necios que no aprendemos de nuestros errores y que somos expertos en tropezar una y otra, y otra, y otra vez en la misma piedra.

Si escuchar es prestar atención a lo que se oye, el ser humano es un despistado crónico.

El hombre tiene un mecanismo que se activa automáticamente cuando le hablan, que es preparar su respuesta. Si escuchara primero intentaría entender para poder comprender y ver si es necesario, o no, respuesta.

El sabio sabe que la mejor respuesta es una buena escucha. Esta suele ser autosuficiente en la mayoría de los casos.

La diferencia entre una persona atenta y una persona desconsiderada es que la primera escucha lo que oye mientras la segunda ni oye ni escucha.

Todo lo que se refiere a escuchar tiene su paradigma en Jesús quien siendo Dios hecho hombre escuchó a su Padre y le fue obediente. Nosotros también tenemos cada día la oportunidad de escuchar a los demás, de escuchar a Jesús. ¿Lo hacemos? ¿O estamos más ocupados en hablar que en prestar atención?

La fuerza nunca ha ganado una guerra por mucho que la historia lo diga. Habrá ganado batallas pero la guerra es una serpiente que se arrastra en los lagares de nuestra condición y que siempre apela a la venganza. La única forma de destruir la guerra es con amor sin condiciones. El que nos enseña Jesús.

El oído que escucha las amonestaciones de la vida, Entre los sabios morará. (Proverbios 15:31)

Entonces dije yo: Mejor es la sabiduría que la fuerza, aunque la ciencia del pobre sea menospreciada, y no sean escuchadas sus palabras. (Eclesiastés 9:16)


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miércoles, 20 de septiembre de 2017

LLUVIA TEMPRANA Y TARDÍA

Nunca llueve a gusto de todos y menos cuando uno tiene mal gusto. (Anónimo)


La siembra es un momento crucial para los agricultores, precisa de un terreno abonado y lo suficientemente húmedo para que cuando se haga la plantación, esta arraigue y germine.

La lluvia temprana es aquella que permite este milagro de la vida tanto en las plantas como en nuestros corazones mediante el Espíritu Santo. Nos prepara para que sepamos actuar conforme a la voluntad de nuestro Padre Celestial. Luego de nosotros depende hacer buen uso de ella escuchando y obedeciendo a las inspiraciones que el Espíritu Santo deposita en nosotros. Somos terreno abonado pero también somos tierra viva que elige su suerte.

La lluvia temprana permite el inicio de la vida en las plantas desde su siembra hasta su crecimiento tal como en los hombres el Espíritu Santo.

Pero crecer nos es garantía para una planta de ser hermosa y de ofrecer su fruto cuando toque como no lo es para el corazón que mora en nosotros. Su madurez experimenta tribulaciones y pruebas y se curte con las huellas que dejan.

La lluvia tardía es aquella que llega para culminar la floración de la plantas. Suave y fina, les da el agua de vida que precisan para finalizar su proceso de maduración y ofrecer sus mejores frutos. Permite llegar al final del ciclo con todas las garantías.

Lo mismo necesita nuestro espíritu que, para madurar y crecer en el Señor, requiere ser alimentado por la inspiración divina que nos regaló Jesús antes de su ascensión a los cielos. Sin ella somos presa fácil del pecado y de su genitor. Con ella andamos con paso firme hacia la salvación.

Pero no nos engañemos esto es más difícil de vivir que de escribir o leer porque vagamos en un mar de tentaciones, de atracciones seculares y como las plantas debemos encontrar nuestro camino entre la maleza para que esta no nos ahogue. El hombre decidió comer fruto del árbol de la ciencia y del bien y del mal, quiso que sus ojos fueran abiertos y así fue, desobedeció a precio de su mortalidad pecaminosa. Ahora debemos acarrear todas sus consecuencias y solo entregándonos a Jesús y alimentando el Espíritu Santo con nuestra obediencia conseguiremos salir adelante.

El ciclo de la vida precisa de lluvia temprana y lluvia tardía, del agua de vida divina porque sin ella todo es o acaba siendo polvo, tanto las plantas como los seres humanos, polvo, todo.

3 Y conoceremos, y proseguiremos en conocer a Jehová; como el alba está dispuesta su salida, y vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia tardía y temprana a la tierra. (Oseas 6:3)

Vosotros también, hijos de Sion, alegraos y gozaos en Jehová vuestro Dios; porque os ha dado la primera lluvia a su tiempo, y hará descender sobre vosotros lluvia temprana y tardía como al principio. (Joel 2:23)


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martes, 19 de septiembre de 2017

BAJO LA SOMBRA DEL ALCORNOQUE

Nadie ha sostenido la mirada del sol sin pagar con ceguera el precio de tal osadía. (Anónimo)

¿A quien no le gusta brillar? El brillo desprende una luminosidad consumidora y todo aquel que persiste en mantenerla acaba apagándose como una vela desgastada.

El sol no está para que queramos imitarlo sino para que sepamos resguardarnos de él aprendiendo a aprovechar sus bondades. Su presencia pone de manifiesto la vida porque, él, es fuente de ella. Ilumina nuestros caminos y hace que las praderas se cubran de flores que le rindan pleitesía. Es fuente de vida de plantas, animales y seres humanos porque nos ofrece a todos la energía que necesitamos pero también nos obliga a ser conscientes de su fuerza y de su potencia abrasadora. De que lo grande, lo sublime no lo podemos mirar cara a cara, que debemos agachar la mirada para no perder la vista. Es así del sol y todavía más de Dios. Nos recuerda la humildad con la que debemos llenar nuestra vida.

Sin él, todo sería tinieblas, hasta la luna dejaría de manifestar su presencia entregándose a la oscuridad del entorno. Veríamos otras estrellas, sí, las veríamos pero no gozaríamos de la nuestra y de sus efectos benefactores. Seriamos como huérfanos en un universo lleno de familias perfectas.

El alcornoque es un árbol precioso que ampara a todo aquel que quiere gozar del sol, a su sombra. Nos enseña que si sabemos estar bajo su protección tendremos buenos frutos del sol que lo acaricia, como las setas y los helechos. Es robusto y protector, aguanta tormentas y sequías más que muchos de sus congéneres. Es un árbol que nos recuerda la humildad que debemos tener para poder gozar de la pureza de Dios, tanto como nuestros ojos la del sol.

La sombra del alcornoque es como un trozo de paraíso en la tierra, no nos protege de la crueldad del mundo si nos alejamos de ella, pero siempre podemos contar con su presencia y resguardarnos en ella. El aire fresco que por ella circula nos recuerda que vivir no solo es dolor y sufrimiento, también gozo y alegrías pero para ello hay que saber encontrar el alcornoque de nuestra vida, aquel que nos resguardará de los demás y de nosotros mismos. Jesús.

Debemos aprender a vivir bajo el amparo de nuestro Señor Jesucristo porque, sin Él, solo somos sombras errantes que desaparecen en las tinieblas.

Porque ¿quién sabe cuál es el bien del hombre en la vida, todos los días de la vida de su vanidad, los cuales él pasa como sombra? Porque ¿quién enseñará al hombre qué será después de él debajo del sol? (Eclesiastés 6:12)

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viernes, 15 de septiembre de 2017

EL AMOR CREÍBLE

El hombre no es capaz del amor perfecto tan solo puede intentar hacerlo creíble. (Anónimo)
La fragilidad del amor es fruto de nuestra falta de probidad. (Anónimo)


Exigimos lo que no somos capaces de dar y luego nos sorprendemos que nos decepcionen. En verdad no somos mejores que nuestros defraudadores tan solo más exigentes, tal vez.

El amor es un tesoro que no acepta manchas en su esencia, por ello solo el Dios es verdadero porque puro.

¿Quiere eso decir que no somos capaces de amar?

Claro que lo somos y es, y debe ser, nuestro principal propósito en este mundo en obediencia al mandamiento de Jesús. Pero para ello debemos lavarnos día sí y día también de la suciedad de nuestros pecados, de la amargura de nuestra lengua, de perfidia de nuestros pensamientos. En resumen debemos acercarnos lo más posible a la inocencia perdida en el pecado original. Es una tarea ardua y sin fin porque es contraria a nuestra condición pero necesaria a nuestra salvación.

Debemos luchar cada día contra nosotros mismos y contra los demás hasta que poco a poco nuestro corazón nos muestre que las luchas deben dejar paso a la entrega sin condiciones a nuestro Señor y creador. Vamos descubriendo poco a poco que no estamos a la altura de la batalla del amor verdadero. Que nuestro y orgullo y nuestra vanidad nos ciegan pretendiendo que lo lograremos pero cuanto más lo pretendemos más batallas perdemos hasta que un día nos rendimos.

Cierto, nos rendimos pero ¿a quién? Porque la sumisión es una elección en sí. La respuesta es evidente aunque desgraciadamente no para todo el mundo.

Solo Dios puede ser nuestro amparo y nuestra fortaleza. Solo Él puede iluminar nuestro corazón enseñándole el camino de santidad. Solo su gracia puede limpiar nuestras almas.

Solo sus enseñanzas pueden acercarnos al camino del amor creíble, ese amor que solo un corazón entregado a Dios puede dar a los demás.

No estamos llamados a ser ejemplos del amor perfecto, Jesús lo fue, lo es y lo será para los tiempos de los tiempos. Pero sí estamos exigidos a ofrecer un amor creíble, sincero, profundo, sentido, genuino sin un atisbo de malicia.

El amor creíble es tan genuino como la inocencia que perdimos al nacer, de nosotros depende recuperarlo para honrar a nuestro Padre celestial.

Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él. 1 Juan 4:16

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miércoles, 13 de septiembre de 2017

HUMILLACIÓN

No solo los toros bajan la cabeza cuando son humillados también las almas vencidas y convencidas. La nobleza no es mantener la cara bien alta sino saber cuándo inclinarla y ante quién. (Anónimo)

Someterse es inhumano para el hombre, no porque le sea imposible sino porque le es impensable.

La cabeza alta hace que perdamos de vista las pequeñeces que nos rodean. Esas mismas de las que está hecha nuestra vida y que nos definen como persona o como monstruo.

La rebeldía, cuando es un pecado de juventud, puede entenderse pero cuando se manifiesta marcada por la experiencia consumada y se dirige hacia nuestro creador es el fin de nuestra esperanza y la muerte de nuestra salvación.

No hay nada más provechoso que lo que uno se hace a sí mismo por el bien de los demás y la humillación es el mejor ejemplo de ello. Vence el orgullo y la vanidad que nos atrae constantemente.

El mundo está repleto de exaltados que se enaltecen con su soberbia, tantos que cuesta vislumbrar aquellos que, cabizbajos no por abatimiento sino por temor y respeto, buscan el agua de vida de nuestro Señor y salvador.

Los que en Dios confían, en su hijo se encomiendan y con temor y humildad lo siguen conscientes de que no por méritos propios son dignos de salvación sino por su Gracia. Esta es la fe que los mueve para buenas obras humillándose ante los demás como prueba de amor y ejemplo en el camino de santidad.

La vida es una prueba constante para nuestra condición y para nuestras convicciones y no hay respuesta en la altivez de nuestra mente, mas sí en la mansedumbre de nuestro corazón cuando lo entregamos a Dios.

Mejor es humillar el espíritu con los humildes que repartir despojos con los soberbios. (Proverbios 16:19)

Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, 2 completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. (Filipenses 2:1-2)

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martes, 12 de septiembre de 2017

VICTORIA

Cuando hay vencedores y vencidos la victoria solo es una derrota pospuesta. (Anónimo)

El ser humano, desde el momento que tuvo la oportunidad, siempre quiso medirse a los demás, ya sea por codicia, por poder o por codicia del poder. Se dice que somos guerreros por esencia, conquistadores por naturaleza.

Cuando nos vemos de tal manera obviamos que, en este mundo, para que haya un vencedor debe haber un vencido. Y eso es un problema porque la humillación de la derrota suele llamar a la venganza y volvemos a empezar el círculo vicioso de las guerras.

En las sociedades avanzadas como la nuestra las batallas suelen quedarse en el ámbito dialéctico, la sangre es para los bárbaros. Pero la verdad es que sus efectos son los mismos. Ya sea de política, de religión, de futbol o más…

Hemos perdido el sentido del compromiso, de ceder para ganar. Ahora apostamos todo a ganar para no ceder. Es fácil apuntar la paja del otro para evitar enfrentarnos a nuestra propia viga no sea que nos quite la razón.

No hay legitimación que se base en deslegitimar al otro, eso es justificar nuestra iniquidad. Pero hoy todos somos practicantes de esta barbarie que nos permite atribuirnos la verdad única a costa de los demás.

Es verdad en política y lo estamos viendo estos últimos días en nuestro país pero también es verdad en el ámbito espiritual. ¿Quién no tiene la razón y va por el único camino que es el suyo?

Todo esto pasa porque somos una sociedad en decadencia que pretende ignorar el diagnostico de su enfermedad. Ya no necesitamos ponernos en el lugar del otro. Que se ponga él en el nuestro y sobretodo que actúe como nosotros queremos. Los valores de hoy son hedonistas y egoístas y no sufren el esfuerzo que requiere pensar en los demás, bastante tienen con quererse a sí mismos.

En política cuando las leyes se transforman en armas de batalla es que hemos renunciado a defender nuestras convicciones mediante el diálogo y la argumentación. Eso nos aboca siempre a la dictadura de las interpretaciones. Es uno de los signos más característicos de la decadencia social.

En el ámbito espiritual los fariseos eran maestros en la materia.

Todo esto pasa porque el mundo no sabe mirar hacia quien es el ejemplo y maestro perfecto, Jesús. Él, conocedor de nuestra condición, puso todos los preceptos que harían que hoy en día viviéramos todos en buena harmonía. Dió su vida para ofrecernos la salvación. La Biblia testifica de todos sus mensajes y nos enseña a dar para recibir, a perder para ganar, a ser el último para ser mejor.

No hay victoria humana que dé fruto sano. ¿Por qué? porque solo de Dios es la victoria. Nosotros solo somos peones de un tablero de ajedrez que sobrepasa nuestro entendimiento. Y esto que es una infamia para cualquier persona que no confía en Cristo, es un gran alivio para los creyentes porque Dios es el gran maestro del ajedrez de la vida. El único, nuestro Señor y Salvador, trino e infinito. Amen.

El caballo se alista para el día de la batalla; Mas Jehová es el que da la victoria.(Proverbios 21:31)

Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará. (Marcos 8:35)


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viernes, 8 de septiembre de 2017

LA ENSEÑANZA DE LOS CIEGOS QUE QUIEREN VER

Maestro y alumno paseaban por el jardín de la curiosidad cuando el alumno le preguntó:

- Maestro, ¿qué se le puede enseñar a un ciego si no ve?

- Las enseñanzas no se miran por lo que la invidencia no es un impedimento, las enseñanzas se aprenden y sobre todo se practican

- Sí, lo entiendo pero entonces ¿Cómo se le puede enseñar?

- Es más fácil enseñar a ver las cosas a un ciego que a quien no lo es…

- Pero eso es paradójico, maestro, no me parece tener mucho sentido

- Tú lo has dicho es paradójico pero no por ello incongruente, es más está cargado de sentido común. ¿Cuál crees que es la obligación de aquel que no ve para sobrevivir en su entorno?

- Estar atento maestro y desarrollar todos los sentidos que sí tiene

- ¿Cuál es la actitud más importante para aprender?

- Estar atento maestro

- Entonces convendrás que los ciegos tienen una ventaja porque es innato en ellos prestar atención.

- Sí pero no ven maestro

- ¿Quieres decir que eres de la escuela del apóstol Tomás que necesitaba ver para creer?

- Bueno, no exactamente pero sí creo que cuando vemos las cosas las entendemos mejor.

- Eso también se merece no una sino dos paradojas: cuanto más miras menos ves y cuanto más ves menos miras.

- No lo entiendo maestro.

- Cuanto más te concentras en un tema menos perspectiva tienes y puedes perder el sentido del todo y cuanto más te concentras en la perspectiva menos ves los detalles de las cosas pudiendo pasar por alto lo esencial

- ¿Entonces no hay manera justa y correcta de ver las cosas?

- Hay muchas maneras de ver las cosas, este suele ser el problema porque todos creemos o queremos que la nuestra sea la correcta. Hay que aprender a aceptar nuestras limitaciones y enfocar nuestro aprendizaje desde la humildad de aquel que sabe que no sabe. Hay que aceptar ser ciegos que quieren ver para poder ver o aceptar aquello que no se percibe. Esto solo puede entenderse y aprenderse si tenemos como maestro a Jesús y como libro de enseñanzas a la Biblia. Cuanto más la leas más percibirás tu ceguera pero también más aprenderás a ver mejor a través de ella porque en humildad, mansedumbre y temor de Dios todo se desvela a aquel que busca su verdad. Y tu mejor aliado será el Espíritu Santo.

- Entiendo maestro pero entonces es mucho más fácil para un ciego aprender.

- Sí pero solo si es consciente de su ceguera y por desgracia el mundo está repleto de ciegos que ignoran su condición.

- Ostras maestro es más complicado de lo que parece

- Si a eso le añades los ciegos de verdad que se niegan a su condición tienes una idea de lo que realmente sucede a tu alrededor.

- Bueno, si algo he aprendido de esto maestro es que la ceguera espiritual y mental es más gravosa que la ceguera física.

- Tú lo has dicho joven

- Y que es más fácil ver para un ciego que es consciente de su ceguera que para uno que cree ver y que ignora que está ciego.

- Tú lo has dicho joven

- ¿Entonces?

- Entonces pídele a Dios, cada día de tu vida, que te enseñe su voluntad y que su buen espíritu te guíe en tierra de rectitud porque de esa forma aprenderás a caminar ciegamente hacia la salvación

- Gracias maestro por esta enseñanza

Y ambos continuaron su paseo en silencio.

Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios; Tu buen espíritu me guíe a tierra de rectitud. (Salmo 143:10)

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jueves, 7 de septiembre de 2017

EL INTELECTO

El intelecto es una capacidad humana que a menudo nos incapacita para lo inhumano. (Anónimo)



Se presupone que el intelecto es parte de la inteligencia humana pero si definimos esta como la capacidad de adaptación, entonces nos damos cuenta que el intelecto puede ser más un freno que un facilitador.

¿Por qué? Ser capaz de entender las cosas no nos garantiza comprenderlas y si no las comprendemos tenemos tendencia a rechazarlas y si las rechazamos nunca nos adaptaremos a ellas.

Buscamos una razón para todo, somos una máquina de raciocinio que exige sus pruebas y ensayos pero que no siempre acepta sus errores. Cuando nos enfrentamos a aquello que no podemos explicar, dejamos de entender y nos impedimos comprender una regla universal de la vida: lo finito no puede definir lo infinito porque siempre se topa con sus límites.

Pero nuestro empecinamiento nos impulsa a siempre querer saber más, conocer mejor, explicar aquello que nos era imposible tiempos atrás. Algunos lo llaman la evolución del intelecto pero no deja de toparse con las mismas preguntas sobre un punto esencial: el origen, de todo y del todo.

El hombre se niega a aceptar sus limitaciones y sigue buscando respuesta a tales preguntas cuando no está capacitado para abordarlas porque nuestra mente finita es incapaz de interpretar un concepto infinito.

Dios en su gran sabiduría nos ha dotado con la curiosidad que nos estimula hacia la búsqueda pero también con la fe que nos invita a saber que nuestras limitaciones no son impedimento sino una oportunidad de acercarnos a nuestro creador mediante una confianza que rompe los postulados de la ciencia. Esa misma que nos hace creer en aquello que desconocemos, en obedecer a aquel que no vemos, nuestro Padre celestial por amor y fe.

El hombre con intelecto dominante se obsesiona con su origen cuando Dios nos ha dado su Palabra para que conozcamos nuestro linaje. Pero esto no le es suficiente porque necesita entender el todo. Eso lo obligaría a traspasar los límites de lo finito y por ello nunca lo alcanzará.

El hombre de fe descansa en la palabra de su creador y sus preguntas no buscan entender aquello que es potestad divina más sí complacerlo en obediencia y mansedumbre.

Buscar la verdad puede ser un desafío pero en cuanto a la verdad absoluta y divina se refiere es un desacato a la autoridad de Dios.

El intelecto que no acepta la humildad de sus límites es arrogancia y vanidad. La fe es la respuesta que los cristianos tenemos a aquello que no nos es revelado porque confiamos en nuestro Señor y creador por encima de todo y de todos. El Espíritu Santo que mora en nosotros es nuestra inspiración y nuestro único consejero del alma.

3 Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.(Hebreos 11:3)
Que Dios os bendiga, Alfons <><

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martes, 5 de septiembre de 2017

ESPERIDAD

Si la esperanza es la espera en confianza, la esperidad es la espera con seguridad y eso solo en Jesús se posible. (Anónimo)


Si confiar es depositar en alguien nuestra buena fe, cuando de Jesús se trata el significado se transforma en entregarse totalmente por fe y amor.

Cuando esperamos lo que anhelamos nos es necesaria la confianza en aquello o aquellos en quien hemos puesto nuestras expectativas y no siempre sucede que el fiador sea buen pagador. Pero cuando ese es Jesús la confianza se transforma en certeza y eso es de gran alivio para quien en Él descansa.

La crueldad de este mundo que nos rodea nos hace ser desconfiados de todos aquellos que venden esperanza al por mayor. Estamos tan necesitados de promesas e ilusiones que caemos fácilmente en las garras de los traficantes de emociones. El tributo que pagamos por ello suele estar plagado de desengaños, dolor y pecado. Pero no pasa nada volvemos a la feria de las vanidades y recaemos en las mismas torpezas, como si aprender fuera cosa ajena a nuestra consciencia.

¿Por qué?, ¿Por qué nos pasa aquello que fríamente consideraríamos, más que un traspié, un error reiterado?, ¿Por qué?

Porque somos humanos y por lo tanto pecadores. Porque el error no es considerado como tal cuando buscamos esperanza a toda costa y a todo coste. Porque creemos más fácilmente en los dioses paganos que en el Dios trino y no aprendemos de sus defraudes. Somos como el pueblo de Israel, duro de cerviz y rápido en pecar.

La verdad es que cuando decimos confiar en Jesús, en muchas ocasiones nuestra esperanza se apoya en una confianza débil, presta a la desconfianza. Porque si fuera genuina se transformaría en seguridad inquebrantable.

La esperanza en Jesucristo es la certeza de una promesa inalterable, porque divina, que nos lleva a una confianza absoluta y perfecta.

Las dudas son humanas y buenas porque reflejan nuestra incapacidad de perfección pero cuando de Jesús se trata las dudas nunca pueden ser hacia Él, sino hacia nuestra incapacidad de ser merecedores de Él si no es por su gracia.

Depositar la confianza en Jesús es querer descansar en Él para la eternidad. Es su promesa, su proclama y nuestra esperidad. ¡Amen!

11 conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor, 12 en quien tenemos seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en él (Efesios 3:11-12)

Que Dios os bendiga, Alfons <><

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viernes, 1 de septiembre de 2017

INSTRUIR

Un buen libro de instrucciones no solo te da las instrucciones del principio sino que es la garantía de llegar a un buen final. (Anónimo)



Es curioso que la profesión que más exige de sus trabajadores, los pilotos de aviación, sea la que más libros de instrucciones tiene. ¿Será porque no se confía en ellos o porque el hombre tiende a dar por hecho aquello que cree saber? La verdad es que cuando los vemos en la cabina repasando sus manuales antes del despegue, eso nos tranquiliza.

Instruir no es solo es enseñar también es legar a otros lo que, un tiempo, fue nuestro para que la experiencia, nuestra experiencia, quede viva en los demás.

A veces uno tiene la misma sensación que el predicador en el desierto cuando se enfrenta a la educación de los niños y jóvenes. Es frustrante ver la indiferencia como respuesta a nuestros esfuerzos pero, como aquel hombre que clama a los 4 vientos no sabe hasta dónde llegará su eco, tampoco nosotros sabemos qué y cuándo harán uso nuestros hijos de aquello que les transmitimos.

Debemos confiar más en el poder de la enseñanza que en el del maestro porque ella es la que instruye nosotros solo somos meras herramientas.

Todos somos instructores y alumnos a la vez, de nosotros depende ser conscientes del momento en el que nos encontramos porque no hay más necio que aquel que invierte los tempos.

Hay momentos para aprender y momentos para instruir, momentos para escuchar y momentos para hablar y todos llevan al mismo lugar, el de la sabiduría.

Jesús, maestros de los maestros es el mejor ejemplo de instructor, su comportamiento es un libro de instrucciones para todos aquellos que en Él confiamos. La Biblia nos ilustra sus enseñanzas y nos invita tanto a aprenderlas como a imitar su comportamiento. No hay mejor manual para el espíritu de todo aquel que quiere y aspira a la salvación.

El deber cumplido da descanso agradable, el del instructor de ver sus alumnos crecer en conocimiento y sabiduría.

Instruye al niño en su camino, Y aun cuando fuere viejo no se apartará de él. (Proverbios 22:6)
Que Dios os bendiga, Alfons <><

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