LA CREACIÓN

LA CREACIÓN
DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

miércoles, 31 de enero de 2018

GRATITUD

La gratitud es, también, reconocer y agradecer aquello que damos por hecho. (Anónimo)


Estamos tan acostumbrados a reclamar nuestros derechos que nos olvidamos con suma frecuencia de agradecer sus efectos.

El hombre es una máquina de ingratitud, ocupado que está en pedir, se olvida a menudo de dar gracias por lo recibido.

Es curioso cómo, cuándo solicitamos algo con gran ansia, se transforma nuestra actitud si lo recibimos, porque somos olvidadizos compulsivos y nos complace más atribuir a la suerte aquello que nos es dado por gracia.

En nuestro dialogo diario con Dios nos pasamos mucho tiempo pidiéndole pero ¿cuánto y cómo le damos las gracias por todo aquello que nos da o nos niega?

No hay nada más bonito y gratificante en la vida que manifestar nuestra gratitud, porque es la mejor forma de expresar nuestra conciencia de aquello que recibimos de los demás y que decir cuando es de Dios.

La gratitud es ser conscientes de que nada nos es debido pero que sí todo debe ser agradecido.

Alguien, y/o muchos, se preguntarán ¿qué hay que agradecer en las tribulaciones? Y la respuesta es tan obvia como obviada, sus enseñanzas. Porque en ellas están sus bendiciones. Dios prueba a sus hijos porque quiere que sean conscientes tanto de su condición como de cómo salir de ella.

No tendríamos que pasar un solo día de nuestra vida sin dar las gracias a Dios por todo lo que hace por nosotros. Esto es tan evidente que se nos olvida con suma frecuencia.

La gratitud te hace disfrutar doblemente de aquello que te ha beneficiado.

La gratitud es la mejor forma de honrar y alabar a nuestro Creador. Invita a la obediencia y al reconocimiento de quien somos y quien es Él.

La gratitud no cuesta nada a aquel que ama y le cuesta todo, incluso su vida, a aquel que la rechaza porque un hombre sin amor es un hombre muerto en vida.

Seamos sembradores de gratitud y ejemplo para los demás y no nos olvidemos de que el amor no espera nada a cambio y si nos contestan con ingratitud perseveremos en nuestra actitud.

Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia (Hebreos 12:28)

Que Dios os bendiga, Alfons <><

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viernes, 26 de enero de 2018

AMABILIDAD

Muchos creen que la amabilidad es solo una civilidad, están tan faltos de amor que hasta le niegan sus efectos. (Anónimo)

La mansedumbre, la compasión, la bondad son motores de la amabilidad porque fomentan su presencia en nuestros corazones.

Yo, que siempre he sido un soberbio, me estoy rindiendo a la amabilidad porque me enseña lo que esconde mi alma, una necesidad imperiosa de amor.

Hay actitudes que moldean la expresión de nuestro rostro. La amargura es una de ellas. ¿Quién no ha visto y padecido sus estragos? La amabilidad suaviza todos nuestros rasgos y hace de nuestra expresión una invitación al amor ágape. ¿Quién no ha visto y se ha beneficiado de sus bondades?

La vida nos invita constantemente a responder a los retos del pecado. Y si bien la tentación del ojo por ojo, diente por diente puede rondarnos no hay nada mejor, más balsámico y eficiente que la amabilidad. Acaba desarmando al más rebelde, es la enseñanza del amor que Jesús nos legó para librarnos del juicio de la Ley.

Cuanto a más rabia, a más maldad, a más provocaciones nos enfrentemos más amabilidad debemos desarrollar en nuestro corazón porque es la única arma que debilitando a nuestros opositores nos fortalece en Jesús.

El que quiere acercarse y seguir a Jesús solo puede hacerlo con amabilidad, aquella misma que dejara rastro de su paso por esta vida, testimonio de nuestra fe.

Para la sociedad la amabilidad obedece a un código de buenas maneras, es incluso una forma de debilidad o de cobardía frente a los envites de este mundo. Para los cristianos, la amabilidad es un don de Dios que nos recuerda que nada es posible sin su amor infinito y que nos invita a imitar a Jesús respondiendo con el bien que no hemos recibido a aquel que con mal nos ha tratado.

La amabilidad es un indicador inequívoco de nuestra salud espiritual. Deja huella en aquel a quien se dispensa y lo invita inconscientemente a buscar a Jesús porque ¿de quién viene esta actitud tan inusual en este mundo?

Cuanto más daño nos hagan con más amabilidad debemos responder. Esto parece imposible, es más algunos dirían que es de bobos pero Jesús no era ningún iluso, el maestro de nuestras almas sabía que solo con el amor podremos vencer al mal, el de los demás sí pero también el que mora en nosotros.

Hagamos todos que cuando pensemos en aquello que hemos hecho se pueda ver nuestra amabilidad, marca indeleble del amor de Jesús. Amen.

Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido (Timoteo 2:24)

Que Dios os bendiga, Alfons <><

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jueves, 25 de enero de 2018

NUNCA ES TARDE

El hombre desesperado siempre cree que ya es demasiado tarde hasta que de verdad lo es. (Anónimo)


Dios, a través de Jesús, nos ha enseñado que nunca es tarde pero nosotros, los hombres, nos empeñamos en hacer que los tiempos se consuman en balde.

La lectura de la Biblia nos enseña que las oportunidades de arrepentimiento y redención están constantemente a nuestro alcance. Que no hay situación que, por muy comprometida que sea, no tenga una alternativa en el camino del Señor. Jesús, en su vida terrenal, fue sembrando oportunidades de renovación a todos aquellos que perdidos en sus pecados fueron a su encuentro. Incluso aquellos que pretendían falsamente beneficiarse de su presencia, tuvieron una oportunidad que malgastaron.

Nunca es tarde por muy mal que hayamos obrado, por muy grande que sea nuestro pecado, nunca es tarde para pedir perdón y arrepentirse de corazón buscando la Gracia y la misericordia de Dios. Jesús nos espera con los brazos abiertos. Esos mismos que tantas veces hemos negado por nuestra soberbia y vanidad.

No hay quien esté libre de la necesidad que nos brinda pensar que nunca es tarde. Todos pasamos por momentos en los que nuestras malas actitudes, malos pensamientos, malas obras nos hacen pensar que no somos dignos del perdón de Dios. Y NO LO SOMOS, lo sabemos y Él también lo sabe y por ello esta su Gracia, y por ello está el sacrificio de Jesús en la cruz, por todos nosotros. ¿Y qué, malgastaremos nuestra oportunidad de salvación?

A veces cuando observamos comportamientos ajenos cargados de maldad, de orgullo, de vanidad pensamos que quienes de tal manera obran no son dignos del perdón de Dios. Probablemente no lo sean pero es que nosotros tampoco lo somos y menos cuando juzgamos comportamientos ajenos. Deberíamos orar por aquellos que todavía no han entendido, no han descubierto, no han querido ver, que nunca es tarde para volver hacia Dios a través de Jesús.

Por mucho que algunos se empeñen en convencernos de que no somos merecedores de perdón, nadie en este mundo está condenado de antemano.

La condena espiritual es la única condena que está dictaminada por el propio culpable y sus actos, no precisa de más alegatos que nuestro comportamiento.

Todos nacemos condenados por nuestro pecado pero a ninguno, ninguno, se le niega su oportunidad a la salvación porque de eso ya nos encargamos nosotros mismos.

Se dice que nunca es tarde si la dicha es buena yo diría que no hay dicha buena que llegue tarde. Por eso no dejemos pasar la oportunidad de nuestra salvación negándole a Jesús su sacrificio por nuestras almas.

Hoy como todos los días de nuestra vida es día de salvación porque NUNCA ES TARDE.

Jehová, roca mía y castillo mío, mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; mi escudo y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio. (Salmo 18:2)

Y tened entendido que la paciencia de nuestro Señor es para salvación; como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito. (2 Pedro 3:15)


Que Dios os bendiga, Alfons <><

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martes, 16 de enero de 2018

LAS MALAS LENGUAS

Las malas lenguas siempre están llenas de buenas intenciones. (Anónimo)

No hay arma más mortífera que la lengua, porque su hoja de doble filo traspasa los corazones como la mantequilla.

Las malas lenguas están cargadas de razones, las suyas que para el caso siempre son las correctas, las impolutas. Es curioso cómo se puede observar que mientras los justos se sienten pecadores las malas lenguas son dadoras de lecciones aduciendo de su dominio de la Verdad.

Se encuentran malas lenguas de toda índole, no solo en el mundo, también entre los cristianos y eso las hace doblemente culpables porque saben lo que Dios espera de ellas y no lo hacen.

Hay miradas que delatan a sus autores porque están cargadas de amor y de bondad. No que sean perfectos sino que sabiéndose imperfectos buscan complacer a Dios.

Otras evidencian a sus dueños por la vanidad y el orgullo menospreciante que conllevan.

Pero también hay aquellas con una mirada de cordero tienen corazones de piedra que se dedican a murmurar y enjuiciar a todos aquellos que no son de su corte. Estas malas lenguas son las peores porque se dedican a seducir a los pobres de espíritu aquellos que están desprovistos de juicio propio y que se entregan a la opinión de los demás. Reclutan a todos aquellos que, saben, les rendirán pleitesía y se dejaran manipular por sus lenguas bífidas. Es terrible pensar así e imaginarse que esto existe pero la condición humana es una fábrica de monstruos de la mente y del espíritu muy prolífica.

Sin temor de Dios no hay salvación y las malas lenguas lo obvian haciendo que su verdad se transforme en LA VERDAD. Son dadoras de lecciones y no perdonan a aquellas que las cuestionan. Son sin piedad, no se libra nadie, ni tan solo sus propios hijos que prefieren marginar si no les rinden pleitesía. Destrozan todo sentimiento propio que pueda cuestionar su dominio y no dejan lugar en su lagar para el perdón.

Por todo esto la Gracia de Dios es tan importante, porque ofrece a todos aquellos que han pecado, como las malas lenguas, a recapacitar, hacer acto de contrición y arrepentirse de corazón para encontrar la promesa que Dios nos hizo a través del sacrificio de Jesús, la salvación. No hay pecado que no pueda ser lavado por este sacrificio sino no es que nuestro orgullo nos impida ver aquello que debemos hacer, arrodillarnos física, mental y espiritualmente ante nuestro creador y pedirle perdón.

¿Quién no ha sido mala lengua alguna vez? Que tire la primera piedra. Yo sin duda lo he sido y me arrepiento profundamente de ello. La vergüenza que deberíamos sentir cuando nos percatamos de ello tendría que servirnos para evitar, como mínimo, recaer en esta misma piedra.

Que Dios nos ayude porque mientras este mundo exista las malas lenguas estarán al acecho.

Haced todo sin murmuraciones ni discusiones, para que seáis irreprochables y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como lumbreras en el mundo, asidos de la palabra de vida, para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en vano, ni en vano he trabajado. (Filipenses 2:14-16)
Que Dios os bendiga, Alfons <><

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LOS DESEOS

Con el deseo nació la tentación y con la tentación se consumió el pecado. (Anónimo)

Maestro y alumno se paseaban por el jardín de la curiosidad cuando el alumno preguntó:

- Maestro, ¿es malo desear?

- ¿Es malo respirar, joven?

- Es necesario para vivir Maestro

- Tú lo has dicho, sin respirar no se puede vivir, lo mismo sucede con el deseo porque es propio de nuestra condición.

- Pero entonces maestro ¿quiere esto decir que desear es bueno?

- No todo lo que respiras es bueno, incluso perfumes engañosos pueden acabar arrebatándote la vida. Lo mismo pasa con el deseo. Es un sentimiento peligroso aunque no por ello se pueda decir que todos nuestros deseos son perjudiciales. Por ejemplo, yo deseo que tu instrucción te sea provechosa, ¿es eso malo? Todo lo contrario es una manifestación natural de mi aprecio hacia ti.

- Entonces ¿cómo podemos diferenciar lo bueno de lo malo en el deseo?

- Es una pregunta importante y difícil de responder y como todo lo difícil de responder tiene su contestación en las Escrituras. El deseo era una inclinación pura que llevaba al disfrute en el jardín del Edén hasta que la tentación hizo de él un instrumento de desobediencia a Dios y le abrió la puerta al pecado. El deseo que nace de la obediencia a la Palabra y a Dios es bueno y fuente de bendiciones. El deseo que nace de la obediencia a nuestra carne es provocador de tropiezo y generador de desobediencia a Dios y por consecuencia de pecado.

- Pero eso es muy difícil de juzgar según las situaciones, no siempre sabemos si nuestros deseos cumplen con estos requisitos, Maestro

- Joven, no menosprecies el poder del Espíritu en tu vida, en tu corazón y en tu mente. Búscalo y lo encontraras y Él te llevará a las decisiones correctas. El temor de Dios nos invita constantemente a buscar su voluntad, el Espíritu es la llave que te abrirá las puertas del discernimiento.

- Maestro, ¿por qué dice Usted siempre que lo que nace de la carne es pecaminoso, el deseo por ejemplo?

- Carne es lo que nuestro cuerpo es cuando deja de obedecer a Dios y la carne solo busca placeres que la deleiten. Es lo opuesto a nuestra alma que en este cuerpo reside pero que a este cuerpo no debe someterse sino a Dios. Los deseos son fuente de alimento tanto para la carne como para nuestra alma, a nosotros de saber controlar aquellos que debemos nutrir y aquellos que no.

- Vaya Maestro, tener deseos es mucho más complicado de lo que pensaba.

- Tenerlos no, joven, tenerlos no, pero discernirlos y escoger los correctos sí, porque el maligno siempre está al acecho y nos ataca a través de ellos.

- ¿Y qué podemos hacer?

- Volvamos al ejemplo de respirar, ¿Dónde encontraras aire puro, en las montañas o en el corazón de la ciudad?

- En las montañas Maestro

- Pues elige siempre aquello que te invite a elevarte hacia la presencia de Dios y no hacia las penumbras del maldito. Y eso solo puedes hacerlo mediante Jesús y el Espíritu Santo que mora en ti.

- Lo entiendo Maestro, un camino difícil me espera.

- Todos los caminos solo son caminos, las dificultades las ponemos nosotros con nuestras limitaciones. Esfuérzate en el camino del Señor y sepas que cuanto más arduo sea más te acercarás a Él. No te desanimes. Tengo el deseo más profundo de mi alma de que así lo conseguirás.

- Gracias Maestro

Y ambos siguieron su paseo hasta el atardecer.

Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne (Gálatas 5:16)

En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está corrompido por los deseos engañosos. (Efesios 4:22)

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viernes, 12 de enero de 2018

¿LA, O LA NUESTRA?

La tiranía se manifiesta cuando nuestra capacidad de interpretación se transforma en máquina de edictos. (Anónimo)

En muchas conversaciones, y en las espirituales más si cabe, caemos fácilmente en la confusión de lo que es una cosa o un concepto como, la Verdad o la Realidad cuando lo cierto es que estamos hablando de lo que es para nosotros o sea de nuestra verdad o de nuestra realidad.

Los dogmas son un ejemplo del riesgo que comporta esta confusión porque la Verdad revelada por Dios es una pero la que cada uno de nosotros interpretamos es tan diversa como hombres hay en la tierra.

¿Es eso malo? Por supuesto que no, siempre y cuando no intentemos imponerla a los demás y que, mediante el respeto ajeno, nos enriquezcamos de nuestras diferencias.

No hay verdad o realidad humana que no vaya evolucionando a lo largo de nuestros estudios, discusiones, interpretaciones, experiencias. Eso es lo maravilloso de nuestra imperfección, que podemos ir progresando hacia la perfección.

El principio de la sabiduría reside en saber escuchar las verdades de los demás para enriquecer la nuestra. El de la necedad, en confundir nuestra verdad con la Verdad.

Por ello asusta y preocupa cuando vemos a quienes abanderan la Verdad como una Realidad única e inequívoca que, por mucho que se defiendan de ello, no deja de ser la suya. Suelen ser esos mismos que a través de esta actitud son dadores de lecciones de cómo ser buen cristiano como ellos los son. Vanidad de vanidades, nada nuevo bajo el sol.

Los misterios de la palabra son eso, misterios, que no nos son revelados por voluntad de nuestro creador. Y uno se puede preguntar ¿qué Dios es ese que no les dice todo a sus hijo? Aquel que sabe que lo impuro no puede asimilar lo puro pero que quiere a sus hijos más allá de su condición. Los misterios de la palabra son una prueba constante de nuestra fe y de nuestro orgullo porque hasta cuando seremos capaces de aceptar que no somos capaces de entenderlo todo. Muchos se empecinan en buscar respuestas y de imponerlas a los demás creando dogmas humanos que solo empobrecen el espíritu de aquellos que los abrazan. Pero la realidad es que no entenderlo todo es parte de nuestra condición humana y aceptarlo confiando en el Señor es la mejor forma de caminar en santidad. Jesús, el Dios vivo, nos dejó al Espíritu Santo como compañero del alma para que seamos capaces de aceptar lo inaceptable desde el punto de vista humano. La fe mueve montañas para aquellos que confían en Dios con cuerpo y alma. Los milagros son ejemplos constantes que ponen a prueba nuestra capacidad de abnegación y entrega a nuestro creador. A menudo atribuimos a la suerte todo aquello que no somos capaces de interpretar como hechos que no son de nuestro alcance pero la verdad, mi verdad, es que donde la providencia de Dios rige no hay espacio para el azar.

Las casualidades de la vida no son sino causalidades de nuestra condición, solo una falta de perspectiva nos impide verlo con claridad.

La Verdad es una, es pura como su creador, como nuestro creador por ello apropiársela es cometer pecado de soberbia. La humildad que requiere enfrentarse a ella no obliga a interpretarla como nuestra verdad, tan imperfecta y tan rica como lo somos nosotros y eso no es malo, lo malo es pretender que nuestra verdad es LA VERDAD.

Allí donde la Verdad de Dios nos hace libres la verdad de los hombres nos esclaviza al pecado.

31 Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él:
—Si vosotros permanecéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; 32 y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres. (Juan 8:31-32)


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jueves, 4 de enero de 2018

EL TEMOR DE DIOS

El que confunde temor y miedo no conoce Dios. (Anónimo)


Todos tenemos nuestras neuras, nuestros miedos, todo aquello que nos genera pánico tan solo pensarlo, pero nada de eso nos inspira respeto y admiración.

El miedo nos empequeñece, el temor nos engrandece esa es una de las consecuencias de enfrentarse a ambos.

El ser humano tiene sus limitaciones, algunas son reflexivas, como lo que uno se siente capaz o no. Otras son impulsivas, como querer y no poder, pero lo que está claro es que nuestros temores siempre coquetean con nuestros miedos pero por mucho que nos empeñemos en querer confundirlos, a la hora de la verdad, cada cual coge el lugar que le corresponde.

El miedo es una sensación, un sentimiento que nos invade de forma incontrolada y que nos impide, o no, actuar o presenciar ciertos acontecimientos.

El temor es una sensación, un sentimiento que debemos fomentar y desarrollar en nosotros porque se basa en el respeto y cuando de Dios se trata en el deseo de no defraudarlo.

Por eso el temor de Dios es tan importante porque es una de las formas más elementales, pero también más importantes, de amar a Dios, de obedecerle y de mostrarle nuestra entrega más allá de nuestro entendimiento.

Cuando descubrí la palabra temor no entendía como todo un pueblo, el pueblo de Dios podía tener temor de Dios. Es porque confundía esta palabra con la angustia que infunde el miedo.

Pero sí se ve en la Biblia pueblos aterrorizados, incluso el pueblo de Dios a veces, pero eso solo ocurre cuando han abandonado a su Padre celestial, cuando han desobedecido y traspasado los límites que Dios les encomendó. De lo contrario el pueblo de Dios que lo honra es temeroso de Él buscando constantemente complacerlo, alabarlo y obedecer sus mandamientos y Dios responde con bendiciones sobre bendiciones.

De la misma forma que hay que saber que miedos me rodean es importantísimo saber elegir a quien temer porque si nos confundimos acabaremos endiosando a ídolos de barro.

Uno tiene que preguntarse temo o le tengo miedo a Dios porque eso define la presencia, o no, de fe en nuestra vida.

¿Hay que tenerle miedo o temor al diablo? Sin duda es capaz de fomentar las dos reacciones en nuestras vidas ya sea porque nos aterroriza con sus artimañas y tentaciones, pero también porque hay que saber respetar a tu enemigo, no por el bien, mas si sí por el mal que es capaz de causarnos. Y eso nos lleva a entregarnos y confiar en Jesús para las batallas del alma. El temerario se cree capaz de luchar cara a cara con el maligno, el temeroso, en Jesús confía porque de Él siempre fue, es y será la victoria, por nosotros. ¡Amen!

No tengo miedo de tener temor a Dios, mas sí temo el tenerle miedo porque eso significaría que me estoy apartando de Él.

42 El temor de Jehová lleva a la vida: con él vive del todo tranquilo el hombre y no es visitado por el mal. (Proverbios 19:23)

Y Moab será destruido hasta dejar de ser pueblo, porque se engrandeció contra Jehová. 43 Miedo, fosa y red contra ti, morador de Moab, dice Jehová. (Jeremías 48:42-43)

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martes, 2 de enero de 2018

LOS FRUTOS DE LA CARNE

Hay fruta que nace podrida y cae prematuramente de su base para secarse y volver a ser el polvo del que proceden, como las almas de los hombres caídos. (Anónimo)


En estos días de gran consumo secular donde fiestas suceden a jolgorios hasta que el amanecer se cobra su tributo. En estos días donde los frutos de la carne están en su punto álgido, es como si lo mundano supiera que solo forzando sus alegrías podrá disfrutar fugazmente de ellas. Fugazmente, sí, porque ningún exceso de bebida puede borrar la sordidez de las vidas sin propósito y evitar que la realidad recupere su protagonismo rápidamente recordando a cada cual que este mundo no es de risas sino de llantos.

Vemos fuegos artificiales, copas brindando, fiestas consumando sus deseos de disfrute pero no vemos las penumbras profundas de los corazones que sustentan tal bullicio.

Porque quién puede celebrar fiestas mientras muchos están humillados bajo las necesidades más básicas, como un hogar o dar de comer a sus hijos.

Porque quién puede celebrar fiestas mientras se olvidan de quién merece todas nuestras alabanzas: Dios nuestro Señor y creador.

Porque quién puede celebrar fiestas cuando es a costa del sufrimiento y de la ignorancia más elemental de aquello y aquellos que padecen este mundo cruel y sin piedad.

No se trata de culparnos indebidamente y en exceso, eso es la excusa primaria de aquellos que pretenden hacer caso omiso de la realidad, no. Se trata de sentir y entender la entelequia del pecado que mora en nosotros y es causa para efecto sobre los demás, y obrar para enmendar todo aquello que esté en nuestras manos.

Cómo podemos celebrar obviando a los damnificados por nuestra ignorancia. Cómo podemos estar felices a costa de las penas ajenas.

Muchos os dirán que en estas épocas no toca estar tristes, son momentos de celebración. Pero qué se puede celebrar cuando nuestra conciencia ignora voluntariamente la realidad de nuestro mundo: hambre, dolor, violencia, maldad. Está misma que sucede a nuestro alrededor.

Muchos os dirán que esto solo es sensiblería inadecuada para las circunstancias pero la realidad es que ser conscientes de esto nos obliga a actuar con compasión y amor hacia aquellos que no pueden disfrutar de lo más elemental. Nos obliga a mirar de cara la crueldad que sufren los que miran los fuegos artificiales sin disfrutarlos, porque lo hacen desde sus miserias y pesadumbres, y tener amor para obsequiarles y aliviar sus penas.

Uno no puede comer de los frutos de la carne y mirar de cara a Jesús. Debe escoger sin ambigüedad su camino. Jesús está al lado de los que padecen, es Él aquel menesteroso que en momentos de grandes fiestas sufre sus miserias y precisa de nuestro amor. Jesús espera que devolvamos a los demás el amor con el que nos obsequia constantemente.

La sobriedad no es la negación de placeres sino el saber compartirlos con los más necesitados y menesterosos en humildad de corazón.

11 La gracia de Dios se ha manifestado para salvación a toda la humanidad, 12 y nos enseña que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente. (Tito 2:11-12)

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EL CORAZÓN DE LA SABIDURÍA

 Traer sabiduría al corazón cuesta una vida en este mundo, y a muchos, en su intento vano, les cuesta la vida eterna. (Anónimo)


Cuando emprendemos un nuevo proyecto, una nueva vida o un nuevo año los llenamos de propósitos, de declaraciones de intenciones que se van diluyendo al paso de los días como gotas de tinta china en el mar.

Pensamos que comenzar de nuevo nos exonera de lo pasado pero no hay presente sin pasado y menos futuro por lo que haríamos bien de tener presente aquello que dejamos para definir nuestras metas futuras. Porque si bien nuestra voluntad es de renovación nuestra condición, ella, se ancla en perpetuar nuestros hábitos.

El balance de una vida no se hace con la suma de los créditos y los débitos de nuestras acciones pues siempre seríamos deficitarios. El balance de nuestra vida se hace valorando el camino hecho en la senda que nos acerca a Dios. Y este siempre nos muestra que hay más por hacer que hecho pero no por ello lo hecho es insignificante. Es más, un pasito hacia Dios es mil veces mil más importante que mil pasos hacia los hombres porque su precio en desecharnos de nuestro pecado nos cuesta.

Ante la osadía de grandes proyectos para reformar nuestra vida, la humildad de ganar pequeñas batallas nos engrandece y nos acerca a nuestro creador. El ejemplo a seguir es Jesús y el propósito constante de nuestra vida debe ser continuar su senda.

No hace falta grandes propósitos para este nuevo año que emprendemos, no. Solo pequeñas victorias frente a nuestra condición para ir reformándola hasta conseguir transformarla.

Una sonrisa, una palabra amable, un acto bondadoso no son la salvación pero sí su camino. Jesús nos ha llamado a ser luz y sal en este mundo, qué mejor designio que este, que mejor victoria sobre nosotros mismos que la de obedecerle.

Hace falta fe, mucha fe para enfrentarnos al desierto árido de este mundo, fe en Jesús y en su divina promesa consumida en la cruz. Pero con la llama del Espíritu Santo en nuestro corazón, y mediante las obras que nos inspira, avanzaremos pasito a pasito hacia Él. Jesús, alimenta nuestra fe y danos firmeza en su fundamento.

La única forma de traer sabiduría a nuestro corazón es obviando la razón de nuestra mente humana y alimentando nuestra fe en Cristo a través de la lectura de la palabra y de la oración constante con Dios.

Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, Que traigamos al corazón sabiduría. (Salmos 90:12)


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