LA CREACIÓN

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DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

jueves, 28 de febrero de 2019

COBARDÍA

Los cobardes tienen el coraje de no tener valores y eso tiene su mérito, si por ello se entiende la ausencia de toda virtud. (Anónimo)

En estos días estamos viendo un cantidad impactante de actos de cobardía, desde negar asilo a personas que ya no poseen ni su propia vida hasta testigos que hacen de la desmemoria una virtud que atesoran.

Se espera de nuestros gobernantes que sean ejemplo a seguir y cuando observamos su comportamiento nos invade el sonrojo y la vergüenza ajena. Utilizan el: donde dije digo, digo Diego como Pedro por su casa. Aplican la desmemoria histórica de sus actos como si fuera un precepto constitucional. Estar escuchando aquellos que fueron los máximos mandatarios de tu país manifestar su desconocimiento o amnesia con reiteración de lo que sucedió es impactante. Y a coste cero porque son los mismos a los que volveremos a votar. No les damos motivos para que cambien su comportamiento, somos tan culpables como ellos.

De hecho nosotros mismos somos los primeros en practicar la cobardía porque tener miedo es una condición humana muy extensa.

Se dice que los cementerios están llenos de valientes. Yo creo que por lo contrario los cementerios están llenos de cobardes porque por un valiente hay cien cobardes, esta es la realidad. Y para todos aquellos que han entregado su vida y su alma a Jesús, la tierra, solo es un trámite.

Uno se pregunta cómo combatir ese miedo que nos aboca a la cobardía porque es un riesgo constante en nuestras vidas. No hay respuesta única porque cada situación es diferente pero sí que hay un solo comportamiento que nos permite encontrar la respuesta correcta: el amor.

¿Por qué? Porque si pensamos con amor no dejamos un ápice de posibilidad al miedo. Porque si actuamos con amor ensalzamos los valores que nos enseña Jesús. Porque si actuamos con amor nos enfrentamos de pleno a nuestros temores sin miedo.

Estamos llamados a ser luz y sal en este mundo y ser ejemplos de valentía en la debilidad y humildad.

La paradoja de la cobardía es que solo aquellos que se creen valientes la practican. Los que, en toda humildad, son conscientes de sus límites y confían en Jesús no pueden tener miedo porque la serenidad que nos da su presencia a nuestro lado no tiene parangón.

El temor de Dios nos vacuna del miedo a los hombres.

Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. (2 Timoteo 1:7)
Que Dios os bendiga, Alfons <><

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miércoles, 27 de febrero de 2019

DE HECHO Y EN VERDAD


Los hechos suceden, los pensamientos, por suerte y/o por desgracia, no siempre. (Anónimo) 

Mis obras no se definen por mis intenciones, mas sí por las consecuencias de mis hechos.

A quién no le ha pasado actuar para conseguir algo y acabar provocando lo contrario. Hay mil razones para ello: nuestra torpeza, la de los demás, el contexto, etc… y sobre todo nuestra capacidad de engañarnos a nosotros mismos.

Pero ¿Qué provoca que fracasemos tan fácilmente?

La respuesta es muy sencilla, nuestra lengua. Aquella misma que construye palabras, frase ideas, pensamientos que esputamos a cuatro vientos constantemente.

Las promesas es uno de esos actos que provocan nuestro tropiezo cuando las incumplimos. Es fácil prometer, cumplir es otra historia.

En verdad, no hay mentira. Así debería de ser. Pero si nuestra verdad es, como se define en el diccionario: la conformidad de lo que se dice con lo que se siente o se piensa, entonces hay tantas verdades como seres humanos en la tierra. Añadiremos el hecho de que entre lo que uno piensa y lo que uno dice, a menudo, se crea un abismo. Entonces estamos en el corazón de nuestra condición humana.

Nuestros propósitos son la expresión de lo que razonablemente pensamos es lo correcto conseguir, pero los hechos que los acompañan no siempre los confirman. ¿Quiere decir esto que hemos fracasado en el intento o que hemos triunfado engañándonos a nosotros mismos? Seguramente hay un poco de cada. Somos prestos en nuestras intenciones obviando las consecuencias de nuestras acciones o indecisiones. Expertos en disculparnos de todo, y buscar responsabilidades ajenas.

Le pasó a Pedro cuando le prometió a Jesús que nunca lo negaría. Y nos pasa cada día de nuestra vida cuando nos enfrentamos a nuestra condición.

Tal vez tendríamos que ser más humildes en nuestros designios y más conscientes de nuestras limitaciones. Y por limitaciones no me refiero a nuestra incapacidad de conseguir o hacer las cosas, mas si a nuestra capacidad de poner límites en aquello que somos conscientes de poder lograr.

Jesús no espera de nosotros que seamos perfectos, más sí sinceros frente a nuestras imperfecciones y que le busquemos para enmendar nuestra condición. Y eso pasa por aceptar nuestra condición y enfrentarnos a ella con sinceridad y honestidad, evitando ampararnos en falsas excusas y justificaciones inaceptables. Renaciendo en Cristo y lavándonos cada día con agua de remordimiento y perdón celestial porque el pecado nos mancilla constantemente.

La sencillez no es una debilidad, es la fuerza de los humildes y sabios. Si estuviéramos convencidos de esta afirmación, no perseguiríamos grandes objetivos en nuestra vida. Tan solo con uno, seguir a Jesús, colmaríamos todo nuestro ser.

El mundo juzga a los hombres por sus hechos. Dios, Él, escudriña los corazones y el alma.

¿Cuántas veces hemos dicho te quiero? seguro que muchas más de las que, de hecho y en verdad, lo hemos cumplido.

Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad. (1 Juan 3:18)

Que Dios os bendiga, Alfons <><

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viernes, 22 de febrero de 2019

EL BUEN OBRERO

El buen obrero nos es el que construye mucho sino aquel que consigue que sus construcciones perduren en el tiempo. (Anónimo)

¿Qué nos motiva a construir, un proyecto, una familia, un futuro? La necesidad de dejar un legado. Puede ser vanidad o sencillamente nuestra forma de testimonio en esta vida pero la verdad es que el hombre construye y destruye constantemente. Porque si podemos llegar a ser buenos obreros siempre somos mejores demoledores.

Si no fijamos en las obras de construcción, valga la redundancia, precisan de: un arquitecto, unos planos, materiales, un maestro de obras y los obreros que ejecutaran sus tareas. Es imprescindible seguir esta cronología si queremos realizar un edificio que perdure en el tiempo.

Si nos fijamos en las obras del espíritu tenemos un patrón similar:

El gran arquitecto: que digo, el arquitecto perfecto, el arquitecto supremo Dios

Los planos: el propósito de Dios

Los materiales: la creación

Un maestro de obras: Jesús

Los obreros: y aquí es donde la mesa cojea porque los hombres somos a veces buenos obreros y a menudo pésimos ejecutores de obras. Eso sí, si de destruir se trata somos orfebres en la materia.

Nos podríamos preguntar qué hace que un obrero sea bueno y la respuesta, en términos del ramo, es que debe ser una persona con formación, pericia, buenas prácticas y aptitudes que lo habiliten para esta profesión.

En asuntos del espíritu podríamos llegar a constatar un cierto paralelismo:

La formación: tenemos a la Biblia como manual de buenas enseñanzas y ejemplos a seguir y otros de los que huir.

La pericia: es algo innato en los profesionales y en los creyentes también. Es el dominio del Espíritu Santo que mora en nosotros y que nos faculta para aceptar lo infinito construyendo para Él en lo finito. Es aquello que nos hace constantemente pensar en Jesús. Que nos invita sin descanso a seguir sus pasos. Que hace que nuestra mirada se transforme en compasiva y amorosa frente al odio, la envidia, el mal. Que nos empuja a perdonar sin amargura, a amar sin condiciones. La pericia es todo lo que dejamos que el Espíritu Santo haga en nuestras vidas transformándolas a cada paso que damos.

Buenas prácticas: la disciplina cristiana nos invita a ello: la oración, el amor, la humildad, la mansedumbre son buenas prácticas que moldean al buen obrero de la fe. Esta disciplina nos habilita naturalmente a ser testigos de Jesús y de su obra en nosotros.

Aptitudes: uno puede ser negado para dibujar pero, nadie es falto de pensar, de sentir, de escudriñarse. Nuestras aptitudes se construyen en base a todo lo que nuestra consciencia es capaz de encontrar en nuestra conciencia a través del Espíritu Santo.

Entonces ¿por qué hay buenos y malos obreros de la fe? Porque muchos no son conscientes de que somos salvos por la Gracia (de Dios), mediante la Fe (Espíritu Santo) para obras (Jesús) y aquí sí que el orden de los factores altera el producto. Porque no hay obra que nos de más Fe y si así lo consideramos en vanidad pecamos. Sin la Gracia de Dios no estaríamos habilitados a recibir el Espíritu Santo ni a ser considerados dignos de nuestro Creador. El hombre disfruta del libre albedrío, a mí me gusta decir que lo padece porque a menudo somos incapaces de elegir el camino correcto en la senda de nuestra vida, rehusando las enseñanzas de Jesús y los consejos del Espíritu Santo. Nos creemos capaces solos, vanidad de vanidades, nada nuevo bajo el sol. Eso nos define como buenos y malos obreros de la fe.

Cuando vemos en el mundo una composición perfecta que ilustra la capacidad constructora del hombre, como pueden ser los rascacielos interminables que nos recuerdan la torre de Babel, nos maravillamos. Cuanto más deberíamos asombrarnos por lo que somos capaces de realizar en nuestros corazones y construir con y para los demás con el amor como material fundamental de nuestras vidas.

Y les decía: La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies. (Lucas 10:2)
Guardaos de los perros, guardaos de los malos obreros, guardaos de los mutiladores del cuerpo. (Filipenses 3:2)


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jueves, 21 de febrero de 2019

CUMPLIR

Cumplir con nuestro deber no nos faculta para exigir a los demás que también lo cumplan. (Anónimo)

En estas épocas en las que todo el mundo tiene la boca llena de la palabra “cumplir”: la ley, la constitución, los mandatos, las promesas, etc… en estas épocas vemos las cosas en blanco y negro, sin zonas grises. Todo parece meridianamente claro, hay lo que está bien y lo que está mal y claro, esto se complica cuando lo que está bien para mí está mal para ti y viceversa.

Muchas guerras se han declarado en base a incumplimientos, todas sin excepción tenían la razón, su razón, para justificarlas pero también todas sin excepción estaban acompañadas de la sinrazón que borra el amor de nuestras vidas. Porque el amor nos obliga a la humildad de corazón, a la mansedumbre de espíritu y revestidos de tales atuendos es imposible llegar a ningún conflicto.

El guerrero se arma de valor para conseguir la victoria que le dará su gloria, mientras los hijos de Dios se arman de amor para obtener el triunfo de la Gloria de Dios. Ambas son batallas pero mientras la primera busca enemigo ajeno, la segunda lo encuentra en uno mismo.

Por ejemplo los mandamientos de la Biblia: ¿quién de nosotros está facultado para exigir a los demás que los cumplan si somos los primeros en incumplirlos?

Soy conocedor de que la Biblia condena las malas prácticas pero quién soy yo para condenar a un ser por aquello que yo considero lo sean. ¿Es mi viga tan grande que me invita a juzgar la paja ajena? ¿Quiero yo ser juzgado con la misma severidad y/o impiedad con la que dicto sentencias?

Jesús, el Maestro de maestros, sabía de nuestra condición y por ello nos dio un mandamiento supremo, la vacuna universal a nuestra condición: el amor. Pero como toda cosa que está fácilmente a nuestro alcance tendemos a menospreciarlo, o peor se lo dedicamos a unos sí y a otros no. Como si tuviéramos potestad para decidir a quién agraciamos.

Todo el mundo se llena la boca diciendo que debemos cumplir la ley pero ¿quién la cumple de verdad? La respuesta es muy sencilla, nadie. Entonces ¿quién puede juzgar a quién con la exigencia del cumplimiento absoluto? nadie.

Para los cristianos la ilustración de está verdad divina se manifiesta en el antiguo testamento en el que promesas tras promesas el pueblo de Dios incumple los mandatos del Creador. Quebranta su palabra constantemente con mil excusas, mil sinrazones. La respuesta está en la llegada de Jesús. Él sí que cumple la ley de forma impoluta para enseñarnos que nosotros no somos capaces de hacerlo. Se sacrifica dando su vida para redimirnos de nuestros incumplimientos y nos da la solución: el amor.

Con amor igual no cumples todas las leyes, de hecho seguro que no las cumplirás, pero con amor no dañaras al prójimo y eso es una ley divina. Con amor ayudarás, no juzgarás a tus semejantes. Con amor sufrirás sin deseo de venganza, perdonaras sin remanente de amargura. Con amor harás que impere en tu vida el Espíritu Santo. Con amor descansaras en Jesús y le agradecerás cada día de tu vida. No somos de este mundo pero estamos llamados a vivir en este mundo y eso solo es posible con amor.

Con amor cumplirás todo aquello que espera Jesús de ti porque cumplir no solo se basa en hacer lo que decimos sino también en como lo hacemos y para quién lo hacemos.

El cumplimiento de un militar se fundamenta en la obediencia a sus superiores el de un cristiano en la obediencia a Jesús. Amen

Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor. (Romanos 13:9)

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miércoles, 20 de febrero de 2019

ARREPENTIMIENTO

Todo aquello que me pesa no me es carga, solo me es servidumbre del espíritu. (Anónimo)

Es fácil pedir perdón, más difícil es sentir genuinamente esta necesidad y más difícil todavía es perdonar.

¿Por qué? El arrepentimiento es el causante de todos estos bretes porque si no es verdadero hace imposible actuar. Si no es verdadero hace imposible considerar esa posibilidad. Si no es verdadero imposibilita las bondades del perdón.

Uno tiene que preguntarse con qué corazón emprende el camino del arrepentimiento porque demasiadas veces todavía está colmado de orgullo y vanidad para actuar con sinceridad.

Todos los cristianos sabemos que arrepentirse es el primer paso para el perdón de nuestros pecados pero lo que nos cuesta más es prepararnos para ello porque tenemos la tendencia en pensar que solo es un acto de contrición y nada más. ¿Pero qué sustenta la autenticidad de nuestras intenciones? ¿Los hechos? No, porque no son suficientes, declararse arrepentido no nos faculta para serlo.

El arrepentimiento pasa por varias fases antes de llegar a ser consumido:

· Concienciación de los hechos

· Aceptación de nuestra carga

· Valoración de sus efectos

· Escudriñamiento de nuestro corazón

· Presentación de nuestro pecado ante Jesús solicitándole su perdón

· Pedir perdón a quien hemos faltado además de Jesús si se da el caso

· Voluntad sincera de enmendar lo acaecido

· Obrar en reparación

El arrepentimiento solo puede nacer del respeto a la verdad, no de la nuestra pero sí de la que nos ha enseñado Jesús, la única verdad que es curadora de todo mal.

El arrepentimiento genuino obra más en nuestro interior que en lo visible. Esta es la gran diferencia entre el fariseo y el creyente fiel. Mientras el primero necesita ostentar su presunto arrepentimiento ante los demás para sentirse reconocido el segundo lleva su carga en el corazón y obra en obediencia al Espíritu Santo en discreción y humildad.

No hay arrepentimiento, que se clame en público, del que su difusión tenga bonanzas para su declarante salvo que sea la manifestación del reconocimiento de nuestra condición de pecador ante Jesús. Los demás asuntos nos invitan a obrar en humildad y discreción frente a las consecuencias de nuestros pecados y con la ayuda de Jesús emprender el camino que nos llevará al verdadero arrepentimiento.

A menudo debemos arrepentirnos más del mal que nos causamos a nosotros mismos que del que causamos a los demás pero nuestro orgullo impide que nos concienciemos de ello.

El arrepentimiento no es propiedad del hombre, también Dios lo experimenta en sus obras. Esto debería ser un claro indicativo para el ser humano de que no podemos jugar con un acto que define nuestra condición si más cuando este nos ha sido dado como oportunidad de redención.

Y se arrepintió Jehová de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón. (Génesis 6:6)
Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento. (9:13)

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martes, 19 de febrero de 2019

EL AMIGO

El buen amigo comparte el amor, el mal amigo parte el corazón. (Anónimo)
La amistad es la mejor forma de practicar el amor sin riesgo de contagio maligno. (Anónimo)


¿Quién no quiere un buen amigo? y digo bueno porque de malos o equívocos el mundo está plagado. En asuntos de sentimientos no todo lo que reluce es oro.

A menudo confundimos la amistad con intereses temporales compartidos. De ahí salen pseudoamigos que nutren episódicamente nuestra vida ya sea porque tenemos las mismas aficiones, opiniones o sencillamente, y esto es muy común, porque nuestros hijos van al mismo cole y la misma clase. Estas relaciones que de por sí no tienen que ser tóxicas, a menudo, se confunden con la amistad. Es verdad que a veces se transforman en ella pero, en la mayoría de los casos, solo corresponden a momentos puntuales de nuestra vida en los que caminamos a su lado sin realmente estar juntos. Cuando uno se da cuenta de una situación de este tipo en su vida le genera una gran decepción, ¿a quién no le ha pasado? Otros se empecinan en ignorar la realidad y mantener una amistad ficticia que tarde o temprano se cobrará su precio en desengaños y contrariedades.

Compartir no conlleva de per se un acto de amor pero cuando sí está presente entonces es cuando se da una oportunidad a la amistad.

Pero la condición humana es tan rebuscada que el amor tiene una faceta oscura, la del narcisismo, esa facultad que solo nos faculta para amarnos a nosotros mismos. Es tentadora, seductora porque parte de un principio que en sí es bueno, la autoestima pero que en desproporción, como todo exceso, se transforma en un rasgo común de la condición humana, el pecado.

La autoestima es una actitud positiva siempre y cuando sea un instrumento volcado a amar a los demás como a nosotros mismos. De lo contrario nos arriesgamos a que siempre pase nuestro ego por delante. Nada nuevo bajo el sol.

Los buenos amigos se tutean, verbal y relacionalmente, es la forma más natural de respeto mutuo.

Un buen amigo es:

· Aquel que siempre está a tu lado cuando lo necesitas y más cuando crees que no.

· Aquel que sabe que la discreción es una forma de presencia amorosa hacia los demás.

· Aquel que te escucha cuando lo precisas y te habla cuando ye hace falta.

· Aquel que no te dice lo que quieres oír, mas sí aquello que necesitas escuchar.

· Aquel que prefiere arriesgar su amistad por amor que aquel que renuncia al amor para mantener su pseudoamistad.

· Aquel en el que piensas primero cuando necesitas ayuda, consuelo, consejo.

· Aquel con quien quieres compartir tus alegrías, tus éxitos.

· Aquel que practica la humildad pero que tú consideras un ejemplo a seguir.

· Aquel no da consejos pero si comparte experiencias dejándote la autoría de tus decisiones.

· Aquel que no necesita estar cerca de ti para estar a tu lado.

Y tantas cosas más que se necesitaría un libro para decirlas todas. Pero ¿Y quién mejor que Jesús para cumplir todos estos requisitos? Nadie.

Él nos dice en la Biblia que nos llama amigos y debemos ser conscientes que lo más importante de la amistad es que es una relación de doble vía, a nosotros también nos toca corresponderle.

15 Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer. (Juan 15:15)
El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo; Y amigo hay más unido que un hermano. (Proverbios 18:24)


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jueves, 14 de febrero de 2019

PEDIR

Triste es pedir pero peor es no saber agradecer. (Anónimo)

Hay que saber pedir para poder recibir y saber agradecer para continuar en Gracia.

Es muy fácil pedir, de hecho es probablemente el pensamiento que más avasalla nuestra mente cuando estamos angustiados.

Pedimos soluciones, pero si no son las que queremos no son soluciones.

Pedimos respuestas pero si no son las que nos imaginamos no son respuestas.

Pedimos ayuda pero si no es la que esperamos no es ayuda.

Incluso pedimos por pedir, sin intentar actuar previamente, buscando la facilidad, la comodidad de la situación obviando que sin esfuerzo no hay recompensa.

Dios nos dice pedir y os será dado. No nos dice lo que se nos será dado porque sabe muy bien, como buen padre que es, que suele haber una dicotomía importante entre lo que Él considera bueno para nosotros y lo que nosotros pretendemos. Es una situación tan vieja como el mundo entre padres e hijos y la repetimos constantemente con nuestro Padre celestial. En la tierra lo llamamos educación porque consideramos importante enseñar a nuestros hijos a estar preparados para lo que la vida les exigirá. En asuntos espirituales Jesús es nuestro maestro y la Biblia el libro de las buenas conductas que debemos emular.

Dicho esto hay algunos padres que no tienen un no para sus hijos, que por laxismo, dejadez, renuncian a darles lo que necesitan para no tener que enfrentarse a los desaires y/o rebeldías de sus hijos. La consecuencia es que crían, educan unos engreídos, egoístas, nihilistas que solo piensan y creen en ellos.

Otros solo tienen un no por respuesta y la consecuencia, si bien diferente, no por ello es mejor. Porque generan unos hijos inseguros, rebeldes, amargos y sedientos de revancha sobre la vida que han padecido.

Entonces probablemente la respuesta está en el equilibrio del sí y del no basado en el interés de la criatura por encima de sus propios deseos pero con la mirada puesta en su futuro. Una respuesta que siempre debe estar guiada por el amor.

Y si esto los humanos somos, tanto como sea posible, lo intentamos que menos hará nuestro Padre celestial quien nos ama con pureza.

Cuando somos niños, actuamos como niños y se nos educa como tales pero ¿y cuando somos adultos? La consciencia de nuestra conciencia nos debería invitar a saber pedir en lugar de tentar a Dios con nuestras peticiones. Por ejemplo qué cristiano nunca ha pensado: Señor si esto me lo das, me portaré bien, o haré tal o tal cosa. Esto no es pedir es un intento burdo, pero intento, de chantaje. Y me declaro primero culpable de ello.

Aunque nos defendamos de ello somos mucho más conscientes de lo que pedimos que lo que pretendemos y cuando pedimos sin consideración es un alegato que nos empobrece espirituamente. Debemos aprender a saber pedir aquello que realmente pensamos necesitar defendiéndonos de nuestros impulsos y de nuestra condición. Solo así nos prepararemos justamente a saber recibir.

No hay buen padre que le niegue una respuesta a su hijo pero sí hay muchos hijos que rechazan lo que no quieren oír.

El acto de pedir no es fructífero sin su clausura final, el agradecimiento.

Tenemos un tal afán en pedir que difícilmente nos paramos para agradecer. Y si lo que hemos recibido no es lo que hemos pedido entonces la ingratitud está al orden del día. Es ciclo infernal en el que solemos recrearnos constantemente, todos.

El caer no es importante, volver a levantarse sí. Saber pedir es importante pero sin el agradecimiento perdemos todos los beneficios de lo que hemos recibido.

Hay quien basa su fe en la respuesta a sus peticiones. Eso no es fe, es una esperanza estéril y engañosa. La fe te hace ver que aquellas respuestas que no deseabas son, a veces, las que más necesitabas y por ello te inclina a estar siempre agradecido.

Es importante saber que si no recibimos lo que pedimos es porque, o no era el momento adecuado, o no era la petición oportuna. No nos olvidemos nunca que cuando hablamos con Dios su respuesta nunca es equivocada mientras nuestra pregunta suele serlo.

Aprendamos en nuestro día a día a pensar en lo fundado de nuestras peticiones y sobre todo seamos agradecidos constantemente a todo lo que Dios nos da porque Dios es amor y todo lo que emana de Él es para bien.

¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿o si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente? (Lucas 11:11)
Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. (Mateo 7:8)


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miércoles, 13 de febrero de 2019

DIEZMO

Siempre necesito más hasta que me doy cuenta de que no tengo nada que perder y menos que ganar, entonces me siento satisfecho. (Anónimo)
¿Necesita Dios nuestro dinero? Porque si de eso se trata el diezmo, la respuesta es no. ¿Por qué va a necesitar Dios nuestro dinero si de Él es todo?

Entonces ¿qué justifica el diezmo? Nuestra obediencia a Dios en agradecimiento a todo lo que nos proporciona.

Los reyes justificaban esta aportación como impuesto sobre el comercio que se generaba entre sus vasallos y/o otros. Esto les permitía financiar sus reinados y sobre todo sus guerras. Esta tributación de carácter impositivo era lo que su nombre indica una imposición.

¿Nos impone Dios el diezmo? No, el corazón y el espíritu del cristiano se lo exige, pero nuestra mente no siempre les obedece tal y como debería ser. Los incrédulos, ellos, no tienen este dilema.

¿Qué representa el diezmo? Una respuesta trivial sería decir que es una decima parte de lo que producimos. Pero yo me pregunto ¿también del amor, de las penas que causamos? Como medimos todo aquello que es inmaterial pero no menos real. ¿Es Dios un contable férreo de nuestros impuestos hacia su persona? Eso sería razonar como el mundo frente a una realidad divina, de necio. ¿O es que pretendemos hacer negocios con Él? La vanidad del hombre no tiene límites, su estupidez, tampoco.

El diezmo es una vacuna contra nuestra concupiscencia porque ennoblece el uso del dinero que nosotros ensuciamos constantemente. No se trata de lo que das pero sí de cómo y por qué lo das. El que no entiende esto hace inútil su diezmo, ni que fuera todo el oro del mundo. Jesús nos lo enseña con la parábola de la ofrenda de la viuda pobre. No es el importe del dinero que le ofrendamos lo que le importa sino el valor que le pone nuestro corazón, nuestro espíritu y eso no va de monedas más sí de amor y obediencia a Jesús.

Algunos, en la historia, han hecho de la recaudación del diezmo un negocio tan menospreciable como vergonzoso para abusar de los más pobres como fueron las indulgencias que se vendían a cambio de una remisión temporal de la pena de sus pecados. Como si el pecado se pudiese comprar con otro pecado. Pero como no hay mal que por bien no venga según el mundo o porque a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto fue la chispa que encendió la flama de Lutero y de su fe en Dios y desconfianza en los hombres que lo llevo a grandes obras para la fe cristiana.

Hablar de dinero siempre es incomodo en asuntos de fe pero eso solo es para aquellos que consideran el dinero por su valor en oro porque los que, como Jesús les enseña, consideran el dinero como una bendición de Dios, estos no se plantean ningún dilema a la hora de ofrendar porque saben que solo es devolver a Dios una ínfima parte de lo que Él nos da. También es ser conscientes de que cuando se lo damos, Él escudriña nuestras mentes y nuestros corazones lo que hace inútil ofrendar par ser perdonados de nuestros pecados como algunos pretenden convencernos. Las ofrendas son ajenas al perdón, solo el arrepentimiento de corazón y la gracia de Dios pueden limpiarnos de pecado como lo hizo Jesús con su sacrificio en la cruz. Las ofrendas son el símbolo de nuestro agradecimiento a Dios por todo los que nos da, y eso no tiene cuantía valorable, mas sí valor cuantioso.

21 Jesús estaba en el templo, y vio cómo algunos ricos ponían dinero en las cajas de las ofrendas. 2 También vio a una viuda que echó dos moneditas de muy poco valor. 3 Entonces Jesús dijo a sus discípulos:
—Les aseguro que esta viuda pobre dio más que todos los ricos. 4 Porque todos ellos dieron de lo que les sobraba; pero ella, que es tan pobre, dio todo lo que tenía para vivir.
2 Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado,
guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas. (1 Corintios 16:2)

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viernes, 8 de febrero de 2019

OBRAS

No hay buena obra que por mal obrero se haga pero sí puede haber mala obra que por buen obrero se conciba. Porque los hechos solo se sustentan por sus intenciones. (Anónimo)

La Biblia nos enseña que la fe sin obras es muerta ¿pero y las obras sin fe?

¿Aquel que construye su vida con la exigencia de actuar por el bien de los demás pero ignora voluntariamente a Dios es digno de ser salvo? No me pertenece juzgar, solo Jesús por mandato del Padre lo hará en su debido momento pero sí que me pregunto ¿qué es lo que motiva una persona pensar que puede obviar a Dios en su vida? Hacer el bien no es una disciplina de vida provechosa en sí, si no es porque está motivada por la fe en algo o en alguien.

Los creyentes lo tenemos fácil porque nuestra fe está alimentada por el Espíritu Santo pero ¿y los no creyentes? ¿La fe en qué? ¿En uno mismo? ¿En que el hombre es bueno por naturaleza? ¿En que actuar bien nos hace ser buenas personas?

Es curioso ver como el mundo busca más fácilmente motivaciones esotéricas para obrar bien antes que de reconocer a Dios. La razón es muy sencilla y terriblemente acusadora para el hombre. Confía más en sí mismo que en la remota posibilidad de darle la gloria, honra y poder a su creador. Desde que probó del árbol prohibido su vanidad lo lleva a querer tutear a Dios y para ello que mejor que negarlo.

Por sus frutos los conoceréis ¿pero conocéis algún árbol sin savia que de frutos? La fe es la savia de la vida, el motor que nos hace ser obreros de Dios. Y lo bueno de esto es que aunque no todas nuestras obras son buenas la fe que nos motiva nos invita a repetir una y otra vez hasta conseguirlas

Los caminos del Señor son inescrutables y por ello debemos de ser muy cautelosos a la hora de opinar sobre las obras ajenas. Es muy fácil negar la autoría de una persona que calificamos de no creyente pero quién somos nosotros para valorar la paja de los demás cuando nuestra viga es enorme. A mí me anima pensar que Dios está presente en nuestras vidas de múltiples maneras y que también está en aquellos que tienen el impulso de querer actuar bien. Todos hemos tenido, tenemos o tendremos la oportunidad de aceptar a Jesús como nuestro Señor y salvador pero eso es tan personal e intransferible que solo el interesado y Jesús lo supieron, lo saben o lo sabrán. Las obras que son fruto del amor tienen su sello de autenticidad en Dios.

El que se escuda en sus obras para justificar su fe es un fariseo convicto que se ignora. El que se apoya en su fe para realizar, en discreción de los demás, sus obras en obediencia a Jesús, hijo del Dios viviente es.

Lo más importante de una buena construcción siempre se fundamenta en aquello que no se ve, en sus cimientos. Así debería siempre ser de nuestras vidas que como el árbol robusto, de sus raíces invisibles a la vista, brota para dar buenos frutos.

No somos de este mundo pero sí llamados a vivir en él para testificar de nuestra fe mediante las obras de nuestra vida. Es mandato divino de debido cumplimiento y no hay nada más gratificante para un cristiano que de obedecer a Jesús en los menesteres de la vida. Amen

14 Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? 15 Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, 16 y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? 17 Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. (Santiago 2:14-17)

Que Dios os bendiga, Alfons <><

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jueves, 7 de febrero de 2019

CONSCIENCIA O CONCIENCIA

La consciencia de mi conciencia me hace responsable de mi inconsciencia. (Anónimo)

Es difícil encontrar dos palabras tan similares en su escritura y tan sibilinamente diferentes en su definición. Tanto es que a menudo las confundimos o utilizamos sin discriminación. Dicho esto cada una alberga un sentido propio que la hace genuina e irremplazable.

Par trivializar ambos significados podríamos decir que la conciencia es el recipiente el que depositamos nuestros pensamientos mientras la consciencia es una llave de paso reflexiva que abre nuestra mente al discernimiento.

Esto nos permite decir que si bien podemos conversar con la segunda la primera nos sirve para albergar el resultado de nuestras reflexiones y/o experiencias.

Se podría decir que la consciencia hace de los creyentes que sean seres responsables frente a sus actos con todo lo que esto conlleva de obligaciones y ejemplaridad.

Es curioso observar que si bien la consciencia tiene su “ausencia de” plasmada en la palabra “inconsciencia”, la conciencia, ella, no la tiene. No existe la palabra “inconciencia”, como si no se pudiera perder el conocimiento del bien y del mal o el sentido moral o ético. Como si no hubiera recipientes sin fondo o con fugas en nuestra memoria. Creo que es un error muy humano.

Esto permite al ser humano amparase en su inconsciencia para justificar lo injustificable. El mal, es un invitado de lujo en estos asuntos, el pecado lo incita constantemente. Cuando esto sucede, el impenitente, no busca en su conciencia elementos de cordura, mas sí excusas de mal pagador para que lo fíen en su tropiezo.

Todos tenemos un sentido moral y ético, incluso su ausencia es una forma de presencia. No todos tenemos una consciencia espiritual, o no todos deseamos tenerla. Nos obligaría a almacenar en nuestra conciencia las enseñanzas de Jesús y de la Palabra y eso no siempre le conviene a nuestra condición pecaminosa.

El cristiano sabe que todo le es lícito más no todo le conviene. Es decir todo le es permitido, porque goza del libre albedrío de sus decisiones, pero también la consciencia de su conciencia le pone límites a comportamiento. La consciencia responsabiliza a los cristianos y les hace ver que si bien deben vivir en este mundo no son de este mundo. La conciencia, ella, alberga todos los conocimientos de nuestra vida, lo que nos permite enjuiciar y elegir nuestras propias decisiones en base al bien y al mal, frente al pecado.

Cuando emprendemos el camino hacia Jesús vivimos permanentemente entre la consciencia de lo que hacemos o dejamos de hacer y la necesidad de avivar nuestra conciencia cristiana y sus valores. Esto es un camino angosto y duro porque nos pone en evidencia nuestra incapacidad en cumplir los mandamientos de Jesús. Esto sería un desastre para nuestras almas si no fuera por la Gracia de Dios. Por ello no nos conviene caer en pecado de vanidad y sentirnos capaces de ser cristianos perfectos porque eso es imposible. Debemos de ser conscientes de nuestra condición y agradecer sin descanso a nuestro Dios de amor por su misericordia para con nosotros. Solo así albergaremos una conciencia que pueda descansar en la esperanza del Dios viviente, de Jesús. Los del mundo nos llaman ilusos, masoquistas, equivocados y débiles de pensamiento. Esto no debe afectarnos porque el único que nos juzgará es nuestro Señor y salvador y si dio su vida por nosotros fue por amor. Seamos siempre conscientes de ello para que nuestra conciencia se nutra de sus enseñanzas. Amen!

23 Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica. (1 Corintios 10:23)
Bendeciré a Jehová que me aconseja; Aun en las noches me enseña mi conciencia. (Salmos 16:7)
Acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura. (Hebreos 10:22)

Que Dios os bendiga, Alfons <><

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miércoles, 6 de febrero de 2019

CIENCIA

La ciencia es una materia demasiado seria para dejarla en manos de los hombres. (Anónimo)

Los hombres entendemos la ciencia como los conocimientos de todo aquello que observamos obviando que el punto de partida de la ciencia es el conocimiento del bien y del mal. El punto de partida es la desobediencia del hombre y la llegada del pecado.

Visto así la ciencia cobra un sentido mucho más trivial, menos noble, pero sin ninguna duda más real y significativo.

Los hombres de ciencia de hoy en día son eruditos, expertos pero no por ello sabios y la ciencia sin sabiduría es como el conocimiento sin memoria, inútil y vano. Por ello vemos intentos absurdos, vanidosos de demostrar lo incomprensible como la existencia o inexistencia de Dios cuando está claro que Dios no existe, sería finito si existiera, Dios es esencia y eso no se puede, no se debe demostrar, se vive.

Muchos científicos consideran que aquello que no se puede probar no existe hasta que se demuestre. Desconocen o ignoran voluntariamente que Dios nos regalo el Espíritu Santo para que alimentara la fe de nuestros corazones, esa misma que no precisa ver para creer. Es curioso que la definición de la fe en el diccionario se limite a establecerla como el conjunto de creencias de una religión. Necedad humana que intenta definir materialmente lo inmaterial. La fe no obedece a un razonamiento de nuestra mente sino al impulso innato de la llama de Dios en nuestras almas, esa misma que nutre el Espíritu Santo. La fe es la presencia de Jesús en nuestras vidas. No se controla ni se aprende. No se practica como ciencia, se vive y se alimenta de la palabra de Dios, de nuestra confianza y entrega a nuestro Señor y salvador Jesús.

Un día seremos capaces de llegar a Marte mientras muchos seguirán siendo incapaces de llegar a Dios. No por falta de competencias, no se requieren y menos científicas, tan solo por falta de fe. Es una pena pero es desgraciadamente una cruda realidad.

Pero ser un hombre de ciencia no impide ser creyente, es más, aquellos científicos que más tutean los límites del finito y el borde del infinito como los astrofísicos son una de las comunidades científicas que más creyentes alberga. Tal vez porque de observar constantemente la perfección de la creación y sus leyes les hace ver que es imposible que obedezcan a la casualidad, más sí a la causalidad de un creador.

Es curioso e interesante de observar que la única forma matemática de llegar al infinito es dividir cualquier número por cero. No tiene fin, como nuestra incapacidad a aceptar que no estamos habilitados para poner límites al infinito porque nuestra mente es finita.

La ciencia establece las leyes de lo finito mientras la Palabra de Dios nos abre las puertas de la vida eterna. La paradoja que nos enseña Jesús es que cuanto más inocente seamos más no acercaremos a su reino mientras la ciencia de los hombres nos invita a cuanto más conocimiento más cerca de la verdad estaremos. A nosotros de elegir nuestro camino, eso sí el de los hombres es finito, el de Dios, eterno.

Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer; también el árbol de vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal. (Génesis 2:9)
¿Hasta cuándo, oh simples, amaréis la simpleza, Y los burladores desearán el burlar, Y los insensatos aborrecerán la ciencia? (Proverbios 1:22)
Oh Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado, evitando las profanas pláticas sobre cosas vanas, y los argumentos de la falsamente llamada ciencia (Timoteo 6:20)

Que Dios os bendiga, Alfons <><

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martes, 5 de febrero de 2019

LO QUE TENGO

Pienso tanto en las miserias que he padecido que me he olvidado de los tesoros que tengo. (Anónimo)

El hombre siempre quiere más. ¿O quién no quiere más felicidad, más salud, más éxito, etc…? Muchas de estas aspiraciones vienen de aquello que hemos sufrido en nuestra infancia o a lo largo de nuestra vida. No tienen por qué estar motivadas por codicia o deseos luctuosos e insaciables, también aquello que hemos padecido nos deja una huella con necesidad de resarcimiento. Es normal, es humano, es aquello que nutre muchas vidas. Algunos lo llaman metas, objetivos pero la verdad es que no dejan de ser la voluntad de rellenar algún vacío que sentimos en nuestras mentes.

Hay personas que se pasan toda la vida persiguiendo una felicidad perfecta y constante. ¿Los hace eso ser personas ambiciosas? Creo que no pero, con casi toda seguridad, sí personas infelices porque buscan en este mundo algo que no es de este mundo.

Todas las miserias que hemos padecido cargan nuestra mochila y el camino se nos hace cada vez más difícil, más inaccesible a cada paso. Lo lógico sería descargarla de vez en cuando antes de continuar pero estamos tan afanados en querer llegar que tendemos a olvidarnos de aquello que acarreamos y de sus consecuencias.

Pero también todos los tesoros que nos hacemos pesan en la mochila y si bien alguno puede pensar que eso facilita el andar la verdad es que no hay tesoro en este mundo sin precio en carga.

Cuanto más pensamos en atesorar en la tierra más nos olvidamos y perdemos la oportunidad de preparar nuestro legado en el cielo. Jesús no dice y nos enseña que los pobres de este mundo serán ricos en los cielos. Nos enseña algo que tiene la fuerza de todo el universo, nos dice: “donde esté vuestro tesoro estará también vuestro corazón”. ¿Y dónde está nuestro corazón? porque no podemos pretender ser más ricos y compartir a la vez. Algunos dirán que esto es posible que si más tienes más puedes dar. Esta teoría, seductora a más no poder, conlleva su propia perfidia porque cuanto más tienes más quieres. La codicia no nace de un corazón bendecido, mas sí de un corazón perverso, alimentado por el deseo insaciable.

La Biblia nos enseña que las bendiciones suelen llegar a través de las pruebas y que aquellos que reciben gloria, dinero y poder en la tierra siempre acaban cayendo en el pecado.

La sencillez de corazón es un amparo ante nuestro afán de riquezas. No en vano Jesús nos invita constantemente a ella. La inocencia es una consecuencia de la humildad, mansedumbre y entrega a Jesús. El mundo lo ve como una tara, una debilidad y Jesús nos dice que es el tesoro más grande que le podemos ofrecer.

Las tentaciones no siempre vienen de fuera, también nacen de nuestra propia condición pecaminosa, de nuestros pensamientos. Si bien no podemos evitar tenerlos, sí tenemos la potestad de reprimirlos y encerrarlos en las mazmorras de nuestra mente. La diferencia entre el bien y el mal también está en cómo somos capaces de controlar y neutralizar nuestros propios impulsos. Y esto es una tarea constante para la que el Espíritu Santo que mora en nosotros, y las enseñanzas de la Palabra de Dios, son imprescindibles. Sin ellos seríamos carnaza de nuestros deseos. Por ello Jesús nos los regalo a su partida junto al Padre, para que fuéramos capaces resistir el envite del pecado.

Todos los tesoros de la tierra en la tierra se quedan. ¿Para qué acumularlos si no nos llevaremos con nosotros? Nos pasamos toda la vida obviando esta evidencia de lo humanos que somos.

La edad y la madurez bien vividas nos muestran la sabiduría de contentarse con menos para disfrutar más y no todo lo contrario.

La felicidad perfecta y constante no nos la da la riqueza que atesoramos en la tierra, sino la que en los cielos nos preparamos y esta, también, se gana en la tierra. Jesús nos espera.

19 No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; 20 sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. 21 Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. (Mateo 6:19-21)

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viernes, 1 de febrero de 2019

ANATEMA

Hay palabras de las que abuso y otras que se aprovechan de mí, pero pocas me sirven si no las sirvo yo a ellas. (Anónimo)

Maestro y alumno se paseaban por los jardines de enseñanza cuando el alumno preguntó:

- Maestro, ¿qué significa anatema?

- Anatema es una palabra muy antigua que está en desuso pero que es tan moderna que se vive constantemente en nuestra sociedad. Tiene un significado religioso, espiritual pero también un contenido de carácter humano. ¿Tienes alguna idea de lo que significa?

- Creo que significa excomunión pero no entiendo el por qué.

- Así es, joven, anatema conlleva el concepto de exclusión y condena. También se interpreta como maldición. Existe un concepto de juicio inapelable en la palabra en sí, llevando a condena a aquel que anatema es. Si observas la palabra anatema parece menos indicativa que excomunión o maldición en cuanto a su significado pero en realidad es más rotunda y completa porque nos indica que la condena viene de Dios. El mundo, desde el pecado original, vive bajo el jugo de sus consecuencias y la del pecado es la muerte.

- Sí le entiendo maestro se refiere que no se tiene segunda oportunidad, ¿no?

- Los hombres es así la usan. Es un juicio de valores, de intenciones y de hechos. Para Dios, solo Él lo sabe. Por ello hay que ser muy cautelosos a la hora de utilizar esta palabra aunque hoy casi nadie la usa a no ser que sea en el ámbito religioso. En la Biblia observarás que solo los hombres de Dios, apóstoles, profetas la dicen pero no aparece en ninguna declaración de Jesús. ¿Por qué crees que no la usó?

- No sé Maestro, igual no se le ocurrió.

- En esto, joven, vas desencaminado. Jesús dijo:” porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo”. El juicio divino vendrá en su debido momento. Jesús fue la respuesta al anatema que somos, rehenes del pecado. Solo su sacrificio podía redimir la condena perpetua del pecado original. Solo una muerte divina podía ser ofrecida para salvarnos. La ira de Dios frente a la desobediencia de Adán y Eva conllevaba consecuencias que apelaban a que fueran condenados, a su excomunión del paraíso y así fue. Somos descendencia de hombres caídos y a causa de ellos acarreamos los estigmas de nuestra condición, el pecado. Jesús ha transformado los anatemas que éramos en bendecidos que somos por su sacrificio en la cruz.

- Pero Maestro ha dicho que también tiene un contenido de carácter humano, ¿a qué se refiere?

- El hombre es presto en enjuiciar y olvidadizo en perdonar lo que hace que anatematicemos constantemente. Es la forma más común de marginación de las minorías, de los débiles, de todos aquellos que representan una amenaza para la sociedad. No se usa la palabra pero sí su contenido.

- Entiendo Maestro. Creo que intentaré ver si encuentro algún anatema.

- Como todo significado profundo es más fácil y complicado de lo que parece. Ahora bien recuerda que solo aquellos llamados por Dios a hacerlo hicieron uso apropiado de esta palabra en su nombre.

- Sí, Maestro, buscaré pero no juzgaré.

- Difícil tarea emprenderás pero grandes enseñanzas en su camino aprenderás.

Y juntos continuaron su paseo…

44 Jesús clamó y dijo: El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me envió; 45 y el que me ve, ve al que me envió. 46 Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas. 47 Al que oye mis palabras, y no las guarda, yo no le juzgo; porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. (Juan 12:44-47)

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