LA CREACIÓN

LA CREACIÓN
DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

viernes, 31 de mayo de 2019

ESPERANDO

La paciencia es al saber esperar lo que el viento a la vela, sin el primero no hay segundo que valga. (Anónimo)
Qué de difícil es esperar cuando uno está desesperado. Y tenemos motivos para estarlo porque a cada día que pasa, cuanto más sentimos y vivimos que no somos de este mundo, no. Pero no debemos dejar que nuestro anhelo por ver llegar el día de la promesa, el día de su llegada, nos intranquilice cuando debería ser exactamente lo contrario.

Bien es verdad que cuando pienso no solo en todo lo que ve a su alrededor, sino también todo aquello que le afecta directamente como tentaciones del mundo, le inunda un gran pesar.

Caemos, y volvemos a levantarnos, lloramos y volemos a reír, nos rendimos y volvemos a luchar. Es nuestro pan de cada día.

¿Quién ha dicho que la vida de un cristiano es un camino de rosas? ¿Acaso lo fue para Jesús? y Él era perfecto.

Cuando uno está en un túnel, y no conoce su alcance, busca ansiosamente la luz que anuncie su final. Y si no la ve su obligación es avanzar hasta que la vislumbre porque de lo contario nunca la verá. Lo mismo pasa con nuestras vidas. No sabemos cuándo vendrá el Señor pero es que tampoco sabemos si nos presentaremos ante Él previamente. Estamos en ese túnel en el que sabemos que hay una luz al final pero que no nos indica a qué distancia está. Pero sí tenemos un candil que guía nuestros para que no nos perdamos, es la luz impoluta del Espíritu Santo, precioso regalo de Jesús antes de su partida con el Padre.

Es que si todo fuera fácil dónde estaría el merito en conseguirlo.

Y necesitamos ser merecedores de ver la luz de la esperanza de Jesús. No por nuestros meritos, claro está. Pero sí por nuestra fe que hace que nos levantemos a cada caída con el deseo de mejorar, de avanzar hacia ÉL.

La espera siempre es más llevadera cuando se acompaña de acción. Y nuestras vidas están llenas de ella. No de aquella que vemos en las películas con coches, aviones y superhéroes, no. Pero sí con nuestros retos cotidianos que ponen a contribución nuestra capacidad de amar, de perdonar, de avanzar en camino de santidad. Esa senda no es una senda en la que vamos con paso firme, sino una senda llena de nuestras caídas y de nuestras levantadas, y estas últimas siempre tienen que sumar una más.

La firmeza la debemos tener en la fe en Jesús. Porque solo Él puede ayudarnos a ser victoriosos de los retos que nos impone la necesidad de ser pacientes esperando su llegada.

Es increíble lo que uno puede hacer esperando a Jesús. Ser cristiano es estar vivo en un mundo de muertos vivientes y sabemos que, como en las películas, eso no es un reto fácil de conseguir. Jesús nos dio la clave: el amor y la herramienta: la fe. A nosotros de saber hacer buen uso de sus enseñanzas y de su ejemplo.

Lo más bonito de la espera es que sabemos con certeza de su llegada y nos podemos imaginar con gozo el cumplimiento de su promesa. Eso hace que cualquier expectativa al respecto sea motivo de júbilo y no de desesperación.

Amen

16 Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. 17 Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. 18 Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras. (1 Tesalonicenses 4:16-18)
Que Dios os bendiga, Alfons <><

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martes, 28 de mayo de 2019

REFLEXIÓN


El autor no siempre es quien parece. También las palabras, como las apariencias engañan. (Yo)

Cada vez que me pongo frente al teclado ocurre una transformación. Nada vistoso, ni espectacular porque tiene su foco en mi mente, y en mi corazón.

A menudo parto de una idea y esta se transforma, independientemente de mi voluntad a cada letra, a cada palabra que se construye en la pantalla.

Y cuando releo el texto en su conjunto veo como se elabora un mensaje del que solo soy el autor material, en ningún caso el autor intelectual y menos el autor espiritual.

Me siento llevado por un impulso que no es de mi dominio, que solo albergo el tiempo de escribir el relato. Es como si algo creciera en mi interior y me invitara a expulsarlo en forma de escrito.

Confieso que cuando leo de nuevo mis reflexiones, en la gran mayoría de los casos, tengo la sensación real de que alguien, que no soy yo, las ha escrito.

De hecho muchas, por no decir todas, me las puedo aplicar a mi mismo como persona rehén de mi propia condición y del pecado que mora en mi.
No tiene nada que ver con si son acertadas o no, me refiero a que las veo como la resultante de una voluntad ajena que me ha dirigido bajo su batuta. Como si fuera el instrumento pero en ningún caso el músico y menos el compositor.

Lo que sí es de mi incumbencia es la voluntad de querer enfrentarme al teclado. La docilidad de dejar que me guíe su Espíritu y la humildad de agradecer que el Señor me haya dado el don de poder expresar lo que, Él, pone en mi corazón.

No pretendo nada más ni nada menos que obedecer a lo que creo es la voluntad del Señor. Y si esto hace que pueda ser compartido y de bendición para aquellos que lo necesitan, gloria a Dios. El anonimato en el que esto se produce solo lo rompe Él porque todo lo ve, todo lo sabe, a todos nos escudriña el corazón.

He escrito ya más de mil reflexiones y cada vez que vuelvo al teclado tengo la misma sensación que el primer día y me pregunto ¿Estaré a la altura? Pero en cuanto empiezo a teclear todo desaparece y mi mente es guiada por Él.

No hay escrito en el que no haya estado presente mi deseo de complacerle más allá del de complacer mi propio ego.

Somos todos instrumentos de Dios y a cada cual nuestra peculiaridad, nuestro don. Como en una orquesta sinfónica todos y cada uno tiene su rol, su momento. Nadie falta nada sobra y lo más bonito de todo es que el director de este orquesta es Dios. No deja nada al azar, todo es providencia divina. Dirige la música celestial de la vida eterna, esa misma a la que nos invita a participar. A nosotros de saber y tocar obra musical con conocimiento.

Cuando nos levantamos por la mañana debemos leer y releer la partitura hasta que sea parte de nuestro yo. La Biblia es la partitura de la vida que debemos interiorizar como parte de nuestro ser. Qué maravilloso es ser parte de la belleza de Dios, sentirnos amados y guiados por la perfección y lo infinito de su Gracia. Como no sonar bien bajo su batuta, gracias Señor y Dios Padre.

Espero que estas palabras consigan expresar mis sentimientos y mi predisposición para las reflexiones. Me alegro de ver que pueden ser de ayuda para los demás como lo son para mí. Eso solo es posible porque no son de mi autoría sino que soy un simple escriba de Su voluntad.

A Él toda la gloria, la honra y honor. Amen

15 El Señor le dijo: Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel (Hechos 9:15)

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viernes, 24 de mayo de 2019

CUMPLIR

Hay quién, de cumplir, no quiere cumplir ni los años. (Anónimo)
Es fácil prometer, más difícil es comprometerse y todavía más cumplir con ello. Pero ¿de qué sirve nuestra palabra si somos los primeros en desacreditarla?

La Biblia y el antiguo testamento están llenos de promesas a las que Jesús dedicó toda su vida, hasta entregarla, para cumplirlas.

Una promesa nunca cae en el olvido, o tal vez sí, de quién la hizo, pero en ningún caso de aquel que anhela su cumplimiento.

¿Qué sería de nosotros si Jesús se hubiera comportado como tú y yo nos comportamos a diario? La respuesta es muy sencilla: gracias a Dios que Jesús no fue hombre sino Dios hecho hombre para nuestra salvación.

Uno podría estar tentado en pensar, pues no me comprometo ni prometo nada así no fallaré, no pecaré. Es de necios pensar que la negación elimina la obligación. Como seres humanos estamos llamados a decidir nuestro futuro, así nos comprometieron Adán y Eva. Para ello nuestra vida está llena de momentos en los que nos tenemos que definir y elegir los compromisos que nos ligaran a nuestro destino. Los compromisos que deberemos hacer realidad para que se cumplan nuestros designios. Las promesas que harán, si las cumplimos que nos acercamos a la gran promesa de Jesús: nuestra salvación.

Hay promesas que nos hacemos a nosotros mismos, otras a los demás y otras a Dios. De todas ellas las más importantes son las que, aparentemente, parecen de menos consecuencia directa y visible; las que hacemos a Dios.

Quién no ha dicho o pensado Señor si me das… te prometo que…. Y después con el paso del tiempo nos olvidamos. Sí, pero Él no. Y es bueno que de tanto en cuanto hagamos un resumen de nuestros compromisos con el Señor y que reconduzcamos aquello que con el tiempo hemos menospreciado o abandonado. Porque por muy pequeño que nos parezca es inmenso de consecuencias ya que es un compromiso frente a Dios. Sino como podemos después, pedirle o suplicarle cuando no somos dignos de su amor.

El tiempo no elimina los compromisos ni la promesas, solo hace que sean más relevantes y más difíciles de cumplir. Y nuestra desmemoria nunca será una excusa frente a Dios. Él nos conoce en lo más profundo de nuestros corazones y sabe las motivaciones de todo aquello que nos impulsa.

Dios es amor y sabe de nuestra condición desde antes de que naciéramos, para Él sí que no hay nada nuevo bajo el sol. Es conocedor de nuestra inconstancia y de nuestras debilidades. Pero nos ama más allá de nosotros mismos y su Gracia es un bálsamo que nos lava de toda impureza.

Por ello cumplir es importante, y si no siempre lo conseguimos a la primera, ni a la segunda, debemos comprometernos a luchar contra nuestra condición hasta que, gracias al apoyo del Espíritu Santo, seamos capaces de cumplir todas nuestras promesas y ser hijos de Dios.

4 Cuando a Dios haces promesa, no tardes en cumplirla; porque él no se complace en los insensatos. Cumple lo que prometes. 5 Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas. (Eclesiastés 5:4-5)

Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos. (Lucas 24:44)


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miércoles, 22 de mayo de 2019

EL OLVIDO DEL PERDÓN

Lo imperdonable es lo único que merece ser perdonado. (Anónimo)

El verdadero perdón es como la cicatriz perfecta, no deja huella. (Anónimo)


Contrariamente a lo que parece el título de esta reflexión no va de olvidarse de perdonar sino de olvidarse una vez hemos perdonado. Lo primero es muy común en el ser humano, lo segundo nos lo enseña Dios como forma indeleble de sellar el perdón.

¿Somos nosotros más dignos que Dios para no perdonar a los demás lo que Dios nos perdona?

O

¿Somos más poderosos que Dios para no olvidar lo que Él sí?

Cualquier cristiano respondería no a estas dos preguntas, es evidente. Pero en la práctica no suele ser así. Nuestro perdón es muy caro, es más, suele estar acompañado de exigencias de reparación. Sin olvidarnos, claro está, porque somos de memoria perpetua contra aquello o aquellos que nos han dañado.

Y releyendo Jeremías me pregunto ¿Existe perdón sin olvido del agravio? Porque Dios cuando perdona se olvida de lo sucedido y lo manifiesta. Es un borrón y cuenta nueva. Nosotros cuando perdonamos añadimos, confeso yo el primero, “perdono pero no olvido”.

La palabra de Dios es clara y tajante en este aspecto, no deja lugar a interpretaciones ambiguas bajo mi humilde punto de vista: Perdona y olvida. Debo reconocer que para mí, y estoy seguro para muchos, esto es más que novedoso y me interpela en mi comportamiento cristiano porque nunca había visto el perdón bajo el prisma del olvido. Pero cuando me paro a pensarlo está lleno de sentido común porque aquello que sigue en nuestra memoria siempre acarrea los estigmas de sus consecuencias y eso impide realmente lavar el definitivamente el dolo. Es como si nos rascáramos la costra de nuestra herida a cada vez que pensamos en ella. Eso impide que desaparezca.

Palabras fáciles de escribir y difíciles de vivir pero quién dijo que ser hijo de Dios era fácil en este mundo de maldad. Todo nos lleva a la concupiscencia de nuestras vidas, el deseo de venganza, la justicia por cuenta propia, los sentimientos heridos que solo buscan el pago de lo que consideramos una deuda imperdonable.

Lo que me estremece y me hace considerar el olvido como parte fundamental del perdón es la siguiente pregunta: ¿Y si Dios nos tratara como nosotros tratamos a los demás, qué sería de nosotros?

Solo de pensar cómo aplico mi perdón a los demás me horrorizo de mí mismo. No tendría salvación posible, Jesús no habría dado su vida por nosotros y todos estaríamos condenados porque sin el olvido de lo que hemos sido es imposible nacer de nuevo.

Olvidar quiere decir dejar de retener algo en nuestra memoria, no quiere decir que esto no haya sucedido y como tal compareceremos ante el tribunal de Cristo, para ser juzgados según nuestras obras.

Y una de estas obras, sin duda una de las más importantes porque es prueba de amor incondicional, es el perdón con olvido. No nos olvidemos que seremos tratados con la misma firmeza que tratamos a los demás. Dios nos perdone por ello. ¡Amén!

34 Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado. (Jeremías 31:34)
21 Mas el impío, si se apartare de todos sus pecados que hizo, y guardare todos mis estatutos e hiciere según el derecho y la justicia, de cierto vivirá; no morirá. 22 Todas las transgresiones que cometió, no le serán recordadas; en su justicia que hizo vivirá. (Ezequiel 18:21-22)
21 Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? 22 Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete. (Mateo 18:21-22)

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martes, 21 de mayo de 2019

LA CONTRADICCIÓN

Se puede subir bajando y bajar subiendo es solo una cuestión de velocidad en la contradicción, lo que no deja de ser estúpido. (Anónimo)

¿Cuántas veces nos hemos encontrado en contradicción con nosotros mismos? Y ¿Cuántas más con los demás? Y ¿Cuántas mucho más de los demás?

Eso solo quiere decir que somos humanos y que no por ser coherentes siempre somos consecuentes. Es difícil evitar las contradicciones porque las intenciones no siempre se cumplen pero las acciones sí que pueden fácilmente rebatir nuestra voluntad.

Y cuando esto se refiere al pecado es mucho más frecuente de lo que a uno le gustaría. Quién no ha salido con un propósito de casa y ha acabado cumpliendo lo contrario, ya sea fumar, beber, mentir, cuchichear, etc…

Somos maquinas de contradecirnos, por ello la sabiduría nos invita a ser menos voluntariosos y más cautelosos a la hora de plantearnos nuestros designios.

La cantidad de propósitos o su magnitud no definen al buen cristiano contrariamente a lo que parece. Lo cumplido con el corazón, sí. Aunque que sea ínfimo de repercusiones visibles suele ser máximo de complacencia en nuestro Padre celestial. Porque no estamos llamados a ganar grandes batallas épicas, no. Estamos en esta vida para luchar contra nuestras propias miserias que pudren nuestra alma constantemente y eso actúa como una gota malaya.

La lucha verdadera que los cristianos experimentamos diariamente frente al pecado que mora en nosotros está perfectamente definida por Pablo en Romanos 7. Es una lucha tan absurda como real, tan imposible como verdadera. Nuestras intenciones y la consciencia de nuestras acciones no son suficientes para evitar que pequemos. El mal nos tiene la batalla ganada si queremos luchar de tú a tú.

Por ello es importante ser conscientes de ello y mirar hacia Jesús porque Él es la respuesta, Él ha sido, es y será siempre la única solución a nuestra condición. Él lavó nuestros pecados con su sangre en la cruz, pero eso no nos capacita para emprender en solitario una batalla perdida por el hombre y ganada por Jesús. No, eso nos invita a confiar en Él, a entregarnos a Él, a ampararnos en Él, a buscarlo siempre.

Dios es tan consciente de nuestra debilidad frente al pecado que Jesús nos enseña las grandes lecciones de la vida a través de paradojas. El paradigma de lo que somos. ¿Quieres ser el primero? empieza siendo el último. ¿Quieres ser rico? Entrega todo lo que tienes. ¿Quieres ser libre? Sé siervo de Jesús. Ama a tu enemigo. Y tantas más que son ilustraciones de lo que nuestra vida debería ser.

Hay personas que para no contradecirse caen en barrena manteniendo su supuesto inicial. Es de necios no ser capaz de aceptar nuestro error en lugar de adaptarnos. La contradicción es parte de nuestro atuendo humano. No encerrarse en ella, ese es el reto constante que tenemos. Aceptarla y retarla o dejar que nos venza.

También hay personas que usan de la contradicción como si de una droga se tratara y se complacen en ella y en sus efectos. La perversidad humana es tal que siempre consiguen justificarse con otra contradicción. Estas personas son reos del mal y precisan de nuestras oraciones porque solo Dios puede salvarlos.

La contradicción es un reto cotidiano que nos define como personas tanto para bien como para mal. Saber enfrentarse a él no significa vencerlo, significa buscar a Jesús para que nos ayude a aceptar y remediar sus consecuencias.

14 Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado. 15 Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. 16 Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. 17 De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. 18 Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. 19 Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. 20 Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. 21 Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. (Romanos 7:14-21)

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sábado, 18 de mayo de 2019

EL FINAL


Sin principio no hay final de este mundo y ya hace mucho tiempo que se inició. (Anónimo) 

Maestro y alumno se paseaban por el jardín de la curiosidad cuando el alumno preguntó:

- ¿Maestro habrá final de los tiempos?

- ¿Hubo un principio, no?

- Sí Maestro

- Pues habrá un final

- Pero ¿por qué debe siempre acabarse lo que se empieza?

- Porque sino nunca se empezaría

- No le entiendo, Maestro, no podría ser que algo como las mareas o el sol o la luna estuvieran para siempre, sin final.

- Las mareas depende de la luna, la luna del sol y el sol está en la mitad de su vida. Un día también desaparecerá arrastrando todo a su alrededor la tierra incluida.

- Me cuesta entender maestro que algo no pueda ser infinito en este mundo.

- El mundo es finito y por lo tanto no puede contener lo infinito. El tiempo está dentro de la eternidad pero no es posible encajar la eternidad en el tiempo. Es la diferencia que hay entre el ser humano y Dios. Lo finito frente a lo infinito. La vida y la muerte frente a la eternidad.

- Pero hay quién está buscando la respuesta, la solución a la eternidad ¿no?

- El mundo está lleno de necios. Solo un loco daría la vuelta al mundo para intentar que el sol no se pusiese. Tenemos los límites de nuestra condición y esta es, que nacimos para morir. Es un ciclo perfecto para elementos imperfectos, el final necesita al principio como la nube necesita y se nutre del mar.

- Pero Jesús no promete la vida eterna, entonces ¿cómo se entiende eso?

- Jesús nos promete la vida eterna en el paraíso donde reina lo infinito, donde el tiempo desaparece tanto como la muerte.

- Entonces puede haber un principio sin final, ¿no?

- Principio y final están íntimamente vinculados al tiempo, sin él no existen. Entonces no podemos razonar de forma infinita con nuestra mente finita. Por ello Dios nos obsequió con la fe. La certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Para que sepamos aceptar lo que no podemos comprender porque viene de Dios.

- Entonces el final es cuando todo se acaba, Maestro

- Es cuando cada cosa llega a su fin. En sí, el final es el colofón de una acción, de un hecho, de una vida. Es lo que le da el valor y la importancia de lo que ha sido. Cuando todo se acabe será el final de los tiempos y a cada día que pasa nos acercamos a él. También será el final del tiempo.

- ¿No le da miedo Maestro?

- Solo tengo miedo de lo que desconozco pero este final ha sido anunciado en las escrituras y si se produce mientras vivo lo aceptaré como una gran bendición aunque le tenga mucho respeto a lo que pueda acontecer. Mi fe en Dios es más grande que el miedo de lo que pueda acontecer y trabajo cada día en ella para que me prepare a todo lo que me queda por vivir. Te invito a que hagas lo mismo, joven.

- Tiene Razón Maestro no se puede luchar contra lo que no depende nosotros, ya sea el final de nuestra vida o de este mundo. Mejor prepararse para poder aceptarlo tal y como venga.

- Tú lo has dicho joven por ello todos aquellos que intentan retrasar lo inevitable son necios sin remedio. Dios nos creó, somos su creación. De Él dependemos y a Él retornaremos cuando Él lo decida. El final de este mundo, para los que estamos movidos por la fe de Dios, solo es un trámite necesario para una vida sin principio ni final, joven. Jajaja

Y ambos continuaron entre risas su camino.

En el principio creó Dios los cielos y la tierra. (Génesis 1:1)

Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. (Hebreos 11:1)

Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último. (Apocalipsis 22:13)

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viernes, 17 de mayo de 2019

DIOS

Hay agnósticos, ateos, incrédulos y un montón de variaciones para negar a Dios pero solo una para aceptarlo: el amor. (Anónimo)

El sentido de la vida no puede tener respuesta en una vida sin sentido y si Dios no es la parte principal de nuestra vida ¿qué sentido tiene?

Todos aquellos que niegan a Dios tienen una respuesta a esta pregunta, aunque sea mucho más complicada e increíble, pero prefieren lo insensato humano a la gloria divina.

Muchos se preguntan ¿quién es Dios, existe? Y la respuesta es tan sencilla como decir que Dios no existe porque Dios “es”. La esencia no precisa de un antes y un después, es parte del todo, es el todo, es la razón de todo y el por qué de todo.

Dios no existe porque no puede ser creado, es el Creador. No tiene principio ni fin, el ser humano sí. Lo infinito frente a lo finito.

Si alguien busca a Dios y concluye que no lo encuentra en ninguna parte es porque mira con los ojos y únicamente puede ver cosas materiales. Dios es inmaterial solo lo podemos descubrir con el corazón, con el Espíritu.

Es curioso, y sobre todo indignamente triste, observar que un mundo que rechaza a Dios use tantas expresiones con Dios en ellas. Todas más ofensivas las unas que las otras. A los hijos de Dios les sabe a puñaladas en el corazón pero eso no limita la insolencia humana. A quién le preocupa nuestro amor y adoración hacia nuestro Creador, nuestro Padre celestial, nuestra razón de ser. Eso sí no te atrevas dudar de tal gurú o de tal horóscopo porque te caerán todas las maldiciones humanas habidas y por haber.

Desde Adán y Eva hemos perfeccionado la irreverencia hasta límites impensables como si cuanto más provoquemos, más nos afirmamos y la realidad es todo lo contrario, más nos denigramos a nosotros mismos.

Tenemos todo para acercarnos y abrazarnos al Dios de amor: la Biblia y sus enseñanzas con el ejemplo y el sacrificio de Jesús, el Espíritu Santo que alimenta nuestra fe y un Dios trino que es Majestad de majestades, pureza, gracia, amor. Dios es nuestro Dios, el único, el que llena nuestra vida de sentido. La razón por la que cada bocanada de aire es un respiro. La razón por la que vivir en un mundo despiadado es un trámite necesario para descansar a su lado para la eternidad.

Hay quien dice que si Dios no existiese lo tendríamos que inventar. No han entendido nada a la vida y menos al más allá de la vida donde nos espera el reino de Dios.

El mundo se recrea y disfruta de magos, adivinos, ídolos de todo calado para intentar suplir a Dios. Es patético y da mucha pena ver como muchos prefieren la mundanidad de sus ídolos a la gloria de Dios.

Pero de tanto querer tutear a Dios el mundo se está acercando al abismo en el que caerá tras el juicio de Dios. A cada día que pasa, más claro se intuye su llegada aunque eso solo lo vean sus hijos, el resto del mundo, él, continua su decadencia hacia el juicio final. Nada nuevo bajo el sol.

Dios es la expresión perfecta de lo infinito y eso nos reta el intelecto. A Dios se le debe entender pero en ningún caso comprender. Para ello tenemos la fe, para aceptar con gozo y humildad lo que no está a nuestro alcance comprender. Porque confiamos en nuestro Creador más allá de nosotros mismos.

¡¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios!! ¡¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!! (Romanos 11:33)
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jueves, 16 de mayo de 2019

YO SOY EL QUE SOY

¿Si Dios es el YO SOY EL QUE SOY, quién soy yo? (Anónimo)

Todos estamos en busca de nuestra identidad. No es que no la tengamos sino más bien que es tan escurridiza como la anguila. Va modificándose a lo largo de los años, de nuestras experiencias, de nuestras pruebas, de nuestros éxitos. La valoramos, no por nuestros propios juicios, sino por los de los demás.

De hecho es tan importante para la sociedad poder asociarnos con ciertos criterios que ha creado el carnet de identidad. Ese mismo que si no lo tienes no existes para el estado y por qué no decirlo ese mismo que hace que goces de ciertos privilegios o no. Y si no que se lo pregunten a los sin papeles.

Cuando buscamos entender, conocer, aprender de las cosas que nos ocurren, lo llamamos experiencia y lo es. Pero de qué sirve tener experiencia si después no hacemos buen uso de ella. Por ejemplo cuando nos quemamos porque nos hemos acercado demasiado a una llama, ¿es eso garantía de que no volveremos a quemarnos? Depende realmente del por qué de la quemadura, si fue fortuita es muy posible que no repitamos el error pero si es porque nos fascina el fuego, la llama que lo representa, entonces lo más probable es que volvamos a caer en el mismo traspié.

Lo digo porque de qué sirve que sepamos de Dios si después vivimos como si no estuviera presente en nuestras vidas. De qué sirve rendirle culto si después no lo reconocemos en cada acontecimiento que nos sucede.

Dios nos dice en la Biblia que es el YO SOY y no el yo estoy. Porque Él es la esencia de todo y de todos. No necesita estar pero si se alegra que nosotros reconozcamos su presencia en nuestras vidas. No hay mayor alegría para un padre que sentirse identificado por su hijo. Pero eso dura lo que la niñez y la inocencia perduran porque cuando llegan a la edad de la razón (que yo llamaría de sinrazón) lo primero que se plantean es retar y restar a sus padres para poder afirmar su propia personalidad, su propia identidad. Es terrible vivirlo pero es ley de vida y eso no hace que queramos menos a nuestros hijos. No, eso nos enseña la paciencia, el amor sin condiciones, la abnegación, y todos los atributos que encontramos para salvar aquello que para nosotros es innegociable, nuestros hijos.

A veces somos torpes porque ante las evidencias que Dios nos pone delante para que las vivamos y aprendamos de ellas, no somos capaces de darnos cuenta que aquello que vivimos con nuestros hijos, nuestro Padre celestial lo vive con nosotros. Con una diferencia su amor es puro, el nuestro no. Su gracia divina, la nuestra suele llamarse desgracia. Su perdón es vivificante y salvador, el nuestro no siempre es gratuito.

Dios está en medio de nosotros, de nuestras vidas, de nuestro destino. Como el Padre supremo no hay quien se alegre más que Él cuando sus hijos le obedecen y aprenden sus enseñanzas. No hay nadie como Él que sepa escudriñar nuestros corazones y encontrar en ellos la llama, a veces muy tenue, de nuestro amor por Él y avivarla hasta que gocemos de su gloria.

Aprendamos a olvidarnos de nuestro yo para concentrarnos en Él porque Él es el único camino hacia la salvación, y Jesús el único amigo y hermano que nos lo enseña.

Jehová está en medio de ti, poderoso, él salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos. (Sofonías 3:17)
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Església Evangèlica La Gràcia de Déu

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domingo, 12 de mayo de 2019

VOLVER A CASA

Sin punto de partida no hay regreso posible, lo que hay entre ellos suele ser nuestra vida. (Anónimo)

Cuando uno mira su vida con retrospectiva se da cuenta de lo lejos que ha llegado tanto para bien pero sobre todo para mal. Lo que nos cuesta más es saber cuándo y cómo regresar. Tanto es así que la gran mayoría de nosotros se pierde en el camino.

La realidad es muy sencilla: no tienes que volver si no te has ido, ¡¡¡pero si es lo primero que hacemos!!! Es ley de vida, los hijos dejan a los padres para ellos mismos ser padres a los que dejaran sus hijos hasta el fin de los tiempos.

El reto al que nos enfrentamos cuando nos vamos de casa es ante todo frente a nosotros mismos. Bajo la protección de nuestros padres todo era más sencillo hasta que uno se da cuenta de su dependencia y quiere adquirir su independencia, decidir por sí mismo. Afirmarse a través de sus decisiones es un arma de doble filo porque es asumir sus consecuencias, y si bien todos estamos listos y voluntariosos para decidir no todos estamos preparados aceptar lo que ello depara.

Yo todavía me acuerdo de cuando dejé a mis padres, fue el día de mi boda y lo viví como una liberación, por fin haría lo que yo considerara oportuno. Sería un hombre. Desde ese día, hasta que conocí al Señor todo ha sido un camino en el que me he sentido cada vez más prisionero de la vida, del mundo. Como si escaparme de la casa de mis padres me hubiera abocado a un callejón sin salida en el que a cada paso me acercaba más a un muro al que me prometía estamparme. No lo vi el primer día ni el segundo ni muchos más porque el pecado es como un pescador profesional, te atrae, te alimenta, hasta que cuando más desprevenido estas te anzola sin remisión ni escapatoria posible. Primero fueron los éxitos, el ensalzamiento de mi ego, de mi vanidad y poco a poco fueron llegando las pruebas que, necio de mí, pensaba solventar con creces cuando en realidad solo alimentaban mi ego. A cada día que pasaba más me alejaba de mí mismo sin darme cuenta y más me acerba al abismo de mi condición.

Hasta que Dios, que me amó antes de que yo me conociera, intervino en mi vida para que me diera cuenta de lo que me estaba pasando y que decidiera si quería continuar así o volver a casa. A Su casa, a la que fue es y será siempre mi casa. Quise liberarme de mis padres carnales pero ahora tenía que decidir entregarme a mi Padre celestial y volver al redil que había dejado antes de nacer.

Todos pensamos que la libertad nos hace libres, es mentira. La libertad nos enjaula en nuestra condición sometiéndonos al pecado. La verdadera libertad es entregarse a Dios nuestro padre y en Él confiar y a Él ofrendar nuestra vida, nuestra alma, nuestro espíritu. Ser su hijo es dejar de ser un adulto y recuperar la inocencia que nunca deberíamos haber abandonado. Esa que hará que solo veamos con ojos puros la vida eterna a su lado.

Volver a casa es la única decisión que realmente tiene valor en nuestra vida, pero debemos decidir a qué casa, ¿la de Dios o la del mundo?

17 Y volviendo en sí, dijo: ¡¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre!! 18 Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. 19 Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros. 20 Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. 21 Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo. 22 Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. 23 Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; 24 porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse. (Lucas 15:17-24)
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sábado, 11 de mayo de 2019

LA SONRISA OLVIDADA

Los problemas del corazón no atienden a razón. (Anónimo)
Si esto fuera verdad ¿por qué solo se aplica a las relaciones humanas?

¿Y nuestra relación con Dios?

Somos los amos de lo insensato con aquel o aquella que amamos incondicionalmente. Todo lo puede, todo lo espera, todo lo cree, todo…

Pero no tratamos con el mismo talante a nuestro creador. De Él esperamos que sea una vía de sentido único, hacia nosotros claro está.

La sonrisa de nuestra pareja es un premio, un regalo para nuestro corazón y siempre la buscamos, siempre intentamos provocarla con nuestras atenciones, nuestras devociones.

La sonrisa de Dios es para nosotros la sonrisa olvidad porque no la buscamos, no intentamos provocarla, es más,¡¡¡ no nos preocupa!!!

Dicho así parece fuerte e injusto pero es la pura realidad.

Cuando nos levantamos deberíamos mirar a Dios con el corazón gozoso y agradecerle este día más que nos regala. ¿Lo hacemos?

Durante el día deberíamos intentar hacer, conseguir, todo aquello que Él nos enseña en la Biblia. ¿Lo hacemos?

Cuando tenemos problemas o nos enfrentamos a peligros siempre recurrimos a Él pero ¿y cuando tenemos éxito, providencia que no suerte o las cosas nos salen bien? ¿Se lo agradecemos?

El amor con el que obsequiamos a nuestros seres queridos es una ínfima parte de aquel que Dios nos da. Y todo y con ello no buscamos en todo momento de nuestra vida complacerle. Como si amarlo fuera un trámite que debemos cumplir. Pero Dios es nuestro creador, nuestro padre celestial. Dios es el “yo soy” y nosotros no somos capaces de ser ni tan solo el “yo”. A Dios le debemos respeto, temor, adoración, amor incondicional, rendición de nuestra alma a su potestad, todo aquello que puede hacerle sonreír.

Todos nos acordamos de nuestro primer amor, quien no. La pena es que este debería ser Dios.

La sonrisa olvidada es aquello que hemos dejado de buscar pero que allí está esperándonos. Aquello que es tan fácil provocar que no le damos la importancia que realmente tiene. Porque cuando destilamos amor a nuestro alrededor, nuestro Padre es feliz y su sonrisa lo manifiesta.

Pero somos expertos entristecedores y no aprendemos de nuestros errores tan fácilmente. Es necesario que tropecemos una y otra vez para darnos cuenta de nuestra condición y entregarnos a nuestro Padre.

Jesús fue, es y será el ejemplo a seguir. Ese mismo que con su ejmplo nos indico el camino a seguir para que nunca se produzca la sonrisa olvidad de Dios.

4 El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; 5 no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; 6 no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. 7 Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará. (1 Corintios 13:4-8)

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miércoles, 1 de mayo de 2019

AGRADAR

No agrada quien quiere y menos quien puede porque agradar no es fruto de proponérselo, sino una de las consecuencias de lo que somos. (Anónimo)

En el juego del amor la seducción es el primer paso y en él intentamos de todas las maneras posibles agradar al otro. Pero eso, si bien es lícito, no suele ser duradero porque no se sustenta sobre el verdadero yo que llevamos cada uno en nuestro interior. Pretendemos minimizar nuestros defectos y revalorizar nuestras cualidades en un intento de metamorfosis de nuestra condición, como si eso fuera posible. El tiempo pone todo en su lugar y paso a paso o a veces de golpe salen todas nuestras peculiaridades y entonces se revela nuestra verdadera personalidad. Lo divertido es que todos jugamos de forma innata a este juego con más o menos acierto. Cuanto más disfrazamos más pagamos por ello. Lo curioso es que cuando esto sucede a nuestra pareja nos extrañamos que haya cambiado tanto pero ¿qué hemos hecho nosotros sino más de lo mismo? Nada nuevo bajo el sol.

Agradar puede ser complacer a alguien pero a según quien no se le complace con interpretaciones libres de nuestro ser sino con nuestro corazón abierto. Con sus luces y con sus sombras.

Si de personas queridas se trata esta es la mejor forma de comportarse.

Si hablamos de Dios la situación cambia radicalmente porque, como Adán y Eva, no tenemos donde escondernos de su mirada. Escudriña nuestros corazones, nuestras mentes, nuestros espíritus y no hay ningún lugar recóndito fuera de su alcance.

Erróneamente creemos que nuestras intenciones si son loables tendrán su beneplácito pero nos olvidamos a menudo que lo más importante es que Él esté presente en ellas, que no sean nuestras sino fruto de su voluntad y que así lo reconozcamos. Puede parecer un distintivo insignificante pero es fundamental porque es el que separa el ego de la fe. El yo humano del YO SOY divino.

Las paradojas nos enseñan que cuando sabemos errar es cuando más agradamos a Dios. ¿Y qué significa saber errar? Saber errar es saber aceptar nuestra condición y reconocer con responsabilidad nuestros errores. Pedir perdón a quién hayamos damnificado si se da el caso o a Dios si es a Él a quien hemos ofendido. Buscar amparo en Jesús y levantarse una vez más con la mirada puesta en Jesús.

¿Cuántos errores hemos cometido en la vida? Y ¿En cuantas ocasiones hemos actuado de esta forma?

No sé de los demás pero de lo que a mí se refiere me avergüenza decir que he intentado muchísimas más veces solucionarlo yo solo sin buscar la ayuda divina y muy a menudo me he olvidado de pedir perdón a Dios por mis malas conductas.

La vida es como un largo río que acarrea nuestras vicisitudes y aciertos y fuerza es de constatar que es un rio cargado de la podredumbre de nuestros pecados que hunden despiadadamente los pocos aciertos que tengamos.

La fe es el motor de nuestra consciencia y de nuestro espíritu cuando somos del Señor. Es la prueba del algodón, esa misma que nos invita a creer lo que no vemos porque amamos sin condición a nuestro creador.

Por ello es tan difícil estar verdaderamente lleno de ella porque si bien somos capaces de clamarla y vindicarla Dios solo ve la verdadera que mora en nosotros, esa misma que lucha cada día por mantenerse viva en nuestro corazón y que el mundo intenta constantemente destruir. Esa misma que cuando parece apagada renace de sus cenizas para fortalecerse aún más. La fe es un tesoro que Jesús nos regaló mediante el Espíritu Santo. Gracias Señor por tu gran amor.

Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan. (Hebreos 11:6)

Hacer justicia y juicio es a Jehová Más agradable que sacrificio. (Proverbios 21:3)

Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. (Romanos 12:1)

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