LA CREACIÓN

LA CREACIÓN
DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

miércoles, 23 de diciembre de 2020

DE FIESTAS

Este año es la excepción que confirma la regla cuando debería ser la regla quién confirme la excepción. (Anónimo) 


Todo el mundo está resaltando que este año no vamos a poder celebrar las fiestas de navidad como cada año por culpa del virus. Nada de reuniones familiares y menos de amigos. Se oye hablar más de las burbujas de convivencia que de las del cava o champán.

Se nota la frustración creciente entre las personas por no poder celebrar juntos la navidad. Y eso hace que la tristeza invada tanto a mayores como a niños.

Y yo me pregunto ¿Qué es lo que celebramos que tanto vamos a echar de menos? ¿Los regalos, las comilonas, las reuniones familiares?

¿Es eso la Navidad? Para este mundo sí.

Y ahí es dónde me doy cuenta que no soy de este mundo si bien vivo en él.

La Navidad, sería más correcto, a mi entender, decir la Natividad, es un momento crucial para el mundo, y este le da la espalda, ignorando su esencia y desplazándola a un mero acto de festividad pagana donde los regalos de unos a otros es lo más importante.

La Natividad es el regalo más precioso, más importante, más necesario para la humanidad porque es un regalo divino. Y no importa que haya sido el 25 de diciembre o en cualquier otra fecha, en Belén o en Nazaret o en cualquier otro lugar. Lo primordial es que Dios se hizo hombre y sacrifico su hijo unigénito para salvarnos. Eso es lo importante de la Natividad.

El hecho de la pandemia, y del virus, no afecta para nada la Natividad. Es más, nos da la oportunidad de reconducir el propósito de esta fecha para que nos podamos centrar todos en lo que realmente importa. La llegada de nuestro Señor y Salvador Jesucristo en este mundo.

Esta noche tan preciosa que lo vio nacer no será, en la mayoría de los casos, paganizada por los regalos, ni las fiestas y jolgorios, no. Muchos estaremos solitarios en nuestras casas, que no solos porque Dios estará con nosotros para celebrar el nacimiento de su hijo Jesús, y podremos dedicarle toda nuestra atención y nuestra gratitud. Nuestros hogares se transformarán en lugares de culto al Señor. De fiesta cristiana que celebra la llegada del Salvador.

Este año tenemos la oportunidad de olvidarnos de lo fútil para concentrarnos en lo esencial, De ser hijos de Dios en lugar de hijos del mundo. La sabiduría popular dice: “no hay mal que por bien no venga”. Este es el ejemplo perfecto que nos brinda esta pandemia.

Pasaremos de ir de fiestas a estar de celebración, porque sin Jesús somos como las piedras, inertes e inútiles de por sí.

La Natividad es el evento más importante que la humanidad puede y debe celebrar, pero no ofreciendo regalos a los demás, sino aceptando el regalo divino de Dios para sus hijos, el nacimiento de nuestro Señor y Salvador. Amén.

30 Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. 31 Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. 32 Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; 33 y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. (1 Lucas: 30-33)

Que Dios os bendiga, Alfons <><



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miércoles, 16 de diciembre de 2020

CUESTIONAR

En la fe no hay cuestión sin resolver, más sí cuestiones sin responder que no cuestiones sin respuesta. (Anónimo) 


Maestro y alumno paseaban por el jardín de la curiosidad cuando el alumno preguntó:

- Maestro ¿Por qué Dios permite que sucedan tantas atrocidades en este mundo?

- ¿Las perpetra Él?

- No, pero las permite y tiene toda potestad para evitarlo

- Tú lo has dicho joven y sí así es ¿Por qué crees que las permite?

- No lo sé Maestro pero me gustaría saberlo

- Al crio enrabietado, porque su padre no le deja jugar con fuego, también le gustaría saberlo. Pero crees que si su padre le explica que si lo deja jugar con fuego, lo más seguro es que incendie la casa y destruya propiedad y tal vez vidas, incluso la suya lo comprenderá. ¿Tú crees que un niño de 5 años entenderá esta explicación?

- Hombre Maestro, claro que no.

- Entonces ¿Por qué cuestiona el niño la autoridad de su padre?

- No sé, igual porque es curioso, o porque esta enrabietado porque no le dan lo que quiere.

- ¿No crees más bien que es porque su padre no le da lo que quiere, su deseo?

- Seguramente Maestro.

- Joven todos nosotros somos ese niño de cinco años que juega constantemente con fuego. El fuego ardiente del pecado, y nuestras vidas testifican de todos los incendios que hemos provocado y padecido. Tenemos incluso menos entendimiento que esa criatura a la hora de poder interpretar las intenciones de Dios. Cuanto más de cuestionarlas.

- Te imaginas a ese niño entablar una conversación sensata con su padre para intentar convencerlo de que tiene razón.

- No Maestro, sería absurdo

- Y no es todavía más absurdo cuando nosotros lo hacemos con Dios cuestionándolo cuando no lo entendemos.

- Porque no él no es consciente, Maestro

- Pero nosotros sí lo somos. Tenemos un entendimiento finito y limitado pero una consciencia plena, enriquecida a través del Espíritu Santo y de la Palabra de Dios.

- ¿Entonces no hay respuesta a mi pregunta inicial?

- La hay, joven, la hay. Pero no la que nos gustaría que fuere, aquella que podríamos entender y comprender. No está a nuestro alcance.

- ¿Por qué Maestro?

- Porque los designios de Dios son inescrutables. Si bien todos obran para bien, nuestra inmadurez espiritual nos impide verlos, entenderlos de la misma forma que cuando Jesús decía según qué era incomprensible para los demás que lo seguían hasta que Él quisiese que se corriere el velo de su ceguera espiritual, o no.

- ¿Entonces no es buenos cuestionarse estas situaciones tan dolorosas Maestro?

- Es lícito y legitimo pero siendo conscientes y teniendo la suficiente humildad para aceptar que el vaso de barro que somos no puede cuestionar a su Alfarero. Eso nos hará entender que los propósitos de Dios no son de nuestro alcance pero sí para nuestro bien.

- Entonces si alguien nos pregunta sobre esta cuestión, ¿Qué podemos responder?

- Sé que la juventud siempre busca explicaciones, incluso cuando no las hay por parte nuestra. De sabio es contestar que no sabemos el por qué pero sí el para qué.

- Ah sí Maestro y ¿cuál es ese para qué?

- Es todavía más retador. Para que se manifieste la gloria de Dios. Y esta pasa por aceptar nuestra incapacidad de entendimiento.

- Eso es muy difícil, Maestro. Ver tanto dolor y no tener respuesta.

- Joven, de eso trata la fe, de “la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. La fe nos alimenta de esperanza en las promesas de Jesús. Nos invita a confiar nuestras almas y nuestras mentes a aquel que dio su vida por nuestra salvación. Te haré una pregunta sencilla joven: ¿dónde crees que estarás mejor, en esta tierra o en presencia de Jesús en el Edén?

- En el Edén Maestro, sin duda alguna.

- Entonces si de verdad creemos en ello ¿no están mejor ahora todos aquellos que Dios ha llamado a su presencia, ya sea en acontecimientos extraordinarios, como naturales?

- Lo entiendo Maestro pero los que nos quedamos en este mundo sufrimos por la pérdida de nuestros seres queridos.

- Yo te invito a que te alegres por ellos porque como cristiano es la promesa de Jesús, que compartiremos con Él, una vida eterna y eso, en este mundo, es imposible. Joven, sé que es difícil aceptar aquello que no entendemos, también lo es para mí pero mí fe supera con creces la barrera de mis dudas y me lleva a abrazar la promesa de Jesús con fervor. Aquellos que rechazan a Jesús nunca entenderán nuestra fe y se quedarán encallados pretendiendo querer tutearlo, a Él o al Padre, exigiendo explicaciones como un niño de 5 años. Nada nuevo bajo el sol. Cuando pienso en aquellos que han sido arrebatados de este mundo, me los imagino ahora con Jesús y mi corazón se alegra.

- Ahora lo he pillado Maestro, no va de preguntar sino de saber aceptar que no somos capaces ni dignos de preguntar, ni de entender las respuestas a estas preguntas en este mundo.

- Tú lo has dicho, joven. Tú lo has dicho. Busquemos la inocencia que todavía pueda quedar en nosotros para evitar que brote la soberbia de la que rebosamos.

Y ambos continuaron su paseo con un silencio que invitaba a la reflexión.

18 De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece. 19 Pero me dirás: ¿Por qué, pues, inculpa? porque ¿quién ha resistido a su voluntad? 20 Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así? 21 ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra? 22 ¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción,23 y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria. (Romanos 9:18-23)

Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. (Hebreos 11:1)

Que Dios os bendiga, Alfons <><



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sábado, 12 de diciembre de 2020

DAR

Dar no es un acto de bondad si no hay bondad en el acto. (Anónimo) 


Cada vez que me cruzo con una persona que pide actúo como juez, condenando o agraciando a quién me interpela.

Más de una vez he pasado de largo considerando que, o era un profesional de pedir, o apestaba a alcohol y por lo tanto no se merecía “mi bondad”.

En algunos casos he vuelto sobre mis pasos y he reconsiderado mi juicio, he dado una(s) monedas.

Este tema de dar, y más ahora en época de pandemia, de navidades, siempre ha sido un reto para mí. Una dicotomía enfrentada entre sí, y conmigo. Porque siempre me he preguntado si hacía bien o mal en dar a tal sí y a tal otro no.

Pasé un periodo en el que decidí no dar más a nadie. “A mí no se me engaña” pensé. Pero duró poco, aunque siempre es demasiado. Reconsideré mi actitud que estaba a las antípodas de la caridad.

A partir de ese momento empecé mi cruzada inquisitoria de quién sí y quién no.

El otro día, leyendo la Biblia topé con Lucas 6:30. ¿Por qué este versículo me preguntaréis y no Mateo 5:42?

No lo sé, el milagro de la palabra obra en mí cuando Dios así lo considera, no yo. Y esta vez, como tantas otras que me ha pasado, este mismo versículo que he leído repetidamente ha cobrado sentido en mi mente. El Espíritu Santo me ha abierto la casilla del entendimiento y aquello que me era invisible en el pasado se me ha revelado como una Verdad divina.

Y es que Jesús no dice dale a quién tu consideres, no, dice “a cualquiera que te pida”, a cualquiera, es decir que no hay escapatoria interpretativa. No hay opción de ser yo quien decida.

Incide en su mandamiento desarmando cualquier excusa que podríamos objetar y lo plasma diciéndonos incluso: “y al que tome lo que es tuyo no pidas que te lo devuelva”.

Eso me recuerda que yo, como todo ser humano, soy prácticamente incapaz de amar con la pureza que exige el camino de santidad. ¿Quién no da esperando algo a cambio? ¿Quién perdona el deudor y la deuda cuando nos arrebatan lo nuestro? Dar y perdonar son actos de amor, no de trueque. La bondad está en el amor con el que actuamos con los demás y eso es lo que nos pide Jesús, que amemos a los demás como a nosotros mismos. Somos muy prestos en hacer lo segundo y olvidadizos en cumplir lo primero.

Cuando entendí Lucas me sentí retratado. Culpable de soberbia porque quién soy yo para decidir que tal persona o tal otra se merece mi caridad, que como tal no la es.

Cuando entendí Lucas me sentí avergonzado. Porque yo, que pretendo encaminar las sendas de santidad, soy incapaz de un mínimo acto de amor con aquellos que más lo necesitan o que más lo piden. Da igual cual sea su motivación, ¿Quién soy yo para juzgar?

Cuantas veces le he negado a Jesús un óbolo que después me he gastado en futilidades.

Se dice de los cristianos que hemos creado el sentido de culpa, y no sé si así es, o no. Pero lo que sí sé, y con toda seguridad, es que culpables, a cada cual su parte, pero inocentes NINGUNO en este mundo, ninguno hay.

Nuestro amor debe de ser para cualquiera y en cualquier situación. No hay excusa que no sea de mal pagador porque si Dios y Jesús nos aman sin condiciones, ¿por qué somos nosotros incapaces de obrar de la misma manera?

Nunca más podré mirar a los necesitados como aquellos que piden sino como aquellos a quien debo dar, sin acepción de persona, y con todo mi amor.

30 A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva. (Lucas 6:30)

Que Dios os bendiga, Alfons <><

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martes, 17 de noviembre de 2020

DE POLÍTICA

Hay quien hace de la política una religión pagana, aquellos mismos que utilizan la religión con fines políticos. (Anónimo) 


La política es una actividad, la vida espiritual, un compromiso de vida. Cuando pretendemos mezclar las dos cosas y/o las confundimos, estamos deshonrando a Dios.

Hemos visto, y seguiremos viendo, movimientos religiosos que apoyan opciones políticas y eso pervierte la esencia de la vida cristiana.

Miremos las escrituras en épocas de Jesús, cuando vemos hombres que intentan actuar sobre la masa para poder gobernarlos (yo diría manipularlos) o eran fariseos, o eran la élite tanto judía, como romana o gentiles. Jesús les asustaba porque representaba, según ellos, un peligro para su liderazgo. Necio de ellos, podríamos pensar los cristianos de hoy y tendríamos razón.

¿Pero qué hacemos nosotros cuando utilizamos, o somos parte de comunidades supuestamente cristianas para apoyar a tal tendencia política o tal otra?

Y digo supuestamente porque si fuéramos verdaderos hijos de Dios no mezclaríamos a nuestro Señor con lo peor de la condición humana, su condición pecaminosa de deseo de poder. Esta misma que se expresa a través de la política religiosa. Que nació con el pecado original.

No podemos denigrar a Dios haciéndolo sujeto de nuestros abanderamientos políticos. Es pecado. Somos ciudadanos y como tales debemos cumplir nuestro deber cívico y votar para la opción, el partido, que consideramos mejor representa nuestros valores. Pero esto no tiene nada que ver con Dios, con nuestra vida espiritual y si lo confundimos estamos errando.

Jesús quería enseñarnos el camino de la vida eterna, que siguiéramos sus enseñanzas, no que le votáramos. No quería ser elegido por los hombres porque era, es y será, por los siglos de los siglos, el Elegido de Dios.

Hoy vemos comunidades cristianas que están en tensión por tener opiniones políticas contrarias en su seno. Y yo me pregunto ¿Dónde está Jesús en todo esto? ¿Dónde está el amor al prójimo que Él nos enseña e invita a propagar?

El deseo de dominar los hombres es propio del hombre y cuando viene de personas como Herodes, Poncio Pilato, etc… como cristianos nos horroriza pero cuando nosotros mismos intentamos utilizar a Dios con fines políticos actuamos como ellos.

¿Quién somos para decidir de qué lado está Dios? Porque lo dice un predicador, un telepredicador o más bien dicho un telepecador.

Debo decir que cada vez me cuesta más votar porque con el paso del tiempo, y supongo la edad, veo el lado oscuro de la humanidad a la que pertenezco, ese deseo, esa ansia de poder que hace que servir a los demás haya cedido el paso a servirse a sí mismo. Todo lo contrario de lo que nos enseña Jesús.

En las familias ya no se habla de política porque es un tema que exacerba las pasiones. Solo hace falta ver en las calles los comportamientos y las manifestaciones para asustarse de ello.

Como cristiano me siento entristecido por tales conductas pero si además se perpetran en nombre Dios me siento avergonzado y le pido a Dios que los perdone porque no saben lo que hacen, lo que dicen.

Hablar de política no es políticamente correcto en estos tiempos pero creo que los cristianos tenemos un deber de ejemplaridad que cumplir. Amar los demás más allá e independientemente de sus opiniones políticas, como Jesús nos ama.

Tenemos una gran noticia para el mundo: Jesús no es de ningún partido, es Señor y Salvador de la humanidad aunque esta se empeñe en rechazarlo constantemente.

Como hijos de Dios debemos seguir su ejemplo y ser hombres de paz, de concordia, con amor ágape. Debemos ser siervos y no pretender querer ser señores, humildes y no intentar ser lideres ostentosos.

Ser líder no puede ser un objetivo, solo la consecuencia de nuestro comportamiento. No es un título, solo una forma de trato por parte de los demás. Y cuando esto sucede, el buen líder es aquel que sirve, primero a Dios, luego a los demás, con humildad y sencillez y no lo contrario.

Siempre me ha chocado cuando los hombres llamamos líderes espirituales a otros hombres. ¿Es qué no hemos aprendido nada? Solo ha existido un líder espiritual en este mundo y fue Jesús, los demás solo son ídolos con pies barro. Nada nuevo bajo el sol.

“El que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo.” Mateo 23:11

“Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.” Marcos 10:45

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sábado, 14 de noviembre de 2020

SOPORTAR LA TENTACIÓN

La tentación es como un imán, atractiva y repulsiva a la vez. Solo depende de los polos que se enfrenten. (Anónimo) 


Se dice caer en la tentación, algunos dirían tropezar en la tentación mientras otros intentan soportar la tentación. Como si cuando le cedemos, o no, hubiera un cambio de estado, y así es.

Sin tinieblas la luz no sería visible. Sin el mal, ningún ser humano se percataría de las bondades del bien. Para los hombres las cosas existen, o cobran su importancia cuando se enfrentan a su contrario. Cuando se contrastan.

Pero no siempre eso es bueno, por ejemplo de tanto vivir en tinieblas podemos acabar teniendo un corazón tan negro como ellas. O de tanto querer estar en plena luz podemos acabar cegándonos.

La vida de una persona se puede valorar en función de sus éxitos y eso es lo que suele hacer el mundo. Pero los sabios saben que los éxitos solo son la parte visible del iceberg de nuestras vidas, la parte importante son nuestras pruebas, nuestras tentaciones y las marcas que dejan en nuestras vidas. Estas suelen estar debajo de la línea de flotación.

Nietsche dijo:”lo que no te mata te hace más fuerte”. Eso solo es verdad cuando somos capaces de superar las pruebas con éxito. De lo contrario yo diría que lo que no te mata te prepara para el remate final.

Un hombre se define, no por sus éxitos, sino por cómo ha soportado y vencido sus fracasos. La sabiduría consiste en ser consciente de que nuestra fortaleza no depende de nuestra capacidad de resistencia, porque, solos, nunca seremos capaces de resistir como lo hizo Jesús. Somos presa fácil para el maligno. Solo de la mano de Jesús podemos soportar la tentación. Aquel que cree que puede hacerlo solo ya calló en pecado de soberbia.

Y qué mejor de gozar del privilegio de tener como baluarte el único hombre que le plantó cara y venció al diablo, Jesús. Dios hecho hombre para remisión de nuestros pecados. Su lucha en el desierto contra la tentación es ejemplar en lo inhumano que es pretender estar a la altura del mal. Las fuerzas del mal son poderes que nos superan con creces y debemos ser conscientes que no somos oponentes de talla, somos la presa codiciada por la perversidad del maligno. Pero eso solo es si no nos confiamos a Jesús porque si nos entregamos a Él y le buscamos en nuestros momentos de desamparo, de tentación, Él siempre nos dará la mano y nos protegerá de todo mal, porque Él ya venció el maligno.

La diferencia entre un cristiano y un no creyente se pone de manifiesto en las pruebas porque allí donde el primero busca a Jesús el segundo busca su solución y eso es baladí.

Nuestra fuerza reside en ser capaces de reconocer nuestras debilidades y no de enmascararlas detrás del orgullo o de la vanidad pero eso es como pedirle lo imposible a un hombre de este mundo. Nada nuevo bajo el sol.

5 Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo, 6 y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, m y, En sus manos te sostendrán, Para que no tropieces con tu pie en piedra. 7 Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios. (Mateo 4:5-7)

Las tentaciones que enfrentan en su vida no son distintas de las que otros atraviesan. Y Dios es fiel; no permitirá que la tentación sea mayor de lo que puedan soportar. Cuando sean tentados, él les mostrará una salida, para que puedan resistir. (1 Corintios 10:13)


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miércoles, 11 de noviembre de 2020

DERECHOS DEL SER HUMANO

Sin deberes cumplidos no puede haber derechos adquiridos, por mucho que nos empeñemos en demostrar lo contrario. (Anónimo) 


Bob Marley decía todo hombre tiene derecho a decidir su destino pero la pregunta es ¿Qué deberes debemos cumplir para tener tal derecho?

Hoy en día todo el mundo se llena la boca de los sacrosantos derechos que cada cual debe tener. En 1789, la revolución francesa llevó el pueblo, y sus dirigentes, a proclamar la “Declaración de los derechos humanos” que más tarde fueron recogidos por la ONU, en 1948. como “La declaración universal de los derechos humanos”. Fue una reacción a la esclavitud del pueblo, entre otras cosas, tanto física como política o mental.

Y estos que han sido pasos claves en la evolución de la sociedad hacia una forma más justa, más equilibrada, cuando todo nos llevaba al imperio del totalitarismo del más fuerte, ahora no solo no son suficientes sino que aquello que era una virtud, en las sociedades avanzadas, pasa a ser una fuente de perversidad.

Las cosas han cambiado, y cuando estamos acomodados en nuestra sociedad moderna solo pensamos en derechos, obviando que solo deberían ser una consecuencia de nuestros deberes bien cumplidos y no lo contrario.

Hoy en día, los derechos son un freno, que digo, una barrera infranqueable para un progreso profundo de la humanidad.

¿Por qué?

Sencillamente porque hemos pervertido la esencia del concepto de derechos que siempre tiene, o debería tener, una premisa obligada que es: qué deberes tengo que cumplir para disfrutar de estos derechos.

Cojamos un ejemplo muy de moda en la sociedad actual. Mi libertad. La primera pregunta que debería plantearse a una persona con un mínimo de cordura es, dónde empieza y dónde acaba, porque no se puede confundir con “hago lo que quiero y cuando quiero”. Por ello el primer deber de aquel que quiere disfrutar de su libertad es ser consciente que, como decía Jean Paul Sartre: “mi libertad se termina donde empieza la de los demás”. Eso ya cambia la perspectiva e invita a ser tolerante, paciente, respetuoso. Todos ellos atributos que no dejan de ser nuestros deberes cívicos para una buena convivencia.

¿Qué pasa hoy en día? Pues que la libertad que la mayoría de la sociedad pretende y pregona está sustentada en la ausencia de deberes. Se consideran obligaciones que menguan nuestro espacio libertario. Nada puede obstruir nuestras aspiraciones de independencia frente a los demás, frente a nuestra educación o incluso a nuestra forma de ver la vida.

Claro que los cristianos somos diferentes. Visto por el resto de la sociedad somos un peligro acuciante para la sacrosanta libertad. Somos esclavos, siervos. Tenemos un Amo y Señor. Y eso es blasfemia para los libertarios.

Cuando pienso en mi condición veo que soy más esclavo del pecado que de quien debería de serlo que es Dios. La condición de esclavo implica una privación de libertad en la sociedad, en la vida espiritual de los cristianos implica una dependencia total de nuestro Señor y Creador. Los matices son importantes porque donde la sociedad y el mundo se fundamentan en su propia idiosincrasia humana nosotros nos entregamos a la Divinidad infinita de nuestro Señor, y Salvador Jesucristo. Son caminos opuestos que conllevan sus propias obligaciones.

La sociedad nos exige toda una serie de reglas que acaban por regir tanto nuestro comportamiento como nuestra forma de pensar. Somos nuestros propios jueces, acusadores y redentores. Son los deberes del mundo pero no se sustentan en el amor de Dios, no, se fundamentan en las leyes humanas y son tan defectuosas como lo es ser humano y su condición pecaminosa.

Dios nos exige amor, hacia Él, hacia los demás y hacia nosotros mismos. Nuestros deberes están claramente especificados en la Biblia y negarlos es negar nuestra esencia cristiana. Sabemos que no hay salvación que no implique deberes. Porque si bien somos salvados por la Gracia de Dios, lo somos mediante la fe para buenas obras. Y nuestra obligación es cumplir las enseñanzas de Jesús, nuestro Maestro, nuestro Señor y Salvador.

Los deberes del cristiano nunca serán cumplidos íntegramente, somos humanos y nuestra condición es pecaminosa, por ello está la Gracia de Dios. Pero esto no nos exime de nuestras obligaciones porque el buen cristiano no es aquel que cumple a la perfección sus deberes sino aquel que es consciente de que no los cumplirá pero que se esfuerza todo lo que puede para acercarse a Jesús.

La buena noticia es que la purificación la conseguiremos, y premiará todos nuestros esfuerzos, pero no en la tierra sino en los cielos, lavados por la sangre de Jesús.

Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra. (2 Timoteo 3:16-17)

Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible. (Mateo 9:23)

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lunes, 26 de octubre de 2020

CREER

Creer lo que uno es o ser lo que uno cree, esta es la verdadera cuestión. (Anónimo) 


Maestro y alumno paseaban por los jardines de la curiosidad cuando el alumno preguntó.

- Maestro ¿Por qué creemos, o por qué no?

- Porque tenemos libre albedrío y podemos elegir en qué o quién confiar y en qué o quién no.

- Entonces según Usted, Maestro, creer es una cuestión de confianza.

- Tienes razón, es mi humilde opinión, pero no es confianza en aquello o aquellos en quién hemos decidido depositarla sino en uno mismo. Es un compromiso que adquirimos con nuestra verdad, confiando que este lo más cerca posible de la Verdad.

- ¿Qué quiere decir, que creer depende de nosotros y no de los hechos o de las personas?

- Las creencias siempre tienen sus contestatarios, y no siempre son lo contrario. Pueden ser interpretaciones diferentes o incluso negaciones. Esto vale tanto para los hechos como para las personas. Por ejemplo tenemos las Sagradas Escrituras y Jesús, para nosotros los cristianos son la piedra angular de nuestra fe. Para los ateos son una broma solo dirigida a personas maleables. Y para los agnósticos un tema que no le compite al ser humano por incompetente en la materia y que prefieren evitar considerando un posicionamiento como un error que nos incapacita. Para algunos la Biblia es una novela con tintes gores y para nosotros, los hijos de Dios es su Santa Palabra. Unos cuestionan o denigran su procedencia y otros agradecemos a Dios cada día por el legado de su Palabra.

- ¿Entonces creer no tiene nada que ver con nuestra inteligencia ni con nuestra capacidad de comprender las cosas?

- Tú lo has dicho joven, la fe, que mueve montañas, no nos exige ser el primero de la clase, todo lo contrario requiere la humildad de un corazón manso ante nuestro Señor. No hace falta ser una persona culta ni brillante, eso no impresiona a Jesús lo más mínimo. Por lo contrario un corazón genuino e inocente, que a menudo es considerado débil y simple por este mundo, es honra y gozo para nuestro Señor.

- Pero entonces, Maestro, ¿Qué es lo que hace que decidamos creer o no creer en Jesús? ¿Por qué creo yo y no mi hermano, que es de misma cuna y de semblante educación?

- Es el misterio de los hijos de Dios, no todo nos es dado a entender, a veces solo a aceptar o rechazar. Todos los creyentes vivimos en nuestras carnes situaciones parecidas. Personas por las que oramos pero que no se acercan ni por asomo a Jesús. Es la demonstración de que nuestras limitaciones son superiores a nuestras aptitudes. También es verdad que cuando veo qué utilidad les damos a nuestras aptitudes, mejor que sea así. Debemos aceptar nuestras limitaciones y confiar, o dicho de otra forma, creer en nuestro Señor y Salvador. Nosotros no sabemos ni entendemos por qué ellos no, pero Jesús sí.

- ¿Entonces aquellos que no creen en Dios son todos desconfiados?

- En cierta forma sí pero sobre todo son personas sin rumbo ni dirección, aunque crean lo contrario, porque solo la fe en Dios es motor de confianza y marca el rumbo a seguir. La fe en los hombres es garantía de perdición. En momentos como los que estamos viviendo con el corona virus vemos que el mundo necesita de muy poco para volverse caótico, egoísta, incívico, cruel. Perdemos nuestras sacrosantas referencias de bienestar y de seguridad y todo se vuelve inestable. ¿Qué observamos? Que los malos comportamientos superan, y con creces, aquellos que son respetuosos con las normas que nos hemos impuesto. Si todos fuéramos obedientes y considerados, este virus estaría controlado. Pero el ser humano es todo lo contrario de por sí. Nada nuevo bajo el sol.

- Algunos pueden decir que esto es obra de Dios y poner cuestión sus buenas intenciones, Maestro.

- Ponernos al mismo nivel que Dios e intentar cuestionarlo es como si una gota negra de agua pretendiera tintar de negro el océano. A parte de ser irreverente es pura necedad porque ¿Cómo puede atreverse una mente finita retar a la infinidad de Dios, al creador y la esencia de todo, cómo?

- Entiendo, Maestro, los seres humanos somos muy poco temerosos de Dios y nuestra soberbia nos domina fácilmente.

- Tienes razón, joven nos domina sobre todo cuando somos incapaces de enfrentarnos a nuestros retos con los ojos puestos en Jesús. Solo así demostraremos que creemos en Él, que confiamos en Él.

- Gracias Maestro

Y ambos continuaron su paseo gasta el atardecer.

Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra. (2 Timoteo 3:16-17)

Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible. (Mateo 9:23)

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domingo, 18 de octubre de 2020

LA ESPERA

No descuides tu espera, no sea que te desesperes. (Anónimo)

La paciencia es a la espera lo que la lluvia a la tierra. Sin lluvia la tierra no puede dar su fruto, sin paciencia, la espera tampoco.

Nuestro mundo se mueve constantemente en una vorágine insaciable de desesperación. La paciencia, en él, es un defecto o peor una debilidad. Todo lo queremos ya, no somos adeptos de la paciencia, mas sí de la efervescencia que nos aboca a provocar aquello que no llega rápido.

Somos todos como unos velocistas que intentan correr una maratón como si fuera una carrera de 100 metros.

La espera es más un estado de ánimo que nos permite alejarnos de nuestro cotidiano para tomar perspectiva. No solo sirve para alimentar la esperanza sino también para ver mejor las cosas o para dejar que caigan por su propio peso.

El sabio alimenta su espera con paciencia, el necio con ansia. Para los dos el objeto de su expectación llegará cuando deba llegar pero si bien el primero estará preparado para ello, el segundo se habrá agotado en el camino haciendo de su espera un esfuerzo inútil.

A los impetuosos e inquietos de por sí, como yo, los años nos rebajan la ambición de nuestra impaciencia. Con la madurez acumulada podemos observar con cierto cariño, los jóvenes, perpetuar ese ceremonial que hoy nos parece tan fútil.

La espera para la lengua es como un bozal que evita, a menudo, que dañemos a los demás. Nos enseña a escuchar, a aprender de quienes son objeto de nuestra atención. Nos impone la humildad que deberíamos tener de forma innata pero que olvidamos en cuanto nacemos.

La espera más bonita que conozco es aquella que alimenta nuestra esperanza de salvación hasta que se hace realidad.

Y si hablamos de este tipo de estado de ánimo, el único que considero genuino y digno de generarlo es aquel que es fruto de la promesa de Jesús.

De los hombres solo recuerdo desengaños y grandes decepciones que transforman cualquier atisbo de esperanza en una promesa de desesperación, esta sí, cumplidora.

A menudo la espera permite que dejemos que los acontecimientos decidan, ellos, sus propios actores y/o perpetradores. Es de sabio dejar al Cesar lo que es del Cesar.

Debemos ser suficientemente prudentes para saber elegir nuestras esperas. No sea que perdamos indebidamente la paciencia. Con los años aprendemos cada vez más, o no, a escoger aquello en lo que depositar nuestras esperanzas. Para mí, como para tantos cristianos, solo en Jesús puedo esperar, descansar y anhelar el cumplimiento de sus promesas.

14 Aguarda a Jehová; Esfuérzate, y aliéntese tu corazón; Sí, espera a Jehová. (Salmo 27:14)

No digas: Yo me vengaré; Espera a Jehová, y él te salvará. (Proverbios 20:22)

7 Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía. (Santiago 5:7)


Que Dios os bendiga, Alfons <><



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sábado, 17 de octubre de 2020

LA RED

Solo la fe destruye la red que teje nuestra condición. (Anónimo) 

Me acuerdo, de pequeño me intrigaba muchísimo la labor de la araña tejiendo su red, esperando su víctima y devorando su presa. Era premeditación con alevosía. Moscas y otros insectos siempre acababan cayendo en su trampa.

Hoy pasa lo mismo y aunque la denominemos social, es solo la suma de individualidades que comparten una colectividad virtual.

Cuando te pilla en sus garras es tan sibilina que casi ni lo notas, es más, nos suele gustar. Para ello la parafernalia de los likes es perfecta. Al principio nos esmeramos para conseguirlos y cuando no es suficiente la tentación de comprarlos se revela a nosotros con toda su perversidad.

Entre los jóvenes, si no estás en una red social, no existes. Y cada día nace una nueva con más exigencia, con más perversidad. Pero eso no cuenta, lo que importa es estar en ella.

Algunos dirían que estamos en la era de información. Donde podemos, debemos estar al tanto de todo. Y de hecho tenemos multicanales de comunicación y opiniones.

Yo creo que estamos en la era de lo que Joseph Goebbels definió, y perpetró en época de los nazis como propaganda. No se trata de informar sino de opinar tendenciosamente con el paraguas del sacrosanto derecho a la información. Todo bien ocultado en un símil de objetividad para que nos dejemos atrapar en su red.

Los de años acumulados como yo todavía tenemos la referencia del pasado en el que estar bien informado pasaba por contrastar la información pero nuestros jóvenes que han nacido con un móvil en las manos son presa fácil.

¿Y quién se atreve a retirarle el móvil a la criatura?

Una red sirve para atrapar y no para difundir. Y si bien nos venden lo segundo, la cruda realidad es que estamos de pleno en lo primero.

No todo es negativo en las redes y eso es lo peligroso porque podemos llegar a ellas con buenas intenciones y acabar presos de las malas influencias.

Estamos ahora en la fase de madurez de la red. Ya hemos sobrepasado la época de la información, de la propaganda, ahora es el momento de las fake news. Para ello, la red es esencial porque te atrapa sin merced y modela tu mente a su antojo con mentiras a cada cual más gorda. Y lo peor de todo es que funciona. Uno pensaría que el nivel de educación de las masas ha llegado a un punto en el cual son capaces de inmunizarse contra las falsedades pero no es así. Tal vez porque no hay más ciego que el que no quiere ver, o tal vez porque nuestra verdad no es tan atractiva.

¿Y Jesús en todo esto? Jesús es la Verdad y la vida. Su red es la comunidad cristiana, emisora de ondas de bondad, respeto, amor y enseñanza para los hijos de Dios. Su Verdad difundida, la Biblia.

Todos aquellos que tenemos a Jesús como nuestro Señor y Salvador sabemos que nada humano, y menos la red, puede darnos las respuestas que buscamos, solo Jesús y su Palabra.

Cuando nos entregamos a Él crecemos de tal manera que no hay red que pueda apresarnos.

Cuando nos dejamos embaucar por el mundo, su red nos apresa hasta destruirnos.

Estamos en este mundo pero no somos de este mundo. En la red tenemos que demostrar cada día esta frase y ser ejemplos cristianos sin caer en la tentación de nuestra condición. Nada más fácil y más difícil a la vez. Que Dios nos ampare y nos guie. Amen.

Porque en vano se tenderá la red Ante los ojos de toda ave; (Proverbios 1:17)

Como el ave que se apresura a la red, Y no sabe que es contra su vida, Hasta que la saeta traspasa su corazón. (Proverbios 7:23)


Que Dios os bendiga, Alfons <><

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martes, 13 de octubre de 2020

LA NOCHE

A cada día que pasa, 

Temo más a la noche.

Como las espinas de una rosa

O la aguja de un broche

(Anónimo)


Cuando era joven dormir era una fase indeseada del día porque limitaba mi actividad. Eso sí, algunos éramos expertos en alargar el día hasta bien pasada la media noche. Ay, juventud divino tesoro, este mismo que dilapidamos ansiando la madurez.

Cuando uno está cargado de días, y su peso se hace cada vez más insostenible y doloroso, le gusta recordar aquellos momentos en los que dormir era descansar y en los que los sueños eran las grandes películas de nuestra mente.

Parece que fue ayer cuando la suave caricia de mis sabanas me invitaba al reposo merecido. Hoy esa sensación ha cedido el lugar a la gestión de mis dolores; lumbares, dorsales, de toda índole, y de cómo soportarlos hasta el amanecer siguiente.

Lo único seguro es que mis noches son trances sin garantías de descanso. No todas y por ello celebro con gran alegría cuando me despierto sin secuelas que recordar, pero siempre se presentan como una batalla que aprehendo con gran temor.

Puede parecer exagerado pero recelo de verdad enfrentarme cada día a la noche. Aquellos que sus dolores acompañan celosamente como yo saben de qué hablo.

El único bálsamo que encuentro cuando me despierto inoportunamente es orar al Señor. Me evita dejar rienda suelta a mis fobias, mis filias. Porque en la oscuridad solo Dios es luz, el resto son sombras espesas de nuestra condición que oscurecen a más no poder el vacío de nuestros pensamientos.

Tras una o dos, o más oraciones recupero mi tranquilidad y en la mayoría de los casos vuelvo a dormirme pero algunas veces mi angustia es tenaz y no me deja descansar. Es cuando suelo entablar una conversación con el Señor le confío mis temores, le entrego mis preocupaciones hasta que la nada me invade.

Nuestra vida tiene sus noches en plena luz del día, cuando nos hieren, cuando erramos y pecamos. No hace falta esperar la noche para apelar a nuestro Señor y Salvador, es mejor entregarse a Él a cada momento, a cada instante porque solo Él puede aliviarnos de la carga de nuestra condición.

Con los años se supone que adquirimos más experiencia, y así debería ser pero no siempre hacemos buen uso de ella es como si desdeñáramos aquello que nuestras pesadillas nos han enseñado y tropezáramos una, y otra, y otra, y otra vez sobre la misma piedra. Necios del día y de la noche que somos.

Tengo miedo de enfrentarme a la noche y sus males pero menosprecio los riesgos del día como si fuera inmune a ellos. Necio de mí, olvidadizo de mi propia condición que soy.

La noche es un recordatorio de nuestra vida, no pasa sin cobrarse su tributo.

Hasta que, de la mano de nuestro Señor y Salvador descansemos en paz. Entonces desaparecerán todas las noches de nuestros días.

3 Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán, 4 y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes. 5 No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos. (Apocalipsis 22:3-5) 

Que Dios os bendiga, Alfons <><

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miércoles, 7 de octubre de 2020

GENEROSIDAD

La envidia rompe el saco de la generosidad. (Anónimo) 


No soy generoso, solo prestamista, porque siempre espero algo a cambio. Es una verdad como un templo y por mucho que me defienda de ello, es así. Pocos son aquellos que de verdad actúan con amor ágape con sus semejantes.

La generosidad no mide ni evalúa las actuaciones de sus beneficiarios porque se rige por un solo criterio que supera toda norma, pacto, principio, se rige por el amor que uno posee, o no. Por eso es tan difícil de encontrar por estos mundos.

Una prueba irrefutable es que aquel que lee la parábola de los obreros de la viña no puede evitar de percibir como un cierto sentido de injusticia viendo que aquellos que han trabajado una hora cobran lo mismo que los que se han empeñado durante todo el día. Y visto desde el ego de nuestra condición así lo parece.

Pero la verdad es otra, y esta parábola tiene como propósito enseñárnosla. Lo que cuenta no es lo de los demás sino lo nuestro y si hemos acordado un sueldo y se nos paga, ¿Qué más podemos pedir? Gracias a Dios. Claro, eso para los humanos no es suficiente además debemos asegurarnos de que es lo merecido, tanto lo nuestro como lo de los demás. Anteponemos la meritocracia a la Gracia de Dios. Queremos ser merecedores en lugar de agraciados. ¿Y sabéis qué? A ese juego todos somos perdedores, todos. No nos salvamos ni uno. Jesús, Pablo y todos los apóstoles, profetas nos lo enseñan en las escrituras. Solo por Gracia, sí, primero solo por Gracia, mediante la Fe para buenas obras somos salvos. Y eso no lo puede medir nadie en este mundo porque la Gracia es un privilegio de Dios para sus hijos. Debemos ser conscientes de nuestras limitaciones y aprovechar que somos tan poca cosa y que a pesar de nuestra condición, el amor de Dios se manifiesta en su Gracia derramada sobre nuestras vidas.

Cuando pensamos ¿Cómo puede este cobrar lo mismo que yo si solo ha trabajado una hora? Nos estamos atribuyen una potestad que no tenemos y que además nos perjudicaría si la tuviéramos; la de medir. Si nosotros hemos pactado un sueldo y este nos es pagado, debemos darle gracias a Dios. Y si vemos que uno que no ha trabajo tanto cobra lo mismo debemos también darle gracias a Dios (eso es más difícil por no decir casi imposible) Al amor no se mide en términos humanos, se le da vida en nuestras vidas.

Muy a menudo lo que nosotros consideramos injusticia, guiados por nuestra envidia, es un acto de generosidad. Y si no lo fuere o no nos lo pareciere, es cosa de Dios, no nuestra.

No pasa un día en el que no estemos retados a actuar como cristianos en este tipo de situaciones y deberíamos dejarnos guiar por las enseñanzas de Jesús y dejar a los demás lo que es de los demás. Viviríamos más felices y haríamos más contentos a nuestro Padre celestial.

De hecho Dios también nos enseña a través de nuestra propia vida este tipo de lecciones. Por ejemplo cuando veo mi hija resolver un problema y obtener buenos resultados cuando a mí me ha costado mucho más resolverlo y con un resultado menos exitoso. ¿Me enfado? ¿Lo encuentro injusto? ¿Le tengo envidia? Pues claro que no, es más, es todo lo contrario. Primero le doy gracias a Dios por lo que hace en su vida y después me lleno de alegría por ella. Eso si es fuente de amor ágape. Ese mismo que Dios espera de nosotros.

El orgullo solo tiene una acepción positiva, cuando lo estamos de los demás. En este caso es antónimo perfecto de la envidia.

Ser generosos nos lleva a amar a los demás como a nosotros mismos, con generosidad.

…10 Al venir también los primeros, pensaron que habían de recibir más; pero también ellos recibieron cada uno un denario. 11 Y al recibirlo, murmuraban contra el padre de familia, 12 diciendo: Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado la carga y el calor del día. 13 Él, respondiendo, dijo a uno de ellos: Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste conmigo en un denario? 14 Toma lo que es tuyo, y vete; pero quiero dar a este postrero, como a ti. 15 ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno?... (Mateo 20:1-16)

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sábado, 26 de septiembre de 2020

LOS SECRETOS

El secreto de mi corazón es el corazón de mi secreto. (Anónimo) 


Todos tenemos secretos, ¿quién no? Y el que dice que es como un libro abierto sabe que algunas de sus páginas están encriptadas para su sólo conocimiento.

Pero ¿qué es un secreto? La definición de la Real Academia nos dice que “Cosa que cuidadosamente se tiene reservada y oculta.”

Y lo interesante de esta definición es que si bien todos sabemos ocultar, más o menos, no todos sabemos reservar y menos para quién.

Existen varios tipos de secretos, los que son de uso propio y los que son de uso compartido, y más.

Los que son de uso propio son aquellos que no queremos dejar escapar de nuestra mente. Nuestro jardín secreto los alberga celosamente. Y violar esta intimidad es como agredir con zarpas nuestro corazón. Creemos que somos los únicos en tener esa parcela de intimidad pero la verdad es que siempre la compartimos con Jesús. Y si nos olvidamos de ello, a la hora del juicio final Él nos lo recordará.

Luego hay aquellos que hacen que ser posesor de un secreto solo tenga sentido si este secreto es compartido porque si somos el único en tenerlo su utilidad es insignificante. Es por ello que la presencia de estos secretos es, en sí, un secreto a voces porque cuanto más personas saben que existe y desconocen su contenido más importancia cobra este secreto.

De ellos nace la jerarquía de su conocimiento. Quién sabe y quién no. Quién es conocido sabedor y quién no.

En definitiva los secretos son parte de nuestro cotidiano, vuelan como aves rapaces buscando su próxima víctima.

Pero también los hay que son una forma de ser elegidos, de ser escogidos. Son aquellos que buscan a sus destinatarios para ofrecerles el privilegio de su conocimiento. Y estos son los que nos revelan a Dios, a Jesús en nuestra vida.

No es casualidad, más sí causalidad que Dios ya tenga sus hijos sorteados. Y nada tiene que ver la predestinación que no deja de ser un concepto humano inútil cuando intenta definir las intenciones, las motivaciones de Dios. La palabra lo dice: “que en Él nos escogió antes que creara el mundo”. En Él y no Él, en su seno estábamos, somos parte de su esencia que transformó en existencia.

Cuando veo tantos mensajes de nuestras iglesias orientados a que salgamos evangelizar al mundo me llena de gozo pero también de preocupación. Porque es una gran responsabilidad y debemos ser conscientes de que no convertiremos a nadie sino que solo Dios da a conocer a sus hijos sus secretos. De que solo nuestro testimonio y ejemplaridad pueden y deben ser la piedra angular de la evangelización a la que se tiene que ceñir el cristiano. No diciendo lo que hay que hacer, de eso ya se ocupan Jesús y la Palabra, sino haciendo real sus enseñanzas en nuestra vida cotidiana.

La mejores predicas de un cristiano son su vida, por ello escasean más de lo deseable. Pero nuestra esperanza está en la Gracia de nuestro Señor y Salvador, a nosotros el empeño en perseverar.

Los secretos del Señor son para los que le temen, y Él les dará a conocer Su pacto. (Salmo 25:14)

16 en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio. (Romanos 2:16)

4 según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él (Efesios 1:4)

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miércoles, 9 de septiembre de 2020

JERARQUÍAS

Las jerarquías humanas son estructuras sentenciadas a derrumbarse. (Anónimo)

Hay quien confunde la gradación con la graduación, en materia espiritual se manifiesta por la diferencia que hay entre la ambición y la vocación.

Las jerarquías son estructuras frágiles que precisan de muy poco para derribarse. Tan solo un pensamiento novedoso y revolucionario como el de Lutero fue suficiente para que se tambaleara la sacrosanta iglesia.

El ser humano tiene una tendencia natural en jerarquizar todas las estructuras. Los cristianos no somos ajenos a esta tentación. Confundimos fácilmente el hecho de asumir responsabilidades con el decoro de ostentarlas.

Hay una línea muy fina entre estos dos conceptos que hace que caigamos fácilmente en las garras de la vanidad.

Somos tan aficionados en la creación de jerarquías que cualquier oportunidad es objeto de sus escalafones. En la familia, en la escuela, en el trabajo, en el deporte etc…

Las jerarquías no son de por sí ni malas ni buenas, solo son lo que nosotros hacemos de ellas.

Si bien yo distinguiría aquellas que son heredadas de aquellas que son creadas por el ser humano. Por ejemplo ser padre o madre no se decide de forma administrativa sino que es la consecuencia del nacimiento de un bebé. Ser padrino sí es una categoría creada por el hombre para suplir una posible necesidad.

El presidente de un país democrático es elegido por el pueblo y la estructura que lo sustenta se basa en el establecimiento de jerarquías múltiples como ministros, administración, etc… Nos pasamos los lustros eligiendo y tumbando gobiernos.

En el caso de nuestra vida espiritual pasa lo mismo. Un pastor, un diácono, un anciano no son más que personas pecadoras como cualquier feligrés que han aceptado servir a Jesús en sus comunidades más allá del mero hecho de congregarse. Pero quien no ha visto o vivido aquellas situaciones donde tanto el pastor como los ancianos son poco más que inaccesibles. Siendo su presencia en el estrado magnificada por un posado de circunstancia. Por suerte la mayoría no son así aunque hay más de lo que a uno le gustaría. Y eso sucede porque el hombre confunde muy fácilmente responsabilidad y poder, humildad y soberbia.

A mí me gustaría que las predicaciones no se hicieran en púlpitos sino en medio de la comunidad, como uno más. Porque en el fondo son uno más. En algunas iglesias también están en el estrado los ancianos. Si algo nos debería dar la edad es el conocimiento y concienciación de nuestra pequeñez frente a Jesús. A mi humilde punto de vista solo Él puede y debería presidir en el estrado de un lugar de culto.

El respeto debido a nuestros tutores espirituales no debe confundirse con idealización de sus personas.

Sé que es demasiado pedir pero yo que he sido diacono me doy cuenta de mi propia vanidad en aquellos momentos. Sintiéndome algo más que mis hermanos cuando a los sumo era algo menos que ellos.

Ser padre no se aprende aunque sí se trabaja. Algunos se consideran buenos padres, otros siguen intentándolo y otros renuncian a ello. Pero no nos engañemos solo los que siguen intentándolo conseguirán mejorar, el resto se perderá en los entresijos de la jerarquía que se atribuyen a sí mismos o a la que han renunciado.

Estar en la parte alta de la jerarquía no nos ensalza, solo nos obliga a ser conscientes de que tenemos responsabilidades añadidas que no se traducen en privilegios sino en obligaciones. Nos obliga constantemente a hacer el esfuerzo de considerarnos uno más y nada más. La humildad se trabaja constantemente luchando contra nuestra condición.

Difícil reto en este mundo donde endiosar es una necesidad enfermiza de nuestro ego. Nada nuevo bajo el sol.

Tenemos un modelo perfecto a seguir, Jesús. Su jerarquía se fundamenta en el amor. Su humildad lo llevó como Dios a hacerse humano para salvarnos. ¿Qué mejor ejemplo a seguir?

11 Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas. 12 Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa. 13 Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas. 14 Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, 15 así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas. 16 También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor. (Juan 10:11-16)

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lunes, 7 de septiembre de 2020

YO SOY

Pienso, luego existo. (Descartes)

Hay una gran diferencia entre ser y existir. Una diferencia que no siempre, por no decir casi nunca, aplicamos a la hora de utilizar una u otra palabra.

Añadimos a la confusión usando indiscriminadamente, e incorrectamente tanto la una como la otra para una misma expresión, y el mejor ejemplo es la famosa frase “pienso, luego existo”. Cuando la frase dicha por Descartes en francés era: “je pense, donc je suis” dándole su sentido a “pienso, luego soy”.

Pero todos estos juegos de palabras por no decir de sentido obvian lo obvio. La esencia se refleja en el “ser”, la materialidad en el “existir”.

Veamos un ejemplo sencillo, cuando decimos este paisaje es bonito. El atributo de bonito define la esencia del paisaje, no de por sí lo cualifica materialmente. Podría ser el paisaje inventado de un cuadro y no existir. Esto no impide que su esencia sea la que se denomina como “bonita”.

¿Dios existe? Muchos incrédulos y ateos se empeñan en decir que no.

A riesgo de chocar, yo también opino que Dios no existe porque Dios “es”. El mismo le dice a Moisés: “Yo Soy el que soy”. Reconocer que existe sería rebajarlo a nuestra visión de la condición humana finita. Porque en ella todo tiene su tiempo y las cosas, o los seres que existen, tarde o temprano, dejan de existir. Dios es infinito, atemporal, ¿cómo pretendemos encasillarlo en nuestras limitaciones?

Y qué decir de Jesús que, siendo componente del Dios trino también identifica su esencia diciendo “yo soy”.

No dicen yo existía o existo, no “yo soy”. Atemporal, pasado presente y futuro.

Es importante de ser conscientes de esta gran diferencia entre lo finito y lo infinito, entre los hombres y Dios. No podemos enmarcar nuestra visión, percepción, sensación  de la esencia de Dios dentro de una definición trivial como la de existir. Es para mí irreverente y falto de conocimiento.

Entiendo y acepto que muchos podrán argüir que mi visión es estricta y reduccionista. Yo diría que es todo lo contrario porque nos encasilla en lo que somos: humanos, luego existimos y pone a Dios en el pedestal que solo a Él le corresponde: divino, porque Él es “YO SOY”.

No es fácil tocar este tema porque al ser humano no le gusta que lo rebajen a lo que es, humano. Por ello se empeña en crear y endiosar a sus ídolos con pies de barro. Ya sean estrellas del cine, del deporte, de los negocios. Para mí son más bien estrellados porque la fama es vanidad y la vanidad es pecado y el pecado muerte. Sino directamente en este mundo, sí en el que nos espera con los brazos abiertos Jesús.

14 Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros. (Éxodo 3:14)

58 Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy. (Juan 8:58)

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martes, 1 de septiembre de 2020

COMER

Somos lo que comemos. (Ludwig Feuerbach)

Sea el alimento tu medicina, y la medicina tu alimento (Hipócrates)

No todo lo que comemos alimenta y no todo lo que alimenta se come. (Anónimo)

Estamos en una sociedad de consumo y lo que más consumimos, por instinto de supervivencia, son alimentos. No todos buenos, no todos frescos, ni tan solo todos necesarios. Tanto en estado líquido, sólido, tragamos, engullimos constantemente sin demasía cautela.

Pero como dice Jesús “no solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios”.

Cuando uno hace una buena comida llena de manjares y delicadezas para su paladar, la sensación es de un gran placer. Ese mismo magnificado a su extremo es aquel que experimentamos cuando nuestro alimento es la palabra de Dios. Sacia y crea adicción en mismo tiempo, como si fuera el aire fresco y puro que respiramos en un valle frondoso donde la brisa es el aperitivo perfecto.

Cuando comemos mal, se suele decir que la comida no nos aprovecha. Cuando nos empachamos tenemos esa sensación de que vamos a expulsar todo aquello que no deberíamos haber comido. Lo mismo pasa con el alimento espiritual, no todo es bueno para el hombre cuando no nos encomendamos a Dios y preferimos actuar de mutuo propio. Las lecturas espirituales son un viaje iniciático que precisa de un guía imprescindible, el Espíritu Santo. Sin Él podemos llegar a elegir escritos perversos, apócrifos, engañosos. “Todo me es licito más no todo me conviene” dice Pablo. Es una advertencia que no observamos lo suficiente a lo largo de nuestra vida. Nuestro afán en busca de la Verdad puede llevarnos a una verdad equívoca y tendenciosa cuando leemos libros cualificados de espirituales y/o religiosos y les dmos una importancia que nunca tendrán..

Hay grandes maestros como Spurgeon, como Calvino, como Lutero que han escrito grandes obras sobre el reino de Dios. Pero no dejan de ser sus interpretaciones, sus verdades diminutas frente a la verdad de la Palabra. Podemos caer en la tentación de magnificar, de ensalzar tal o tal definición haciendo de simples pecadores eruditos, ídolos con pies de barro. Puede parecer osado y atrevido hablar así de estos hombres, que son referencias  espirituales para cualquier creyente, pero cuando pretendemos elevar sus opiniones a dogmas de fe, a visión única de lo que entendemos que es la Verdad, nos estamos equivocando profundamente. Lutero lo experimentó en vida teniendo que enfrentarse a supuestos luteranos más luteranos que el mismo.

Por ello es muy importante que seamos conscientes de que el único alimento espiritual fruto de Dios, maná divino para los humanos, es la Biblia que leemos y no las interpretaciones que otros hacen de ella. Si bien pueden ser de interés nunca deberán ser esenciales en nuestra vida.

El que se alimenta sanamente fortalece su cuerpo, el que lo hace con la palabra de Dios fortalece su alma y su espíritu, los complementos son solo eso complementos, sin más.

Sepamos discernir la paja del trigo y no idolatremos seres humanos por muy doctos que sean en la materia, ellos no lo harían. Comamos diariamente del mana que Dios nos ha legado, su Palabra, y con toda seguridad fortaleceremos nuestro espíritu. Amén

Entonces el diablo le dijo:

—Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan.

Jesús, respondiéndole, dijo:

—Escrito está: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios.” (Lucas 4:3-4)

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viernes, 28 de agosto de 2020

 

EL ÚLTIMO

Ser el último de un grupo te incluye en él, que es lo que importa. (Anónimo)

Nos pasamos la vida intentando ser los primeros, en el restaurante, en las rebajas, en la cola del cine. Y si hablamos de estatus social, ¿qué decir? Que forcejeamos con quien sea para no quedar descolgados y ser los de la cola.

Ser el último siempre ha tenido, en esta sociedad, una connotación peyorativa. Degradante. El último de la clase es un ejemplo. Pero debemos de entender que en nuestra sociedad elitista de per se, la clasificación es primordial. Permite repartir los méritos y desméritos según la posición que ocupemos.

Este mundo nos obliga a que existan últimos, los promueve, los provoca para poder magnificar su propósito.

Lo que pretendemos ignorar, pero que es una evidencia, es que el último es un atributo sin fin porque si quitas el último, le cedes el puesto al penúltimo. Y así hasta que llegas al primero que siendo primero y último pierde todo su valor.

También, y esto sí que tiene mucha importancia, existen diferentes acepciones de postreros. Los últimos, por consecuencia, los que los son por vocación y aquellos que actúan por elección. ¿A qué corresponden? Yo diría que a muchas interpretaciones pero definiré las que me parecen más relevantes.

Por consecuencia: es cuando no elegimos serlo pero que las circunstancias, nuestra propia impericia o la concatenación de eventos deciden por nosotros el lugar que ocuparemos. El más despreciado, o eso creemos.

Por vocación: de la misma forma que existen personas que dedican toda su vida a querer ser primeros otros se empeñan en elegir ser postreros. Por desidia, gandulería, apatía o por cualquier estigma de falta de amor propio.

Por elección: este sin duda es el grupo más complejo. Y si bien puede tener multitud de motivaciones, me fijaré en aquellos que por amor a los demás lo practican. Mientras todos se pelean por apartar la competencia estos se dedican a ayudar los más desfavorecidos, quedándose a su lado en el final de la cola. No les importa dónde llegaran más sí con quién y en qué condiciones. Rehúyen los meritos propios para ensalzar los de aquellos que están faltos de ellos. Son aquellos que han entendido y comprendido el significado del amor hacia los demás. Porque cuándo Jesús nos pide de amar a los demás como a nosotros mismo, nos pide de anteponer el amor a la codicia, la misericordia al triunfalismo.

El ejemplo más sencillo sucede cada día en nuestras vidas, ¿Cuántas veces hemos cedido nuestro puesto en la cola a una persona mayor? Por mucho que lo hagamos hecho a menudo la única respuesta correcta sería siempre y eso yo, no lo puedo decir. ¿Y tú?

Uno con los años aprende de la vida pero todavía más de Jesús y si algo puedo decir es que he pasado tres cuartos de mi existencia queriendo ser el primero y lo he conseguido todas las veces que Dios me lo ha permitido aunque en aquella época mi ego me decía que era por méritos propios y que creía que Dios no tenía lugar en mi corazón.

Ahora he experimentado el amor y las enseñanzas de Jesús, he visto lo que yo era y por ello pude decidir cambiar mi vida y entregarla Jesús. Pasé de ser primero de la nada a ser el postrero de los hijos del Dios viviente. Mi lugar en el culto siempre ha sido en las últimas bancadas. Simbólicos dirán algunos, cambio de paradigma diría yo. Lo más bonito, lo más importante, lo fundamental, es que ser el último con Dios es un sinfín de veces más gratificante y esencial que ser el primero sin Dios. Pero eso solo los años, las experiencias y nuestra propia voluntad guiada por el Espíritu Santo pueden hacer que seamos conscientes de ello.

16 Así, los primeros serán últimos y los últimos, primeros, porque muchos son llamados, pero pocos escogidos. (Mateo 20:16)

Que Dios os bendiga, Alfons <><

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miércoles, 22 de julio de 2020

EL CAMBIO

Lo único constante es el cambio. (Heráclito)

Todos, sí todos somos más, que menos, reacios a los cambios. ¿Por qué?

Tal vez porque para cambiar tenemos que abandonar siempre algo.

Somos reacios a deshacernos de nuestros hábitos, de nuestro confort. Sean estos buenos o malos.

Lo normal es que pretendamos cambiar para mejorar por lo que aquel que no quiere cambiar, de alguna manera, se considera perfecto.

Los únicos dignos y capaces de constancia son Jesús, el Espíritu Santo y Dios, o sea la Santísima Trinidad. Todo el resto somos proyectos en proceso y por lo tanto sujetos a cambios constantes.

Cuando uno se convierte y acepta a Jesús como su Señor y Salvador es objeto del cambio más importante de su vida. Y como todo cambio, genera una transformación en nuestras vidas que se delimitan con un antes y un después, siendo ese momento tan maravilloso, la raya que los delimita.

El proceso natural de adaptación al cambio implica una curva que en primer lugar manifiesta nuestra resistencia al cambio hasta que vencidos, o mejor, convencidos nos adaptamos y sacamos lo mejor de ellos.

Hay quién se queda estancado en este proceso negándose a evolucionar y pretendiendo perpetuar aquello que en su momento le fue bien. Obviando que cada cosa tiene su tiempo y que cuando este pasa debemos cambiar. Hay muchos más de lo que uno se podría imaginar y es triste cruzarse con estas almas perdidas que no quieren ser ni ayudadas, ni cambiadas.

Hay personas que se sienten más seguras en los cambios constantes que en la constancia de un cambio. Son como aquellos que de tanto dar vueltas acaban mareándose y caen al suelo. Pierden todas las bondades de aquello que intentan perpetuar.

Nuestras vidas son como cuerdas tensadas por los avatares de las pruebas que atravesamos. Y cada vez que ceden, precisan de un nudo para continuar siendo de utilidad. Algunos tienen un montón de remiendos, otros pocos y todos aquellos que no han conseguido atar cabos se encuentran con una cuerda que, como su existencia, es cada vez más corta e inútil.

Pero el cambio también puede ser intercambio, resultado de una permuta, de un trueque. “¿Qué me das a cambio?” o “Te lo cambio por esto”, son frases comunes que ilustran este estado de las cosas. Puede ser tan anodino como un intercambio de favores pero tan dañino como cambiar la verdad por una mentira.

Los cambios son el reflejo de un movimiento constante en nuestras vidas, ya sean para bien o para mal. La nostalgia del pasado suele ser un recordatorio de lo que fue bueno y ya no es. Pero creo que para los hijos de Dios no hay cambio que por bien no venga, porque Dios es amor y a sus hijos ampara.

El cual cambió la peña en estanque de aguas, Y en fuente de aguas la roca. (Salmo 114:8)

6 Porque yo Jehová no cambió; por esto, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos. (Malaquías 3:6)

Ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén. (Romanos 1:25)

Que Dios os bendiga, Alfons <><

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martes, 21 de julio de 2020

MIEDO O TEMOR

El miedo es un tutor incompetente. El temor un profesor eficiente. (Anónimo)

Estamos rodeados de peligros constantes que nos acechan, o peor, nos esperan sigilosamente hasta que bajamos la guardia para dañarnos.

Es una realidad, no estamos en un mundo tranquilo y sosegado, no. Todo es una constante tentación o provocación hacia los placeres de este mundo obviando sus consecuencias. Nuestra mente está en constante vigilia por los riesgos en los que podemos incurrir, consciente o inconscientemente.

Frente a esta situación tenemos la reacción natural de nuestra mente que nos infunde miedo. Podemos aceptarlo o rechazarlo.

¿No se dice que el cementerio está lleno de valientes?

Enfrentarse a nuestros miedos con desenvoltura y sin temor es una locura, una provocación. La prudencia nos es una acto de cobardía, no. Todo lo contrario, es el principio de la sabiduría porque está inspirado por el temor que le debemos reverentemente a Dios. Los miedos nos amedrentan, incluso pueden paralizarnos hasta tal punto que quedemos inertes frente a los peligros que nos acechan. Nos hacen perder de vista la realidad que vivimos para convertirla en una ficción que nos acobarda. Hay que saber transformar nuestros miedos en tutores de prudencia.

Aquel que confunde miedo y temor es rehén de sus propias neuras. Pierde contacto con la realidad dejando paso a sus fobias.

Si bien el miedo es un actor paralizante, el temor es un profesor estimulante. Eso sí, siempre y cuando se lo dedicamos a quien se lo merece y ese solo puede ser Dios.

El temor es todo lo contrario del miedo porque no deja que seamos el centro de atención sino que nos invita a que nos concentremos en quien es el único valedor de nuestras vidas, el Señor.

No podemos ni debemos tenerle miedo a Dios porque Él es amor, es nuestro Padre, nuestro creador. Tenerle miedo es como negarle su Gracia, su misericordia hacia sus hijos, hacia nosotros. El miedo nunca se basa en angustia, en la aprensión del daño que podamos sufrir.

Por lo contario el temor de Dios es respeto hacia nuestro Padre. Es ser conscientes de lo incapaces que somos de poder estar a la altura de su amor. Es ver la hormiga que somos frente al universo que Es. Es entregarnos incondicionalmente a su voluntad. Es negarse a sí mismo para confiar solo en Él. Es hacer que un acto humilde brote desde un corazón rebelde. Y eso sí que podemos, y debemos hacerlo.

Cuando sentimos que el miedo nos invade, solo existe una respuesta, y esta no pasa por nosotros. Encomendarnos a Dios con la certeza de que Él nos resguardará bajo sus alas protectoras.

Esto es una declaración que parecerá naíf, ingenua, inocente al mundo, pero es la única respuesta de los hijos del Dios viviente, de Jesús, del Padre. Es lo que el Espíritu Santo que mora en nosotros nos invita, una y otra vez, a poner en práctica.

Todos podemos elegir tener miedo o ser temerosos de Dios. Parece muy sencillo pero las circunstancias de la vida se empecinan en dificultarnos nuestras decisiones. Nos olvidamos fácilmente de Quien nos creó, concentrándonos en nuestro ego, es un pecado común en el hombre. Por suerte o mejor dicho por Gracia par nosotros, Dios, nuestro Padre, nos quiere más allá de nosotros mismos. Es tardo para la ira y grande en misericordia. Todo lo contrario del ser humano. Nada nuevo bajo el sol.

Tener miedo de Dios es obviar su amor hacia nosotros. Por mucho que hayamos pecado, el miedo nunca es la actitud adecuada. El arrepentimiento, la búsqueda de su perdón, la contrición de nuestro corazón compungido, todas estas actitudes son la respuesta temerosa que Dios espera de nosotros y que le debemos de ofrendar para reparar nuestras faltas.

La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo. (Juan 14:27)

Mas tú, Señor, Dios misericordioso y clemente, Lento para la ira, y grande en misericordia y verdad (Salmo 86:15)

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