LA CREACIÓN

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DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

jueves, 30 de enero de 2020

LOS ICEBERGS DE NUESTRO CORAZÓN

No es lo que se ve, sino lo que acarrea, que hace que una cosa sea peligrosa. (Anónimo)

El Titanic se hundió debido a un iceberg y era, o más bien se pretendía, un navío indestructible. Qué pues será de nuestro corazón frente a estos peligros que nos parecen inofensivos.

Tenemos una batalla constante entre lo emocional (nuestro corazón) y lo racional (nuestra mente). Es bien conocido que todo exceso es nocivo tanto si es del uno como del otro. Nuestra capacidad, o no, de saber y poder controlar ambos nos define como persona, como buen o mal ejemplo.

Cada vez que nos hieren, nos menosprecian, nos maltratan, o peor, cada vez que tenemos esta sensación, no tiene por qué corresponder a la realidad.

¿Por qué?

Pues porque si bien tenemos esta percepción, lo emocional como lo racional, cuando nos desbordan, hacen que perdamos el raciocinio y percepción adecuada de las cosas.

Esto que digo, cuando se trata de la parte emocional, es muy evidente y nuestras muestras de afectividad exacerbada testifican de ello pero no debemos olvidar que también nuestra voluntad de querer racionalizar las cosas a toda costa puede llevarnos, también, a perder de vista la realidad.

Cada vez que experimentamos estos traumas nuestro corazón se carga de icebergs que se deslizan hasta las paredes de este órgano tan sensible. Y cuando chocan contra sus paredes pueden llegar a destrozarlo, dejando rastro de daños difícilmente reparables.

Cuando debatimos, opinamos, disentimos y acordamos, todas estas emociones y razonamientos se ponen en marcha. Como dedicamos más tiempo a escucharnos a nosotros mismos que a nuestros interlocutores, suele pasar que acabamos igual de vacios pero además más enfadados. Cuando esto pasa es que no hay amor, no hay respeto, no hay sabiduría.

Pero cuando la resultante es un enriquecimiento personal, un respeto y amor acrecentado hacia nuestro interlocutor, independientemente de que hayamos cambiado de opinión, eso es gratificante. Y cuando digo que nuestra postura siga siendo la misma, no es verdad porque cuando escuchamos, nos enriquecemos y transformamos tanto nuestras emociones como nuestra razón. Es lo bueno de amar y ser amado que nuestros icebergs se derriten al paso de nuestros encuentros con aquellos que queremos.

He experimentado muy recientemente esta sensación con mi pastor y debo decir que me ha reconfortado y ayudado a ver como se derriten los icebergs de mi corazón.

El principio de la sabiduría es el temor de Dios y su continuación nuestra actitud frente a la vida siempre que sea de humildad y mansedumbre, de paciencia y amor. Lo más sencillo y también lo más difícil para el ser humano. Nada nuevo bajo el sol.

Todo esto que he dicho hasta ahora son cosas del ser humano pero los cristianos somos algo más que personas, sino bien de este mundo sí en este mundo. Somos hijos de Dios, arropados por nuestro Señor y Salvador Jesucristo. El único capaz de disolver los icebergs de nuestro corazón con su luz impoluta y sanadora. En Él debemos confiar y Él nos sanará y mediante el Espíritu Santo nos guiará. A cuantos más icebergs, más debemos buscarlo y pedirle ayuda y consejo dejando nuestro orgullo y vanidad de lado.

Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, 2 con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, 3 solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz (Efesios 4:13)

Que Dios os bendiga, Alfons <><

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martes, 28 de enero de 2020

JESÚS Y LOS HOMBRES O JESÚS O LOS HOMBRES

Decidir es escoger un camino con un solo juez, Dios. (Anónimo)

En la vida hay que tomar decisiones, y para un creyente, con toda seguridad, hay algunas que son reiterativas como las de seguir a Jesús y los hombres o escoger entre Jesús y los hombres.

Las congregaciones cristianas no dejan de ser grupos de pecadores que confiesan su condición y buscan redención en Jesús. Pero no dejan de ser humanas y por lo tanto tan falibles como las no cristianas. Nada nuevo bajo el sol.

¿Qué pasa cuando uno se topa con sus propias contradicciones? ¿Debe resolverlas buscando a Jesús y los hombres o elegir entre Jesús y los hombres?

Uno podría pensar que cuando estás en una comunidad cristiana lo lógico es elegir Jesús y los hombres que representan esta comunidad y sirven a Jesús.

Pero ¿qué pasa si un día te encuentras en la congregación en una situación que contradice tu visión esencial de las enseñanzas de Jesús?

Y no digo que tengas razón, porque solo Dios la tiene, sino porque tus convicciones en los preceptos de Jesús te llevan a chocar frontalmente con la interpretación de esta congregación. No es cuestión de quién tiene la razón, una vez más, solo Dios la conoce y la tiene. Es cuestión de respeto mutuo tanto de aquel que difiere como de los demás. Evidentemente no estoy hablando de un tema baladí sino de algo que toca la esencia de tu fe. Algo que ellos ven de una manera y tú de otra.

¿Debes renunciar y amoldarte a los demás o debe ser coherente con tu corazón?

Entonces es cuando se plantea el dilema de Jesús o los hombres.

El otro día en el culto se hizo una reflexión potente, imponente que me enriqueció muchísimo e ilustró mi pesar. La pregunta fue la siguiente: ¿Si Jesús estuviera físicamente hoy en Barcelona donde estaría, en nuestra iglesia o en Raval donde pobreza, miseria, dolor y abandono reinan? La respuesta no me ofrece ninguna duda, con los necesitados, con aquellos que están perdidos, con los pecadores.

Y nosotros ¿hacemos lo mismo en nuestras comunidades espirituales, o el juicio es parte de nuestra condición creyente?

Porque cuando penalizamos a alguien por su comportamiento o su condición, considerando que no corresponde a la impoluta necesidad que exigimos a los demás (que raramente a nosotros) ¿no lo estamos juzgando y condenando?

¿Aquellos que lo hacen están libres de sus vigas?

Y digo esto no solo pensando en los demás también me culpo a mí mismo de estas actitudes impropias. Pero el Señor me ha puesto en el corazón una confesión de fe que debería de ser la de todos los cristianos.

Tan sencilla y esencial que no precisa de más detalles: “Amar al Señor nuestro Dios con todo nuestro ser y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos.

Tan sencillo y tan incluyente que todos deberíamos ceñirnos a ella. No pretende imponer nada que no sea una actitud y un comportamiento amoroso.

Por ello me duele mucho ver que nuestras congregaciones están llenas de conceptos tradicionales, que yo asimilaría a fariseos en la mayoría de los casos, sin preocuparse de amar.

Solo Jesús sabe lo que albergan nuestros corazones y las motivaciones sinceras o no que nos llevan a actuar. ¿Quién somos nosotros para enjuiciar a nuestros hermanos o semejantes cuando somos incapaces de ver en su interior y de ser realmente ejemplo?

Cuando uno tiene una convicción intima y profunda de que algo/algunos no siguen los preceptos de amor de Jesús lo primero es respetar y no juzgar porque la Verdad es de Jesús y no nuestra. Lo segundo es ser consecuente y buscar a Jesús en otros lugares.

No debe imperar ninguna acritud, ni malestar ni nada que no sea amor cuando disentimos. El respeto mutuo es fundamental y el amor debe estar por encima de todo. El verdadero, que no espera nada a cambio.

Cuando estamos en estas situaciones de grandes dudas y/o discrepancias no intentemos solucionarlas solos, busquemos Jesús y que Él nos tutele porque solo Él es, y tiene, la respuesta. Si lo hacemos, con toda seguridad, nos guiará.

Si en el mundo solo imperara el amor, estaríamos el paraíso.

36 Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? 37 Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.  38 Este es el primero y grande mandamiento. 39 Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 40 De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas. (Mateo 22:36-40)

Que Dios os bendiga, Alfons <><

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sábado, 25 de enero de 2020

LAS FALSAS APARIENCIAS

Las falsas apariencias son un pleonasmo, porque toda apariencia es una falsedad. (Anónimo)
Las apariencias engañan pero, a quien más, es a quien las ostenta.

Es más fácil tropezar con dadores de enseñanzas que con deseosos de recibirlas. La vanidad es un atuendo muy común en este mundo secular y desgraciadamente también en las congregaciones cristianas.

Nada nuevo bajo el sol, Jesús convivió con los fariseos. Maestros de las falsas apariencias y de los engaños espirituales. Orfebres en señalar lo que consideraban pecado de los demás obviando y enmascarando los suyos bajo las actitudes del cumplidor impoluto.

Esto que se vivió en tiempos pretéritos, entre los seguidores de la Ley, sigue tan vigente hoy perpetuado por aquellos que en sus congregaciones alimentan más el juicio que el respeto ajeno.

Es muy difícil de poder valorar situaciones que son sujetas a interpretaciones y/o valoraciones tan diversas, como legitimas, las unas y las otras. Y por ello es curioso observar que cuando se da el caso aparecen por todos los lados los donadores de lecciones. Los que se consideran por encima de sus semejantes y se recrean en enjuiciarlos a placer.

Y yo me digo: si Dios en su Palabra, y Jesús en sus enseñanzas, hubiesen querido que lo tuviéramos todo meridianamente claro y sin alternativas lo habrían hecho, ¿no? Entonces ¿por qué temas como la predestinación abren tantas discusiones entre creyentes si al fin y al cabo nadie en este mundo es poseedor de la Verdad?

¿Por qué nos empecinamos en querer convencer a nuestros hermanos de que nuestra verdad es la Verdad en lugar de respetar todos los unos a los otros? Cuando tan solo escuchandolos podemos enriquecernos de puntos de vista diferentes a los nuestros.

¿Por qué nos olvidamos de amar y nos concentramos en la paja del ojo ajeno?

¿Por qué?

Como decía Jesús, “en la cátedra de Moisés se sientan escribas y fariseos”. En nuestras congregaciones también manifiestan su presencia rechazando o reprobando toda acción que no corresponda a sus credos. Contienden por un dogma de fe o por una actitud que consideran impropia pero, ¿y ellos, se dan cuenta de su comportamiento no cristiano? ¿Se preguntan tan siquiera una vez, qué haría Jesús? Los que dicen y no hacen, los que imponen y no respetan son fariseos modernos más preocupados por las apariencias que por lo que el corazón de sus semejantes alberga.

Hay tantas cosas que no entiendo en la Biblia que sería para estar preocupado pero no lo estoy.

¿Por qué?

Porque sé que mi Padre Celestial está a mi lado y que, mediante el Espíritu Santo, me inspirará y responderá cuando considere me es necesario. Porque sé que tengo dos mandamientos supremos con los que nos obsequió Jesús y a los que debo obedecer en todo momento: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Y si de verdad amo a mi prójimo, respetaré sus opiniones, sus comportamientos por muy diferentes que sean de los míos. No soy posesor de la Verdad, solo huésped de mi verdad y eso me debe imponer la humildad de escuchar y respetar la opinión de los demás. Leyendo la Palabra enriquezco mi vida. El día que deje de leerla estaré muerto.

No debemos confundir respetar y aprobar, es más, el verdadero respeto se manifiesta cuando no estamos de acuerdo con la persona y que aceptamos su verdad como una más en el mundo de las opiniones o actitudes. Sería demasiado fácil e hipócrita respetar solo aquello y/o aquellos con los que estamos de acuerdo. El verdadero respeto es cuando no juzgamos aquello que no nos gusta y aceptamos las diferencias.

Todos caemos en la tentación de enjuiciar aquella persona o actitud que no entendemos y menos comprendemos. La sabiduría nos enseña que la única respuesta a este tipo de situación está en confiar en Jesús y en sus enseñanzas porque la raíz de toda buena actitud es el amor.

No pretendamos enmascarar nuestras desaprobaciones con falsas apariencias porque eso no engaña al único que estará frente a nosotros a la hora del juicio final. Él escudriña nuestros corazones en todo momento y solo Él tiene potestad para juzgar.

Cuan mejor serían nuestras congregaciones sin las falsas apariencias pero por desgracia solo somos humanos y nuestra condición nos atrae hacia el pecado de forma natural. No somos mejores que los no creyentes, no, pero sí tenemos una obligación espiritual de luchar para serlo. Porque somos conscientes del pecado que mora en nosotros. Dios nos ayude, amen.

Entonces habló Jesús a la gente y a sus discípulos, diciendo: 2 En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos. 3 Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen. 4 Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas. 5 Antes, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres. Pues ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos;6 y aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas, 7 y las salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí, Rabí. 8 Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos. (Mateo 23 1-8)

Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad. (Filipenses 4:8)


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miércoles, 22 de enero de 2020

NECESIDADES

La necesidad es un estado enfermizo de aquellos que desconocen sus riquezas. (Anónimo)

Hay dos palabras, en castellano, que me entristecen siempre que las oigo: los necesitados. Y por ello entiendo aquellos que no tienen nada, ni tan solo un hogar o quien los cobije. Aquellos para quien las necesidades no son una opción, y menos una esperanza, no. Son un concepto inútil para ellos porque inalcanzable. No son necesitados, son maltratados, rechazados, marginados por una sociedad, por un entorno que los rechaza. Muchos de ellos tienen más riqueza interior que los ricos y poderosos de este mundo.

Y claro cuando comparo estas dos palabras con mi concepto de necesidades se me cae la cara de vergüenza. Porque si para ellos son una condición esencial de supervivencia, para mí son una condición innegociable de mi confort, mi tranquilidad, mi estatus, mis placeres.

En el diccionario RAE se define la necesidad como “un impulso irresistible que hace que las causas obren infaliblemente en cierto sentido”. Lo cierto es que cuando necesitamos algo, no siempre nos es necesario. Es más casi siempre es innecesario, inútil, fútil por no decir redundante. Somos hijos del consumismo desenfrenado. La tele, la radio son maquinas de generar impulsos dispendiosos en nuestras descerebradas mentes. Nos inventamos problemas con soluciones fáciles, echamos de menos aquello que pretendemos nos es imprescindible. Ideamos pretextos con la voluntad de engañarnos a nosotros mismos y a los demás, con tal de satisfacer nuestras pretendidas necesidades.

De todo aquello que pueda generar necesidades en nuestro entorno, el principal actor es nuestro ego. Precisamos reconocimiento, pleitesía, admiración, éxito, resultados, etc… Pero lo que más necesitamos y más podemos dar a los demás lo obviamos, el amor. Y eso que no cuesta dinero, claro. Pero sí tiene un valor incalculable. Somos posesores en cantidad de él y no lo diseminamos, ni sembramos suficientemente a nuestro alrededor.

Las causas no siempre obran infaliblemente en un sentido, es más los efectos suelen ser inversamente proporcionales a lo que pretendemos. Por ello el mensaje y las enseñanzas de Jesús son tan importantes: ser pobre para poseer riquezas. Ser humilde para ser reconocido. Ser el último cuando pretendemos ser el primero. Todas estas paradojas, y más, nos enseñan el camino de santidad que Jesús nos invita a seguir.

Cuando uno tiene una necesidad suele pedir y Jesús dice pedir y se os dará. Pero aquel que espera que se cumpla su deseo se enfrentará con bastante frecuencia a una gran decepción porque no recibirá aquello que pide sino aquello que necesita.

Buscad a Jesús y lo encontraréis pero hay que hacerlo con el apoyo del Espíritu Santo quien nos iluminará el camino de la santidad hacia Él.

Llamad a Jesús y se os abrirá la puerta de la salvación. No es la puerta del éxito egocéntrico, es la de servir a los demás con sencillez y discreción, la de la Gracia de Dios que nos redime a pesar de nuestra condición pecaminosa, la del amor incondicional, la de la obediencia a Jesús y a Dios nuestro padre.

Necesidades tenemos todos pero ante todo necesitamos sacar el grano de la paja de tanta petición. En nuestras vidas hay muy pocos granos dignos de ser reconocidos como tales y que puedan dar buen fruto en medio de tanta paja inutil.

La necesidad se define también como una carencia. El problema de los hombres es que somos incapaces de saber de que carecemos si bien pretendemos lo contrario. Nuestra condición humana nos lleva, a menudo, a confundir deseo y necesidad. A hacer que nuestros impulsos sean dirigidos hacia atesorar más que hacia compartir. Hacia el egoísmo más que hacia la generosidad.

Cuando pensemos tener necesidades pensemos siempre en ponerlas en manos de Jesús, el único conocedor absoluto de todo aquello que obrará para bien en nuestras vidas. Él sí sabe.

7 Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. 8 Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. (Mateo 7:7-8)

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domingo, 19 de enero de 2020

ENTENDER COMPRENDER

El conocimiento que busca reconocimiento es pura vanidad. (Anónimo)

Maestro y alumno paseaban por los jardines de la curiosidad cuando el joven preguntó:

- Maestro entender y comprender es lo mismo ¿no?

- ¿Tú qué crees?

- Pues, que son dos palabras para una misma cosa, creo yo.

- El entendimiento nos abre las puertas del conocimiento aunque no siempre seamos capaces de entrar en sus aposentos.

- ¿Por qué?

- ¿Cuándo lees un libro el primer estado al que te enfrentas es el entendimiento, es decir tu capacidad de reconocer y/o identificar el significado literal de lo que estás leyendo. Pero la escritura es un arte con muchas formas sofisticadas que se escapan a nuestra capacidad de contextualizarlas y que exige que sepamos entender el sentido complementario de las frases.

- ¿Cómo qué por ejemplo, Maestro?

- Si te digo que la gravedad de un agujero negro, o «curvatura del espacio-tiempo», provoca una singularidad envuelta por una superficie cerrada, llamada horizonte de sucesos. Entiendes cada palabra y su significado literal ¿no?

- Sí, Maestro

- Y si te digo que me lo expliques

- No sé, Maestro, porque no lo entiendo

- Sí lo entiendes joven, lo que pasa es que no lo comprendes porque no puedes salir del sentido literal de las palabras y darle un sentido relativo enriquecido del conocimiento necesario. Porque tus sapiencias en la materia no son suficientes para que puedas adaptarte al mensaje que comporta lo que estás leyendo o escuchando.

- ¿Entonces puedo entender muchas cosas que no puedo comprender?

- Más de las que tú crees, de hecho es uno de los mayores problemas del hombre y fue objeto del pecado original. ¿Qué crees que les pasó a Adán y Eva, ¿entendieron el mensaje de Jehová de no tocar del árbol de la ciencia y el conocimiento? ¿Lo comprendieron?

- Hombre está claro que entenderlo lo entendieron porque era una directriz muy sencilla. Pero no obedecieron.

- Tú lo has dicho joven. También podríamos decir que el deseo de comprender las cosas a su manera, y no la de su creador, les hizo desobedecer, pecar, por primera vez. No comprendieron las consecuencias de lo que les iba a suceder y eso nos revela otra lección fundamental de la vida.

- ¿Ah sí Maestro? ¿Y cuál es?

- Que la obediencia a Jehová es el único camino que brinda, a nuestro entendimiento, la capacidad de comprender aquello que Dios quiere para nosotros. No es comprender para obedecer, no. Es obedecer para, tal vez comprender. Porque no todo es bueno que sepamos sino ya lo sabríamos.

- ¿Entonces los sabios son obedientes ante todo Maestro?

- Tú lo has dicho joven. El principio de la sabiduría es el temor de Jehová, ese mismo que nos invita a la obediencia. Porque no siempre estamos preparados, o incluso capacitados, para comprender aquello que acabamos de entender. Y no es bueno querer forzar las cosas porque no nos hará más sabios, tal vez más eruditos pero con toda seguridad no más sabios.

- ¿Por qué dice eso, Maestro? Es como si me advirtiera de no ser curioso y buscar comprender las cosas.

- El problema joven es que entre entender y comprender las cosas, hay una frontera engañosa que se mueve constantemente y que tiende a hacernos creer que hemos comprendido lo que a duras penas entendemos. Hay muchos eruditos de la Biblia capaces de citar, y citar, y citar versículos para justificar sus ambiciones pero pocos son aquellos que reconocen que por mucho que lean, que estudien la palabra de Dios toda su vida solo alcanzaran comprender una infinitésima parte de ella. Solo aquella que Dios tiene preparada para ellos. La verdad es que lo importante, cuando lees la Biblia, no es pretender comprender todo aquello que estás estudiando sino tener un corazón abierto y dispuesto a dejar que Dios nos ilumine con sus bondades. Las pinceladas de discernimiento con las que nos agracia son regalos divinos únicos, personales e intransferibles. Solo con humildad podemos abarcar aquello para lo que Dios nos ha preparado. La curiosidad enfermiza mató al gato, como también hizo mortales a Adán y Eva.

- Le entiendo y me atrevería a decir que le comprendo Maestro. Jajaja

Y ambos continuaron paseando y charlando hasta el atardecer.

9 ¿Qué provecho saca quien trabaja de tanto afanarse? 10 He visto la tarea que Dios ha impuesto al género humano para abrumarlo con ella. 11 Dios hizo todo hermoso en su momento, y puso en la mente humana el sentido del tiempo, aun cuando el hombre no alcanza a comprender la obra que Dios realiza de principio a fin. (Eclesiastés 3:9-11)


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martes, 14 de enero de 2020

TODO, NADA


Hay dos formas de ver la vida: la nada rodeada del todo o el todo asediado por la nada. (Anónimo) 

De la misma forma que existe el vaso medio lleno o medio vacío estamos constantemente llamados a elegir nuestra forma de interpretar nuestra vida.

A quién dice tener todo lo que necesita para vivir y otros que no tienen nada para sobrevivir. No depende de lo que realmente poseen sino de cómo lo viven.

Un corazón humilde con poco se conforma, a un corazón soberbio lo mucho le parece poco. Nada nuevo bajo el sol.

Pero ¿Por qué suceden tales comportamientos? ¿Qué hace que seamos rehenes de nuestros propios impulsos, ya sea para bien o para mal?

Jesús nos enseña a ser humildes. Es una escuela donde la nada siempre da frutos maravillosos como la paciencia, la misericordia, el amor. Aprendemos a disfrutar de lo poco para transformarlo en multitud de bonanza. Nos llena el corazón con un detalle, una sonrisa, una mirada. Pasamos a ser dependientes de Dios en lugar de estar pendientes de la tentación.

Nuestro Señor nos guía a través de sus paradojas y nos enseña como para tenerlo todo debemos renunciar a todo. Y si en matemáticas todo menos todo da nada, en la escuela del Espíritu Santo, todo menos todo es más que todo. Un reto para los científicos pero una certeza inquebrantable para los cristianos.

Si Dios en Jesucristo renunció a todo para ser hombre y dar su vida por nosotros que menos podemos hacer nosotros. Pero no nos confundamos hay muchas formas de renunciar a todo. Saber administrar lo que Dios nos da para bien de los demás en lugar de para usufructo propio, es una forma entre tantas. No se trata de dar todos nuestros bienes, mas sí de hacer que nuestros bienes fructifiquen para la gloria de Dios y para sus buenas obras. Somos gestores de sus riquezas no posesores de ellas.

La escuela de la nada es una escuela de insatisfacción permanente. Nada es suficiente para llegar a plenitud. Todo es motivo para ansiar, desear, codiciar el bien ajeno. Hay quien pasa su vida almacenando riquezas sin compartirlas hasta que la muerte la desnuda por completo. Verificando que su todo en realidad no era nada. Pasan su vida impidiendo que florezca la vida porque nada es suficiente para ellos. Dar es una palabra prohibida para esta personas que viven constantemente en la ansia de atesorar bienes. No son conscientes de que son faltos de lo más importante. De que sus vidas están llenas de vacío. De que sus almas son huecas y tan frágiles como ellas se creen ricas. El que todo lo quiere, jamás poseerá nada porque sus manos son incapaces de abrazar la vida eterna.

En la escuela nos enseñan las bonanzas de la abundancia. También nos deberían enseñar que eso solo es posible desde la humildad, la sencillez compartiendo y dando más de lo que recibimos para evitar que nos inunde. La abundancia no es un estado, es una oportunidad para obedecer a Jesús y hacer que se transforme en bondad. No nos olvidemos que la abundancia incontrolada puede desbordar los ríos de nuestra vida y llevarnos a ahogarnos en ellos.

10 como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo. (2 Corintios 6:10)

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sábado, 11 de enero de 2020

GRATITUD

¿Quién asesinó la gratitud?, mejor dicho ¿Quién no? (Anónimo)

La gratitud exige memoria y reconocimiento. Dos calidades que escasean en el hombre. Sabemos pedir y pedir y pedir pero a la hora de agradecer somos mucho más miserables en manifestarlo.

¿Por qué?

Porque pedir está en nuestros genes y dar, aunque solo sean las gracias, brilla por su escasez. Somos dependientes, subordinados a aquello que consideramos nos falta. No buscamos lo que necesitamos, mas sí solemos pedir lo que queremos. Esta dicotomía entre lo bueno y lo superfluo nos hace ser, en más de una ocasión, unos desagradecidos frustrados porque no sabemos ver nuestro interés más allá de nuestros deseos.

Cuando pedimos, esperamos. Cuando esperamos, recibimos. Y cuando recibimos, ¿qué?, ¿agradecemos? O estamos demasiado ocupados a disfrutar el momento hasta que nos olvidamos que fue un regalo divino. O peor, fruto de la dichosa suerte. Esa misma que actúa en la vida de los incrédulos constantemente tanto para bien como para mal. Incluso los creyentes, a veces caemos en su trampa y calificamos de azar lo que la providencia de Dios nos obsequia.

La gratitud exige humildad. La gratitud nos pone en el lugar real de dependencia que nos corresponde. Es un acto de reconocimiento a la bondad con la que se nos ha agraciado. Ya sea por parte de nuestros congéneres o, como es

más frecuente, por parte de Dios.

Cuando decimos “gracias Señor” deberíamos llenar nuestro corazón, nuestro espíritu, nuestra mente de una gratitud desbordante. Sin embargo, muy frecuentemente decimos estas dos palabras como si de un trámite se tratara. Sé que puede parecer chocante pero a quién no le ha pasado. A mí sí, lo reconozco y me avergüenzo de ello. Porque cuando actúo de esta forma amancillo la magnificencia de lo que he recibido. Lo banalizo hasta pensar que es una cosa normal, y por qué no decirlo, que me merecía. Cuando la verdad es que no soy digno de todo lo que me da Dios. No soy digno ni de su Gracia, ni de su perdón y menos de su amor incondicional. No lo soy y lo sé, y Él lo sabe, pero no por ello deja de amarme, de agraciarme, de perdonarme. Todo lo contrario, interviene constantemente en mi vida para que me acerque cada día más a Él.

La gratitud de corazón solo es destilada por aquellos que dan sin esperar nada a cambio. Que aman sin pedir reciprocidad. Que aplican las enseñanzas de Jesús con la voluntad de mejorar y seguir sus pasos. Para los demás es un sentimiento sin esencia, un ritual sin fundamento.

Y qué decir de saber dar las gracias a nuestro hermano, pariente, amigo e incluso enemigo. Esto nos pone incómodos porque siempre tenemos una buena razón para obviar un agradecimiento a quién consideramos no se lo merece aunque nos beneficiemos de sus bondades.

Si fuéramos conscientes de esto, seríamos mucho más agradecidos con la profundidad de nuestro corazón y dejaríamos de banalizar la Gratitud.

Gracias Señor, gracias, gracias, gracias por hacerme consciente de tu presencia, de tus enseñanzas y de tus bondades en mi vida. Gracias porque solo por el sacrificio de tu hijo Jesús puedo gozar de tu salvación. Gracias por ser una promesa y un cumplimiento. Gracias por amarme a pesar de mí mismo. Gracias por todo Señor, ruego me mantengas consciente de mi deber de gratitud y que no caiga en el orgullo de mi condición negándote todo aquello que haces por mí, Amen.

11 Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. 12 Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos 13 y alzaron la voz, diciendo: !!Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros! 14 Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados. 15 Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, 16 y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y éste era samaritano. 17 Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? 18 ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero? 19 Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado. (Lucas 17:11-19)

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Església Evangèlica La Gràcia de Déu

Ciutat de Balaguer, 40, Barcelona
Cada domingo a las 18 00, ¡OS ESPERAMOS!