LA CREACIÓN

LA CREACIÓN
DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

sábado, 28 de marzo de 2020

CAMBIOS

Nada de lo que sucede es malo para el hombre bueno. (Platón)
Este fin de semana cambiamos la hora y no cabe duda que eso genera algún trastorno que otro hasta que nos adaptamos.

Los cambios siempre son un reto porque cuestionan lo establecido y nos obligan a reconsiderar lo adquirido.

Hay reacios crónicos al cambio y adictos compulsivos también.

Pero ¿Qué pretende un cambio de paradigma?

Lo que estamos viviendo actualmente con el Coronavirus es un buen ejemplo. Ha modificado por completo nuestro estilo de vida. Nos obliga cada día a enfrentarnos a nuestras neuras, ya sean fóbicas o simpáticas. El aislamiento social, la falta de contacto, el miedo a la penuria, el pánico a lo desconocido. Todos estos síntomas se manifiestan en nuestra mente a cada momento e intentamos dominarlos con el raciocinio del que escaseamos cada vez más. Vemos comportamientos irresponsables mientras otros son ejemplares y nosotros bailamos entre ellos indignándonos o maravillándonos según toca.

Pero el efecto más importante de un cambio de paradigma forzado por los acontecimientos es que nunca más nada será igual.

¿Para bien? Eso lo dictará el tiempo y nuestra capacidad o no de adaptarnos y aprender de nuestros errores.

¿Para mal? Eso es lo más común en el ser humano. Su incapacidad de aprender, de adaptarse, a pesar de que los elementos le invitan a ello.

Este virus nos está enseñando varias lecciones que deberíamos, más que aprender, interiorizar en nuestro cerebro de forma definitiva.

1) El problema no es de unos sino de todos: nos globaliza socialmente.

2) La solución pasa también por todos: nos obliga a la solidaridad.

3) El dinero no te hace inmune: el virus no es discriminante

4) La falta de dinero tampoco pero si te expone más: por falta de solidaridad.

5) Nuestras fortalezas son también nuestras grandes debilidades: globalización.

6) No se juega con aquello que no controlas: y no controlamos nada.

7) La muerte no entiende de clases: tanto para famosos como para desconocidos.

8) Cuando detectamos la plaga siempre es demasiado tarde: lo que tiene que pasar, siempre pasa por mucho que nos creamos inmunes.

Todo esto hará que haya un antes y un después en el mundo, y eso que solo estamos al principio de la pandemia.

Los cristianos sabemos mucho de ello. La Biblia estás repleta de plagas, pandemias y otros desastres pseudo naturales. Porque todo está bajo el control Divino. Dios ha cuidado, y sigue haciéndolo, a su pueblo mediante la Gracia, el amor pero también a través de las tribulaciones correctivas que le impone para obligarlo a cambios de paradigmas, de malas costumbres. Por desgracia lo que también observamos en la Palabra es que el pueblo, somos duros de cerviz y que cada vez necesitamos más pruebas correctoras que reten el confort de la mediocridad de nuestras vidas.

Mientras todos estábamos pensando en la Champions, en los juegos olímpicos, en la eurovisión, en el próximo estreno cinéfilo obviábamos que el mundo también es guerras, violencia, dolor y aflicción, muertes y más muertes. Y ahora esto ha llegado a nuestros hogares. No es una guerra en el sentido literal pero sí es un acecho o constante a nuestra tranquilidad que pensábamos intocable.

Lo más perverso de este virus, y diría también lo más edificante, es que es sigiloso y puede alcanzarte sin que te des cuenta. De la misma forma que nuestra forma de vivir, ignorando a los demás, se inmiscuye en la vitalidad de aquellos que maltratan, alentándolos en lugar de sentirse retratados, avergonzados, rechazados.

Lo que nos está pasando es un capitulo apócrifo de la vida de la humanidad que quedará para siempre marcado como el fin de la sociedad del bienestar.

Como a todo fin le sigue un principio, de las futuras generaciones dependerá poner su sello particular en este mundo en decadencia total.

Los cristianos sabemos que Dios está obrando cada vez más para salvarnos de nosotros mismos. Hasta que el acto final sea la llegada de Jesús triunfante y liberador de su pueblo. No sé por qué, o tal vez es mi deseo, pero tengo la sensación de que estamos cerca de ello.

28 Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. (Romanos 8:28)
Que Dios os bendiga, Alfons <><

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miércoles, 25 de marzo de 2020

CUESTIÓN DE POSICIÓN

Uno no puede servir a los demás si está ocupado a dejarse servir por los demás. (Anónimo)
Quién no busca saber en qué posición está. Tanto socialmente como profesionalmente e incluso espiritualmente. Sí también los hay. Qué decir de las ideas, las opiniones, las creencias.

Todo nos invita a posicionarnos o a averiguar en qué puesto estamos.

Es propio del hombre intentar identificar su lugar en este mundo, en esta sociedad, en su entorno.

Pero si bien es legítimo también es arriesgado porque nos obliga a posicionarnos, nunca mejor dicho. Y eso nos hace decidir qué es lo que hay delante y detrás de nosotros. No que corresponda a la realidad pero sí a nuestra interpretación de la verdad.

Cuando de una carrera de velocidad se trata es fácil y rápido ver la posición de cada corredor pero cuando se refiere a una carrera de fondo ya es mucho más difícil, no siempre el que más rápido sale llega el primero y sí a eso le añadimos obstáculos entonces solo nos queda esperar a la llegada.

En nuestras vidas suele pasar lo mismo, cuando hablamos de velocidad solo cuenta el primero, los demás son olvidados al instante. Todos se acuerdan de Usain Bolt en los olímpicos de Pekín, pero quién de Richard Thompson y Walter Dix, segundo y tercero. Ya no digo de Darvis Parton, último de la final. Así somos los seres humanos endiosamos a los primeros e ignoramos los siguientes. Todo se refiere a la posición, no al esfuerzo, a la voluntad, a la capacidad relativa de cada uno. Eso no importa, no es relevante.

En una carrera de fondo las cosas se complican y es más un tema de estrategia y de gestión de recursos pero el resultado final es el mismo, endiosamos la posición, solo el primero cuenta. Y por mucho que Pierre de Coubertin (fundador los juegos olímpicos modernos) dijese: “Lo más importante del deporte no es ganar, sino participar, porque lo esencial en la vida no es el éxito, sino esforzarse por conseguirlo” nosotros hemos transformado sus intenciones en una fábrica de ídolos con pies de barro.

Todo siempre se resume a decidir en qué posición queremos estar y hasta donde llegaremos para intentar lograrlo. Y si desistimos de ello nos tildan de falta de ambición. Todo lo que no sea ser primero no es de recibo.

Con esta forma de pensar y de actuar de la sociedad no es de estañar que seamos una fábrica de fracasados, frustrados, amargados de la vida.

Ahora bien, si dejamos de lado, la carnalidad de este y nos fijamos en Jesús todo cambia. El paradigma de Jesús sobre nuestra posición se fundamenta en una fabulosa paradoja: si quieres ser el primero empieza por querer ser y ser el último. No hay mejor forma de decir que la posición no cuenta sino para concienciarnos de que debemos obrar en humildad y discreción. Todo lo contrario de cualquier carrera olímpica. Sin espectadores, sin rivalidades, con la presencia de Jesús, con el apoyo del Espíritu Santo.

Qué maravilla pensar que nuestra posición deja de ser relevante cuando Dios nos mira, nos ama, nos cuida. Porque si no estaríamos olvidados, hundidos, desechados.

Es muy importante transmitir esto a nuestros jóvenes pero también a los de juventud acumulada porque los estigmas de la competitividad corrompen a todo aquel que, o niega a Jesús, o se ha olvidado de sus enseñanzas.

Porque también pasa en nuestras congregaciones cristianas. Hay quienes se creen y quieren estar en primera fila a toda costa. Los hay más de lo que nos pensamos. Creo que si de verdad queremos sentir el latir de una iglesia, mejor es mirar las últimas bancadas.

La pregunta fundamental es:¿en qué posición pones a Dios en tu vida, delante o detrás de ti? No nos olvidemos que la respuesta a esta pregunta no se dice con palabras sino por la Gracia de Dios, mediante nuestra fe para buenas obras.

Entonces él se sentó y llamó a los doce, y les dijo: Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos. (Marcos 9:35)

Que Dios os bendiga, Alfons <><

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domingo, 22 de marzo de 2020

TRISTEZA O FELICIDAD

Los sentimientos contrapuestos no tienen por qué ser puestos en contra, en la mayoría de los casos, se nutren los unos de los otros. (Anónimo)
Ayer nos dejó una hermana querida de nuestra iglesia, Esperanza, o mejor dicho el Señor se la llevó. Todos tenemos un sentimiento de tristeza enorme cuando una cosa así sucede cuando en realidad deberíamos alegrarnos porque ahora está descansando al lado de su creador.

Paso de la tristeza a la alegría según pienso en sus familiares y allegados o en ella.

Nuestra fe debería manifestarse con toda su fuerza cuando más cerca de las obras del Señor estamos y si viene a llevarse un alma suya, ¿no debe ser eso motivo de gran alegría?

Ya sé que el sentimiento de tristeza está ligado a la afectación de sus familiares, de su entorno. Pero si somos cristianos y realmente creemos en Cristo Jesús como nuestro Señor y salvador esta primera sensación debería dejar paso rápidamente a la paz y tranquilidad de saber que está donde mejor puede estar. Es bueno, creo yo, como humanos que somos, experimentar la tristeza del abandono pero debemos hacer que solo sea un paso transitorio hacia la serenidad y el gozo de pensar en ella descansando con el Padre.

Porque no nos engañemos ¿qué vida es esta que estamos viviendo en esta tierra y más en estos tiempos? Dolores de las enfermedades que nos acechan, soledad de la vida cuando estamos hartos de días en ella. Sufrimiento por nuestros hijos, lo hagan bien, mal o peor. Todo esto lo ha experimentado Esperanza en este mundo hasta que la enfermedad le ha vencido porque Dios así lo ha querido. Ha preferido tenerla a su lado que dejarla continuar con su particular calvario.

Jesús ha venido a salvarnos pero no solo nuestras almas, también de nuestra propia miseria en la que vivimos. Estos días estamos experimentando, todos, la soledad del aislamiento y tiramos de Skype, Whatsapp, Facebook, teléfonos para mantenernos conectados y alimentar la llama fraternal pero donde hay un abrazo no puede remplazarlo un emoticono. Estamos aprendiendo que somos animales sociales y que cuando se nos quita, por necesidad, lo más básico, como fraternizar presencialmente, nos quedamos huérfanos de emociones y las buscamos desesperadamente.

Pues esto que estamos experimentando lo ha vivido una y otra vez Dios con su pueblo, con nosotros. Porque ¿cuántas veces lo hemos negado, lo hemos evitado, nos hemos aislado de Él? Cuántas. Él vive constantemente esta dualidad de sentimientos opuestos que se complementan pasando de la tristeza a la felicidad cuando nos observa, nos cuida, nos protege, nos acompaña.

Debemos aprender a ser consecuentes con nuestra fe y si realmente creemos en Dios hoy es un día de gran alegría para Esperanza. El primer día de su vida eterna, si Dios quiere. Su nombre lo dice hay esperanza pero solo en Jesús, en el Dios omnipotente y su infinita Gracia.

Dejemos a los hombres de este mundo llorar a sus muertos mientras nosotros celebramos el nuevo nacimiento de una vida eterna.

Que Dios proteja y guie a todos los familiares, allegados, hermanos y enemigos de Esperanza porque todos, hoy más que nunca, le necesitamos. Amen

27 Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, 28 y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. 29 Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. 30 Yo y el Padre uno somos. (Juan 10:27-30)
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sábado, 21 de marzo de 2020

NO ENTIENDO

No siempre la incomprensión es la falta de comprensión más sí la abundancia de sabiduría. (Anónimo)
No entiendo cómo podemos morir por una bandera y no sacrificarnos por los demás.

No entiendo cómo podemos odiar a nuestros enemigos y no amar a todos aquellos que nos necesitan.

No entiendo cómo podemos juzgar y condenar aquello/os que no comparten nuestras opiniones y ser incapaces de escuchar a nuestros hijos, hermanos, allegados…

No entiendo cómo podemos sentirnos vencedores y ser ajenos al desamparo de los derrotados.

No entiendo cómo podemos dar lecciones a los demás cuando somos incapaces de aprender las nuestras.

No entiendo cómo puede llamarme cristiano y ser selectivo en dispensar mi amor.

No entiendo que se prefiera creer la impostura en lugar de abrirse a la verdad.

No entiendo el que clama no creer en Dios y deposita toda su fe en los hombres.

No entiendo amar el sexo desenfrenadamente e ignorar el verdadero amor ágape.

No entiendo cómo respondemos a nuestros errores con más horrores.

No entiendo cómo podemos tener un don y sacrificarlo a costa de nuestra ambición.

No entiendo cómo podemos considerarnos buenas personas cuando giramos constantemente la mirada a la verdad de que nos interpela.

No entiendo cómo podemos llamarnos cristianos y juzgar, y condenar constantemente a los demás.

No entiendo como algunos siguen el confinamiento a la letra y otros se lo saltan como les place.

No entiendo cómo obviamos nuestra viga, obseso que estamos en la paja de los demás.

No entiendo cómo somos capaces de sacrificarnos por unas ideas y no por Dios.



Hay tantas cosas que no entiendo, cosas que creo ajenas a mí pero también y sobre todo muy cercanas a mi condición humana, que estoy completamente desconcertado como ser supuestamente inteligente.

El virus que revelará nuestra verdadera condición ya nos está infectando a todos y empezamos a ver las primeras señales del comportamiento egoísta, orgulloso, narcisista de la sociedad que tanto hemos venerado. Este virus se cura con amor, respeto, dedicación a los demás, sacrificio y mientras muchos lo practican, muchos más se aprovechan, para su propio beneficio, de ello. No tardarán los días en los que tras insultarnos de balcón a balcón por cualquier desavenencia nos enzarzaremos en la calle por un trozo de papel higiénico. El hombre no es bueno por naturaleza por mucho que remueva Rousseau en su tumba, no, el hombre es tierra de maldad sembrada de odio, egoísmo y vanidad.

Solo tenemos un camino para entender la Verdad y comprender sus enseñanzas: Jesús. Nada que salga de los hombres podrá acercarse un ápice a todo aquello que Él nos enseña y nos pide que hagamos.

En momentos tan turbios como los actuales, y los que quedan por llegar, solo en Él podemos confiar y contar. Que Él nos proteja, nos guie, nos de fuerzas, sabiduría para enfrentar con sabiduría todas las pruebas que nos esperan porque sin Jesús estamos perdidos.



1Jehová es mi pastor; nada me faltará.
2 En lugares de delicados pastos me hará descansar;
Junto a aguas de reposo me pastoreará.
3 Confortará mi alma;
Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre.
4 Aunque ande en valle de sombra de muerte,
No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo;
Tu vara y tu cayado me infundirán aliento.
5 Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores;
Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando.
6 Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida,
Y en la casa de Jehová moraré por largos días. (Salmo 23)


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martes, 3 de marzo de 2020

LA DECISIÓN

Cuando se habla de la decisión, lo importante no es quien la toma sino quien la asume. ¿O es todo lo contrario? (Anónimo)

Todos tomamos decisiones cada día, algunas voluntariamente y otras forzadas por los acontecimientos. Es más, podemos hasta llegar a tomar decisiones que ni nos damos cuenta que lo hemos hecho.

Los hombres somos ávidos de decidir, no dejando a nadie el privilegio de resolver por nosotros. Creemos que cuando somos amos y señores de nuestro destino las cosas, si bien no tienen porque ir a mejor, como mínimo son de nuestra autoría y eso nos da más seguridad. ¿En quién más confiar que en nosotros mismos, en nuestra pericia, en nuestra experiencia? Y si bien diría también en nuestra sapiencia, nunca me atrevería a decir en nuestra sabiduría.

Y uno se puede preguntar qué diferencia hay entre sapiencia y sabiduría, ¿no es lo mismo?

Pues no, no es lo mismo. Y su diferencia hará que nuestras decisiones sean las correctas o lo intenten torpemente.

Cada vez que tomamos una decisión en base a nuestros conocimientos, nuestra experiencia, nuestra intuición hacemos uso de nuestra sapiencia y esta tiene las limitaciones inherentes a nuestra vida y nuestra capacidad de interpretarla.

Pero si en lugar de decidir nosotros nos encomendamos, de corazón y en plena sinceridad, a nuestro Señor Jesucristo, entonces transformamos nuestra sapiencia en sabiduría porque solo de su mano podemos hacerlo.

Contrariamente a lo que se nos enseña la sabiduría no se obtiene mediante el alto grado de conocimiento que podamos adquirir por nuestros estudios o nuestros esfuerzos propios. Como lo dice la Biblia el principio de la sabiduría es el temor de Dios y ese respeto nos invita a entregarle él nuestras decisiones, a confiar en su infinito amor hacia nosotros que hará que sus consejos sean los mejores que podamos seguir.

Cuando nos enfrentamos a un reto lo primero que pensamos es como lo vamos a solucionar. Raramente nos paramos a pensar lo que haría Jesús en nuestro lugar, y menos todavía le solicitamos sus consejos y esperamos que nos inspire mediante su providencia.

Otro atributo antagonista a la decisión es la paciencia porque si ya hemos decidido ¿de qué sirve esperar? Y si esperamos que Dios nos guie y no responde, mejor decidamos antes de que se nos pase el arroz. Estos razonamientos que podría firmar yo en muchas de las situaciones, que me ha tocado vivir en momentos decisivos, son una manifestación obvia de nuestra inmadurez espiritual. Si Dios no responde, tal vez quiere que seamos pacientes. Tal vez quiere que le busquemos más y dejemos nuestro ego de lado. Tal vez también quiere que nuestra espera se nutra de reflexión, de compartir con tus allegados hasta que Él nos lleve por el buen camino.

Es muy difícil discernir el grano de la paja a la hora de tomar una decisión y cuanto más importante más compleja se nos aparece. Pero cuando decidimos encomendarnos a Dios las cosas cambian porque entonces Él nos llevará de la mano hacia lo que más nos conviene.

Cuando pienso en Lutero e imagino lo que tuvo que ser para él decidir enfrentarse a la sacrosanta iglesia, solo se me ocurre imaginármelo orando, orando y orando para que Dios lo guiara y así fue. Todos somos mini Luteros porque si bien nuestras decisiones no cambiaran el devenir de la iglesia sí puede cambiar nuestro porvenir para siempre y eso merece tener el mejor consejero posible, el Espíritu Santo que mora en nosotros.

No se trata de esperar milagros espectaculares que nos guíen, mas sí de buscar al Señor y pedirle, pedirle, pedirle con profundidad y sinceridad de corazón que nos ayude en nuestro cometido. Es un acto de humildad tan sencillo como difícil para nuestro ego. Pero es lo mejor y lo único que deberíamos hacer cuando estamos a las puertas de tomar lo que consideramos una decisión importante, dejar que la providencia de Dios nos guie. A más de uno esto le sonara a renuncia o cobardía a mí me parece el único camino a emprender manifestando y haciendo vivo el temor de Dios que nos inclina a él.

Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos. (Isaías 55:8-9)

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