EL ÚLTIMO
Ser el último de un grupo te incluye en él,
que es lo que importa. (Anónimo)
Nos pasamos la vida intentando ser los primeros, en el restaurante, en las
rebajas, en la cola del cine. Y si hablamos de estatus social, ¿qué decir? Que
forcejeamos con quien sea para no quedar descolgados y ser los de la cola.
Ser el último siempre ha tenido, en esta sociedad, una connotación
peyorativa. Degradante. El último de la clase es un ejemplo. Pero debemos de
entender que en nuestra sociedad elitista de per se, la clasificación es
primordial. Permite repartir los méritos y desméritos según la posición que
ocupemos.
Este mundo nos obliga a que existan últimos, los promueve, los provoca para
poder magnificar su propósito.
Lo que pretendemos ignorar, pero que es una evidencia, es que el último es
un atributo sin fin porque si quitas el último, le cedes el puesto al penúltimo.
Y así hasta que llegas al primero que siendo primero y último pierde todo su
valor.
También, y esto sí que tiene mucha importancia, existen diferentes
acepciones de postreros. Los últimos, por consecuencia, los que los son por vocación
y aquellos que actúan por elección. ¿A qué corresponden? Yo diría que a muchas
interpretaciones pero definiré las que me parecen más relevantes.
Por consecuencia: es cuando no elegimos serlo pero que las circunstancias,
nuestra propia impericia o la concatenación de eventos deciden por nosotros el
lugar que ocuparemos. El más despreciado, o eso creemos.
Por vocación: de la misma forma que existen personas que dedican toda su
vida a querer ser primeros otros se empeñan en elegir ser postreros. Por
desidia, gandulería, apatía o por cualquier estigma de falta de amor propio.
Por elección: este sin duda es el grupo más complejo. Y si bien puede tener
multitud de motivaciones, me fijaré en aquellos que por amor a los demás lo
practican. Mientras todos se pelean por apartar la competencia estos se dedican
a ayudar los más desfavorecidos, quedándose a su lado en el final de la cola.
No les importa dónde llegaran más sí con quién y en qué condiciones. Rehúyen
los meritos propios para ensalzar los de aquellos que están faltos de ellos.
Son aquellos que han entendido y comprendido el significado del amor hacia los
demás. Porque cuándo Jesús nos pide de amar a los demás como a nosotros mismo,
nos pide de anteponer el amor a la codicia, la misericordia al triunfalismo.
El ejemplo más sencillo sucede cada día en nuestras vidas, ¿Cuántas veces
hemos cedido nuestro puesto en la cola a una persona mayor? Por mucho que lo
hagamos hecho a menudo la única respuesta correcta sería siempre y eso yo, no
lo puedo decir. ¿Y tú?
Uno con los años aprende de la vida pero todavía más de Jesús y si algo
puedo decir es que he pasado tres cuartos de mi existencia queriendo ser el
primero y lo he conseguido todas las veces que Dios me lo ha permitido aunque
en aquella época mi ego me decía que era por méritos propios y que creía que Dios
no tenía lugar en mi corazón.
Ahora he experimentado el amor y las enseñanzas de Jesús, he visto lo que yo
era y por ello pude decidir cambiar mi vida y entregarla Jesús. Pasé de ser
primero de la nada a ser el postrero de los hijos del Dios viviente. Mi lugar
en el culto siempre ha sido en las últimas bancadas. Simbólicos dirán algunos, cambio
de paradigma diría yo. Lo más bonito, lo más importante, lo fundamental, es que
ser el último con Dios es un sinfín de veces más gratificante y esencial que
ser el primero sin Dios. Pero eso solo los años, las experiencias y nuestra
propia voluntad guiada por el Espíritu Santo pueden hacer que seamos
conscientes de ello.
16 Así, los primeros serán últimos y los últimos, primeros,
porque muchos son llamados, pero pocos escogidos. (Mateo 20:16)
Que Dios os bendiga, Alfons <><
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