LA CREACIÓN

LA CREACIÓN
DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

domingo, 30 de mayo de 2021

ATREVERSE

El atrevimiento es el lujo prohibido de la duda. (Anónimo)

He conocido, en mi vida, más personas que no se han atrevido a acercarse al Señor que personas que reniegan de Él. ¿Por qué será que nuestro ego y nuestra vanidad siguen siendo barrera infranqueable par abrir los ojos, el espíritu y el alma?

Siempre hay en una conversación, cuando hablamos de nuestra fe, un momento en el que el que comparte con nosotros nuestro testimonio se pregunta ¿y por qué no yo? La respuesta se la dan a sí mismo casi instantáneamente: porque no me lo creo.

Y yo me pregunto, ¿si aceptan hablar del tema, será porque no creen o porque no se atreven a querer creer?

¿Qué es lo que hace que nuestra condición supere nuestra mente en situaciones como estas?

Es muy interesante observar como cada cual, frente a este reto, se escabulle con alevosía de la opción que se le ofrece. Dios es testigo tanto de nuestras decisiones como de nuestras no decisiones, de nuestras certezas como de nuestras dudas.

Pero realmente se puede hablar de dudas por parte de nuestros interlocutores o más bien de falta de atrevimiento, de no querer comprometer su supuesta libertad o su intelecto.

Todos tenemos momentos de dudas, pero estas no pueden adueñarse de nuestra vida, sobre todo cuando se trata de acercarse a Dios.

La fe es la respuesta a la duda, y los incrédulos me responderán que no quieren darle un cheque en blanco a aquello que no entienden o no aceptan. Y ¿Qué hacen cada día cuando niegan a Dios, no dan un cheque en blanco a su incredulidad? ¿Es más fuerte la negación que la aserción? ¿Por qué?

Tal vez porque nos evita comprometernos, si más no, a atrevernos a querer rendirse a Él. Pero claro eso exige una humildad que solo la fe te permite, los hombres ellos prefieren buscar sus propias divinidades que de buscar a Jesús.

No se necesita prueba de la realidad de su esencia, “yo soy” nos dice el Verbo hecho hombre para salvación de su pueblo. Sus hijos, por obra del Espíritu Santo que mora en nosotros, abrazamos este credo, no sin nuestras pruebas y nuestros titubeos, por ser creyentes no dejamos de ser humanos en este mundo, rehenes de nuestra condición. Pero dándole la mano a Jesús, nuestras ataduras van resquebrajándose a cada paso que damos hacia Él, y eso nos conforta.

Frente a las cadenas de la duda solo el atrevimiento nos puede liberar. A nosotros, a todos aquellos que se atrevan a acercarse a Jesús sin prejuicios, ni temores. El Espíritu fue derramado por Jesús sobre la faz de la tierra, los no creyentes también lo tienen, aunque este ignorado en lo más recóndito de sus mentes. No hay persona, por mucho que lo niegue, que no ha pensado en un momento u otro en Dios y en la creación, otra cosa es que haya perseverado en su curiosidad.

El existencialismo intentó dar una respuesta humana a una pregunta divina. Es un perfecto ejemplo de nuestra imperfección. La existencia frente a la esencia. Nada de lo que existe, tampoco nosotros, tenemos la capacidad de entender la esencia de la vida, porque esta, no apela a razones humanas sino divinas. Nada nuevo bajo el sol.

El creyente no necesita ser valiente, tan solo ser un humilde, y manso, siervo de nuestro Señor. Nada más sencillo y complicado a la vez para el ser humano.

Les dijo Jesús: Venid, comed. Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: Tú, ¿quién eres? sabiendo que era el Señor. (Juan 21:12)
Y la mayoría de los hermanos, cobrando ánimo en el Señor con mis prisiones, se atreven mucho más a hablar la palabra sin temor. (Filipenses 1:14)


Que Dios os bendiga, Alfons <><



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domingo, 9 de mayo de 2021

PUREZA

Es más fácil morir por la pureza que con pureza. (Tertuliano, 150-220 DC)


El que dice haber visto la pureza en este mundo es ciego, y si no de vista, sí de espíritu con toda seguridad.

Querer imaginarse la pureza, es querer imaginarse a Dios y Dios nos se imagina, se vive.

Solemos decir, con desacierto, que los niños recién nacidos son el símbolo de la pureza. Nada más lejos de la verdad, por mucho que nos pese, todos nacemos con el pecado y solo es cuestión de tiempo, a veces poco, para que este se revele.

La pureza es un territorio que, si bien nos es prohibido entrar en él, sí nos es lícito anhelarlo, pensando que, un día, lo disfrutaremos con Dios.

Lo puro no admite mancillo, por ello nada en este mundo lo ha sido, lo es y lo será, aparte de Jesucristo.

El símbolo de la pureza es el blanco, libre de toda corrupción, pero por mucho que nos revistamos de blanco, nuestro corazón cobija el tiznón de nuestra condición.

Vivir en este mundo es experimentar la cotidianidad de sus depravaciones. No tenemos un momento de resquicio de paz que no sea a través de Jesús. Solo Él nos puede aliviar y proteger de la agresión constante a la que nos enfrentamos.

Esto puede parecer exagerado, pero si nos creemos inmunes, nos exponemos, con toda seguridad, a caer en las garras de la tentación, del pecado, en resumen, de nuestra condición humana empujados por nuestra vanidad, nuestro orgullo, nuestro ego.

Que lejos está todo esto de la pureza, que es la promesa que impera en el cielo, rodeando Dios, ensalzándolo y rindiéndole la pleitesía natural que toda la creación le debe a su creador.

Para mí, la pureza es sinónimo de paz de un silencio que nos susurra al oído cánticos de amor ágape. No puedo imaginarme a un solo humano de este mundo en ese jardín de delicias y de amor, porque la suciedad que envuelta nuestros corazones lo deshonraría y Dios no lo permitiría.

Cuando leo la vida de Jesús leo pureza, cuando leo la palabra de Dios me enriquezco de pureza divina. Limpia, día tras día, las corruptelas de mi espíritu, infatigablemente me restaura, a cada lectura un poco más.

El camino de santidad tiene como promesa acercarnos, a cada paso, a Dios mediante Jesús. La luz al fondo del túnel de nuestra vida es pura, inmaculada, es el Señor esperándonos con los brazos abiertos, con su Gracia, con su amor infinito porque Él nos conoció antes de la fundación del mundo.

Nosotros no escogemos a Dios, Él nos eligió y eso ha sido, es y será en nuestras vidas por los siglos de los siglos.

Envueltos de su pureza ya nada temeremos, su vara y su cayado nos infundirán aliento para que lleguemos a nuestro destino final: el principio de la vida eterna a su lado.

3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo,4 según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él (Efesios 1:3-4)
1Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. 2 Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. 3 Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro. (1 Juan 3: 1-3)


Que Dios os bendiga, Alfons <><



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lunes, 3 de mayo de 2021

EL AMOR

El amor es un sentimiento engañoso, se mata más por amor que por envidia. (Anónimo)


Me gustaría expresar un descubrimiento que hice recientemente, a raíz de una predicación, y que ha transformado mi visión de la vida, y de lo que es, o debe ser a mi entender, el amor para un creyente.

Cuando leemos la palabra del Señor, el amor es una constante. Se engaña y mata por él (David), se sacrifican por él (Pablo) y muchos lo vemos como el sentimiento que transforma la ley en un cometido renovado. Es imposible obedecer a la ley en su conjunto, pero es posible amar, a Dios, Padre, Hijo, Espíritu Santo, y a los demás como a nosotros mismos.

Aunque esto último sea un reto que desafía constantemente nuestra capacidad de gestionar nuestros sentimientos. No nos olvidemos que amamos y odiamos por las mismas razones, los mismos impulsos, sean estos instintivos y/o impulsivos, constructivos o destructivos.

Pero hay un detalle que cambia todo esto, porque si amar solo dependiera de nuestras emociones, estaríamos condenados al fracaso, y ese detalle es que Jesús no lo trata como un sentimiento, no. Él no nos dice que nos amemos los unos a los otros, NO. Él nos manda que nos amemos los unos a los otros (Juan 13:34), y eso lo cambia todo porque ya no se trata de lo que sentimos sino de la obediencia, o no, que queremos manifestar frente al mandamiento de Jesús.

Y es todavía más explícito en Mateo 22, del 36-40, donde nos manda que amemos a Dios con todo nuestro, corazón, nuestra alma y nuestra mente. Esto implica obediencia y entrega total de nuestro ser, físico, espiritual y mental.

Todos sabemos que la mente no controla los sentimientos, ya le gustaría. De ahí la sinrazón de muchos de nuestros actos pasionales, emocionales, que nos abocan al pecado, llámese, envida, celos, prepotencia, egoísmos, orgullo, vanidad y tantos más.

Entonces, si amar es un mandamiento, esto hace que las emociones, nuestras emociones, deban apartarse del camino de santidad que debemos emprender, para sustituirlas por la obediencia. Y esto, por muy chocante que parezca a nuestro ego, es liberador porque nos exime de dejarnos llevar por impulsos incontrolados trasladándonos al terreno de la sumisión, del acatamiento a lo que nos manda Jesús. Eso es mucho mejor para los que tienen a Jesús por Señor y Salvador y condenatorio para aquellos que, en lugar de obedecer, dejan rienda suelta a sus emociones pensando que amar es una opción, cuando no lo es.

Cuando entendí esto, me di cuenta de las consecuencias que tenía en mi vida, y en algunas de mis emociones, como el rencor tras una gran decepción. Ya no tenía que sentir lo que me había sucedido, solo tenía que obedecer a Jesús con amor.

¿Quiere decir esto que el amor deja de ser un sentimiento? De ninguna manera, es lo más bonito y lo más precioso que uno puede obsequiar y vivir. Pero no solo porque lo sentimos sino, y, sobre todo, porque obedecemos al principal mandamiento de nuestro Señor Jesús.

Esto hace que amar sea más fácil y provechoso, tanto para nosotros como para los demás, porque cuando pienso en mis decepciones y mis rencores, estos se desvanecen para dejar lugar al amor que le debo a mi prójimo, a mi amigo, a mi hermano. Además, cuantas veces lo habré, yo, despechado. Las rencillas desaparecen frente a nuestra obediencia a Jesús. Nada mejor en este mundo que entender que los mandamientos de Jesús son paz y amor en nuestras vidas.

El amor deja de ser solo una emoción cuando Dios entra en nuestras vidas. La obediencia a Jesús es la que hace que la misericordia, la compasión, la piedad dejen de manifestarse, como acto de soberbia de nuestro ego, para transformarse en sumisión a nuestro Señor y Creador, y eso precioso.

El amor, cuando solo se considera como un sentimiento, es cuna del pecado vivo en nuestra condición. Si entendemos esto, comprenderemos por qué Jesús lo transformó en el gran mandamiento.

Dios nos ha regalado su amor, siendo su Gracia su máxima expresión. De nosotros depende que este precioso obsequio fructifique en nuestras vidas y nos libere de las riendas del mal.

34 Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. (Juan:13:34)
36 Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? 37 Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. 38 Este es el primero y grande mandamiento. 39 Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 40 De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas. (Mateo 22:36-40)


Que Dios os bendiga, Alfons <><



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