LA CREACIÓN

LA CREACIÓN
DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

martes, 24 de agosto de 2021

ACOMPAÑADO

Si quieres saber donde vas, mira quién te acompaña. (Anónimo)


Tenemos amigos, conocidos, familia, hermandades, todo un sinfín de organizaciones sociales que ocupan nuestra vida.

A menudo nos confundimos, o nos confunden y aquel que creíamos era nuestro amigo se transforma en desconocido, demostrándonos que solo era un compañero de viaje temporal. Nos suele causar grandes decepciones, pero la verdad es que suelen ser muertes de una crónica anunciada. Anunciada, sí, pero no tenida en consideración por nuestros sentimientos, nuestras emociones cuando emprendemos el viaje.

El ser humano es un animal social, por lo que las compañías son esenciales a la hora de quererse a sí mismo, de alimentar nuestro ego con la positividad de una presencia amiga. Por ello siempre buscamos el reconocimiento de los demás, como si solo, o casi solo, existiéramos a través de la mirada ajena.

¿Quiere decir esto que somos seres superficiales que se alimentan más de lo que los demás piensan, que de cómo deberíamos ser según nuestra propia opinión?

Esta pregunta no es nada baladí, es más es una cuestión que ocupa nuestra mente constantemente. Somos complejos y la respuesta también lo es, pero lo que con toda seguridad nos preocupa más es el qué dirán, que quién somos.

Yo, por ejemplo, cuando no era creyente mi referencia eran los demás. Con quién me juntaba, con quién no quería mezclarme. En mi vida personal fue lo mismo, seguí un patrón secular, mis relaciones se basaban en mis gustos y placeres, y con quién los podía o quería compartir. Y para ello mi imagen, y la idea que tenían los demás de mí, eran primordiales.

No era consciente de que solo era un peón en un mundo donde los ídolos llegan y se van, como la luna y el sol, cada día. Quería ser único y para ello elegía mi entorno, pero al final, todo se desvanecía y lo único se transformaba en fútil.

De hecho, si pienso en mi pasado y en todas las personas que he conocido, solo una ha resistido el envite del tiempo. Un amigo, pero no cualquier amigo, no. Ese mismo que me recondujo en el camino del Señor, y si no fue por la puerta principal, como se suponía cuando hice mi primera comunión, fue por la puerta de la discreción, camino seguro e infalible. Venció mi resistencia a Dios enseñándome su casa. Si bien hoy las iglesias católicas, apostólicas, romanas no son las que suelo visitar, soy protestante, no dejan de ser lugares de culto y recogimiento en honor a Dios. Debo de decir que aquellos momentos que pasé en silencio, en un lugar majestuoso, vació de mundanidad, me reconcilio conmigo mismo y diluyó mi rebeldía hacia Dios, acercándome a Él a cada segundo que fluía. No que no creyera en Él, Él nunca me dejó, sino que lo que los hombres me habían inculcado no encajaba en mi forma de vivir, de buscar a Dios. De hecho, mi reacción sistemática era de rechazar cualquier religión por ser organizaciones dirigidas por hombres, con Dios por excusa, y yo no creo en los hombres. Y sigo no creyendo en ellos. Buscaba una forma de relacionarme directamente con Dios, sin intermediarios que no fueran otros que Jesús. Encontré mi camino, y sé que solo es el mío. Hay tantos como seres que buscan de corazón a Dios. No hay ninguno mejor y ninguno peor. Cada cual tiene su vía con Dios que es personal e intransferible y si bien la comunión con los hermanos en la fe es necesaria, la relación directa con Jesús es imprescindible. Huyo de aquellos que tienen la “verdad” porque sé que solo Jesús es la Verdad y la vida. Yo tenga mi verdad, llena de imperfecciones, pero también rebosando de la Gracia de Dios y de un compañero de viaje único e insustituible: Jesús.

Solo podemos sentir la presencia de Jesús si nos entregamos con cuerpo y mente al Espíritu Santo. Ese mismo que alimenta la llama de nuestra fe.

Si la senda de mi vida fuera un cuadro, me gustaría que fuera el de un camino sin fin hacia la luz blanca de la eternidad. En él se vería un diminuto hombrecillo, con cara de felicidad y paz, acompañado de Jesús.

16 Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado. 17 Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban. 18 Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. 19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20 enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén. (Mateo 28:16-20)


Que Dios os bendiga, Alfons <><

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sábado, 14 de agosto de 2021

LA CONDICIÓN HUMANA

La condición humana es el cáncer del ama, pero incluso el peor de los tumores es curable. (Anónimo)


Es verdad que la condición humana es el santuario del mal. Dios fue el primero en verlo y en padecerlo. Por suerte, para nosotros, su Gracia no tiene igual. Los hombres somos retorcidos, vengativos, haciendo de nuestro corazón el templo de nuestros pecados.

Visto desde el prisma del antiguo testamento, nuestro futuro era muy negro, porque ¿quién, de toda la humanidad, ha sido, es, o será capaz de cumplir con la ley? Nadie que no sea Jesús, Dios hecho hombre, para remisión de nuestros pecados.

El nuevo testamento transforma nuestra condena en redención a través de Jesús y del amor que Él nos invita a compartir. Prueba de ello su nuevo mandamiento basado en el amor.

Tenemos motivos de gran pesadumbre y de tremendo gozo a la vez en el día a día de nuestras vidas, porque si bien la tentación es constante, casi tanto como nuestros tropiezos, el sacrificio de Jesús en la cruz hace que podamos volver a levantarnos para continuar nuestro camino de santidad.

Si fuéramos buenos cristianos no necesitaríamos que nadie nos recordara nuestra condición humana y su lastre, no, porque si somos consecuentes con nosotros mismos no precisaremos de nadie que no sea Jesús para confesarle y arrepentirnos de corazón de todos nuestros traspiés.

Escucho, a menudo, predicadores y orfebres de la palabra que se deleitan en desarrolar, a veces veladamente, nuestro sentido de la culpa. Estigmatizándonos mediante nuestra condición (in)humana.

No se dan cuenta de que eso fue no fue lo que Jesús hizo, en vida. Ni con el joven rico, ni con la mujer Samaritana. Jesús no denunció el pecado a su autor, mas sí trabajó al pecador y a su condición para que se diera cuenta, él, y que así tuviera opciones para decidir su redención o condena.

La condición colectiva de un pecado precisa de una falta total de intimidad con Jesús, porque si estuviéramos cerca de Él no habría colectivo que pudiese nublar nuestra mente. Si sintiéramos la imperiosa necesidad de seguir a Jesús, el Espíritu Santo sería nuestro guía, y no ningún grupo, de cualquier índole que sea.

Nacemos con el mal en lo más profundo de nuestro ser, fruto del pecado original, pero de nosotros depende que crezca, o de lo contrario que nosotros crezcamos en, y con, Jesús para que nuestro calvario se transforme en camino de santidad. Amen

El futuro del hombre puede ser luminoso, él tiene potestad para elegir. Una libertad con cargos que solo podemos asumir de la mano de Jesús.

5 Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal. (Génesis 6:5)

34 Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. 35 En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros. (Juan 13: 34-35)


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viernes, 13 de agosto de 2021

ANGELITOS

Tenemos pedacitos de cielo en este mundo, por desgracia su partida, nos destroza el corazón. (Anónimo)


El que no los ha conocido no sabe lo que se pierde. Son presencia, amor sin condiciones ni discusiones. Son el alma mater de nuestra familia, solo sus allegados, y aceptados, se llenan de su presencia.

Este mundo es duro, cruel, egoísta, pero cuando se nos acercan nuestros angelitos y nos manifiestan su cariño, toda la podredumbre de este mundo es barrida de un lamido, de una carantoña.

La soledad no tiene mejor antídoto que sus ronroneos, y cuando sus insistentes roces nos acarician el alma entristecida, nos sentimos mejor.

No tienen atuendos majestuosos, solo su presencia es suficiente para llenar los momentos mas desasosegados de nuestra vida.

Cuando no los buscas te encuentran ellos y cuando los buscas también. Pueden parecer independientes y almas libres pero la realidad es que están siempre pendientes de su familia y de su entorno.

Muchos lo llamaran sensiblería, incluso debilidad o sentimentalismo, pero para mí es algo que me atañe en lo más profundo de mi ser, nada que pueda explicar, solo sentirlo en lo más recóndito de mi corazón.

Se dice que la muerte nos hace reconsiderar lo que hemos vivido con aquellos que ya no están. Es cruel, pero por desgracia es una gran verdad y lo peor es que, la aflicción y el dolor que vivimos en esos momentos, ya no podrán ser aliviados por nuestro angelito.

La fe es el único baluarte que tenemos los creyentes frente al misterio de la muerte. Sin ella hoy estaría completamente destrozado, pero solo saber que mi angelito está con el Señor, me da paz dentro de mi desconsuelo, fuerzas dentro de mi desazón.

Los seres queridos no mueren, siguen vivos en nuestros corazones y tú, mi angelito, tienes un lugar enorme en él. No sabes como te echo de menos a cada instante de mi vida, te busco allá donde estabas y te imagino a mi lado como siempre.

Pero sabes, la promesa del Señor es la única esperanza de mi vida, y sé que, cuando llegue a su presencia, Él me hará ver y entender mi vida a su lado.

Hasta pronto angelito mío. (dedicado a mi JinJin)

25 Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. (Juan 11:25)


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lunes, 9 de agosto de 2021

VALE LA PENA?

La pena no tiene precio, y menos valor, para los impenitentes. (Anónimo)


Cuando vemos tanta desidia frente al mal en todas sus facetas, ¿Vale la pena resistirse?

Cuando vemos el rico cada vez más rico, el pobre cada vez más pobre y se legitima esta situación, ¿Vale la pena rebelarse?

Cuando los poderes se corrompen cada vez más y las instituciones nos desamparan autoprotegiéndose a nuestra costa, ¿Vale la pena protestar?

Cuando el mal arrodilla al bien y se lucra a expensas del dolor de los que lo sufren, ¿Vale la pena sublevarse?

De hecho, ¿vale la pena enfrentarse a uno mismo cuando observamos todos estos comportamientos en nuestra propia persona?

La reacción fácil, y en la que muchos caen, es culpabilizarnos o mejor, culpabilizar a los demás de todos los males de este mundo. Existen quienes dedican sus mensajes a esta visión apocalíptica del mundo, políticos, predicadores, visionarios se nutren de lo que el mal les ofrece: una excusa para manipular el sentido de culpa.

¿Quiero yo decir que, como decía Panglos (Personaje de Voltaire),” todo va de la mejor manera, en el mejor de los mundos posibles”?

¡¡¡Pues claro que no!!!

Pero la culpabilización no es sana, si es fomentada por los demás. Solo es saludable cuando nace de uno mismo solo para sí mismo, y eso, aunque más difícil de ver, es realmente el principio de la conversión de nuestros corazones.

El sentido de la culpa no puede nacer los reproches o de las advertencias ajenas. Eso solo estigmatiza a las personas, pero en ninguna manera las ayuda a resolver sus conductas.

A la hora de abordar el pecado ajeno hay que pensar siempre en la paja y la viga y veremos que, si bien podemos ayudar, nunca debemos juzgar.

Como Jesús nos enseñó, Maestro en el arte de las paradojas, solo en el perdón se manifiestan nuestras culpas y eso es personal e intransferible.

En lugar de estar constantemente vaticinando nuestras culpas, aquellos que viven de ello, deberían estar ensalzando las bondades del perdón, invitándonos a que reflexionemos y conversemos con el Señor para entregarle nuestras vidas en señal de arrepentimiento sincero y profundo. Sin enseñar del dedo los comportamientos, pero sí el camino de salvación.

Solo en la esperanza que representa Jesús seremos capaces de lavarnos de nuestras culpas y no en la culpabilización, tanto mundana como religiosa o espiritual. Nosotros no somos capaces de perdonar, pero sí somos hijos de Dios para ir a Jesús o a nuestro Padre celestial y pedirles perdón de corazón y de espíritu.

No somos dignos de Él, pero su gracia y su gran misericordia nos cubren de sus alas protectoras.

Y eso sí vale la pena. Si somos capaces de enfrentar sinceramente nuestra condición y entregarnos a Jesús, entonces:

· podremos resistir al mal con el amparo de Jesús

· Nos indignaremos frente a las injusticias y batallaremos por la igualdad de la mano de Jesús

· Lucharemos contra la corrupción de toda índole y Jesús nos apoyará

· Nos levantaremos frente al mal de la mano de Jesús y Él lo vencerá

· Y, lo más importante, nos negaremos a nosotros mismos, para ser renovados en Jesús.

Entonces sí que vale todas las penas del mundo el ser capaces, con y en Jesús, triunfar de este mundo de tinieblas y de nuestra condición humana.

Que Dios os bendiga, Alfons <><

1No juzguéis, para que no seáis juzgados. 2 Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. 3 ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? 4 ¿O cómo dirás a tu hermano: ¿Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? 5 !!Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano. 6 No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen. (Mateo 7:1-6)


4 Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, 5 aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos) (Efesios2:4-5)

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domingo, 8 de agosto de 2021

RACIONAL VS IRRACIONAL

La razón de lo irracional solo es potestad de Dios. (Anónimo)


El hombre es un animal supuestamente racional y digo supuestamente, porque solo hace falta ver alrededor nuestro para constatar que la sinrazón domina la razón. Nada nuevo bajo el sol.

Si nos atendemos a la definición de la Real Academia Española el comportamiento del hombre es, a menudo, irracional. Pero no lo admite y menos lo acepta. Porque eso sería quitarle la razón, nunca mejor dicho.

Cuando de Dios se trata es cuando más se aferra el hombre a su raciocinio para desmontar la existencia de Dios. Dándole a todos aquellos que somos hijos de Dios el calificativo de irracionales, porque creemos en aquello que no solo no vemos, sino también que no podemos demostrar.

La verdad es que decir que Dios no existe es una obviedad para los cristianos. ¿Por qué? Porque sería rebajar a Dios a la altura de un ser humano y eso es pecado. Dios no existe porque Dios “es”, la esencia de todo. Lo infinito no cabe en lo finito. Y esto, que un acto de suma racionalidad, es totalmente irracional para un no creyente. Si no se puede demostrar tampoco “es”, según ellos.

La fe es la quintaescencia de lo irracional de un creyente frente a los mundanos en todas sus acepciones. No pueden entender que no hace falta ver para creer y menos buscar el ser en lugar de abrazar la esencia de Dios.

Es importante marcar la diferencia entre aquellos que buscan genuinamente de aquellos que buscando, lo que hacen es huir de la respuesta. Y si bien los primeros pueden ser menos, Dios siempre les responde con los brazos abiertos.

El problema del ser humano, y la característica principal de aquellos que le niegan o rehúyen, es que su soberbia mental y espiritual les impide rendirse a su creador. Entregarse a Dios es, para ellos, negarse a sí mismos y si bien Jesús nos lo pide, para el sacrosanto ser humano eso es inaceptable. Nuestro ego, nuestro orgullo nos inclina a pensar que somos lo más de lo más. Nuestro ego no tiene limites y palabras como humildad, fidelidad, mansedumbre, entrega, son atributos de debilidad y de falta de personalidad para el mundo.

Para un cristiano, su racionalidad se basa en la fe en Dios, en Jesús y en el Espíritu Santo. No hay nada más sujeto a la razón de un creyente que entregarse totalmente al Espíritu Santo para que este guie su vida. Postulado inconcebible para un “homo erectus” ataviado de miles de años de e(in)volución.

Vivimos en un mundo donde todo se valora, se mide, se juzga: desde nuestras acciones hasta nuestros comportamientos, y es un atributo esencial de los creyentes, que demos más importancia al ser que al parecer, cuando el resto se nutre del espejismo de sus apariencias.

A la hora de conversar con un no creyente siempre llegamos a un impase cuando este quiere que le demostremos la existencia de Dios, de la que ya hemos comentado que no es como tal, porque la razón de lo irracional solo es potestad de Dios. Amen

12 Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. (Romanos 12:1)


Que Dios os bendiga, Alfons <><



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lunes, 2 de agosto de 2021

MALGASTAR MIS PENAS

Las penas acomodan la antesala de nuestras alegrías. (Anónimo)


Cuando uno lee esta frase le cuesta creer que sea algo más que una provocación desacertada. Todos tenemos en la memoria momentos de gran pena que nada pudo aliviar y que siguen vivos en nosotros.

Es como si nos fuera necesario mantener el duelo para no olvidar lo sucedido.

Pero no es sano complacerse en el dolor porque acaba transformando nuestro humor, nuestro amor, nuestra vida.

Siempre debe haber un antes y un después, a cada tiempo su momento, pero también a cada momento su tiempo, ni más, ni menos.

Además, hay que saber escoger nuestras penas porque, a menudo, solemos malgastar su atribución.

Por ejemplo, el que nuestro equipo favorito lo eliminen. ¿Es eso digno de dedicarle nuestra pena?

El que no consigamos ser primeros en un certamen. ¿es eso digno de dedicarle nuestra pena?

O incluso que nuestro hijo/a no supere su pase a la universidad. ¿Es eso digno de nuestra pena?

Más de uno dirá que sí en según qué circunstancias, pero, a la verdad, nada de todo esto, ya sea que nos atañe a nosotros, o a un ser querido, es digno de malgastar nuestra pena.

Todo aquello que tiene solución a nuestro alcance debe invitarnos a buscarla sin perder tiempo en lamentaciones y entonces descubriremos que solo aquello que no tiene vuelta atrás es digno de nuestras penas.

La muerte es uno de esos acontecimientos que nos abocan a la tristeza, haciendo fútiles e indecorosos, todos esos momentos de pena inútiles que la han precedido.

No deberíamos esperar a que la cruda realidad nos haga ver cuanto malgastamos nuestras penas.

Otros eventos menos dramáticos, pero igual de apesadumbrados también son dignos de nuestra pena. Por ejemplo, cuando vemos el sufrimiento de aquellos que padecen guerras, hambre, enfermedades en lugares ajenos a nuestra presencia, o incluso a nuestra cercanía.

En estos casos sí que existen soluciones a estas situaciones, pero la condición humana, el egoísmo, la vanidad, la ausencia de amor en todas sus formas hacen imposible que nuestra pena desaparezca.

La pena es un sentimiento del alma, no dejemos nunca que sea una reacción de la mente porque, de ser así, se transforma en calculadora y vanidosa.

Volviendo a la frase anónima entiendo que lo que nos quiere decir su autor es que toda pena vivida con sinceridad de corazón alberga esperanza. Y esta, no es un espejismo sino la materialización de nuestra fe en su expresión la más profunda.

Volvamos al ejemplo de la muerte, para los cristianos, la muerte solo es un trámite hacia la presencia de nuestro creador. Y si lo pensamos con la fe que nos insufla el Espíritu Santo, la muerte es la esperanza del descanso en Jesús para la eternidad. ¿Y qué es mejor, eso o la vida secular de este mundo?

Nos cuesta, a todos, asumir la coherencia de nuestra fe porque la pena de este mundo nos impide vislumbrar la alegría en la que nos espera Jesús. Nada nuevo bajo el sol.

El mundo es una fabrica incansable de pena, y sus obreros, los hombres, son orfebres en la materia. Empero, todos aquellos que luchamos, día tras día, para que se apague alguna llama de dolor, nos enfrentamos constantemente a los pirómanos del alma. De hombre a hombre es una lucha desigual porque la condición humana, por ahora en este mundo, es más poderosa que el amor. Hasta que llegue triunfante nuestro Señor Jesucristo e imponga las enseñanzas de los evangelios.

Eso sí, ese gran bloque de hielo que es el corazón de los incrédulos no es consciente de que hay multitudes de brasas ardientes de la fe que están, penetrando en lo más profundo de sus entrañas y que, paso a paso, gota a gota, están derritiendo sus incredulidades con la incandescencia del amor de Cristo. Algunos lo aceptan, otros lo rechazan. Es lo más terrible del libre albedrío del ser humano, que él mismo se condena.

Aquel que ama a su prójimo como a sí mismo no malgasta sus penas, siguiendo a Jesús, aprovecha todas las oportunidades para que su vida se llene de propósito, ofrecer alegrías a los corazones contritos.

La verdadera pena es compasiva, el resto suele ser hipocresía del alma.

Y Jesús, llamando a sus discípulos, dijo: Tengo compasión de la gente, porque ya hace tres días que están conmigo, y no tienen qué comer; y enviarlos en ayunas no quiero, no sea que desmayen en el camino. (Mateo 15:32)


22 Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca. 23 Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: !!Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres. (Mateo 16:22-23)

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