LA CREACIÓN

LA CREACIÓN
DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

viernes, 16 de septiembre de 2022

HOMBRES

Los hombres elegidos viven en discreción y humildad, los demás ostentan o ansían todos los cargos posibles y por existir. (Anónimo)


Jesús era, es y será siempre el ejemplo perfecto a seguir, y es muy curioso ver que cuanto más nos acercamos a las cúpulas religiosas, espirituales y de toda índole, más observamos comportamientos, actitudes y ceremoniales que se alejan de Él.

Pedro, el pilar de la iglesia católica, apostólica y romana, fue el primero en seguir el camino de humildad que marcó Jesús.

Pero a cada nuevo obispo se fue diluyendo el mandado de humildad y discreción, y creciendo el atuendo de ostentación e idolatría.

Y no debe ser fácil resistir a la tentación, también Pedro la tuvo cuando Cornelio se postró ante él. Y a los hombres nos encanta que alaguen nuestro ego. Cuando Moisés estuvo en el monte Sinaí con el Señor, el pueblo se apresuro a construir un becerro de oro, o podríamos llamarlo obispos, pastores, gurús, maestros de toda índole.

Y lo dicho de los católicos apostólicos romanos, también se puede resaltar de los protestantes y sus predicadores estrella, del Dalai Lama, etc, etc…

Claro está que no todos son presos de esta idolatría, muchos, posiblemente la gran mayoría, luchan contra su condición e intentan vivir según los mandamientos de Jesús sirviendo a los demás como hombres que son, iguales a sus semejantes.

Los estrados están hechos para que las personas que escuchan puedan oír mejor al conferenciante. Nosotros los hemos transformado en tronos fastuosos, en el primer peldaño que nos invita a la idolatría. E insisto no siempre es el propósito de quien interviene, pero los que lo siguen lo deifican, a su pesar si cabe.

Les pasa a todos aquellos que son relevantes en la historia, algunos saben luchar contra ello como Lutero, otros han acabado ritualizando toda la cadena de mando religiosa. Me parece terrible escribir esto, pero es una sencilla y cruda realidad. Y cuanto más subimos el escalafón de la estructura, más se diviniza los individuos.

Es muy interesante la reacción de Pedro, le dice a Cornelius “yo mismo también soy hombre”. Y yo me pregunto cuantos predicadores, obispos, gurús, y otr@s, vemos nosotros como nuestro igual. Pocos, ¿no?

La responsabilidad es compartida tanto por los pseudo ídolos, como por los aduladores, Porque al fin y al cabo eso es lo que somos. Tenemos esa necesidad imperiosa de sacralizar aquellos en quien confiamos. Como si con Jesús, el Espíritu Santo y Dios, no fuera suficiente, como el pueblo mientras Moisés estaba con Dios.

La biblia es inequívoca a este respecto, en Éxodo 20: “3 No tendrás dioses ajenos delante de mí.4 No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. 5 No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen”.


¿Y qué hacemos nosotros? Pues todo lo contrario y más si puede ser.

Nada nuevo bajo el sol.

Gracias Señor por tus enseñanzas y por mostrarnos de que pie cojeamos para que, en la medida de nuestras posibilidades y de nuestra voluntad, y siempre con la ayuda del Espíritu Santo, remediemos estos comportamientos erróneos.

Servir y no servirse. Qué difícil es para todos.

¿Ejemplos a seguir? San Agustín de Hipona, Lutero, Vicente Ferrer, Sor Teresa, etc, etc.. Pero estos nunca han sido top mediáticos, no.
 

26 Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, 27 y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; 28 como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos. (Mateo 20:26-28)
25 Cuando Pedro entró, salió Cornelio a recibirle, y postrándose a sus pies, adoró. 26 Mas Pedro le levantó, diciendo: Levántate, pues yo mismo también soy hombre. (Hechos 10:25-26)


Que Dios os bendiga, Alfons <><

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lunes, 18 de julio de 2022

IDOLOS

La idolatría es fruto de un mal amor, y semilla de mal de amores. (Anónimo)


Dicen que una imagen vale más que mil palabras, solo que tanto las imágenes como las palabras pueden ser tergiversadas. Si no, ¿cómo puede ser que un mensaje bíblico tan sencillo como el de 1 Juan 5:1, que nos invita a recelar de tales tentaciones, sea ignorado por todas las creencias cristianas?

¿Será porque el hombre necesita visualizar lo divino? Necio es aquel que tal cosa pretende, porque Dios no se puede ver, se siente mediante la fe, inspirada por el Espíritu Santo. Cualquier intento de esta índole, no solo fracasará, sino que también es pecado.

Dios nos ve tal y como somos de verdad, nosotros, a duras penas le buscamos con un corazón mermado por tanta condición humana.

Si Jesús, Dios hecho hombre por voluntad del Padre, salvó al mundo, ¿de quién más precisamos para salvarnos? Ni la virgen, ni los apóstoles tienen tal don. Hay tanto paganismo entre los creyentes que a veces es difícil de separar la paja del grano.

Y no solo en aquellos que han hecho del fetichismo su piedra angular, también en aquellos que pretenden aplicar las enseñanzas de Juan, existe la simiente de la idolatría. Solo hace falta ver como se trata a tal o tal predicador estrella, al que se mide más por su audiencia que por la autenticidad de su propósito. Cuando oigo que, un telepredicador ha convertido a miles de personas, me ruborizo de vergüenza ajena porque, yo sé que, solo Dios convierte los corazones perdidos. Solo Dios sabe quién, en verdad, se ha convertido, o no. Mientras nosotros, los hombres alardeamos de ello o lo vanagloriamos.

Nadie se salva y por lo tanto nadie es digno de dar lecciones a los demás, pero sí deberíamos preguntarnos por qué la Biblia insiste desde el antiguo testamento hasta Apocalipsis en ponernos sobre aviso para que no caigamos en la tentación idolatra.

¿Por qué existen los ídolos?

Porque el hombre necesita sus héroes, olvidándose de las bonanzas de la humildad del siervo.

Porque el hombre se emperra en ser un dios, olvidándose del pecado original y de sus consecuencias.

Porque queremos ver lo invisible y tocar lo inalcanzable, siendo ciegos y sordos a la Verdad.

Porque preferimos creer en lo que vemos que confiar en lo que sentimos. Si fuéramos fieles en Jesús, veríamos en lo que creemos y sentiríamos la confianza que nos da Jesús.

Dios no creó los ídolos, es más, los destruyó todos en el antiguo testamento. Ahora nos toca a nosotros extirparlos de nuestra condición humana y eso, solo se consigue de la mano de Jesús y acompañado del Espíritu Santo. Solos no podemos luchar contra nuestra concupiscencia, vanidad y orgullo. Atributos esenciales para alimentar la idolatría.

Por cierto, los ídolos existen, mientras Dios es: YO SOY. Palabras incomprensibles para el necio y obvias para los demás.

13 El carpintero tiende la regla, lo señala con almagre, lo labra con los cepillos, le da figura con el compás, lo hace en forma de varón, a semejanza de hombre hermoso, para tenerlo en casa. 14 Corta cedros, y toma ciprés y encina, que crecen entre los árboles del bosque; planta pino, que se críe con la lluvia. 15 De él se sirve luego el hombre para quemar, y toma de ellos para calentarse; enciende también el horno, y cuece panes; hace además un dios, y lo adora; fabrica un ídolo, y se arrodilla delante de él. 16 Parte del leño quema en el fuego; con parte de él come carne, prepara un asado, y se sacia; después se calienta, y dice: ¡Oh! me he calentado, he visto el fuego; 17 y hace del sobrante un dios, un ídolo suyo; se postra delante de él, lo adora, y le ruega diciendo: Líbrame, porque mi dios eres tú. 18 No saben ni entienden; porque cerrados están sus ojos para no ver, y su corazón para no entender. 19 No discurre para consigo, no tiene sentido ni entendimiento para decir: Parte de esto quemé en el fuego, y sobre sus brasas cocí pan, asé carne, y la comí. ¿Haré del resto de él una abominación? ¿Me postraré delante de un tronco de árbol? 20 De ceniza se alimenta; su corazón engañado le desvía, para que no libre su alma, ni diga: ¿No es pura mentira lo que tengo en mi mano derecha? (Isaías 44:13-20)


Hijitos, guardaos de los ídolos. Amén. (1 Juan 5:21)


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domingo, 26 de junio de 2022

CON PROPOSITO

 

Solo las intenciones que alimentamos con amor dan sentido a la finalidad de nuestra vida. Algunos lo llaman propósito, yo le diría obediencia a Dios. (Anónimo)

¿Estamos a la altura de nuestros propósitos? O ¿Son estos tan bajos que se contaminan de la podredumbre de nuestra condición humana?

Estas preguntas que parecen exageradamente ambiciosas son las mismas a las que, día tras otro, intentamos responder cuando nos cuestionamos el sentido de nuestra vida.

Para el hombre el sentido de la vida, habitualmente, se traduce por una vida sin sentido. Y no es un juego de palabras, no, tan solo el mero reflejo de la mundanidad en la que vivimos.

Hay gente determinada, y podemos caer en la trampa de pensar que son gente con propósito, pero cuando nos codeamos con ellos, tiempo al tiempo, solemos descubrir ambiciones, codicias, apetitos desenfrenados, y tantos rasgos más, de la condición humana.

Y uno se pregunta: ¿Por qué es más fácil ser pecaminoso que virtuoso?

¿Más fácil? no le sé, ¿más tentador?, con toda seguridad. Somos todos presa obvia para el pecado. Y solo nuestra arrogancia y nuestro orgullo exacerbado nos impiden ver la debilidad de nuestra condición.

Por ello es tan importante e imprescindible en nuestras vidas, Jesús. Porque Él sí tenía, tiene y tendrá, como propósito, nuestra salvación mediante la redención de nuestros pecados en la cruz.

Para un cristiano, una vida con propósito, es puro pleonasmo, vaya, como subir arriba. Nuestra vida ya es en sí un propósito, el propósito de Dios de agradarse en sus hijos. Y nosotros, debemos en obediencia, en humildad, en sencillez intentar constantemente ser dignos de su Gracia y de su amor hacia nosotros. Eso, es fácil decirlo y muy complicado, por no decir, imposible cumplirlo. Caemos, caemos y recaemos, día tras otro en las trampas del pecado. Trampas que también nos montamos nosotros mismos si hace falta.

Pero Dios nos ama más allá de nuestra condición.

Todo esto en lugar de desanimarnos nos debería alentar a buscar constantemente a Dios, a aprovechar sin desaliento la mano tendida de Jesús, a escuchar con atención la voz del Espíritu Santo en nuestra mente, en nuestro corazón.

El mal, mediante el pecado, es un potente adversario al que sería vano enfrentarnos, pero si confiamos en la Santa Trinidad estamos amparados por tierra, mar y aire.

Una vida con propósito es una vida con Dios, porque Él es el creador de todo, nuestro Padre Celestial.

Una vida con propósito es una vida de la mano de Jesús, porque Él es nuestro salvador mediante su sacrificio en la cruz.

Una vida con propósito es una vida inspirada por el Espíritu Santo, porque solo Él es nuestro apoyo y guía espiritual en este mundo decadente.

 

Por lo cual asimismo oramos siempre por vosotros, para que nuestro Dios os tenga por dignos de su llamamiento, y cumpla todo propósito de bondad y toda obra de fe con su poder (2 Tesalonicenses 1:11)
En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad (Efesios 1:11)
(pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama) (Romanos 9:11)

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martes, 14 de junio de 2022

Y DIOS EN TODO ESTO

 

Mientras los científicos buscan el cómo del por qué, los creyentes buscamos el por qué del cómo. (Anónimo)

Estamos en un mundo que se aboca obstinadamente hacia su autodestrucción, ya sea por las guerras, por el calentamiento global o por nuestro egoísmo centrado en la codicia, la vanidad o la avaricia. Estigmas evidentes de una sociedad en decadencia acelerada.

En el pasado, las guerras, dentro de sus desgracias, tenían un efecto regenerador. Ahora la guerra puede acabar siendo nuclear y generar el fin de este mundo.

¿Y Dios, en todo esto?

Los incrédulos lo culpan, aunque nieguen su esencia, de todos los males y, curiosamente, de inacción a la vez.

Los creyentes oramos, oramos y oramos por este mundo y porque todo este desasosiego se acabe de una vez.

Cuando, en una conversación con allegados, se plantea la idea de Dios, aparentemente cada vez es más difícil justificar un Dios de amor. Y digo aparentemente porque la verdad es que solo un Dios de amor puede perdonar todo lo que estamos haciendo. No somos conscientes de que lo que pedimos y lo que necesitamos, son, a menudo cosas distintas, y que solo se pueden enmarcar en nuestro todo y no en el instante, y eso nos es imposible entenderlo, y menos aceptarlo.

Sin la Gracia no hay salvación porque por nuestros méritos solo somos dignos de condena.

Sin la fe, no hay Dios. Sin la fe tampoco hay salvación, porque Dios se revela en nuestros corazones mediante el Espíritu Santo, ese mismo que nos ayuda a aceptar lo incomprensible y a amar por encima de todo.

Sin las obras, la fe es muerta, porque solo aquellos que andan en camino de santidad llegaran a la promesa de vida eterna. Y solo podemos caminar si nos apoyamos, nos ayudamos, los unos a los otros en comunión, en acción.

Para los incrédulos Dios es un concepto abstracto que llena el vacío de nuestros miedos.

Para sus hijos, sin Él, este mundo es inaguantable, insufrible, sin esperanza. Y eso sí que es aterrador.

¿Entonces, quiere decir eso que los creyentes somos gente atemorizada que busca desesperadamente aliviar sus inquietudes?

No, en absoluto. Los creyentes tenemos inquietudes y buscamos el porqué del cómo hemos llegado a tal situación, siendo la respuesta invariable: el pecado, la condición humana. Somos temerosos de Dios, porque sabemos que nunca estaremos a la altura de sus esperanzas, que le fallaremos una y otra vez. Pero también sentimos, en nuestro fuero interior, que Él siempre estará a nuestro lado, porque su amor, para con nosotros, es puro y sin fallas.

Mientras tanto los incrédulos se refugian en las ciencias, buscando el cómo, tratando de entenderlo, siendo el por qué para ellos solo una casualidad, y no una causalidad.

La gran paradoja humana de los creyentes es que cuanto menos entienden este mundo más comprenden a Dios. Comprender a Dios es confiar ciegamente en Él, y eso es muy difícil, por no decir imposible, pero lo importante es que lo intentemos constantemente, y que lo busquemos sin cesar.

Joven convertido, me enzarzaba en grandes discusiones con mis amigos ambicionado convencerles de la presencia de Dios. Ahora, cargado de años y de una cierta experiencia humana, soy consciente que el mejor alegato de nuestra fe es nuestro comportamiento cristiano. Sin gran elocuencia, en humildad, siendo testigos fieles agradecidos por su gran amor.

Afirmar que Dios existe es reducir nuestro Creador a un mero ser humano. Algunos científicos todavía se empeñan en demostrarlo. Pero Dios es infinito, por lo que escapa absolutamente a cualquier intento de enmarcarlo, limitarlo a nuestra pobre, corta y finita visión de la creación. Dios es esencia de todo y todos.

Yo no sé responder a la pregunta ¿Y Dios en todo esto? No es de mi incumbencia y menos está a mi alcance, Pero lo que sí puedo afirmar es que, con la ayuda del Espíritu Santo, estoy con Dios en todo esto. ¡Amen!

13 Porque yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha, y te dice: No temas, yo te ayudo. (Isaías 41:13)

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lunes, 30 de mayo de 2022

LA LIBERTAD TRUNCADA

La libertad es la jaula dorada de los necios. (Anónimo)
Es difícil liberar a los necios de las cadenas que veneran. (Voltaire)

¿Qué es la libertad?

Se ha escrito tanto sobre ella que parece fútil, ver inútil añadir algo a este icono de la sociedad moderna.

En sí es una paradoja, porque si bien puedes decidir lo que quieras cuando lo haces dejas de ser libre siendo rehén de tu decisión. Visto así, el que quiere realmente ser libre, es aquel que decide no tomar decisiones, pero tampoco porque no tomar decisiones, también es en sí una decisión.

Por lo que podríamos llegar a la conclusión temeraria de que la libertad no existe, que solo es un concepto literario romántico que define aquellos que optan por tomar su destino entre sus manos. ¿Es pues real o pura ficción?

Si intentamos poner un poco de raciocinio erudito y nos referimos a lo que nos dice la Real Academia Española sobre el tema, leemos en su primera definición:” Facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos.”

Esta definición es interesante porque define la libertad como la oportunidad de una elección que lleva como consecuencia la asunción de nuestros actos. Lo que implica ser rehenes de ellos, abandonando el concepto inicial de la libertad.

Cuanto más nos adentramos en intentar ver la lógica de esta palabra, más nos damos cuenta que es solo un espejismo para mentes o inmaduras, o para mentes muy duras. Es uno de los dioses, de Low Cost mundano, pero de alto coste espiritual.

De hecho, es obvio observar que, para las personas con mucha juventud acumulada como yo, la libertad es un tema intranscendente, porque sentimos sobre nosotros el peso de todas las cadenas de nuestras propias decisiones a lo largo de toda la vida.

Para los jóvenes es otro cantar. En su gran mayoría todavía creen el hombre y su capacidad de autogestionarse. Obvian, guerras, pobreza, maldad pretendiendo encontrar un espacio de libertad en el que todo es posible, incluso ser libres de nuestra condición. Aprenderán, a sus expensas, que todos llevamos cadenas, la gran mayoría no son pulsera sino grilletes que nos atan al pecado. Tiempo al tiempo.

¿Y qué es la libertad, para un cristiano? ¿La de Adán y Eva, que decidieron desobedecer a Dios?

En mi humilde opinión, para un cristiano. La libertad es el paradigma de las paradojas porque nada te hace más libre que ser siervo del Señor.

Nosotros no vemos la libertad como un espacio mental o físico en el que podamos hacer lo que nos plazca, no. La libertad para un cristiano es la obediencia a Dios. La entrega de nuestras vidas a Jesús nos libera de las cadenas de este mundo. Somos esclavos entregados a nuestro Creador mediante nuestra fe, aquella misma que se alimenta de la Palabra de Dios.

La única libertad a la que aspiramos los hijos de Dios, es aquella que, a través del sacrificio de Jesús en la cruz, nos libera de las garras del pecado. Él es nuestra libertad.

Dios es mi libertador, amo y Señor de mi vida.

Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; Mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio (Salmo 18:2)
Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. (2 Corintios 3:17)

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sábado, 28 de mayo de 2022

EMPATIA

Solo el ego puede infectar la empatía. (Anónimo)

Vivimos en un mundo egoísta, ególatra, egocéntrico, egotista.

El ego es el credo de la sociedad moderna en la que solo valen las personalidades propias más allá de cualquier otro valor.

Es amarse a sí mismo como a sí mismo, sin intermediarios, sin filtros.

La empatía es veneno para el ego, porque nos obliga a abandonar el culto a nuestro sacrosanto yo.

¿Hay que quererse a sí mismo? Pues claro que sí, pero en si no puede ser nuestro propósito porque entonces caemos en la trampa del ego. Hay que quererse a sí mismo para poder querer con genuinidad a los demás. Para hacer del amor una necesidad intrínseca de nuestro ser.

Hay que compartir con los demás, pero no solo lo bueno también lo malo. Y no solo lo nuestro también lo de los demás.

La empatía nos invita a hacer de nuestras vidas un puerto de buen cobijo para las almas en pena, para las desesperanzas más profundas. Pero también para las alegrías más grandes, y las más modestas porque en tema de sentimientos no se mide el tamaño, sino los daños o ganancias que provocan.

No hay placer más grande que compartir con los demás dice el sabio, mientras el necio, él, está ocupado a amagar, y amargar, sus ganancias.

La empatía invita a la misericordia, a la humildad, a la discreción. Porque solo aquello que se comparte con amor es buena siembra en camino de santidad.

Los padres aprendemos a sufrir por y con nuestros hijos, a alegrarnos por y con nuestros hijos, a vivir por y con nuestros hijos. Los que no, no son padres son meros progenitores indignos de su legado.

Dios, nuestro Padre, nuestro creador, nos da la mayor prueba de empatía que pueda existir, mediante Jesús, nos envía el Espíritu Santo para que este en nosotros, con nosotros. Para que su presencia sea guía y confort en la senda de nuestra vida, compartiendo todo lo bueno y ayudándonos a transformar en bendiciones todo aquello que nos afecte con dolor.

Solo aquel que comparte con los demás sabe lo que es amar más allá de sí mismo. Es una bendición.

La empatía no se aprende, no se da, no se compra. Es una actitud natural de las almas benditas.

La empatía que no da frutos no es empatía, porque identificarse con los demás no es suficiente, solo es el primer paso para compartir haciendo que llevemos juntos el peso de las penas y glorias que vivimos.

En el camino de nuestra vida, la empatía es como rio de agua fresca, como un oasis en un gran desierto árido. Nos anima, nos invita a alentar a los demás, y a compartir lo poco que tenemos para transformarlo en lo mucho que, juntos, podemos. Amen

15 Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran. (Romanos 12:15)

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jueves, 26 de mayo de 2022

DECEPCION

Debemos aceptar la desilusión finita, pero nunca perder la esperanza infinita. (Martin Luther King)

Poner esperanzas en algo, alguien, es exponerse a una posible decepción. Pero contrariamente a lo que podríamos pensar, cuando esto sucede, en la mayoría de los casos, el causante somos nosotros mismos.

¿Cuántas veces le hemos fallado a Dios? Más de lo que a uno le gustaría recordar.

¿Lo hemos decepcionado? O dicho de otra forma ¿es la decepción un criterio divino? Es interesante observar que si buscamos en Google: “Dios decepcionado” la gran mayoría de las respuestas que se encuentran, se refieren a lo contrario, el hombre decepcionado con Dios.

Dios no conoce la decepción porque, Él, todo lo sabe sobre nosotros. Nos conoció antes de que fuéramos concebidos.

Dios es omnisciente, los hombres somos omnívoros.

La decepción es un sentimiento temporal, ajeno a la infinidad de Dios.

Martin Luther King lo expresó con una frase preciosa que nos recuerda que solo Dios es capaz de ser fiel y merecedor de nuestras esperanzas.

Cuando me siento decepcionado por alguien pienso:

·         ¿cuántas veces le habré hecho yo lo mismo a Dios?

·         ¿Debo estar resentido con aquel o aquella que me falló, cuando Dios, por su Gracia me perdona y ama tal como soy?

Es muy difícil actuar como Jesús actuaba con nosotros, enseñándonos el camino a seguir para ser hijos de Dios. Cuanto más, cuando a veces nos enfrentamos a actitudes reiterativas que minan nuestra voluntad de obedecerle.

A menudo me pregunto ¿qué haría Jesús frente al despecho constante? Porque perdonar una y otra, y otra, y otra vez, sin que los comportamientos cambien. Eso nos lleva al desanimo. Lo único que nos queda es orar por aquel/la causante de nuestro dolor. Jesús nos pide amar a nuestros enemigos, yo diría que esto incluye también a aquellos que nos decepcionan, si bien esto es todavía más difícil porque tenemos que vencer además ese sentimiento amargo de traición o de abandono que nutre nuestro corazón en esos casos.

He aprendido una cosa muy importante que Dios me ha enseñado a golpes de ejemplos dolorosos en mi vida:

Cuando no ves la solución es porque no la tienes ¿Y por qué no la tienes? Pues porque la tiene Dios. En consecuencia, deja a Dios lo que es de Dios, y sé paciente a la espera de que Él te responda, y te guie. Abandonar tu ego y entregarte al YO SOY es prueba de sabiduría, y de alivio diría yo.

Debemos pensar que muy a menudo nuestras decepciones no son otra cosa que la voluntad de Dios que nos paremos y tengamos la paciencia de escuchar su respuesta. No la que queremos, sino la que Él tiene para nosotros.

La reiteración del camino equivocado siempre genera decepción hasta que nos percatamos que no es el correcto. Es obra de Dios hacernos conscientes de nuestros yerros a través de nuestras pruebas. El peor de ellos es aquel que nos hace pensar que las cosas dependen de nosotros cuando en realidad, en la melodía de la vida, solo somos un instrumento.

La decepción humana no pesa nada frente a la esperanza divina, nada nuevo bajo el sol.

Salmo 139 DIOS todo lo sabe
33 Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores hacen lo mismo. 34 Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores prestan a los pecadores, para recibir otro tanto. (Lucas 6:33-34)

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sábado, 14 de mayo de 2022

PERDONAME

 Perdonar es vivir el amor, pedir perdón es convivirlo. (Anónimo)

Perdóname Señor, por lo que soy; alma perdida, por cómo soy; orgullo erguido en su ego, porque intento ignorar que sin ti no soy.

Perdóname Señor por no compartir mi vida contigo, por obviarte en mis éxitos y por culparte de mis fracasos.

Perdóname Señor por dejar que mi yo niegue tu YO SOY. Por dejar que mi vanidad empobrezca mi sabiduría, que mi ser viva de mi parecer.

Perdóname Señor por negarte la única plaza de honor viva en la mesa de mi vida, cediéndosela a mis concupiscencias.

Perdóname Señor porque cuando me levanto no eres lo primero en lo que pienso al despertarme, porque no eres el último en el que pienso cuando me duermo, porque no te soy agradecido ante tu Gracia, porque no soy humilde ante tu misericordia, porque no soy un buen discípulo ante tus enseñanzas.

Tengo tantas y tantas cosas de las que pedirte perdón Señor, que me hacen conscientes que, si no fuera por tu Gracia, no tendría lugar en la mesa de la vida eterna que tu has preparado para nosotros.

Pero también perdonarme, padre, madre por mis comportamientos inapropiados, por mi falta de respeto hacia vuestra dedicación.

Perdóname hermano por no estar a tu lado cuando me necesitas, por escucharte cuando me confías tus inquietudes, por no apoyarte cuando tambaleas, por no buscarte cuando te pierdes.

Perdóname amigo por querer ser tu compañero de viaje, pero no de bagaje, por estar cuando me interesa más que cuando me necesitas, por compartir tus alegrías y huir de tus miserias.

Perdóname desconocido a quien giro la cara para no verte, a quien niego una limosna cuando la necesitas, a quien menosprecio cuando has perdido tu dignidad, a quien juzgo cuando la vida ya te condenó.

Perdóname enemigo mío por devolverte, o así intentarlo, mal por mal, por maldecir tu presencia, por alegrarme de tu ausencia, por condenarte con prejuicio, por no obedecer a Jesús y amarte sin parcialidad.

¿Y yo a quién perdono?

Si me hago esta pregunta es que ya no estoy obedeciendo los mandamientos de Jesús, porque el perdón no se cuestiona, se da con amor, no esperando nada a cambio.

No busquemos razones para perdonar sino perdonemos sin razones que justificar.

Aquel que arguye el perdón se lo niega a si mismo porque Jesús nos perdono a pesar de nuestra condición, ¿Qué menos podemos hacer nosotros con los demás?

Contrariamente a lo dicho en una famosa obra cuyo nombre no quiero recordar, la caridad bien entendida NO empieza por uno mismo, sino por los demás.

Si Jesús nos hubiese juzgado como nosotros enjuiciamos a los demás no habría salvación. Si nosotros actuamos como Él nos ha enseñado, caminamos en senda de santidad.

El amor no se paga con amor, el amor de vive con amor y el perdón es su llave de paso.

31 Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. 32 Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo. (Efesios 4:32-33)

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miércoles, 11 de mayo de 2022

LA OBRA INACABADA

 

La vida es como la construcción de un edificio, algunos no pasan del primer piso, otros acaban siendo rascacielos. Pero sin duda, los que más tristeza me generan son aquellos que son obras inacabas, ilustraciones crueles de que el tiempo se puede parar para siempre revelando un pasado privado de futuro. (Anónimo)

¿Qué es el hombre sino una obra inacabada?

Cuando leemos el Antiguo Testamento, la respuesta no es muy esperanzadora. Incapaces de cumplir La Ley, somos tropiezo para nosotros mismos y para los demás. Nuestro afán de libertad nos enjaula y nos castiga con las consecuencias de nuestro libre albedrío enmarcado por la condición humana. Y la vida de hoy la vivimos, a menudo, como si estuviéramos regidos por la ley, pero no la de Dios, no, esta no interesa al ser humano, sino la de los hombres. Esa misma que sembrada de sentencias injustas hace rebrotar la maleza en nuestra sociedad.

Cuando un niño nace, la construcción de su vida también. Los albañiles que somos los padres, tanto pretendidos expertos como neófitos, solo somos torpes arquitectos que intentamos poner los cimientos de una nueva vida.

Pero está claro que no por ser, o creerse, experto en la materia acabamos engendrando una obra maestra.

¿Por qué?

Porque esta empresa tiene vida propia y su capacidad de contradecir y de contradecirnos es impresionante. No en vano una de las primeras palabras que aprenden los retoños es “NO”.  

Porque una base en cemento armado puede ser solo el principio de un proyecto efímero, o peor de una promesa incumplida porque cuando proyectamos nuestros deseos en el futuro de nuestros hijos, solo conseguimos, en la mayoría de los casos, una gran decepción. Debemos aprender, a nuestras expensas, que no serán obra nuestra, sino creación independiente. Dejar que ellos establezcan sus propias bases y crecimiento.

También otros se construyen sobre arenas movedizas y se derrumban al primer envite de la vida.

Cuando leemos el Nuevo Testamento, nuestra esperanza renace porque las herramientas que nos ofrece Jesús están al alcance de todos, fundamentándose en el amor. Él nos enseña que no es buen arquitecto aquel que domina todas las técnicas del oficio sino aquel que es capaz de aplicar lo poco que sabe con humildad y amor. Porque la vida ajena es una obra viva que no cabe en nuestras manos, y menos obedece a nuestros designios. Jesús ha transformado la ley en los mandamientos que se fundamentan en el amor. Y amor, todos somos, o deberíamos ser, capaces de dar.

Cuando vemos a nuestros hijos como una obra inacabada, no dejemos de considerar que nosotros también lo somos. Nuestra vida es un reto constante a reconstruirse sobre una base firme: el amor que Jesús nos enseña, o sobre una base resquebrada: nuestro ego y la condición humana que lo rige.

Desde el punto de vista macro, el mundo también es una obra inacabada para los hombres. Cada día lo construimos y lo destruimos un poco más.

Somos expertos en echar por tierra aquello mismo que acabamos de erigir, una promesa constante de obra inacabada.

Está claro que la única forma de llegar al final de la obra no está en este mundo, solo al lado de Jesús, en presencia de Dios acabaremos siendo para siempre una obra consumada. Pero no por ello debemos olvidar el propósito fundamental de un cristiano en este mundo, ser testigo fiel de Jesús y ejemplo de amor vivo para con los demás. ¡¡¡Clamando su obra!!!

28 Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? 29 No sea que después que haya puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él, 30 diciendo: Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar.

Que Dios os bendiga, Alfons <><

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lunes, 18 de abril de 2022

MORIR PARA VIVIR

La vida terrenal solo cobra sentido en la muerte, es la paradoja y el paradigma de nuestra existencia. ¿Reto o imposición? La respuesta nos define. (Anónimo)


Un bosque atacado, y destrozado, por la maleza se muere ahogado, lentamente. Si no se mantiene y limpia, solo recobrará vida a través del fuego regenerador. Porque hace falta que se arrase lo existente para que renazca de sus cenizas.

La vida eterna no tiene sentido si la entendemos como el común de los mortales, es decir no morir nunca. La vida eterna precisa de 2 muertes en este mundo, la espiritual y la carnal. Solo en contadas excepciones, como Enoch, no se produjo la segunda, ya que Dios lo arrebató de la tierra, sino, es un paso obligado.

La muerte espiritual es imprescindible para renacer en Cristo, despojándonos de toda la maleza que cubre nuestro espíritu.

La muerte carnal es el paso indispensable para estar en Jesús y con Jesús, para siempre.

El ejemplo de su muerte en la cruz para perdón de nuestros pecados es la clave de la paradoja de la vida y el paradigma que todo cristiano tiene interiorizado. Su resurrección es el ejemplo que nos muestra el camino a seguir para ir hacia el Padre.

Es curioso cómo podemos ver tantas declaraciones de patriotismo, de morir por su patria, pero que, a la hora de morir por su vida eterna, ni lo contemplan.

Cuando para los demás el mundo se acaba con la muerte, para nosotros los cristianos, nuestra esencia empieza en ese mismo instante, abandonando nuestro cuerpo mortal. Porque solo podemos enfrentarnos al infinito dejando de pensar que tenemos una vida secular, para pasar a abrazar el amor de Cristo que nos invita a ser y estar a su lado para la eternidad.

El paraíso, para un no creyente, debe parecer aburrido, ya que lo asemeja a lo mejor de lo que está viviendo en la tierra, y eso con el tiempo aburre, incluso le pasó al pueblo de Dios en el desierto. Que acabó harto del maná que recibía día sí, día también por parte de Dios. El hombre es así, hace de su existencia una oportunidad constante hacia el pecado y la perdición.

Para mí el paraíso es estar con Jesús, en presencia de Dios, Despojado de todo lo que me limita, habiendo eliminado el EGO de mí ser, borrando para siempre mi condición humana. Me imagino un gozo en total dependencia de mi creador, con la inocencia que me hará buscarlo constantemente para disfrutar de su presencia. Haciendo que la obediencia ya no sea una opción, sino mi condición intrínseca.

Hoy, que en todas las guerras de este mundo hay hombres que mueren por un ideal, debemos reflexionar en por quién, y para quién, estamos dispuestos a morir. Porque Jesús respondió a esta pregunta con su sacrificio por todos nosotros. Estos días revivimos su pasión y es un buen momento para recapacitar y reconsiderar nuestros valores. Pensar en lo que Él hizo y en lo que nosotros estamos dispuestos a hacer.

Los símbolos solo son piedras inertes si no los cargamos de significado en nuestras vidas. La cruz es probablemente el emblema más representativo de los cristianos, pero solo tiene sentido si le damos el valor, y la importancia, que se merece.

Un símbolo no se define por los rituales que lo adornan, sino por la vida que le damos a lo que representa para nosotros. Y eso suele ser más profundo y sincero en nuestro interior que en manifestaciones exteriores hacia los demás.

En estos días tan marcados me atrevería a decir que la procesión va, y debe de ir, por dentro.

La gran diferencia entre las religiones y una vida espiritual plena es, que allí donde las primeras precisan de los demás para manifestarse, la segunda te ofrece un trato directo y único con Jesús, sin interferencias ni intermediarios donde el único protagonista es nuestro creador.

Nada nuevo bajo el sol.

3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. 4 Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? 5 Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. 6 Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu,[a] espíritu es. 7 No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. 8 El viento[b] sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu. (Juan 3:3-8)


Que Dios os bendiga, Alfons <><

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sábado, 9 de abril de 2022

OBEDIENCIA

Los hombres solo obedecemos a nuestro ego. (Anónimo)


Para los hombres, la desobediencia no es el último recurso, sino la primera manifestación, equivocada, de nuestra libertad.

En los tiempos actuales, obedecer parece ser una opción trasnochada. Desgastada por el alto concepto que tenemos de nosotros mismos y del sacrosanto libre albedrío que rige nuestros valores.

Es como si fuéramos incapaces de tener nuestra propia iniciativa y que precisáramos de alguien que nos domine para actuar.

En el fondo todo se trata de saber, o determinar, quién manda, nuestra vida, la de los demás, el mundo.

Nosotros vemos al perro como el símbolo de la obediencia, aunque no siempre sea así. Es dócil, entregado, está constantemente atento a nuestra voluntad, nuestro deseo. No cuestiona, no duda, siempre acata y esta al acecho de los premios con los que gratificamos su obediencia. Por ello tenemos tendencia a menospreciar su carácter porque vemos en su entrega una cierta debilidad.

Por lo contrario, vemos al gato, independiente, ajeno a nuestra voluntad, a nuestra influencia. Siempre cuando tenga su plato lleno y le correspondamos en los mimos cuando él lo decida.

¿Qué nos enseñan estos rasgos tan diferenciados de perros y gatos?

Pues, que nuestras vidas se asimilan más a la de los gatos que a la de los perros.

Lo que está claro es que la obediencia precisa de una entrega absoluta a quien nos rige. El primer caso de desobediencia fue el de Adán y Eva. Pero hemos sido y somos fieles seguidores de sus actitudes irreverentes y descaradas.

Uno podría tener la tentación de pensar que duro castigo tuvo una tan leve falta. ¿No?

Para contextualizarlo debemos pensar quién nos lo dice, por qué, y para qué.

Nos lo dice nuestro Creador.

Porque ya sabe de qué somos capaces.

Para evitarnos la caída en la tentación y el pecado.

Todo esto se resume en ¿qué queremos? ¿Actuar con genuina inocencia, no retando a quién nos trajo a este mundo, o pretendemos querer ser su igual y hacer lo que bien nos parece?

¿Queremos ser perro o gato, en cuanto a nuestra actitud?

La diferencia entre el gato y nosotros es que él no puede decidir y actuar con consciencia y nosotros sí. Es decir, sería incongruente pensar en que un gato puede pecar cuando nosotros lo hacemos constantemente. Digo esto porque me gustan mucho los gatos y compararlos con los humanos me parece muy ofensivo, para ellos, claro está.

Es mucho más fácil de lo que parece ser obediente, solo nos requiere obviar nuestro ego. Pero esto, que solo sería un acto de obediencia, se transforma en una desobediencia constante. Porque pensamos más en nosotros que en los demás y que decir de pensar en nuestro creador.

Es curioso por no decir tragicómico pensar que una de las primeras palabras que decimos, cuando somos críos, y a la que le damos sentido constantemente en nuestra vida es la palabra NO.

Obedecer es un reto esencial para el cristiano, pero objeto de ninguneo para los hombres de este mundo.

Obedecer es buscar constantemente ese niño ingenuo, dócil, entregado, que fuimos y que hemos olvidado a lo largo de nuestra existencia.

Obedecer es entregarse totalmente a nuestro amo y Señor, en su forma trina, Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Pero no todas las desobediencias son perniciosas para el ser humano. Dios nos pide que obedezcamos a nuestras autoridades. Eso sí debemos tener suficiente sabiduría para distinguir y priorizar siempre lo que nos pide Dios, y si esto va en contradicción con nuestros líderes en este mundo, no dudemos ni un segundo en obedecer a Dios.

Sueño del paraíso como de un lugar en el que estoy despojado de toda la suciedad de mi condición humana. Me veo ingenuo y entregado en adoración a mi Señor y salvador. No preciso ni de inteligencia ni de malicia, atributos terrenales, solo de candor y de amor. Me olvido de ser yo, para solo ser y estar al lado de mi Padre Celestial.

Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos. (Romanos 5:19)

Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. (Romanos 13:1)


Que Dios os bendiga, Alfons <><

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sábado, 2 de abril de 2022

AMOR

No hay amor sin dolor, pero sí mucho dolor cuando no hay amor. (Anónimo)

Sin amor el hombre solo existe, con él, puede alcanzar la eternidad. (Anónimo)

¿Qué es el amor?

¿Sexo? ¿Un sentimiento? ¿Una actitud? ¿Un acto de sacrificio? ¿Un convenio? ¿Platónico o carnal? Etc…

Tal vez sea de todo un poco y más, pero lo que seguro no es, es el exceso de uno solo de ellos, sea el que sea.

La expresión más conocida para los cristianos, cuando se trata de cómo debe ser nuestra actitud amorosa hacia los demás, es el amor Agápē, amor compasivo, ese mismo que no espera nada a cambio pero que todo lo da. Ese mismo que ilustra la vida de Jesús.

Pero no nos engañemos a la hora de experimentar el amor en todas sus facetas, nos encontramos con un componente constante, que si de nosotros dependiera intentaríamos evitar, pero que es la consecuencia de vivir genuinamente nuestro amor, y ese es el dolor. Un sufrimiento positivo que nos hace concienciarnos de que lo que valoramos puede ser efímero, o lo que tememos sempiterno, y cuanto más cuando se aplica a nuestros seres queridos.

El mejor ejemplo es Jesús y su sufrimiento por amor a nosotros. Pero también en la vida cotidiana lo vivimos, o mejor dicho lo sufrimos, con nuestros hijos y/o allegados de toda índole.

Se suele decir que cuando nace un hijo nuestro padecimiento también nace. Y es verdad, los meses de embarazo ya son un aviso para las madres. El parto una ilustración de lo que nos espera a los progenitores. Eso, claro está, si albergamos el amor maternal y paternal que la llegada de una cosita tan pequeñita provoca en nosotros.

Pero no solo las relaciones paternofiliales son procreadoras de amor. Las amistades, la comunión entre hermanos en la fe, cualquier relación que haga que pensemos más en el otro que en nosotros mismos, es digna de este nombre tan bonito de 4 letras: amor.

Las relaciones de una pareja longeva son una ilustración perfecta de cómo el amor, evoluciona, madura y acaba expresándose en su forma más profunda y tierna. Empezamos con la pasión (Epithymia) del deseo. Maduramos con los envites de la vida, haciendo que esta pasión se transforme en respeto, complicidad, resiliencia, actuando con responsabilidad. Si vienen niños, el amor se traslada a nuestros retoños y cuando estos emprenden su propio vuelo nos volvemos a encontrar con nuestro alter ego, nuestra(o) compañera(o) de viaje, dejando que este vacío que experimentamos lo vaya llenando el baúl de nuestros recuerdos y el orgullo de ver nuestros hijos emprender su camino propio. Amor y padecimiento son.

La vejez, o, mejor dicho, los años acumulados, nos ofrecen una oportunidad inmensa de pulir ese amor que hemos estado trabajando toda nuestra vida para que acabe siendo ternura, complicidad, compasión, disfrute con nuestra pareja.

El dolor que hemos experimentado a lo largo de años y años por amor a los demás nos acaba ofreciendo un descanso merecido a través de la resiliencia y de la confianza en Jesús nuestro Señor.

Porque todo esto solo tiene sentido si nos percatamos de que es la senda que nos lleva a cada paso, a cada acto de amor agápē, hacia nuestro creador de la mano de Jesús. El amor es guía, herramienta y solución a todos nuestros avatares en esta vida. Es la llave de paso hacia la puerta que nos abre el camino de santificación de nuestras vidas.

El amor es como un parto, a través de su dolor alcanzamos la alegría suprema. Esa misma que nos hará padecer el resto de nuestra vida, por amor.

No nos engañemos, es más fácil amar a los que queremos, pero Jesús nos pide que amemos a nuestros enemigos y eso topa con nuestro ego. Pablo dice que el amor no espera nada a cambio, pero nosotros solemos esperar, como mínimo, lo mismo a cambio. Y eso no es amar, porque el amor no es un trueque y menos una moneda de cambio, que podemos usar a nuestro antojo. El verdadero amor no se piensa, se vive. No se habla, se da. No se vanagloria, se humilla. No se expone, actúa con humildad y discreción.

Todo deja de tener importancia en este mundo cuando nos acercamos a la promesa de nuestro Señor Jesucristo, la vida eterna a su lado. Y eso solo por Gracia, la máxima y divina expresión del amor incondicional.

Jesús es amor, nosotros, sus agraciados, sus discípulos, no de este mundo, pero sí en este mundo. Amen.

34 Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. 35 En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros. (Juan 13: 34-35)

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jueves, 17 de marzo de 2022

LUZ

Una sola luz puede romper las tinieblas, por suerte para nosotros lo inverso es imposible. (Anónimo)


En un mundo que cada vez más se entenebrece, buscamos todos desesperadamente aquella luz que nos alegre el ánimo y nos de esperanza.

Es difícil encontrar destellos de luz entre tanta maldad humana, pero si miramos con ojos sensibles siempre acabamos encontrando un remanso de paz en aguas turbulentas. Una sonrisa, una mirada compasiva, una mano tendida, una escucha atenta, un rincón acogedor, todo esto y más son como destellos que rompen la oscuridad que nos engulle tanto moralmente como físicamente.

Se dice que la esperanza es lo último que se pierde, pero para un cristiano, la esperanza es un baluarte inexpugnable, ofrecida por el sacrificio de nuestro Señor Jesucristo en la cruz.

Oigo mucho, estos días, decirme, con sorna, que nosotros, los cristianos, somos afortunados porque por lo menos tenemos en quién y en qué creer. Y no solo es verdad, sino que además todo aquel que así lo desee también puede buscar a Jesús y cobijarse en su amor protector.

También les contesto a aquellos que así me hablan que ser cristiano no es una suerte, es una elección que cada cual puede, o no, ejercitar. El hombre es tan receloso de su libre albedrío que cuando lo puede ejercer intenta obviarlo por temor a sus consecuencias. Lo que no es consciente aquel irresoluto, es que no decidirse es, en sí, una decisión con la que tendrá que acarrear toda su vida.

Ahora es momento de oración más que nunca porque lo que los insensatos de este mundo han propiciado solo Dios puede darle respuesta. Nuestro gran desasosiego es saber entender, y aceptar, que aquello que pedimos no siempre es aquello que necesitamos. Lo finito de nuestra mente siempre se topa con la eternidad de Dios. Solo con fe mediante la oración, con paciencia y con confianza absoluta en nuestro Creador, podemos vivir estos tiempos revueltos.

Pero no solo es tiempo de oración, porque la fe sin obras es muerta. También estamos llamados a ser luz en este mundo. No somos de este mundo, pero vivimos en él. Ayudar a los demás, ya sean refugiados o nuestros vecinos, o aquellas personas que cruzamos en la calle y que buscan un alma caritativa.

En momentos como los que estamos viviendo debemos ser, todavía más, esa flama que alumbra el entorno para que los demás puedan orientarse. Ese ejemplo que hace que los necesitados recuperen su confianza en los demás. Esa luz que despierta los corazones.

Ser cristiano no es una suerte y menos una casualidad. Ser cristiano es una causalidad para poder llevar la Palabra a todos y todas, por cómo nos comportamos, por el amor que damos a cambio de NADA, por todos esos pequeños detalles que hacen que seamos diferentes de la secularidad cotidiana que nos ahoga.

¡¡¡Somos, y debemos ser como todos esos farolillos voladores que cuando los lanzan al viento iluminan el cielo!!! Luz en las tinieblas. Amen.

1En el principio creó Dios los cielos y la tierra. 2 Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.


3 Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz. 4 Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas. 5 Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue la tarde y la mañana un día.

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domingo, 6 de marzo de 2022

QUE PODEMOS HACER

Todo lo que hacemos nos define como persona, incluso y más, si no hacemos nada. (Anónimo)


Con todo lo que está pasando no puedo dejar de pensar, de orar y de pedirle a Dios que venga ya a salvarnos, porque esto no tiene solución humana. Me invade una gran tristeza.

Cuando miro a la televisión lo que está pasando en Ucrania, me horrorizo de ver lo que es capaz de hacer la locura de los hombres.

Pero, siendo honestos, nada nuevo bajo el sol. El hecho de que esto esté sucediendo en Europa no hace que todas las demás guerras que hay hoy en el mundo sean menores, no.

Pero la peculiaridad de este conflicto es que puede llevarnos al fin del mundo, porque si el engranaje de delirio egocéntrico y manipulador que tienen unos se ve contestado por un nivel similar de agresividad y locura por la otra parte, vamos al desastre.

Yo mismo me dejo llevar por la locura de los pensamientos belicosos, haría tal cosa o tal otra para contrarrestar aquello que considero una agresión flagrante e injustificada. Me pongo a pensar en lo que, considero yo, deberían hacer nuestros gobernantes y no hacen. Si pienso en la historia reciente con Hitler atacando a Polonia, ante la sociedad de las naciones de la época, el parecido con lo que está sucediendo hoy es aterrorizante.

Tengo una sed de información que solo se pondera por la desconfianza que me inspiran. ¿Información, manipulación o propaganda? Cuando veo como tratan al pueblo ruso no dejo de pensar que nosotros también somos el objetivo de aquellos que nos quieren manejar a su antojo, la diferencia es que, en nuestro caso, las cosas son más sibilinas. La única forma de no caer en el pensamiento enlatado que nos ofrecen los medios es mirar varios noticiarios, de tendencias diferentes, incluso opuestas, de otros países, continentes y contrastando todo hasta hacerse su propia opinión.

El pensamiento único es, por su esencia, erróneo y peligrosamente obsesivo. Y cuando este se apodera de una persona que esta al frente de una potencia nuclear, el riesgo de escalada es tremendamente alto.

¿Y nosotros qué podemos hacer?

ORAR: Como cristianos sabemos que somos salvos por la Gracia de Dios mediante la fe para obras. Eso nos indica, a pesar de nuestras tendencias egocéntricas, que la respuesta la tiene Jesús y no nosotros. Que nuestra fe debe llevarnos a orar constantemente para pedirle su intercesión en este, y todos los demás, conflictos. Por ello también le debemos pedir que ponga en el corazón de todos nuestros gobernantes sabiduría y voluntad de paz.

OBRAR: Desde dar para los refugiados hasta participar en su recogida y luego acogida. No nos olvidemos que la fe sin obras es una fe muerta. Ahora es fácil indignarse y decir haré tal o tal cosa, pero la realidad, nuestra realidad se manifestará de verdad cuando recibamos los refugiados aquí, cómo los vamos a tratar. Y cuando vemos cómo hemos actuado con los demás refugiados, la cosa no invita al optimismo. Obrar también es amar por encima del odio de los demás. Ahora se está manifestando en toda Europa acciones de coacción, de amenazas, contra restaurantes rusos y otros estamentos de este país. Nosotros los cristianos debemos ser ejemplo de comportamiento y actitud manifestando el apoyo a quien lo necesita sin acepción de personas o nacionalidades.

Cuanto más pienso en qué podemos hacer, más claro me queda que los hombres solos incapaces de solucionar los conflictos que creamos. Y a cuantos más virulentos, más ineptitud por parte nuestra.

Solo Jesús tiene la solución y nosotros debemos poner en sus manos todas nuestras angustias, todos nuestros anhelos. Ahora más que nunca debemos orar, orar y orar para pedirle su intercesión, su intervención para que cesen dolor y sufrimientos provocados por nuestra desidia, nuestro afán de dominar a los demás. Si alguien tenía dudas sobre si el hombre es bueno por naturaleza la respuesta, querido Rousseau, es que el hombre es malo por naturaleza, porque el pecado original lo llevamos en nuestra mochila, o mejor dicho es nuestra mochila en la que almacenemos todos lo frutos nefastos de nuestra condición humana.

Ahora, más que nunca es tiempo de oración, nuestra fe nos debe llevar a hacerlo cuanto más sea posible. Y nuestras obras deben manifestar al mundo nuestra condición cristiana, cargada de amor hacia todos.

Lo que esta pasando y la necesidad de entregarnos a Jesús debería ser también una constante en nuestra vida cotidiana. Poniendo en sus manos todos nuestros problemas, todas nuestras ilusiones y buscar constantemente la inspiración del Espíritu Santo.

Estamos viviendo días muy tristes en el que mundo occidental ha dejado atrás el sueño de la paz. Ahora vivimos a nuestras puertas lo que en otras partes del mundo viven en su cotidiano. Oremos al Señor y que Él nos guie en las tinieblas de estos tiempos. Amen.

37 No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados. 38 Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir. (Lucas 6:37-38)


12 Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. 13 Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. (Apocalipsis 20:12-13)


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viernes, 4 de febrero de 2022

AMAR EN TIEMPO DE CÓLERA

El amor es una pulsión divina en una menta humana. (Anónimo)

Lo contrario al amor es el desamor, y su mejor expresión, la indiferencia.

Por ello es muy importante trabajar nuestra capacidad empática con los demás porque solo acercándonos a ellos con amor, podemos luchar contra el desaliento a el que nos invita, a menudo, la vida que vivimos.

Es fácil dejar de alimentar la llama del amor, de hecho, nos pasa constantemente, y no solo con aquellos que no nos caen bien sino también con aquellos que juegan una parte importante en nuestras vidas. Familias, amigos, hermanos, colegas, incluso enemistades pueden padecer el estigma de nuestro desaliento.

La vida nos solicita constantemente para que prioricemos todo, si queremos ser capaces de atender a aquello, o aquellos, con los que pretendemos relacionarnos. Estamos viviendo en un mundo en el que amar en tiempo de cólera es una constante.

El problema es que cuando de amor se trata, no vale priorizar, no sirve darle más importancia a uno que a otro porque eso equivaldría a amar a uno más que a otro y eso no tiene sentido para un cristiano. Jesús nos lo dice “amarás a tu prójimo como a ti mismo”, no, después de ti mismo.

¿Y si no hay prioridades, donde encaja Dios? ¿No debería ser nuestra prioridad?

1 Corintios 13 es muy claro, si no amamos de verdad, no amamos a Dios. El amor ágape profesado a los demás es la expresión genuina de un amor incondicional a Dios. Amando a los demás como Jesús nos manda, es amar a Dios por encima de todo porque es lo que Él espera de nosotros, lo que Jesús nos dice en su principal mandamiento.

Sin amor a los demás no hay amor a Dios, aunque algunos crean que amar a Dios es suficiente. Él, mediante Jesús, nos enseña y nos advierte que el amor es un contrato perpetuo entre nuestro corazón y la divinidad de Dios. Donde no hay buena semilla que no de buenos frutos.

Amar a Dios se testifica cada día de nuestra vida amando como Jesús nos ha enseñado y eso incluye a nuestros enemigos, nuestros verdugos o todos aquellos por los que no tenemos ninguna simpatía o que nos han defraudado.

Esto nos hace diferentes del resto del mundo, es más, nos consideran necios y débiles cuando manifestamos caridad y bondad hacia aquellos que nos maltratan, pero como decía Jesús, ¿qué merito hay en amar a los justos?

Qué fácil es desamar en tiempo de cólera. Todo y todos nos invitan a que ignoremos aquellos que alimentan nuestro malestar, pero es ahora cuando más necesitamos ser sal y luz en este mundo de tinieblas como nos pide Jesús. Es ahora cuando tenemos que demostrarnos a nosotros mismos que somos realmente Cristianos, actuando como Cristianos.

Amar es la raíz del principal mandamiento de Jesús, también la razón inexpugnable de la Gracia de Dios hacia su pueblo. Y no cabe duda que los tiempos que estamos viviendo son convulsos y que amar en tiempo de cólera es nuestro mandato divino.

Sin el Espíritu Santo somos incapaces de amar. Apelemos siempre a su inspiración para que nos guie en nuestra vida.

32 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores aman a los que los aman. 33 Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores hacen lo mismo. 34 Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores prestan a los pecadores, para recibir otro tanto. 35 Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y malos. 36 Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso. (Lucas 6:32-36)


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Església Evangèlica La Gràcia de Déu

Ciutat de Balaguer, 40, Barcelona

Cada domingo a las 18 00, ¡OS ESPERAMOS!

viernes, 21 de enero de 2022

PRECIO O VALOR

El precio no tiene valor mientras el valor tiene un precio incalculable. (Anónimo)


Somos una sociedad que pone precio a todo. Compramos, vendemos, objetos, influencias, indulgencias, incluso personas, etc…

Sin darnos cuenta estamos valorando constantemente todo lo que nos sucede por su precio.

Muy pocas personas son capaces, o están interesadas en diferenciar el valor del precio, considerando que este primero es solo una suma de dinero.

Si miramos en el diccionario de la Real Academia Española, vemos que “precio” tiene 5 definiciones y “valor” tiene 13.

Observamos también que mientras “precio” se refiere básicamente a cuantificar, “valor” tiende a definir cualidades. Es decir, cuando pensamos en precio o valor estamos eligiendo entre un hecho primario del hombre: valorar, y las cualidades que definen el hecho, o la persona: cualificar.

La trivialidad del precio define, por sí misma, a quien lo usa. Por ello todo lo relacionado con el dinero suele acarrear una connotación pecuniaria, y sus atributos suelen ser reyes de la condición humana: codicia, avaricia, egoísmo, soberbia, envidia, y más.

No obstante usar el precio es una práctica natural que no tiene por qué llevarnos a la concupiscencia. Si vamos a comprar algo, el precio es la primera información que vemos. Pero si nos quedamos en ese concepto, nos perdemos la esencia de lo que motiva nuestra acción de comprar. Y eso nos puede llevar a errar.

¿Lo necesito? ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Me lo puedo permitir? ¿Es el más adecuado? Y muchas preguntas más que nos permiten darle sentido al precio de las cosas.

Jesús pago un precio incalculable por nuestra salvación, la pago con su vida. Si aplicamos aquello que acabamos de decir vemos que el valor de su sacrificio es infinitamente más importante para Él que el precio que sabe tendrá que pagar. Y nosotros que estamos acostumbrados a valorar dinerariamente las cosas podemos caer en la tentación de obviar el valor de su muerte en la cruz.

Judas puso precio a la muerte de Jesús, 30 monedas de plata, y se dio cuenta, demasiado tarde, de que el dinero percibido no solo era dinero, era pecado consumido. No supo ver la diferencia entre dinero y valor, dándole al dinero un precio que lo condeno.

Nosotros también, en nuestro día a día, vivimos las trivialidades de nuestra condición humana, y si bien las consecuencias no son comparables con las de Judas, también tienen sus consecuencias.

El mejor ejemplo nuestro tiempo personal. Solemos decir que nuestro tiempo no tiene precio por lo sacrosanto que es. Para nuestro ocio, nuestros hábitos, nuestras prioridades. Pero me pregunto a mí mismo ¿le doy el valor que se merece el tiempo que dedico a las series, el futbol, la comida? ¿No podría valorar y redistribuir mejor mis prioridades?

¿Cuál es el coste real del precio que le atribuyo a disfrutar de mis aficiones, en lugar de ayudar a los demás?

Creo que no me gusta la respuesta porque me obliga a recordar el mandamiento de Jesús que dice: “Que os améis unos a otros, como yo os he amado.” Y eso pone en su sitio la diferencia entre precio y valor.

¿Sí, pero qué precio estoy dispuesto a pagar?

Comprados fuisteis por precio; no os hagáis esclavos de los hombres. (1Corintios 7:23)

3 Entonces Judas, el que le había entregado, viendo que era condenado, devolvió arrepentido las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos, 4 diciendo: Yo he pecado entregando sangre inocente. Mas ellos dijeron: ¿Qué nos importa a nosotros? ¡Allá tú! 5 Y arrojando las piezas de plata en el templo, salió, y fue y se ahorcó. 6 Los principales sacerdotes, tomando las piezas de plata, dijeron: No es lícito echarlas en el tesoro de las ofrendas, porque es precio de sangre.


Que Dios os bendiga, Alfons <><

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lunes, 17 de enero de 2022

PAZ

Cuando el poder del amor sobrepase el amor al poder, el mundo conocerá la paz (Jimi Hendrix)

Cuando la tenemos la ignoramos, cuando no, la añoramos. La paz es un estado molesto porque nos obliga a estar satisfechos y eso, al ser humano, le incomoda.

Si buscamos en el diccionario los antónimos a “miedo” encontramos: “valor, valentía, tranquilidad” cuando hay uno, que con diferencia los supera a todos: “paz”.

La paz es un estado profundamente inestable en la idiosincrasia humana. No nos gusta, o por lo menos no la defendemos como si nos fuera imprescindible.

Un mundo en paz es un mundo que está preparando su próxima guerra, podría haber dicho Churchill, que de eso sabía.

Es curioso ver como los hombres se trascienden en la guerra y se ignoran en tiempos de paz. Es como si fuese más noble luchar que pacificar.

Contrariamente a lo que el mundo piensa, la paz no se gana, la paz se da, la paz se recibe.

Ser un hombre de paz, salvo en contadas excepciones, no te da tu lugar en el libro de la memoria histórica de la humanidad. Es más, aquellos que, mediante la guerra, el dolor, el miedo han conquistado al mundo, aunque siempre de forma efímera, son los titulares de la historia del mundo.

La paz es un don de Dios, para fruición del amor que nos deberíamos procesar los unos con los otros. Por ello escasea en nuestra sociedad, porque el amor a sí mismo impera sobre el amor a los demás.

Jesús hizo del primer mandamiento el GRAN mandamiento porque sabía de qué somos capaces y de qué carecemos, era conocedor de nuestra condición guerrera, pecaminosa, en la que la paz no es una palabra relevante frente a otras como poder, gloria, orgullo, vanidad.

Toda muerte en la guerra es una muerte en vano, mas aquel que se sacrifica por la paz siempre siembra para buena cosecha.

Jesús era, es y siempre será un hombre de paz. El ejemplo supremo de cómo el amor nos puede llevar a descansar en paz. Él nos dio su paz y sus enseñanzas para mantener la llama viva de la esperanza en nuestro ser.

Hoy en día los titulares están copados por el mal y el dolor que causa. Es como si se empeñaran en arrancarnos cualquier atisbo de paz interior que cobijemos para sobrevivir.

Solo Jesús puede mantener la llama viva de su paz en nuestros corazones. Solo Él puede renovar nuestro corazón, nuestro espíritu, nuestra mente, para resistir al mal y darnos la paz regeneradora de su amor incondicional.

Cuando tengo miedo busco a Jesús y Él me da su paz. Cuando estoy desesperado, busco a Jesús y Él me da su paz. Cuando no veo la luz al final del túnel, busco a Jesús y el enciende el candil de su amor que me da su paz.

Contrariamente a lo que uno podría pensar, la paz del amor no se consigue con el amor a la paz. Únicamente mediante Jesús aprendemos que la paz exige de nuestro ser interior un esfuerzo profundo de humildad y de bondad, como la de Jesús.

Los pacificadores mediáticos son un producto de consumo que pretende envilecer la nobleza intrínseca de la paz. Los verdaderos solo se conocen por sus frutos. El nombre no importa, sino lo que das y cómo lo das.

Si estas en guerra contra ti mismo busca en tu corazón la paz que Jesús ha depositado en él. Te dará sosiego y relativizará todas las trivialidades de este mundo para que, a su lado tenga paz, su paz.

La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo. (Juan 14:27)

36 Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? 37 Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. 38 Este es el primero y grande mandamiento. 39 Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 40 De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas. (Mateo 22:36-40)


Que Dios os bendiga, Alfons <><

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