LA CREACIÓN

LA CREACIÓN
DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

lunes, 30 de mayo de 2022

LA LIBERTAD TRUNCADA

La libertad es la jaula dorada de los necios. (Anónimo)
Es difícil liberar a los necios de las cadenas que veneran. (Voltaire)

¿Qué es la libertad?

Se ha escrito tanto sobre ella que parece fútil, ver inútil añadir algo a este icono de la sociedad moderna.

En sí es una paradoja, porque si bien puedes decidir lo que quieras cuando lo haces dejas de ser libre siendo rehén de tu decisión. Visto así, el que quiere realmente ser libre, es aquel que decide no tomar decisiones, pero tampoco porque no tomar decisiones, también es en sí una decisión.

Por lo que podríamos llegar a la conclusión temeraria de que la libertad no existe, que solo es un concepto literario romántico que define aquellos que optan por tomar su destino entre sus manos. ¿Es pues real o pura ficción?

Si intentamos poner un poco de raciocinio erudito y nos referimos a lo que nos dice la Real Academia Española sobre el tema, leemos en su primera definición:” Facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos.”

Esta definición es interesante porque define la libertad como la oportunidad de una elección que lleva como consecuencia la asunción de nuestros actos. Lo que implica ser rehenes de ellos, abandonando el concepto inicial de la libertad.

Cuanto más nos adentramos en intentar ver la lógica de esta palabra, más nos damos cuenta que es solo un espejismo para mentes o inmaduras, o para mentes muy duras. Es uno de los dioses, de Low Cost mundano, pero de alto coste espiritual.

De hecho, es obvio observar que, para las personas con mucha juventud acumulada como yo, la libertad es un tema intranscendente, porque sentimos sobre nosotros el peso de todas las cadenas de nuestras propias decisiones a lo largo de toda la vida.

Para los jóvenes es otro cantar. En su gran mayoría todavía creen el hombre y su capacidad de autogestionarse. Obvian, guerras, pobreza, maldad pretendiendo encontrar un espacio de libertad en el que todo es posible, incluso ser libres de nuestra condición. Aprenderán, a sus expensas, que todos llevamos cadenas, la gran mayoría no son pulsera sino grilletes que nos atan al pecado. Tiempo al tiempo.

¿Y qué es la libertad, para un cristiano? ¿La de Adán y Eva, que decidieron desobedecer a Dios?

En mi humilde opinión, para un cristiano. La libertad es el paradigma de las paradojas porque nada te hace más libre que ser siervo del Señor.

Nosotros no vemos la libertad como un espacio mental o físico en el que podamos hacer lo que nos plazca, no. La libertad para un cristiano es la obediencia a Dios. La entrega de nuestras vidas a Jesús nos libera de las cadenas de este mundo. Somos esclavos entregados a nuestro Creador mediante nuestra fe, aquella misma que se alimenta de la Palabra de Dios.

La única libertad a la que aspiramos los hijos de Dios, es aquella que, a través del sacrificio de Jesús en la cruz, nos libera de las garras del pecado. Él es nuestra libertad.

Dios es mi libertador, amo y Señor de mi vida.

Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; Mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio (Salmo 18:2)
Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. (2 Corintios 3:17)

Que Dios os bendiga, Alfons <><

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sábado, 28 de mayo de 2022

EMPATIA

Solo el ego puede infectar la empatía. (Anónimo)

Vivimos en un mundo egoísta, ególatra, egocéntrico, egotista.

El ego es el credo de la sociedad moderna en la que solo valen las personalidades propias más allá de cualquier otro valor.

Es amarse a sí mismo como a sí mismo, sin intermediarios, sin filtros.

La empatía es veneno para el ego, porque nos obliga a abandonar el culto a nuestro sacrosanto yo.

¿Hay que quererse a sí mismo? Pues claro que sí, pero en si no puede ser nuestro propósito porque entonces caemos en la trampa del ego. Hay que quererse a sí mismo para poder querer con genuinidad a los demás. Para hacer del amor una necesidad intrínseca de nuestro ser.

Hay que compartir con los demás, pero no solo lo bueno también lo malo. Y no solo lo nuestro también lo de los demás.

La empatía nos invita a hacer de nuestras vidas un puerto de buen cobijo para las almas en pena, para las desesperanzas más profundas. Pero también para las alegrías más grandes, y las más modestas porque en tema de sentimientos no se mide el tamaño, sino los daños o ganancias que provocan.

No hay placer más grande que compartir con los demás dice el sabio, mientras el necio, él, está ocupado a amagar, y amargar, sus ganancias.

La empatía invita a la misericordia, a la humildad, a la discreción. Porque solo aquello que se comparte con amor es buena siembra en camino de santidad.

Los padres aprendemos a sufrir por y con nuestros hijos, a alegrarnos por y con nuestros hijos, a vivir por y con nuestros hijos. Los que no, no son padres son meros progenitores indignos de su legado.

Dios, nuestro Padre, nuestro creador, nos da la mayor prueba de empatía que pueda existir, mediante Jesús, nos envía el Espíritu Santo para que este en nosotros, con nosotros. Para que su presencia sea guía y confort en la senda de nuestra vida, compartiendo todo lo bueno y ayudándonos a transformar en bendiciones todo aquello que nos afecte con dolor.

Solo aquel que comparte con los demás sabe lo que es amar más allá de sí mismo. Es una bendición.

La empatía no se aprende, no se da, no se compra. Es una actitud natural de las almas benditas.

La empatía que no da frutos no es empatía, porque identificarse con los demás no es suficiente, solo es el primer paso para compartir haciendo que llevemos juntos el peso de las penas y glorias que vivimos.

En el camino de nuestra vida, la empatía es como rio de agua fresca, como un oasis en un gran desierto árido. Nos anima, nos invita a alentar a los demás, y a compartir lo poco que tenemos para transformarlo en lo mucho que, juntos, podemos. Amen

15 Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran. (Romanos 12:15)

Que Dios os bendiga, Alfons <><

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jueves, 26 de mayo de 2022

DECEPCION

Debemos aceptar la desilusión finita, pero nunca perder la esperanza infinita. (Martin Luther King)

Poner esperanzas en algo, alguien, es exponerse a una posible decepción. Pero contrariamente a lo que podríamos pensar, cuando esto sucede, en la mayoría de los casos, el causante somos nosotros mismos.

¿Cuántas veces le hemos fallado a Dios? Más de lo que a uno le gustaría recordar.

¿Lo hemos decepcionado? O dicho de otra forma ¿es la decepción un criterio divino? Es interesante observar que si buscamos en Google: “Dios decepcionado” la gran mayoría de las respuestas que se encuentran, se refieren a lo contrario, el hombre decepcionado con Dios.

Dios no conoce la decepción porque, Él, todo lo sabe sobre nosotros. Nos conoció antes de que fuéramos concebidos.

Dios es omnisciente, los hombres somos omnívoros.

La decepción es un sentimiento temporal, ajeno a la infinidad de Dios.

Martin Luther King lo expresó con una frase preciosa que nos recuerda que solo Dios es capaz de ser fiel y merecedor de nuestras esperanzas.

Cuando me siento decepcionado por alguien pienso:

·         ¿cuántas veces le habré hecho yo lo mismo a Dios?

·         ¿Debo estar resentido con aquel o aquella que me falló, cuando Dios, por su Gracia me perdona y ama tal como soy?

Es muy difícil actuar como Jesús actuaba con nosotros, enseñándonos el camino a seguir para ser hijos de Dios. Cuanto más, cuando a veces nos enfrentamos a actitudes reiterativas que minan nuestra voluntad de obedecerle.

A menudo me pregunto ¿qué haría Jesús frente al despecho constante? Porque perdonar una y otra, y otra, y otra vez, sin que los comportamientos cambien. Eso nos lleva al desanimo. Lo único que nos queda es orar por aquel/la causante de nuestro dolor. Jesús nos pide amar a nuestros enemigos, yo diría que esto incluye también a aquellos que nos decepcionan, si bien esto es todavía más difícil porque tenemos que vencer además ese sentimiento amargo de traición o de abandono que nutre nuestro corazón en esos casos.

He aprendido una cosa muy importante que Dios me ha enseñado a golpes de ejemplos dolorosos en mi vida:

Cuando no ves la solución es porque no la tienes ¿Y por qué no la tienes? Pues porque la tiene Dios. En consecuencia, deja a Dios lo que es de Dios, y sé paciente a la espera de que Él te responda, y te guie. Abandonar tu ego y entregarte al YO SOY es prueba de sabiduría, y de alivio diría yo.

Debemos pensar que muy a menudo nuestras decepciones no son otra cosa que la voluntad de Dios que nos paremos y tengamos la paciencia de escuchar su respuesta. No la que queremos, sino la que Él tiene para nosotros.

La reiteración del camino equivocado siempre genera decepción hasta que nos percatamos que no es el correcto. Es obra de Dios hacernos conscientes de nuestros yerros a través de nuestras pruebas. El peor de ellos es aquel que nos hace pensar que las cosas dependen de nosotros cuando en realidad, en la melodía de la vida, solo somos un instrumento.

La decepción humana no pesa nada frente a la esperanza divina, nada nuevo bajo el sol.

Salmo 139 DIOS todo lo sabe
33 Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores hacen lo mismo. 34 Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores prestan a los pecadores, para recibir otro tanto. (Lucas 6:33-34)

Que Dios os bendiga, Alfons <><

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sábado, 14 de mayo de 2022

PERDONAME

 Perdonar es vivir el amor, pedir perdón es convivirlo. (Anónimo)

Perdóname Señor, por lo que soy; alma perdida, por cómo soy; orgullo erguido en su ego, porque intento ignorar que sin ti no soy.

Perdóname Señor por no compartir mi vida contigo, por obviarte en mis éxitos y por culparte de mis fracasos.

Perdóname Señor por dejar que mi yo niegue tu YO SOY. Por dejar que mi vanidad empobrezca mi sabiduría, que mi ser viva de mi parecer.

Perdóname Señor por negarte la única plaza de honor viva en la mesa de mi vida, cediéndosela a mis concupiscencias.

Perdóname Señor porque cuando me levanto no eres lo primero en lo que pienso al despertarme, porque no eres el último en el que pienso cuando me duermo, porque no te soy agradecido ante tu Gracia, porque no soy humilde ante tu misericordia, porque no soy un buen discípulo ante tus enseñanzas.

Tengo tantas y tantas cosas de las que pedirte perdón Señor, que me hacen conscientes que, si no fuera por tu Gracia, no tendría lugar en la mesa de la vida eterna que tu has preparado para nosotros.

Pero también perdonarme, padre, madre por mis comportamientos inapropiados, por mi falta de respeto hacia vuestra dedicación.

Perdóname hermano por no estar a tu lado cuando me necesitas, por escucharte cuando me confías tus inquietudes, por no apoyarte cuando tambaleas, por no buscarte cuando te pierdes.

Perdóname amigo por querer ser tu compañero de viaje, pero no de bagaje, por estar cuando me interesa más que cuando me necesitas, por compartir tus alegrías y huir de tus miserias.

Perdóname desconocido a quien giro la cara para no verte, a quien niego una limosna cuando la necesitas, a quien menosprecio cuando has perdido tu dignidad, a quien juzgo cuando la vida ya te condenó.

Perdóname enemigo mío por devolverte, o así intentarlo, mal por mal, por maldecir tu presencia, por alegrarme de tu ausencia, por condenarte con prejuicio, por no obedecer a Jesús y amarte sin parcialidad.

¿Y yo a quién perdono?

Si me hago esta pregunta es que ya no estoy obedeciendo los mandamientos de Jesús, porque el perdón no se cuestiona, se da con amor, no esperando nada a cambio.

No busquemos razones para perdonar sino perdonemos sin razones que justificar.

Aquel que arguye el perdón se lo niega a si mismo porque Jesús nos perdono a pesar de nuestra condición, ¿Qué menos podemos hacer nosotros con los demás?

Contrariamente a lo dicho en una famosa obra cuyo nombre no quiero recordar, la caridad bien entendida NO empieza por uno mismo, sino por los demás.

Si Jesús nos hubiese juzgado como nosotros enjuiciamos a los demás no habría salvación. Si nosotros actuamos como Él nos ha enseñado, caminamos en senda de santidad.

El amor no se paga con amor, el amor de vive con amor y el perdón es su llave de paso.

31 Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. 32 Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo. (Efesios 4:32-33)

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miércoles, 11 de mayo de 2022

LA OBRA INACABADA

 

La vida es como la construcción de un edificio, algunos no pasan del primer piso, otros acaban siendo rascacielos. Pero sin duda, los que más tristeza me generan son aquellos que son obras inacabas, ilustraciones crueles de que el tiempo se puede parar para siempre revelando un pasado privado de futuro. (Anónimo)

¿Qué es el hombre sino una obra inacabada?

Cuando leemos el Antiguo Testamento, la respuesta no es muy esperanzadora. Incapaces de cumplir La Ley, somos tropiezo para nosotros mismos y para los demás. Nuestro afán de libertad nos enjaula y nos castiga con las consecuencias de nuestro libre albedrío enmarcado por la condición humana. Y la vida de hoy la vivimos, a menudo, como si estuviéramos regidos por la ley, pero no la de Dios, no, esta no interesa al ser humano, sino la de los hombres. Esa misma que sembrada de sentencias injustas hace rebrotar la maleza en nuestra sociedad.

Cuando un niño nace, la construcción de su vida también. Los albañiles que somos los padres, tanto pretendidos expertos como neófitos, solo somos torpes arquitectos que intentamos poner los cimientos de una nueva vida.

Pero está claro que no por ser, o creerse, experto en la materia acabamos engendrando una obra maestra.

¿Por qué?

Porque esta empresa tiene vida propia y su capacidad de contradecir y de contradecirnos es impresionante. No en vano una de las primeras palabras que aprenden los retoños es “NO”.  

Porque una base en cemento armado puede ser solo el principio de un proyecto efímero, o peor de una promesa incumplida porque cuando proyectamos nuestros deseos en el futuro de nuestros hijos, solo conseguimos, en la mayoría de los casos, una gran decepción. Debemos aprender, a nuestras expensas, que no serán obra nuestra, sino creación independiente. Dejar que ellos establezcan sus propias bases y crecimiento.

También otros se construyen sobre arenas movedizas y se derrumban al primer envite de la vida.

Cuando leemos el Nuevo Testamento, nuestra esperanza renace porque las herramientas que nos ofrece Jesús están al alcance de todos, fundamentándose en el amor. Él nos enseña que no es buen arquitecto aquel que domina todas las técnicas del oficio sino aquel que es capaz de aplicar lo poco que sabe con humildad y amor. Porque la vida ajena es una obra viva que no cabe en nuestras manos, y menos obedece a nuestros designios. Jesús ha transformado la ley en los mandamientos que se fundamentan en el amor. Y amor, todos somos, o deberíamos ser, capaces de dar.

Cuando vemos a nuestros hijos como una obra inacabada, no dejemos de considerar que nosotros también lo somos. Nuestra vida es un reto constante a reconstruirse sobre una base firme: el amor que Jesús nos enseña, o sobre una base resquebrada: nuestro ego y la condición humana que lo rige.

Desde el punto de vista macro, el mundo también es una obra inacabada para los hombres. Cada día lo construimos y lo destruimos un poco más.

Somos expertos en echar por tierra aquello mismo que acabamos de erigir, una promesa constante de obra inacabada.

Está claro que la única forma de llegar al final de la obra no está en este mundo, solo al lado de Jesús, en presencia de Dios acabaremos siendo para siempre una obra consumada. Pero no por ello debemos olvidar el propósito fundamental de un cristiano en este mundo, ser testigo fiel de Jesús y ejemplo de amor vivo para con los demás. ¡¡¡Clamando su obra!!!

28 Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? 29 No sea que después que haya puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él, 30 diciendo: Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar.

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