LA CREACIÓN

LA CREACIÓN
DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

miércoles, 7 de octubre de 2020

GENEROSIDAD

La envidia rompe el saco de la generosidad. (Anónimo) 


No soy generoso, solo prestamista, porque siempre espero algo a cambio. Es una verdad como un templo y por mucho que me defienda de ello, es así. Pocos son aquellos que de verdad actúan con amor ágape con sus semejantes.

La generosidad no mide ni evalúa las actuaciones de sus beneficiarios porque se rige por un solo criterio que supera toda norma, pacto, principio, se rige por el amor que uno posee, o no. Por eso es tan difícil de encontrar por estos mundos.

Una prueba irrefutable es que aquel que lee la parábola de los obreros de la viña no puede evitar de percibir como un cierto sentido de injusticia viendo que aquellos que han trabajado una hora cobran lo mismo que los que se han empeñado durante todo el día. Y visto desde el ego de nuestra condición así lo parece.

Pero la verdad es otra, y esta parábola tiene como propósito enseñárnosla. Lo que cuenta no es lo de los demás sino lo nuestro y si hemos acordado un sueldo y se nos paga, ¿Qué más podemos pedir? Gracias a Dios. Claro, eso para los humanos no es suficiente además debemos asegurarnos de que es lo merecido, tanto lo nuestro como lo de los demás. Anteponemos la meritocracia a la Gracia de Dios. Queremos ser merecedores en lugar de agraciados. ¿Y sabéis qué? A ese juego todos somos perdedores, todos. No nos salvamos ni uno. Jesús, Pablo y todos los apóstoles, profetas nos lo enseñan en las escrituras. Solo por Gracia, sí, primero solo por Gracia, mediante la Fe para buenas obras somos salvos. Y eso no lo puede medir nadie en este mundo porque la Gracia es un privilegio de Dios para sus hijos. Debemos ser conscientes de nuestras limitaciones y aprovechar que somos tan poca cosa y que a pesar de nuestra condición, el amor de Dios se manifiesta en su Gracia derramada sobre nuestras vidas.

Cuando pensamos ¿Cómo puede este cobrar lo mismo que yo si solo ha trabajado una hora? Nos estamos atribuyen una potestad que no tenemos y que además nos perjudicaría si la tuviéramos; la de medir. Si nosotros hemos pactado un sueldo y este nos es pagado, debemos darle gracias a Dios. Y si vemos que uno que no ha trabajo tanto cobra lo mismo debemos también darle gracias a Dios (eso es más difícil por no decir casi imposible) Al amor no se mide en términos humanos, se le da vida en nuestras vidas.

Muy a menudo lo que nosotros consideramos injusticia, guiados por nuestra envidia, es un acto de generosidad. Y si no lo fuere o no nos lo pareciere, es cosa de Dios, no nuestra.

No pasa un día en el que no estemos retados a actuar como cristianos en este tipo de situaciones y deberíamos dejarnos guiar por las enseñanzas de Jesús y dejar a los demás lo que es de los demás. Viviríamos más felices y haríamos más contentos a nuestro Padre celestial.

De hecho Dios también nos enseña a través de nuestra propia vida este tipo de lecciones. Por ejemplo cuando veo mi hija resolver un problema y obtener buenos resultados cuando a mí me ha costado mucho más resolverlo y con un resultado menos exitoso. ¿Me enfado? ¿Lo encuentro injusto? ¿Le tengo envidia? Pues claro que no, es más, es todo lo contrario. Primero le doy gracias a Dios por lo que hace en su vida y después me lleno de alegría por ella. Eso si es fuente de amor ágape. Ese mismo que Dios espera de nosotros.

El orgullo solo tiene una acepción positiva, cuando lo estamos de los demás. En este caso es antónimo perfecto de la envidia.

Ser generosos nos lleva a amar a los demás como a nosotros mismos, con generosidad.

…10 Al venir también los primeros, pensaron que habían de recibir más; pero también ellos recibieron cada uno un denario. 11 Y al recibirlo, murmuraban contra el padre de familia, 12 diciendo: Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado la carga y el calor del día. 13 Él, respondiendo, dijo a uno de ellos: Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste conmigo en un denario? 14 Toma lo que es tuyo, y vete; pero quiero dar a este postrero, como a ti. 15 ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno?... (Mateo 20:1-16)

Que Dios os bendiga, Alfons <><

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