LA CREACIÓN

LA CREACIÓN
DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

sábado, 30 de enero de 2021

DE LA BOCA AL CORAZÓN

De la boca al corazón impera un abismo, el de nuestra condición. (Anónimo)


La boca es el espejo de nuestras intenciones, pero por desgracia, a menudo, no de nuestras acciones

Cuantas veces hemos dicho una cosa y hecho otra o incluso lo contrario. Seguro que muchas, pero nuestra mente suele ser muy condescendiente con nuestra ética.

La lengua es un cincel que esculpe nuestro corazón con más o menos acierto. Como el escultor nuestra intención puede ser loable pero el resultado de los golpes de cincel que asestamos puede quebrar nuestro núcleo en mil pedazos.

También es verdad que, si a la hora de expresarnos somos prudentes, respetuosos, amorosos y humildes, daremos una forma nuestro amable y un brillo irradiante a nuestro corazón.

Los hombres somos propensos a la soberbia de nuestros pensamientos, de nuestras ideas, creyéndonos orfebres de joyas finas cuando en realidad somos canteros torpes y engreídos.

Alguno podrá pensar que estoy siendo muy duro con nuestro comportamiento frente a la verborrea que solemos derramar, pero no, es sencillamente nuestra condición.

Pedro le juró a Jesús que no lo negaría y lo hizo tres veces antes de que cantara el gallo. ¿Quién duda de sus intenciones? Pero Jesús nos conoce y ya sabía lo que pasaría. ¿Nos quiere menos por ello? Claro que no, pero sí nos pide que seamos conscientes de nuestro limites y que impere la prudencia en nuestras bocas más allá de nuestros buenos propósitos.

El pecado no esta en lo que pensamos sino en cómo lo expresamos. Si lo hacemos con palabras nos arriesgamos a incumplir, pero si hablamos a través de nuestros hechos, sobran las palabras.

Los fariseos eran maestros de la palabra imprudente, presumiendo de aquello de lo que en realidad carecían. Hacían que el viaje entre la boca y el corazón fuera perdición y pecado. Laminando sus corazones hasta la extinción.

Hoy en día es un tipo de personas que persiste en las congregaciones cristianas. Son conocidos por sus dichos que no por sus hechos. Pero también entre los seculares. La política los magnifica. El poder los engrandece. El mundo los adula. Pero a la hora de la verdad, solo son dicharacheros incontinentes que caen bajo el peso de sus propias palabras.

El creyente tiene un mandato divino que es de ser sal y luz en este mundo. Reflejar a Jesús en nuestros comportamientos, en nuestras actitudes. Eso pasa por ser capaces de expresar de la boca al corazón: amor. De actuar, de la boca al corazón con amor. De vivir y morir de la boca al corazón con amor.

Porque lo único que puede sobrevivir y mejorar de nuestra boca hasta su llegada al corazón es el amor. Mandamiento supremo de Jesús para todos los cristianos.

14 Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado.

15 Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago.

16 Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena.

17 De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí.

18 Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo.

19 Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.

20 Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.

21 Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí.

22 Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios;

23 pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. (Romanos 7: 14-23)


Que Dios os bendiga, Alfons <><

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viernes, 29 de enero de 2021

HARTO DE DÍAS

Hartarse es perder el gusto, o tal vez olvidarse de él. (Anónimo) 


Es increíble lo que uno experimenta cuando hace un alto en su vida para rememorar todo su pasado.

Esto solo pasa cuando estamos hartos de días porque de lo contrario nunca se siente la necesidad, o se tiene tiempo de hacerlo. Como si fuera inútil, o peor, como si nos acercara peligrosamente a la muerte.

No he perdido ese instinto infantil que tenía cuando vivía intensamente las cosas con candidez e inocencia. Ahora lo disfrazo de experiencia, de supuesta sabiduría, pero en mi foro interior sigo siendo aquel crío al que le gustaba las aventuras que sabía que nunca viviría y que tenía una curiosidad enfermiza por dos temas: la inteligencia y la sabiduría. Hasta que me di cuenta, ya harto de días, que carecía de ambas cuando las había falsamente lucido a lo largo de mi vida.

La edad nos obliga a reconsiderar nuestros valores, nuestras certezas. También pone el tiempo en su lugar y ya no se trata de hacer cuánto más sino aquello que todavía podemos hacer.

El cuerpo es un termómetro perfecto de nuestro estado físico, pero ¿qué hay de la mente, o de nuestro espíritu?

Es importante hacer un chequeo de tanto en cuando de nuestras posibilidades, de nuestras aptitudes para ver dónde estamos. Porque cuando nos hartamos de días estos pesan como una losa sobre muchas de nuestras capacidades. Además, he observado que en mi persona obran como contrapeso a mis imperfecciones. Mi impaciencia innata se ve cada día más, retada por mi incapacidad a gestionarla lo que me aboca a la paciencia de la que carezco, que en un principio es impuesta pero que poco a poco hace parte de mi ser y de mi deleite.

Los hombres en nuestra juventud somos como los robles, fuertes al viento, indomables, pero la edad nos transforma en juncos que se pliegan al viento si queremos sobrevivir. Aquellos que se resisten acaban rotos, en el fondo del río de la vida.

He descubierto que hay un placer, que digo un gozo extremo, en dejar que la vida siga su curso sin mi protagonismo. Es la única forma de ser un buen observador y si bien algunos lo hacen de mutuo propio, yo me he visto trabajado por el peso de mis días hasta que me he rendido a ellos. Y creerme eso es muy bueno, porque ¿para qué sirve la impetuosidad de la juventud en una carcasa desgatada y frágil? Para que se rompa cuanto antes y eso no es sabiduría. No es lo que los años nos han enseñado, no.

Me ha gustado tanto ser protagonista en mis años pretéritos que al principio de este proceso de reconsideración de mi vida, lo viví como un vacío, pero Dios me llevo por el mejor camino para mí. De su mano me rendí paulatinamente a la evidencia, cediendo el testigo a mis hijos y pronto a mis nietos.

Ahora disfruto de ellos como nunca antes porque vivo a través de sus vidas. Sus éxitos me enorgullecen, en sus fracasos me tienen a su lado. Me recuerdan que lo que ellos consideran un fiasco suele ser una lección magistral de Dios que entenderán en su momento oportuno, cuando los años empiecen a saciarles tanto que acabaran como yo, hoy, hartos de días. Nada nuevo bajo el sol, es el ciclo de la vida.

Le doy gracias a Dios por toda mi vida, por lo bueno y por lo demás. ¡¡¡Me resisto a decir lo malo porque en realidad no hay mal que por bien no venga, siempre es así!!! Otra cosa es que sepamos verlo y aceptarlo.

Estoy harto de días, pero no olvido ninguno de ellos, siempre que Dios me lo permita.

Gracias Padre por la vida que me has dado. He tenido que pararme, cansado por el peso de mi vida, para ver todo lo que tu mano divina ha hecho en ella. Tu vara y tu cayado me infunden aliento y sé que, un día moraré en tu casa, ese día en el que los días desaparecerán. Amen

1 Jehová es mi pastor; nada me faltará.
2 En lugares de delicados pastos me hará descansar;
Junto a aguas de reposo me pastoreará.
3 Confortará mi alma;
Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre.
4 Aunque ande en valle de sombra de muerte,
No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo;
Tu vara y tu cayado me infundirán aliento.
5 Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores;
Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando.
6 Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida,

Y en la casa de Jehová moraré por largos días. (Salmo 23) Que Dios os bendiga, Alfons <><

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viernes, 8 de enero de 2021

BUSCAR

Se dice que solo el que busca encuentra, eso solo es verdad si no lo encuentran antes. (Anónimo) 


En un principio de año tan convulso con la pandemia, con lo que está pasando en el mundo, uno intenta buscar paz y sosiego allá donde puede.

Las relaciones interpersonales se limitan al máximo y eso nos frustra todavía más.

Estamos condenados a convivir endogámicamente haciendo que la riqueza de nuestras relaciones se base en la intensidad y no en la diversidad.

Buscamos respuestas, buscamos soluciones, buscamos culpables, buscamos salvadores, pero pocos buscan al Salvador, a Jesús.

El mundo no entiende. El mundo es incapaz de explicar lo que está pasando, de aportar una solución solvente. Cuando pensamos que ya está, aparece una nueva cepa que incrementa los efectos devastadores.

Nuestros gobernantes son incapaces de darnos un rumbo con esperanza. A duras penas pueden hacerse creíbles porque no saben lo que realmente está pasando.

Cuando esto sucede y que nuestra búsqueda se enfrenta a un muro sin respuesta llegan los maestros de la ciencia de la desinformación. Conspiranoicos, apocaliptoicos, extraterrestroicos, salvadores de la patria, de la vida, del alma. Toda esta flora y fauna se desarrolla en nuestro entorno y nos tienta con sus teorías, demonstraciones, racionamientos que pretenden ser cuerdos pero que en realidad son tan irreflexivos como engañosos.

Acabo de leer Apocalipsis, no porque crea que es el momento apropiado sino porque está en mi plan de lectura cotidiana de la palabra. Y claro el paralelismo con lo que está sucediendo es tentador.

Lo curioso ha sido que, como tantas veces me ha sucedido cuando leo la Biblia, esta vez la lectura de Apocalipsis me ha tocado no solo el corazón sino también la razón. Sin lugar a duda obra del Espíritu Santo sobre mi espíritu. Digo esto porque lo que voy a explicar no es lo que dice la palabra sino lo que ME dice la palabra. Es tan solo mi entendimiento, mi comprensión de aquello que me ha inspirado la palabra y por lo tanto no pretendo enseñar (sería incapaz) sino compartir.

Mi angustia referente a lo que está pasando con la pandemia es profunda. Una mezcla de incomprensión y de impotencia que me asustan, que me congojan cuando pienso en mi familia, en mis allegados, en todos aquellos que no gozan de las bonanzas que Dios me ha dado.

Busco respuestas, me informo, leo, escucho, analizo, pero todo se mezcla en un sinsentido inextricable. Y la lectura de apocalipsis me lo ha revelado: estoy buscando una respuesta en los hombres cuando la respuesta está en Dios, en Jesús.

Mi búsqueda ha llegado a su fin, en todos los sentidos, tanto a su conclusión como en la revelación de su propósito. Son tiempos convulsos y es cuando Jesús nos es más necesario que nunca. Cuando debemos olvidarnos de explicaciones y soluciones seculares y buscarle a Él porque Él es la verdad y la vida. Él es la respuesta.

Me he dado cuenta que esta pandemia, para mí, para mi vida es una prueba de fe, una prueba de fidelidad incondicional hacia mi Señor y Salvador. He entendido que hay y habrá dolor a lo largo del camino que he emprendido, pero también que hay y habrá consuelo y el amor incondicional de Jesús hacia mi persona porque la Gracia de Dios es para sus hijos.

Esto me hace ver e interpretar lo que estamos viviendo de una forma muy diferente a la que me imaginaba antes de leer apocalipsis. Me he dado cuenta que estaba atrapado en la secularidad del mundo y la lectura de la palabra me ha liberado de sus cadenas, haciéndome ver el propósito real de lo que está aconteciendo.

A cada día que pasa me acerco más al final de mi vida en este mundo, pero también me acerco más a Jesús. He dejado de buscar respuestas que ya tengo a un problema que no es de mi alcance, sino de Jesús: la salvación. Gracias Señor por tu sacrificio en la cruz. Amen

14 Buscad lo bueno, y no lo malo, para que viváis; porque así Jehová Dios de los ejércitos estará con vosotros, como decís. 15 Aborreced el mal, y amad el bien, y estableced la justicia en juicio; quizá Jehová Dios de los ejércitos tendrá piedad del remanente de José. (Amos 5:14-15)

Que Dios os bendiga, Alfons <><

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