LA CREACIÓN

LA CREACIÓN
DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

lunes, 30 de diciembre de 2019

EL VALLE DE LAS SOMBRAS PERDIDAS

Una buena sombra solo nace del sol. La mala sombra de los hombres. (Anónimo)

La sombra se caracteriza por ser el resultado de algo o alguien que se opone a la luz, ya sea del sol o de cualquier fuente de energía que brille.

Nosotros somos sombras ante el destello impoluto de la luz de Dios porque nuestra condición se opone constantemente a Él, dibujando, o mejor dicho desdibujando nuestros perfiles en el valle de las sombras perdidas.

Es muy curioso observar como varían los contrastes de nuestras siluetas cuando las nubes se interponen entre el sol y nosotros. Es como cuando nuestra fe es tambaleada por nuestras dudas y pasa de ser supuestamente inquebrantable a transformarse en un mar de dudas. Pero el hijo de Dios fiel sabe que como las nubes pasan, las dudas también dejando paso a la pureza divina que mediante el Espíritu Santo ilumina nuestras vidas, nuestras almas.

La única forma de hacer desaparecer una sombra es eliminando la fuente de luz que la contrasta dejando que las tinieblas se apoderen de ella hasta que se disipe completamente en la oscuridad.

De la misma forma que sin el sol no hay sombra en el desierto de arena, sin fe no hay vida en este mundo. Nuestra fuente de energía, que es la Gracia de Dios, nos delimita y nos enseña tanto nuestras vergüenzas como nuestras bendiciones para que sepamos escapar del valle de las sombras perdidas y caminar hacia la promesa de Jesucristo, nuestro Señor.

Este mundo se caracteriza por sus matices en lo tenebroso. Podemos ver el horror del horror, la vergüenza de la vergüenza, deambular por nuestras vidas, manchándolas de tiznones más o menos importantes.

Todos pasamos por momentos en los que nuestra cordura, nuestro sentido común, nuestros valores se tambalean. ¿Cómo podría ser de otra manera en un mundo en el que se premia el mal por encima de todo en los círculos más ilustrados? En ellos es mejor la ambición que la humildad, el éxito que las pruebas, el poseer que el compartir. Podemos vislumbrar cómo, en lo oscuro del valle de las sombras perdidas, se deslizan sigilosamente las manchas de las almas sin rumbo.

Tengo un sueño que sé, no se hará realidad en la tierra pero que anhelo como el aire que respiro. Es ver el valle de las sombras perdidas ir poco a poco siendo inundado por las luciérnagas del amor que tenemos en nosotros. Que estas irán creciendo y juntándose, como la comunidad en Cristo, hasta que sean un todo con el Sol que saldrá al amanecer. Sé que solo es un sueño en este mundo secular pero es una promesa de Jesús y el momento llegará en el que se hará realidad.

Lo bueno de lo malo es que, si lo entendemos, deja de ser negativo y pasa a ser enriquecedor. Lo bueno de nuestras sombras es que, si las vemos, nos hacen conscientes de aquello que tenemos que trabajar en nosotros para dar un paso más en camino de santificación.

El valle de las sombras perdidas recoge todo aquello y aquellos que no han conseguido dar un paso más y se han atascado en el muro de su condición. Por desgracia no tiene límites.

Aunque ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; Tu vara y tu cayado me infundirán aliento. (Salmo 23:4)

76 Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado; Porque irás delante de la presencia del Señor, para preparar sus caminos; 77 Para dar conocimiento de salvación a su pueblo, Para perdón de sus pecados, 78 Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, Con que nos visitó desde lo alto la aurora, 79 Para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; Para encaminar nuestros pies por camino de paz. (Lucas 1:76-79)


Que Dios os bendiga, Alfons <><

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domingo, 29 de diciembre de 2019

ELECCIÓN

No hay mejor elección que aquella que se sustenta en la duda razonada, porque nos recuerda que lo fácil es difícil y lo difícil todavía más. (Anónimo)
¿Quién no ha tenido que elegir un color, un camino, una sonrisa, un compromiso, etc…?

Nuestra vida es la suma de elecciones que nos llevan a aciertos y errores a lo largo de toda nuestra existencia. Y si miramos con detención nos daremos cuenta que en la vida de un cristiano sus desaciertos son más edificantes que sus éxitos. El mundo suele tratarnos de masoquistas porque piensa que el dolor nos es placer. La verdad es que sin dolor no nos daríamos cuenta que nos hemos roto el brazo, y qué decir si hemos quebrantado nuestra alma.

La Biblia es un máster en paradojas. Afrentas constantes al sentido común pero lecciones magistrales sin parangón. Nos obliga, a la hora de elegir, a pensar en qué es lo que haría Jesús y adaptar nuestra decisión a lo que somos nosotros capaces de hacer para seguir sus pasos. El que pretende hacer lo que haría Jesús sin concienciarse de que nunca llegará a su altura es un inconsciente que no encontrará nunca el buen camino porque este está sembrado de humildad.

Las pruebas son una constante que nos obligan a optar o por la vía de la enseñanza o por la de la complacencia. Esa es la primera prueba de la prueba, la segunda es ¿qué vamos a hacer para que lo malo sea fuente de bonanza en nuestra vida?, ¿cómo vamos a ser capaces de usar la advertencia del dolor para encarrilar nuestra senda y sanar nuestra fractura?

Leer la Biblia es un ejemplo de prueba sencillo pero que esconde un reto tremendo. ¿Seremos capaces de entender todo lo que en ella hay?, ¿o tan solo la mitad?, ¿o tan siquiera una decima parte? Como todo, en las enseñanzas de Jesús, nada es lo que parece. Porque nuestro reto no es de entenderla toda, ni la mitad, ni una decima parte, vanidad de vanidades propias de nuestra condición, no. El reto es de tener la humildad suficiente para aceptar que aquel versículo, aquella parábola, aquel fragmento que Dios nos quiera revelar a su lectura será una inmensidad en nuestra mente y en nuestro espíritu. Un tesoro único para quien lo disfruta. Pero para experimentar esta sensación hay que leerla con asiduidad, con deseo de enriquecerse de la palabra de Dios, evitando la tentación de querer saberlo todo. Porque eso, aparte de no estar a nuestro alcance, es pura vanidad. Llevo varías veces leyendo la Biblia y si tuviera que decir que es lo que me ha revelado a cada lectura confesaría que mucho menos de lo que lo me gustaría pero mucho más de lo que soy capaz de absorber.

El camino hacia Jesús es personal e intransferible, propio de cada cual fruto de nuestras elecciones. Y como buena enseñanza, y otra paradoja más, no es quién más quiere quién más consigue sino, el que sabe, con lo poco, hacer lo máximo de sus posibilidades. Por ello hay que huir de los sabiondos, de los ilustrados de la fe que todo lo explican. Porque si Dios ha puesto una pared entre nuestra mente y su palabra solo Él la puede quitar. Yo tenía esta intención atrevida de pensar que leerla me haría entenderla en su gran mayoría. La verdad es que confieso que cuanto más la leo más preguntas me hago. ¿Querrá eso decir que menos la entiendo? Creo que no, tan solo que, cada vez más, me doy cuenta que, solo con humildad, puedo acercarme a las enseñanzas de Jesús. Que mi lectura es únicamente la bandeja de mi comprensión puesta a los pies de Jesús. Él deposita en ella lo que me conviene y no lo que quiero. También os digo que, cuando algo me es revelado, el gozo que experimento no tiene igual. La alegría, el placer son indescriptible y la consecuencia siempre es mi humillación ante mi Señor y creador, tan sana como necesaria. Por eso la leo cada día con la misma ansía de disfrutar de ella.

El pecado original pretendió que fuéramos dioses a la altura de nuestro Creador. La realidad es que somos pecadores indignos de estar a los pies de Jesús. Nada nuevo bajo el sol.

Mejor es lo poco con el temor de Jehová, Que el gran tesoro donde hay turbación. (Proverbios 15:16)

22 Llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos talentos sobre ellos. 23 Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. (Mateo 25:22-23)


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sábado, 28 de diciembre de 2019

¿ES SUFICIENTE?

El exceso es tan dañino como la tibieza porque en su fin se juntan. (Anónimo)

En estos días tan señalados donde todos los cristianos sentimos la gran diferencia entre ser de este mundo y estar en este mundo cada uno de nosotros tenemos una forma diferente de responder a la necesidad de mostrar al mundo que NO le pertenecemos.

No hay respuesta correcta a la pregunta ¿es suficiente? Lo que hago, lo que no hago. Lo que digo, lo que callo. Lo que pienso, lo que evito pensar. Cómo me arrepiento o cómo no. Cómo perdono o cómo no. Etc… etc…

Uno podría pensar que cuando de algo bueno se trata el exceso no es nocivo y eso es un error porque la única forma que la abundancia por exceso de algo no sea perjudicial es si es pura y eso solo puede venir de Dios.

Cojamos el ejemplo del amor.

Si del amor divino se trata, su abundancia nos acogerá en su seno cuando estemos a su lado. Su Gracia nos hace constantemente sentir el sacrificio de Jesús como baluarte de nuestras vidas y el perdón de nuestros pecados como precio que pagó con su vida.

Pero si hablamos del amor de este mundo entonces vemos todas sus impurezas reflejadas en nuestra condición humana porque si bien el amor verdadero no espera nada a cambio, el nuestro a menudo genera la expectativa del agradecimiento y/o de la recompensa y si no llegan alimentamos, a menudo, el resentimiento del desagradecimiento. ¿Nos hemos parado alguna vez a pensar que si Dios actuara como nosotros con el amor no tendríamos solución? ¿Qué decir de nuestro exceso de amor? ¿Es lo bueno que pensamos que es? O es agobiante, asfixiante, demoledor para aquellos a quien lo dedicamos. Se dice que el amor puede destruirnos y en nuestro mundo es tan verdad como que somos pecadores.

Dios amó tanto al mundo que entrego a su hijo unigénito para que todo aquel que cree en Él no se pierda más tenga vida eterna. Esto solo lo puede hacer Dios y porque solo lo puede hacer Él no permitió a Abraham que sacrificara a su hijo todo y que se lo había pedido. Porque lo que para Dios es posible para los humanos suele ser el reflejo de un exceso.

La gran diferencia entre tibieza o exceso y comedido reside en la motivación de nuestros actos, no en la cantidad.

Es muy fácil ser tibio, siendo indiferente y dejando que la vida decida por nosotros, es suficiente. ¿Pero qué nos motiva a serlo?

Es igual de fácil ser excesivo porque esta actitud nos invita a no medir las consecuencias sino llevar al límite nuestras vidas con el propósito de servir aquello o aquel a quien pretendemos venerar. Y por mucho que queramos justificarlo no hay razón que lo disculpe.

Si de Dios se trata ninguna de estas dos actitudes están en su decálogo de mandamientos para sus hijos. Jesús convirtió a un hombre celoso y excesivo en todo aspecto, Saúl de Tarso, para transformarlo en Pablo, el apóstol de los gentiles. Hombre conocedor de su propio temperamento pero doblegado a Jesús y entregado totalmente a su causa. Aprendió a dominar su condición humana hasta reflejar en un precioso capitulo (Romanos 7) aquello que vivimos constantemente los cristianos: nuestra lucha interna contra nuestra condición. Batalla que nunca seremos capaces de ganar nosotros si no es de la mano de Jesús. También podemos ver el aviso a navegantes tibios que se manifiesta en el juicio a la iglesia de Laodicea.

La respuesta a la tibiez nunca puede ser el exceso porque entonces no cambiamos de amo de nuestra condición, el pecado. La respuesta está en las enseñanzas de Jesús, en el ejemplo de su vida y eso solo lo podemos conseguir con sosiego y humildad, todo lo contrario de la demasía de nuestra voluntad que solo es vanidad de vanidades.

Debemos buscar el camino justo de santificación. Aquel que nos acerca a nuestros seres queridos y también, como nos lo dice Jesús, que nos invita a amar a nuestros enemigos. No hay vida fácil para un cristiano, Jesús nos lo advierte. Pero si hay una preciosa recompensa al final del camino, esta misma que solo los hijos de Dios tendrán. La vida eterna a su lado.

Debemos aprender y practicar cada día de nuestra vida el equilibrio que nos da el amor y la paz de Jesús y utilizarlo para ser luz y sal en este mundo de tinieblas y podredumbre. Es la única manera de sobrevivir y no morir en el intento.

La sal de la tierra

13 Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.

La luz del mundo

14 Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. 15 Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. 16 Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. (Mateo 5:13-16)

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lunes, 23 de diciembre de 2019

INCUMPLEAÑOS

El incumpleaños es una celebración desmemoriada con su sujeto obviado. Lo que más se parece a los aniversarios de hoy en día. (Anónimo)

Se acerca la navidad y todo es una vorágine de consumismo. A cuanto más regalos, a cuantas más reuniones familiares.

Para celebrar….¿qué?

Porque si le preguntamos a aquellos que se preparan para ello, la gran mayoría desconoce o menosprecia el propósito original de esta celebración. Y de aquellos que saben del nacimiento de Jesús, muchos solo lo emplazan en el belén de su casa, de su barrio, de su mercado. Pero todo su conocimiento, su interés por este acontecimiento se limita a un ritual pagano.

Cada año que pasa me siento más lejos de este día festejado por los hombres. Soy parte del desaguisado espiritual, sí. Participo a la fiesta de noche buena de mi madre en la que nos reunimos todos los hermanos y demás descendientes. Cada año no menciona ni una sola vez al Jesús. Es peor ha sido sustituido por el frenesí de los regalos y cuando una vez intenté recordarles el significado de la navidad menospreciaron mis palabras y las cubrieron con chistes soeces y villancicos de circunstancia. Mi madre es muy mayor y no se merece que le niegue nuestra presencia esa noche pero y Jesús ¿Se merece que lo tratemos con tanta ligereza? ¿Vino a salvarnos y somos incapaces de hacer que esa noche el homenajeado sea Él?

Es injusto lo que he hecho todos estos años porque si bien mi excusa era la cena familiar, cuando he vuelto a casa no he dedicado ni tan solo unos minutos a celebrar la verdadera navidad con Él. Soy también responsable del incumpleaños de Jesús.

Pero me hago el propósito, la promesa, de que no pasará una celebración más sin que, como mínimo, le dedique un tiempo a Jesús, a celebrar su nacimiento, a celebrar su sacrificio por nosotros. Parece mentira que una persona que se dice creyente haya actuado con tanta desconsideración hasta ahora, pero el mundo tira, arrastra nuestra condición humana a su verdadera esencia, el pecado. Los rituales tienen tendencia a hacernos olvidar la esencia de sus propósitos. Y yo, no soy exento de sus estigmas, nada nuevo bajo el sol.

Pero todos aquellos que tenemos la voluntad de acercarnos a Dios mediante Jesús somos rescatados por su sacrificio y nuestro arrepentimiento y voluntad enmienda deben ser nuestra primera acción de gracias hacia Él.

Mañana en la cena estaré más cerca de Jesús que de mi familia carnal. Haré vivas las palabras de Jesús que nos invitan a elegir a quién queremos seguir. Estas mismas palabras que cuando por primera vez las leí me costó entender y mucho más comprender y que son hoy experiencia viva de mi vida en la noche buena.

Cada día que pasa quiero acercarme más a Jesús y alejarme todavía más de este mundo en el que estoy pero al que no quiero pertenecer. Es terrible ver a tus familiares tan lejos de lo que sabes sería lo más precioso para ellos, conocer a Jesús. No está en nuestras manos decidir por ellos. Solo ser testigos de Jesús y resistir, a menudo, sus risas y sus provocaciones. Nunca tanto sentido han tenido las palabras de Jesús cuando dice: “perdónalos Señor porque no saben lo que hacen”.

Mañana hare que, el incumpleaños de Jesús en este mundo, se transforme en su aniversario en mi corazón. Ojala seamos cada vez más viviéndolo así.

29 Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna. (Mateo 19:29)

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martes, 17 de diciembre de 2019

ACERCARSE A DIOS

Un persona inalcanzable es un ser muerto para la esperanza. (Anónimo)

El camino solo tiene sentido si nos acercamos a nuestro destino, mas no todos los caminos son rectos hacia él. La mayoría son tortuosos y plagados de pruebas lo que los hace todavía más necesarios, que no meritorios.

En este mundo uno solo puede aproximarse a aquello que está a su alcance, el resto, ya se preocupan los demás de hacerlo inalcanzable.

Nuestros dirigentes políticos, inalcanzables. Nuestros ídolos, inalcanzables. Incluso muchos de nuestros ministros espirituales o religiosos, inalcanzables.

Peor es cuando se trata de la familia y que el padre es inalcanzable de tanto que está ocupado en sus labores. Las madres, suele ser otra historia, su proximidad es cátedra aunque algunas se excedan de tanto celo.

Es como si la distancia ennobleciera a aquellos de los que nos separa. Como si las alturas de sus cargos fueran llanuras inaccesibles de lo lejanas que están. De hecho una persona famosa e accesible suele perder su aura porque la banalizamos al instante.

El ser humano tiene, entre otros vicios, el de vulgarizar aquello que se le regala cuando no tiene precio al que darle valor. Si es caro e inalcanzable entonces sí tiene valor, de lo contrario el mero hecho de pensar que cualquiera lo puede conseguir le hace perder gran parte de su interés.

Por eso Dios, para muchos, es solo parte del folklore. Porque es un Dios cercano, un Dios accesible, un Dios que se hizo hombre como nosotros. ¿Qué tiene esto de excepcional, de fantástico, de divino? Según ellos nada, por ello lo desprecian y prefieren budas, dioses e ídolos que se fabrican y pretenden inalcanzables.

La verdad es que el hecho que nuestro Dios sea un Dios cercano no lo hace menos grande sino más si cabe. En el antiguo testamento se escenifica la magnificencia de Dios a través de su proximidad al pueblo, a través del Arca de la alianza que reinaba en el tabernáculo en medio del pueblo. No se podía, ni se puede ver a Dios sin morir en el instante porque no somos ni dignos ni estamos preparados para sostener esta visión. Pero su presencia siempre ha sido en medio de su pueblo, y en nosotros mediante el Espíritu Santo.

Jesús vino a la tierra a sacrificarse por nosotros y a testificar que Dios es un Dios próximo a su pueblo que quiere que nos acerquemos a Él, como Él se acerca a nosotros, y vivamos a su lado.

Pero para ello hay que querer hacerlo, hay que buscar constantemente el camino de su presencia. La senda del creyente no es una senda con catifa de oro, no. Está sembrada de piedras más o menos gruesas que hacen que debamos esforzarnos firmemente para continuar. Es una prueba constante que nos exige querer de todo corazón continuar en el empeño a pesar de las dudas, que las hay, de las tentaciones, que las hay, del desaliento, que también sucede. Ignoramos a menudo que tenemos un compañero de viaje muy cercano, que puede aliviarnos y soportarnos cuando nuestras fuerzas, desfallecen, Jesús. Él está siempre con nosotros si bien nosotros no estamos siempre con Él. Solo requiere que queramos acercarnos Dios. Y eso que parece lo más sencillo de todo es, a menudo, lo más difícil de conseguir. ¿Por qué? Porque nuestra condición es pecaminosa y nos arrastra fácilmente por malos derroteros. Nada nuevo bajo el sol.

Nunca nos olvidemos que el camino que nos acerca a Dios no podemos hacerlo sin la ayuda de Jesús y al presencia del Espíritu Santo en nuestros corazones. Porque Ellos son nuestros defensores invencibles ante el mal que mora en nosotros.

Que me buscan cada día, y quieren saber mis caminos, como gente que hubiese hecho justicia, y que no hubiese dejado la ley de su Dios; me piden justos juicios, y quieren acercarse a Dios. (Isaías 58:2)

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lunes, 16 de diciembre de 2019

DUROS DE CERVIZ

La dureza del corazón supera la de la mente y hace que las malas emociones se adueñen de los pensamientos hasta llegar a nuestra propia destrucción. (Anónimo)
Maestro y alumno paseaban por los acantilados del valle de la sabiduría cuando el maestro dijo:

- Joven mira lo que tu pie derecho pisa y luego el izquierdo y no desvíes tu mirada de ellos.

El joven miró a al Maestro con cara de asentimiento y en ese mismo momento estuvo a punto de resbalar y caer al vacío.

- Lo siento Maestro, no volverá a pasar

- Acabas de ilustrar la vida del cristiano a lo largo de toda la historia de la humanidad.

- No lo entiendo Maestro a ¿qué se refiere?

- A que somos un pueblo duro de cerviz

- ¿Qué significa esto Maestro? Lo he oído muchas veces y entiendo que es algo como ser testarudo pero no estoy seguro.

- La cerviz es el cuello, y en la antigüedad se refería al cuello de los bueyes que cuando iban a su antojo endurecían su cerviz bajo el yugo que llevaban.

- ¿Es testarudez, no, Maestro?

- Lo es, pero también es algo más, porque implica no escuchar, desobedecer, no aprender de nuestros errores o de las enseñanzas que nos trasmiten. Por ejemplo ahora cuando te he dicho que miraras lo que estaban haciendo tus pies ¿Por qué no lo has hecho enseguida?

- Bueno no pensaba que era tan importante. Lo iba a hacer Maestro, pero primero quería transmitirle mi asentimiento.

- Es decir que has pensado que no era lo suficientemente importante como para obedecer inmediatamente

- Visto así, tiene razón.

- Las enseñanzas son como trigo lanzado sobre piedra, cuando uno se limita a escucharlas. Solo aprendemos cuando entendemos la lección y aplicamos sus instrucciones. Y eso nada más es posible cuando dejamos de escucharnos a nosotros mismos y nos concentramos en el propósito de la enseñanza para aplicar sus preceptos. Va de olvidarse de sí mismo para mejorarse a sí mismo.

- Es un poco complicado Maestro, si me olvido de mí mismo ¿cómo voy a mejorar?

- El hombre es egocéntrico y suele llevar todo aquello que le acontece al nivel de su ombligo. Por ejemplo las pruebas, suelen ser motivo de lamentaciones, quejas incluso rebeliones hacia Dios cuando deberíamos estarle agradecido de que nos cuide a través de ellas. Las bendiciones se sustentan en las pruebas y las maldiciones en los éxitos para quien busca sabiduría.

- Vaya eso es masoquismo ¿no?

- Para el mundo, sí, para el corazón humilde de un cristiano es pura sabiduría. Porque como de lo bueno que nos sucede nace lo malo de nuestra condición, cuando nos vanagloriamos de nosotros mismos, de lo malo sale lo bueno de la victoria de la prueba con sus enseñanzas, siendo la primera, la humillación de nuestro ser.

- Quiere usted decir que debemos dejar de pensar en nosotros mismos cuando nos enfrentamos a nuestras pruebas para poder superarlas.

- Tú lo has dicho, joven. Una prueba solo se vence cuando estamos lo suficientemente alejados de sus consecuencias directas y somos capaces de ver todo el bosque más allá del árbol de nuestro ego. Estábamos en peligro paseando por estos senderos y por ello debíamos ser cautos pero tú has preferido dejar rienda suelta a tu curiosidad y eso ha sido consecuencia de tu dura cerviz

- Entiendo Maestro y ahora entiendo la diferencia entre las palabras y los actos

- Así es joven, nuestros actos siempre son consecuencias de nuestras intenciones, o de nuestro instinto, pero las intenciones no siempre acaban en los actos que de ellas se esperan. Estar cargado de buenas intenciones no nos hace ser buenos. Actuar con bondad nos acerca a ella. Somos un pueblo de dura cerviz, tú, yo, todos mostramos señales que testifican de nuestra falta de madurez frente a las enseñanzas de la Palabra de Dios. Nada nuevo bajo el sol.

- Entiendo Maestro, a partir de ahora intentaré ser más consecuente y menos voluntarioso.

- Es la aspiración de todo cristiano, estamos constantemente en filo del acantilado de nuestra condición humana como lo estamos ahora en este desfiladero. Si dejamos de mirarnos a nosotros mismos, y enfocamos nuestra vida hacia los hechos que nos conducen a Dios, estaremos en camino justo de santidad.

Ambos continuaron su camino sin quitar la mirada a sus pies hasta que llegaron a la llanura.

!!Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros. (Hechos 7:51)

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miércoles, 11 de diciembre de 2019

EL MAL

El bien y el mal se oponen hasta en su definición. (Anónimo)

Cuando nos educan lo primero que nos enseñan es discernir lo bueno de lo malo, el bien del mal, y nosotros lo primero que aprendemos es a decir no. Esto es propio de la condición humana.

Se dice de nuestros retoños que son el reflejo mismo de la inocencia y pureza original. Si bien es verdad, esto solo dura el tiempo que son totalmente dependientes de nosotros, los primeros meses a lo sumo. Porque a partir de que se conciencian de sus aptitudes, ya las usan sin mesura a su ventaja. Ya sea llorar o sonreír y qué decir de hablar.

Los padres nos cuidamos de rodearlos de atenciones amorosas y buenos preceptos (o eso deberíamos hacer todos) pero ¿qué pasa cuando en el parvulario se juntan con otros y se pelean por un juguete? No les hemos enseñado eso sino todo lo contrario pero su instinto natural los lleva a codiciar de bien pequeños. Es tan chocante como verdad y que sean pequeñajos adorables no les quita un ápice de responsabilidad.

Nuestra condición humana está anclada en nuestros genes, no podemos escapar de ella, tan solo intentar controlarla. Pero esto solo es posible con la ayuda de Jesús y del Espíritu Santo.

Siendo conscientes del bien y del mal nos creemos capaces de lidiar con ellos pero si el bien tiene su origen en lo sobrenatural, el mal también. Y no somos de talla en esta batalla, objeto de ella, sí, presa y premio a la vez.

La vanidad que nos habita nos inclina a pensar que estamos a la altura para dominar aquello que nos atañe pero la verdad es que somos presas fáciles porque la semilla del mal no está fuera como nos quieren hacer pensar, no. La semilla del mal la tenemos dentro, en nuestro cuerpo, en nuestra mente, en nuestro corazón, hasta en nuestro espíritu.

Frente al mal somos como hielo expuesto al sol. Incapaces de resistir, nos derretimos frente a sus tentaciones. Todos caemos en las garras del pecado, es como un cangrejo en nuestro interior que va nutriéndose de nuestra podredumbre. No lo vemos pero está ahí recordándonos constantemente la cara seductora del mal.

Sería un acto de orgullo temerario pensar que somos capaces de enfrentarnos al mal cara a cara. Está dentro de nuestras vidas, no necesita entrar en ellas.

Eso no quiere decir que si bien somos débiles frente a lo sobrenatural de la maldad no tengamos el aliado perfecto, vencedor de ella, Jesús.

Hace falta mucha humildad y sencillez de corazón para reconocer nuestros propios límites. Debemos enfrentarnos a nuestros demonios que intentan convencernos de lo capacitados que estamos para vencer. Saber reconocer nuestros límites es el camino que nos lleva al principio de una vida santa porque si lo hacemos descubriremos que existe la victoria sobre el mal y que si bien no podemos conseguirla nosotros solos, de la mano de Jesús sí, porque Él ya lo derrotó para salvación de los hijos de Dios.

Pero no hay camino de santificación sin el temor de Dios, ese mismo que nos inspira un respeto reverencial y un deseo de complacerle lo mejor que podamos con la aprensión legitima de saber que no estamos a la altura de su Gracia.

Se dice no hay mal que por bien no venga y podríamos decir que el mal vino encarnado por la serpiente en el jardín de Edén y que su consecuencia la estaremos pagando hasta la llegada de Jesús. Lo buenos de ello y su resultado regenerador es que todos podemos elegir nuestro camino si bien Dios ya sabe cuál es.

Sin el mal, nuestra desobediencia a Dios, en el principio de los tiempos, no hubiese tenido consecuencias y si algo he aprendido en este mundo es que todo las tiene. Sin el mal, el bien no podría ser entendido por los humanos y menos comprendido. Es parte intrínseca de la historia de la humanidad.

Cuando de los hijos de Dios se trata, la muerte es una victoria pírrica, y en vano, del mal en la tierra porque es nuestro camino hacia la vida eterna.

Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer; también el árbol de vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal. (Génesis 2:9)

Como la justicia conduce a la vida, Así el que sigue el mal lo hace para su muerte. (Proverbios 11:19)

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martes, 3 de diciembre de 2019

GUERRA ESPIRITUAL

Todas las guerras son destructivas, las del alma, pueden ser aniquiladoras. (Anónimo)
No hay más perdedor potencial que aquel que manifiesta su seguridad en su victoria.

Las guerras suelen ser la suma de muchas batallas y no es más fuerte el que empieza con victorias sino el que acaba ganando.

Los hombres solemos ser bravucones cuando de batallas se trata. Creemos que siendo los más fuertes ganaremos pero la historia del mundo, y la vida misma, nos demuestran que no por ser el más fuerte tenemos el éxito garantizado. Es más, hay grandes derrotas que son tremendas victorias encubiertas. Solo hay que saber mirar en los hechos que nos han llevado a ellas y trabajar nuestro orgullo, nuestra vanidad.

En materia espiritual no somos capaces de plantar cara al maligno aunque él nos haga creer, a menudo, que sí. Debemos ser conscientes que somos soldados de a pie. De la infantería de Dios. Que nuestro cometido y nuestra fuerza se basan en la obediencia a nuestro padre y en la resistencia y/o arrepentimiento del pecado que mora en nosotros.

Las batallas en las que participamos son de alto vuelo y aunque seamos el objeto final de esta guerra, las potestades y los principados de las tinieblas están batallando constantemente por conquistarnos. Por atraernos al lado oscuro de las tenebrosidades del mal.

Somos soldados pero nuestros atuendos son nuestra protección, y nuestra condición, el enemigo infiltrado a vencer. Vamos equipados de la armadura divina de Dios. La Biblia es nuestra espada de doble filo, la Verdad de Dios nuestro lema eterno. Nuestra coraza es de acero forjado en la justicia divina, impenetrable y segura protección para todos aquellos que manifiestan su fe en Dios.

Nuestros pies son movidos por el mensaje divino, el evangelio de Dios, concentrados que debemos estar en oración a nuestro Padre celestial.

Y nuestra arma secreta, porque la tenemos, es el amor que derrumba todas las defensas de aquellos reinan en el mal. El amor, esa luz fuente de pureza que Jesús impregna en nuestras vidas para que gocemos de ella y la derramemos a nuestro alrededor, a nuestros enemigos. Que rompe y destroza las tinieblas más profundas.

No hay derrota más dulce que aquella que aceptamos en obediencia a Jesús porque contrariamente a las fuerzas del maligno, para nosotros, el Señor nos ha enseñado que no todo vale y menos el engaño, y menos la perfidia.

Jesús nos mostró el camino. Lo que para muchos de su época fue su derrota en la cruz es, para nosotros, la gran victoria que nos abre el camino hacia la vida eterna mediante el perdón de nuestros pecados.

Es cuestión de perspectiva, la nuestra está guiada por la fe del Espíritu Santo que mora en nosotros. Somos mucho más fuerte de lo que parece pero solo en Jesús.

Es tan fácil como difícil ver la mano de Dios en nuestras vidas, es una cuestión de fe pero la cruda realidad es que no todos lo vemos así. Lo mismo es de la guerra espiritual en la que estamos inmersos. Dios nos ampare.

11 Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. 12 Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. (Efesios 6:11-12)

Que Dios os bendiga, Alfons <><

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