LA CREACIÓN

LA CREACIÓN
DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

viernes, 26 de febrero de 2021

COMPASION

La compasión genuina suple la pena por el amor. (Anónimo)


Oscar Wide dijo: “la compasión nunca puede sustituir al amor”. Me parece una frase peligrosamente inacabada. Su complemento imprescindible sería: “porque es parte de él”.

Para mí la mejor frase que define la compasión, es el segundo mandamiento de Jesús: “Amaras a tu prójimo como a ti mismo”.

La pena ajena nos hace sentirnos superiores, y eso, por mucho que nos defendamos de ello, es una realidad escondida en nuestro yo, en nuestro ego. Acarrea un sentimiento de culpa del que intentamos olvidarnos.

¿Por qué?

Cuando vemos una persona vagabunda en la calle, nos puede dar pena, e incluso llevarnos al impulso de darle una moneda, para resarcirse de ese sentimiento de culpabilidad que nos hace comparar nuestra suerte con su desgracia.

La compasión es todo lo contrario, nos impulsa a comprender, a compartir, a identificarnos con el otro. Dejamos de lado el “yo”, y nos concentramos en el “otro”. Amamos a los demás como a nosotros mismos, y no a nosotros mismos mirando a los demás. No se desquita una mala consciencia con una moneda.

Cuando Jesús tiene compasión de la multitud, a mi modo de ver, no le da pena, sino que se conmueve por el amor que les tiene, porque se pone en su lugar y entiende lo que necesitan. Resultado “comenzó a enseñarles muchas cosas”, nada de pena, no, todo amor hacia los demás.

En el mundo cristiano la compasión obedece a las mismas malinterpretaciones, los mismos errores. La compasión suele ser a menudo el resultado de un sentimiento de superioridad, tan inconsciente como presente, ya sea porque nos preocupamos por los demás o los juzgamos como lo hacían los fariseos.

La compasión es una trampa perversa de las emociones, para todos aquellos que no viven las enseñanzas de Jesús, sobre el amor, con humildad y mansedumbre. Porque amar a tu prójimo como a ti mismo solo se puede intentar desde la humillación de nuestro ego. Olvidándonos de nosotros mismos para seguir a Jesús.

Cuando pienso en la compasión de Jesús me doy cuenta de que carezco de sus atributos y eso me obliga a buscarlo para poder avanzar en el camino de santificación.

Hay palabras y sentimientos que hay que manejar con suma cautela, porque definen nuestra condición humana, en la forma que tenemos de entenderlos, de aplicarlos. Compasión es una de ellas.

36 Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? 37 Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. 38 Este es el primero y grande mandamiento. 39 Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 40 De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas. (Mateo 22:36-40)

Con un poco de ira escondí mi rostro de ti por un momento; pero con misericordia eterna tendré compasión de ti, dijo Jehová tu Redentor. (Isaías 54:8)

Y salió Jesús y vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas. (Marcos 6:34)

Que Dios os bendiga, Alfons <><

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martes, 23 de febrero de 2021

CONFIAR

Contrariamente a lo que une cree la confianza no se tiene, se vive. Las posesiones siempre llevan al desengaño (Anónimo)


El diccionario de la Real Academia Española dice que confiar es: “Depositar en alguien, sin más seguridad que la buena fe y la opinión que de él se tiene, la hacienda, elsecreto o cualquier otra cosa.”

Los que hemos conocido a Jesús sabemos que confiar es descansar en Jesús con toda la fuerza de nuestra fe en Él, porque Él ha vencido al mundo por nosotros.

La confianza humana es como una vasija preciosa. Tan preciosa como frágil. Expuesta a las inclemencias de nuestra condición humana suele resquebrajarse, estallar en mil pedazos y nunca se reconstruye bien. Más sujeta al parecer que al ser.

¿Por qué?

Pues porque los humanos no tenemos fe en los demás. Queremos tenerla, sí, y lo llamamos buena fe, y si nos falla le atribuimos la mala fe, pero en realidad el hecho es que no se puede depositar la confianza en la imperfección.

La confianza absoluta exige pureza, perfección en el que se la merece. Es impermeable a cualquier influencia, soborno, tentación, debilidad. ¿Y quién es capaz de garantizar esto en este mundo? Nadie. Solo Dios, solo Jesús, solo a través del Espíritu Santo podemos depositar nuestra confianza mediante la fe.

No se cuentan las veces que hemos experimentado la desilusión de aquellos que nos han fallado cuando contábamos con ellos. Probablemente con la misma proporción con la que nosotros les hemos fallado. Y si nuestros pensamientos se enturbian, con o sin motivo, nace el sentido del engaño. Y el engaño lleva al resentimiento, a una espiral de negatividad que nos daña tanto a nosotros como a los demás.

Cuando oigo alguien decir que se ha sido engañado por un amigo, me hace pensar en lo ligeros que somos todos en atribuir el calificativo de amigo, y más si fuere el caso, de juzgarlo. Porque cuando un amigo, de verdad, hace algo que nos interpela nunca deberíamos pensar en el engaño, nunca. La amistad está por encima de la duda, haciendo que la confianza sea el pilar de la relación. Es una confianza imperfecta en un mundo imperfecto, pero es confianza, ante todo, porque es amor hacia los demás.

La duda mata la amistad que la confianza alimenta.

Pero, por desgracia, también experimentamos el desengaño con Dios, cuando depositamos nuestra confianza en ÉL, esperando que haga lo que le pedimos, y nos da en su lugar lo que necesitamos. Es mucho más frecuente de lo que parece.

O también cuando las pruebas nos tapan la vista hacia su Gracia. Haciéndonos pensar que las cosas no son justas, que estamos abandonados a nuestra suerte.

¿Dios puede fallar?, ¿Pero quién somos nosotros para dictaminar la justicia?

La respuesta está tan clara como nuestras limitaciones.

¿Las cosas nos salen mal, o no nos salen como quisiéramos?

Deberíamos buscar más a menudo lo que Dios quiere para nosotros en lugar de buscar soluciones propias. Buscar la humildad y la mansedumbre que nos llevan a entregarnos a Él en toda confianza.

Pero eso se nos olvida rápidamente cuando, en medio de todos nuestros problemas, solo confiamos en nosotros mismos. Porque no entregamos a Dios, genuinamente, nuestras vidas y no nos agarramos a la mano tendida de Jesús, ocupados que estamos en querer pisar, solos, las tribulaciones que pavimentan nuestras vidas.

La diferencia entre Dios y los hombres es que si bien Dios es todo amor y su Gracia lo limpia todo, el hombre se quiere más a sí mismo que a los demás haciendo que el desengaño sea, siempre, el compañero de camino de su confianza. Nada nuevo bajo el sol.

Debemos aprender a vivir en y con Dios, despojándonos de nuestro yo y confiando en el YO SOY.

Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; Mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio. (Salmo 18:2)

Porque Jehová será tu confianza, Y él preservará tu pie de quedar preso. (Proverbios 3:26)

33 Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo. (Juan 16:33)


Que Dios os bendiga, Alfons <><

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domingo, 14 de febrero de 2021

NECESIDAD

La diferencia entre lo que necesitamos y lo que deseamos está en creer que sabemos aquello que desconocemos. (Anónimo)


Maestro y alumno paseaban por los jardines del conocimiento, cuando, girando tras unos pinos frondosos se encontraron frente a un desierto.

El maestro preguntó:

- Joven, ¿Qué te sugiere este lugar tan desolado?

- Maestro después de lo que hemos paseado, y expuestos directamente al sol, tengo sed.

- Una situación normal en un lugar exigente.

- Pero siempre se puede volver al claustro…

Se giró, y cuál fue su sorpresa cuando vio que el desierto había invadido todo su entorno dejando a su alcance dunas y dunas de arena sin más que ofrecer.

- … ¿Qué ha pasado maestro? ¿Por qué ha desaparecido todo?

- Porque hemos entrado en nuestro corazón, cuando este, lucha contra la sequedad de espíritu. ¿Y, dime joven si fuera capaz de ofrecerte lo que más necesitas para acabar esta odisea que me pedirías?

- Agua, maestro, en suficiente cantidad para aguantar el viaje.

- Darte agua puedo, pero no está en mi mano decirte cuánto durará el viaje ni cómo será.

- Pues cuanto más mejor, maestro.

- Si te cargo de agua no podrás avanzar con facilidad, y te expondrás a no poder llegar a tu destino a tiempo, para que se reabra el portal que nos devolverá de nuevo al claustro.

- Entonces, maestro, poca porque así aligeraremos el paso y llegaremos antes, ¿no?

- ¿Pero cómo sabemos que tendremos lo suficiente para aguantar sin desfallecer, joven?

- No lo sé, maestro, no sé qué pensar.

- ¿Y si te digo que lo que necesitas no es lo que me has pedido?

- No le entiendo, maestro, es obvio que es agua más que nada lo que necesito.

- Bueno ya hemos visto que eso no te garantiza en absoluto sobrevivir para conseguir tu propósito.

- ¿Entonces, maestro, qué? - dijo el alumno rendido a su impotencia.

- Y si en lugar de darte agua, te enseño a encontrar fácilmente los pozos que hay en toda esta zona, porque los conozco.

- Maestro, juega con ventaja. Porque usted ya sabe esto que yo ignoro.

- Y así es en nuestra vida, joven. Cuando le pedimos al Señor que nos de algo y en su lugar nos proporciona un camino de pruebas es porque Él sabe de nuestra existencia lo que nosotros desconocemos, y sobre todo lo que necesitamos. Con y a través de Él todo es para fin de bien.

- Visto así, es diferente, pero no se me hubiera ocurrido enfocarlo de esta forma.

- ¿Tú crees en Jesús, como nuestro Señor y Salvador?

- Claro maestro.

- ¿Sabes que Dios nos ama infinitamente y que a sus hijos protege?

- Sí maestro, pero claro cuando uno está en medio de un desierto se le olvida el resto y busca soluciones.

- Tú lo has dicho, joven, y ese es nuestro primer error. Tan genuino como el pecado original. Confundimos nuestros deseos con nuestras necesidades y caemos y recaemos en nuestros pecados olvidándonos de que lo más importante no es lo que queremos, sino lo que Dios quiere para nosotros. Antes me has dicho que yo ya sabía lo que ignorabas en esta situación. Pues esto es una constante en nuestra vida. Dios nos conoció antes de que creara el mundo. Él, ya sabe lo que nos conviene, y nuestros intentos grotescos de suplirlo pretendiendo solucionar nosotros mismo nuestras vidas, solo entorpecen nuestro camino hacia ÉL. Buscando a Dios, a través del Espíritu Santo, encontraremos la solución. Buscando nosotros la solución, nos alejaremos de Dios.

- ¿Entonces, maestro, qué debemos hacer?

- Poner en sus manos lo que no caben en las nuestras. Buscar su respuesta cuando la vida nos reta. Olvidarnos de nuestro ego para seguir su guía.

- Entiendo, maestro. Ha sido una lección muy refrescante en este desierto. Jajaja – Ambos rieron abundantemente

- Oremos al Señor para que nos guie, joven

Y oraron juntamente. Luego abrieron los ojos

- ¿Y que ves ahora, joven?

- La puerta del claustro.

- No te olvides nunca que solo Dios puede darnos lo que necesitamos. Nosotros debemos aprender, toda nuestra vida, a buscarlo en lugar de querer solucionar nuestras necesidades. Es el único camino hacia Él.

- ¡Amen!

- ¡Amen!

Y ambos continuaron juntos el camino hacia el claustro donde les esperaba un buen refresco.

Los leoncillos necesitan, y tienen hambre; Pero los que buscan a Jehová no tendrán falta de ningún bien. (Salmo 34:10)

No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis. (Mateo 6:8)


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domingo, 7 de febrero de 2021

CUESTIONAR

Para un científico, cuestionarla enriquece la ciencia. Para un cristiano, envenena la fe. (Anónimo)


La duda es una constante en nuestras vidas y, bien gestionada, es un factor de enriquecimiento y sabiduría. Pero también puede ser nuestra piedra de tropiezo físico, mental o espiritual.

Cuando uno es joven la certeza es un axioma de comportamiento. Todo suele ser blanco o negro, bien o mal. Y por supuesto sabemos distinguir y elegir.

Con el paso de los años, y muchos errores y tribulaciones después, nuestra percepción se agudiza y nuestra mente también, haciéndonos ver todo un abanico de grises que ponen a contribución nuestra capacidad de aseveración binaria. Algunos lo llaman experiencia, otros, sabiduría, pero lo que sin duda es, es acopio de años.

Toda nuestra vida es una lección de amaestramiento y nosotros elegimos las materias que queremos privilegiar y las que no. Acabamos siendo buenos o pésimos alumnos, pero los años nos confieren sus enseñanzas.

Algunos eligen el saber, que no por ello acaban siendo sabios. Depende de su capacidad de dudar de sus certezas y de aseverar sus dudas. Los conocimientos no siempre exigen ser demostrados. Y cuando se trata de Dios solo son para nuestra educación y enriquecimiento espiritual. La fe es la clave de la respuesta a nuestras preguntas y más si consideramos nuestras dudas.

Otros eligen la libertad, convirtiéndola en la mayoría de los casos en libertinaje. ¿Y por qué? Pues porque la libertad no puede consistir en el libre albedrío de una persona sino en el compromiso de respetar a los demás como a sí mismo. Y eso escasea. Hoy la libertad es hacer, cada cual, lo que le da la gana, y así vamos.

Hay tantas opciones de aprendizaje como florilegios en la enciclopedia de la vida. Romances, novelas épicas, dramas, comedias, éxitos, fracasos, constituyen el relato de nuestra existencia hasta que un día se baja el telón.

Si de nuestra fe hablamos la duda es parte de ella, constante y sigilosa en los momentos de desamparo y ausente o discreta en nuestros momentos de gozo y alegría en el Señor. Es buena cuando nos ayuda a retarnos y muy dañina cuando nos invita a desconfiar o retar a Dios. Porque quién somos nosotros para pedirle cuentas a nuestro creador. Si Él actuara de la misma forma con nosotros estaríamos todos condenados de antemano.

Por ello es importante ser conscientes de nuestros límites, pero, sobre todo, de nuestra capacidad en confiar en nuestro Señor y Salvador. A cuanta más duda, más actitud humilde y entregada. Porque todo lo que nos supera Él lo alivia y nos protege.

Esta es la gran diferencia entre un hijo de Dios y los demás, y es que, a pesar de nuestra condición, buscamos constantemente a Dios mientras los demás lo rehúyen.

El antídoto a la duda perniciosa se encuentra en la obediencia a Dios, a su palabra y en las enseñanzas de Jesús en ella. Son alimento de nuestra fe y maná de vida eterna.

A los hombres, se les cuestiona porque en Dios solo, confiamos.

20 Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así?

21 ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra? (Romanos 9:20-21)


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miércoles, 3 de febrero de 2021

SOBERBIA

La soberbia es al cerebro lo que el gusano a la manzana. La quintaesencia de su vanidad alimentada por su propia arrogancia. (Anónimo)


La soberbia es el analfabetismo del amor. (Anónimo)

El hombre tiene muchas carencias, pero también va sobrado de excesos. Uno de ellos, la soberbia, es, sin duda, de lo más dañino y perjudicial tanto para uno mismo como para los demás.

Confundimos, a menudo, la soberbia con el orgullo y son dos cosas con implicaciones muy diferentes.

El orgullo tiene una acepción positiva, estar orgulloso de nuestro hija/o, por ejemplo. Y otra negativa cuando se carga de arrogancia y vanidad.

La soberbia solo tiene una connotación, y es negativa. Requiere de varios atributos cargados de hedonismo de maldad como la vanidad y el engreimiento.

Es el veneno más concentrado que puede atacar nuestra mente y nuestro espíritu porque cuando se adueña de nosotros nos hace creer que somos invencibles, inigualables.

La soberbia provoca ira, furia, en quien es poseído por ella y mucho dolor en quien es golpeado por ella.

En muchos casos la soberbia es la guinda del pastel del éxito de aquellos que adulan las riquezas de este mundo.

Pero también es una expresión natural del poder necio. De la fuerza ciega.

Otra forma más sutil pero también muy extendida es la que nos atañe a todos cuando nos dejamos llevar por los cantos de sirena de nuestra propia concupiscencia. Y eso nos ha pasado y nos pasará a todos. No es tan espectacular como la primera pero igual de dañina.

No es de extrañar pues que la humildad sea un concepto “vintage” y trasnochado mientras la soberbia es un concepto moderno en esta sociedad. Ser el primero, ser el mejor, ser el más visto a toda costa. Los likes, los followers, los influencers, todo esto es fruto de la promoción de la soberbia mundana.

Frente a estos atributos la humildad, la mansedumbre, el sacrificio son considerados debilidades.

Lo peor de todo esto es que nuestros jóvenes están constantemente machacados con estímulos de soberbia, como camino real hacia ser un triunfador.

Y yo me pregunto, ¿fue Jesús un triunfador entre su pueblo? ¿O fue victima de él?

¿Quién lo golpeó sino la soberbia de los judíos que decidieron condenarlo? Y además aludiendo que ellos sí eran herederos los padres del antiguo testamento. Su soberbia los cegó. No tuvieron temor de Dios a la hora de condenar a Jesús. Rechazaron ser humildes y buscar la mansedumbre que los hubiera llevado a ser siervos de Jesús. ¿Por qué? Por su soberbia.

Esa misma que hizo que Adán y Eva escucharan más a la serpiente que a Dios a la hora de desobedecer.

¿No sería la serpiente el símbolo de su soberbia?

Hoy en día la soberbia es una palabra que no encuentra su lugar en nuestras conversaciones, cuando sí predomina en nuestras acciones. Deberíamos ser más conscientes de ello y pedirle a Dios mediante el Espíritu Santo que nos insufle humildad, mansedumbre y obediencia a nuestro Padre. Solo de esa forma podremos luchar contra nuestra soberbia. Nada nuevo bajo el sol.

Antes del quebrantamiento es la soberbia, Y antes de la caída la altivez de espíritu. (Proverbios 16:18)

Preserva también a tu siervo de las soberbias; Que no se enseñoreen de mí; Entonces seré íntegro, y estaré limpio de gran rebelión. (Salmo 19:13)

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