LA CREACIÓN

LA CREACIÓN
DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

jueves, 30 de noviembre de 2017

EL CORREDOR DE FONDO

La distancia marca la velocidad y no lo contrario, por ello hay tantos derrotados en el fondo. (Anónimo)

Maestro y alumno se paseaban por las llanuras cuando vieron un hombre corriendo.

- Maestro, ¿Por qué va corriendo tan despacio este hombre? A esta velocidad nunca ganará una carrera.

- ¿Así lo ves joven?, ¿No crees que aquel que ahorra sus fuerzas es tan merecedor o más que aquel que las derrocha?

- Bueno si se trata de llegar primero, el que corre más rápido sin duda ganará

- No lo tengas tan seguro joven, eso depende del tipo de carrera. Por ejemplo ¿Qué casa crees será la más robusta, aquella que se hace en un día o aquella que se hace en un mes?

- No sé de construcción maestro, pero cuanto antes esté hecha, mejor, ¿no?

- Las cosas exigen su tiempo para que el tiempo les ofrezca sus ventajas. Los cimientos de una casa deben asentarse, y eso es tiempo. Las paredes deben conjuntarse y el cemento que las une fraguarse antes de que se eleven más, y eso es tiempo. Si obvias estas reglas construirás una casa tan débil que no resistirá la primera tormenta.

- Entonces todo requiere tiempo, maestro. ¿Y cómo se puede ser primero si no te apresuras?

- Sabiendo a lo que te enfrentas. No, joven no todo requiere tiempo, mas si el tiempo adecuado. Por ejemplo el alfarero lucha contra el tiempo porque la arcilla que manipula tiende a secarse y para ello la remoja pero también actúa con celeridad.

- No lo entiendo maestro, entonces ¿hay que darse prisa o no? y ¿Por qué no debería apresurarse este hombre en su carrera?

- Porque es un corredor de fondo y sabe que su camino es largo y arduo y que lo más importante es resistir y no quemar toda su energía antes de llegar.

- Vale, entonces lo importante es determinar a la talla de nuestros retos para elegir el camino adecuado.

- Tú lo has dicho joven. El principal escollo al que todo hombre se expone en su vida es su capacidad de evaluar las situaciones a las que se enfrenta. Demasiados reaccionan a las pruebas con las prisas de querer resolverlas cuanto antes cuando lo que estas exigen es que reflexionemos y entendamos sus exigencias. Contrariamente a lo que muchos piensan las tribulaciones son para bien a aquel que sabe aceptarlas en su justo punto. Edifican obligándonos a actuar en situaciones que ponen a prueba nuestros valores, nuestras creencias, nuestra fe. No hay fe que sea inquebrantable en el corazón de los hombres. Es más, las dudas son invitaciones a fortalecerla y esto es como una carrera de fondo en la que lo importante es saber sortear los obstáculos para poder llegar a la meta, no ser el más rápido sino el más resiliente. Este hombre que ves, sin duda llegaría último en una carrera de 100 metros pero la suya, como su vida es más larga y el tiempo que exige su tributo es su mejor aliado. En esa carrera los velocistas, todos acaban rendidos y derrotados pero él llegará a buen puerto

- Entiendo Maestro

- Jesús nos invita a hacer de nuestra vida una carrera de fondo en la que la humildad y la bondad sean la energía que nos nutra el alma. Si así lo entendemos dejaremos las prisas y nos enfrentaremos con paciencia y abnegación a aquello que con toda seguridad nos fortalecerá en la fe de Cristo.

- Gracias Maestro

- Y no te olvides, joven, todo corredor precisa de agua en el desierto y en el desierto de nuestras vidas el agua de vida de Jesús es la única que sacia.

Y ambos continuaron su paseo viéndose alejar el corredor de fondo.

Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. (Eclesiastés 3:1)
Que Dios os bendiga, Alfons <><

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miércoles, 29 de noviembre de 2017

¿QUÉ HE HECHO SEÑOR?

¿Qué he hecho yo para recibir lo que no me merezco? Es un misterio que no me es lícito esclarecer tanto como me es necesario agradecer y aprovechar, sea cual sea mi suerte. (Anónimo)


¿Cuántas veces nos ha pasado que nos hemos cuestionado nuestra culpa o nuestra gracia frente a acontecimientos que han influido en nuestra vida de forma significativa?

Cuando es para agravio tenemos una tendencia a sentirnos malditos, desgraciados, castigados y cuando es para bendición lo atribuimos a la suerte o peor, a nuestra pericia. Pero ni el uno ni el otro son juicios acertados de aquello que nos sucede.

Como hombres siempre buscamos justificar lo que no entendemos en lugar de ser agradecidos a Dios por su providencia y aprovechar lo que se nos ha puesto delante para que sea de bendición, Tanto lo que consideramos bueno como lo que calificamos de malo.

A quien no le ha pasado de tener un periodo, más o menos largo, de su vida en el que tiene la sensación de que todo es para mal, de que si algo puede salir mal acabará saliendo peor. En el que los acontecimientos de dolor, pena, desasosiego se suceden uno tras otro. Todos hemos pasado, y seguiremos pasando, por ello. Nos hace entrar en un bucle negativo que nos impide ver con claridad. Nos moldea la mente y el corazón hasta que no nos reconozcamos en ellos. ¿Cuántos periodos como este hemos vivido en toda nuestra vida?

Y un día pasan y se esfuman como la boira matutina que parece inamovible pero que cede rápidamente al sol.

Y a quien no le ha pasado de tener momentos en los que la suerte se une al acierto. Que todo aquello que hacemos es apropiado, que hasta nuestros errores se transforman en bendiciones. Nos hacen pensar que la vida es bella, que todo es para bien. Que somos agraciados y que nos lo merecemos. Que por fin hemos conseguido lo que buscábamos y que podremos descansar sin pruebas retadoras. ¿Cuántos periodos como este hemos vivido en toda nuestra vida?

Y un día pasan y se esfuman como la boira matutina que parece inamovible pero que cede rápidamente al sol.

Algunos, por no decir muchos, dirán que sus recuerdos los llevan a pensar que han tenido más momentos difíciles que buenos y que lo que les espera es más de lo mismo. Y si bien los que se sienten castigados se preguntan ¿Qué he hecho Señor, para merecerme esto? Los agraciados también deberían hacerse la misma pregunta. Cosa que suele pasar menos.

A los hijos de Dios todo lo que les acontece es para bien, y a nosotros de saber encontrar la bondad de las pruebas y agradecer el bien de las bendiciones dándole la autoría a nuestro Padre celestial.

La obra de Dios en nuestras vidas es como la de un escultor que coge una roca cualquiera y a golpe de cincel la moldea hasta transformarla en una obra de arte. Algunas piedras no ceden y se parten en mil pedazos pero todas aquellas que aceptan la labor de su maestro acaban siendo preciosas. ¿Se puede decir que la roca sufre los martillazos o disfruta del pulido? Solo es una roca, como nosotros solo somos pecadores finitos. No nos pertenece juzgar la obra que somos y menos al Maestro, solo aceptar su voluntad en nuestras vidas porque si así lo hacemos acabaremos siendo santos en su reino. Y entonces a quién le importará el “por qué” si eso mismo fue lo que nos llevó a Él.

Alabad a Jehová, porque él es bueno, Porque para siempre es su misericordia. Alabad al Dios de los cielos, Porque para siempre es su misericordia. (Salmos 136:1)

28 Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. (Romanos 8:28)


Que Dios os bendiga, Alfons <><

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jueves, 16 de noviembre de 2017

ABRE MIS OJOS

Tengo mis ojos sellados por la amargura de mi vida, a la espera de que un amor puro los libere. (Anónimo)


No hace falta ver para creer, o mejor dicho hace falta saber ver con el corazón lo que nuestros ojos nos impiden.

Esta verdad es tan obvia como obviada por todos nosotros. Cuanto más dudamos más exigimos que nuestros ojos nos convenzan y eso no suele ocurrir.

Es más, de tanto querer no creer acabamos creyéndonos que no queremos y apartamos de nosotros lo mejor que tenemos por dar a los demás, amor.

No hace falta cerrar los ojos para no ver, es suficiente con negar nuestra compasión, nuestro perdón, nuestro corazón. Porque de eso va la ceguera de aquello que no queremos ver y no como muchos pretenden de aquello que no podemos ver.

Cada día hay situaciones, personajes que cruzan nuestras vidas que nos obligan a elegir entre mirar la realidad que nos envuelve y actuar o entregarla a nuestra ceguera tanto mental como espiritual o física. Y no conozco a nadie que no haya, en algún momento girado su mirada para evitar enfrentarse a sí mismo. Cuando pienso en ello me avergüenzo de mí mismo porque es tan fácil ser ciego.

La ceguera no es propiedad exclusiva de los individuos, la colectiva es, si cabe, más común porque es conocido que a cuantos más individuos juntas, lo que más fácilmente suman, es su capacidad negativa, sus neuras, sus defectos, sus pecados. La muchedumbre es una excusa para amparase en los demás, pretendiendo ser tan solo uno de ellos cuando en realidad lo que buscamos es enmascarar nuestras vergüenzas entre la multitud.

Eso mismo ha sido tantas y tantas veces el pueblo de Israel pero también todas las comunidades cristianas. Era, y sigue siendo, muy fácil acusar a los no creyentes de insensatos y de ciegos pero nos olvidamos que a menudo los más ciegos son aquellos que pretenden ver más que los demás. Pecado de vanidad, nada nuevo bajo el sol.


Hace falta rebuscar en lo más hondo de nuestras entrañas para sonsacar nuestra humildad, nuestra abnegación y hacer que emergen en nuestra vida. Hace falta toda una vida, y a veces más, para darse cuenta de que necesitamos, como el aire que respiramos que Dios nos abra constantemente los ojos para que sepamos ver su Verdad, para que sepamos entender su Verdad, para que sepamos ser parte de su Verdad.

La Biblia actúa como abridor de ojos, de mentes, de corazones y avivadora de espíritus. Es la medicina indispensable para nuestra salud mental y espiritual. Cuando la leemos nos hace ver el alcance de nuestra ceguera y el camino para corregirla. Entonces ¿por qué la leemos tan poco? Nuestra enfermedad es el pecado, y es recurrente y persistente como una bacteria indestructible. ¿No nos damos cuenta que sin Jesús estaríamos todos muertos en vida?

Gracias Señor porque tienes la paciencia con nosotros que nosotros nunca tendríamos contigo. Gracias Señor por amarnos más allá de nosotros mismos y de nuestra ceguera crónica. ¡¡¡Abre mis ojos Señor!!!

Abre mis ojos, y miraré Las maravillas de tu ley. (Salmos 119:18)
Que Dios os bendiga, Alfons <><

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miércoles, 15 de noviembre de 2017

EL DESGARRO DEL ÁNIMO

El desgarro del ánimo es el precursor de la rotura de nuestra ánima, ¡o no! (Anónimo)


¿Quién no se ha levantado algún día forzado por el hábito cuando su mente le gritaba a chorros de quedarse dormido para siempre?

¿A quién no le ha pesado tanto el alma que sus pensamientos se han quedado anclados en el poso de su amargura?

Hay días que cuando vemos el sol, no nos alegra, nos interpela porque no es acorde a nuestro estado. Es más, magnifica el sentido de nuestra podredumbre como marca las sombras que crea.

El que no ha tenido días como estos no está vivo, es un zombi que se ignora, porque si de verdad viviera, sentiría que estos momentos son parte de su vida como testifican las huellas y cicatrices del alma que dejan.

El que presume de perfección carece de humildad porque aceptar nuestros avatares es parte del camino hacia la salvación. La vida es una sucesión de desgarros del ánimo aliviados por la esperanza viva que Jesús nos ofreció en la cruz. Hay que sufrir para gozar porque solo viviendo en carne nuestros pecados podemos redimirnos de ellos y caminar firmes hacia Él.

Caeremos y recaeremos tantas veces en las piedras de tropiezo que alguna vez tendremos la tentación de abandonar pero no es nuestro propósito, porque somos hijos del Dios viviente llamados a ser sal y luz en este mundo de tinieblas. No podemos permitirnos el lujo de ceder a la oscuridad un solo palmo de terreno. Debemos levantarnos, y levantarnos una vez más que nuestras caídas para ser ejemplo de esperanza a aquellos que pretenden abandonar.

Seguir a Jesús no es hacer lo que uno quiere y menos dejarse llevar por sus inclinaciones. Seguir a Jesús es obedecerle y tener una vida de lucha contra sigo mismo para erguirse con bondad, abnegación, humildad, reventando nuestros instintos de autocomplacencia y ofreciendo nuestra vida de servidumbre a nuestro Señor y creador, Dios nuestro Padre.

Cuando estamos presos del desgarro del ánimo es cuando más que nunca debemos recordar por qué y para qué estamos en este mundo. Esto nos recordará que ser cristiano no es un camino de rosas. Las aflicciones y las angustias que lo rodean solo son el tributo a pagar por nuestros pecados pero que Él, Jesús, ya pagó el precio de nuestra redención.

Cuando nos toque vivir un día de estos, mejor que escondernos, recordemos que por Gracia, mediante la fe para obras somos redimidos. Dios nos da su Gracia, Jesús nos legó el Espíritu Santo que alimenta nuestra fe y nosotros abrazando ambos nos levantamos cada día para hacer realidad las buenas obras de nuestra fe, alimentándonos de la Palabra fuente de vida eterna. Actuando así los días malos solo traerán buenos recuerdos.

Aflicción y angustia se han apoderado de mí, Mas tus mandamientos fueron mi delicia. (Salmos 119:143)
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jueves, 9 de noviembre de 2017

INDULTAR

El indulto es un proceso que exige culpable, el problema es encontrarlo. (Anónimo)

El hombre prefiere un juicio injusto a una condena justa que muestre sus vergüenzas porque con el primero pretende justificar sus pecados más en él segundo se le exige reconocerlos y eso no está en su ADN.

El mundo es una suma constante de pecados, bondades, penitencias, arrepentimientos y alevosías. En la balanza de la justicia divina el déficit es constante y lo negativo la arrastra sin merced. En la balanza humana nuestras concupiscencias y benevolencias enmascaran una realidad ineludible, somos pecadores.

Esto nos permite entender por qué la Gracia de Dios es esencial en nuestra salvación pero también nos invita a pensar en aquello que nutre nuestras vidas y que nosotros no alimentamos constantemente: nuestras obras. Nos hace ver que nunca seremos capaces de equilibrar una balanza que ya tiene, como nosotros, tara. Nos obliga a buscar otros caminos para resolver nuestra cuenta pendiente con Dios hasta que descubramos que solo hay uno: por la Gracia de Dios mediante la fe para obras.

Indultar es un proceso común en las sociedades modernas, sirve para limpiar nuestras vergüenzas o las de los condenados, permite de un plumazo eliminar, no la condena, pero sí sus efectos.

El indulto se define como una medida de gracia aplicada por aquellos que ostentan el poder. Pero no podemos confundir el indulto con la gracia porque parten de conceptos muy diferentes si bien el primero es un atributo concedido a los gobernantes de este mundo solo existe una Gracia y es divina porque la Gracia solo puede ser concedida por aquel que es libre de pecado y entre los mortales, salvo Jesús, no hay quien cumpla este requisito.

Por eso a la hora de hablar del concepto de perdón social es correcto utilizar la palabra indulto pero cuando hablamos de perdón divino solo la Gracia de Dios puede lavar todos nuestros pecados y dejarnos impolutos. No hay que olvidar que solo la Gracia puede devolvernos a nuestro estado original, antes del pecado.

Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana. (Isaías 1:18)

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miércoles, 8 de noviembre de 2017

EL ARTE DE LA PREGUNTA

La mayoría de las preguntas capciosas conllevan sus respuestas implícitas. Son el ADN mental de quien las perpetra. (Anónimo)

La sofisticación del lenguaje y de la mente hace que hagamos malabarismos con las ideas que se nos ocurren y más todavía con sus intenciones.

Por ello nos es más fácil intentar inducir respuestas que generar interrogantes en nuestros contertulios. Según como hagamos las preguntas tendremos una respuesta acorde a nuestras intenciones, o no. Algunos lo llaman manipulación otros el arte de la pregunta o incluso periodismo.

Una pregunta normalmente busca descubrir la opinión ajena pero también, hecha con alevosía, puede inducir una respuesta involuntaria. Es fácil caer en el paripé de estos astutos malabaristas de las palabras. Hoy en día es más difícil entender las intenciones de una pregunta que la pregunta en sí y claro esto provoca autodefensa.

Causa de tales situaciones acabamos pensando en la pregunta de la pregunta “qué se pretende con esta pregunta”, antes de ocuparnos de la respuesta adecuada. Nos enfrentamos cada vez más a este tipo de situaciones kafkianas en las que nuestra paranoia, justificada o no, sobrepasa la naturalidad de la respuesta.

Todo esto puede parecer tan complicado como fútil pero es más importante de lo que parece porque si el arte de la pregunta se transforma en un juego de manipulaciones, estamos destruyendo uno de los pilares de la formación y del enriquecimiento tanto intelectual como espiritual. Ahora nos hemos hecho especialistas en intentar averiguar el “por qué” de las preguntas olvidándonos completamente de su esencia, de aquello que puede, y a menudo debería, interpelarnos.

La diferencia entre una buena pregunta y una pregunta capciosa es que la primera te ofrece pensar por ti mismo mientras la segunda ya lo ha hecho por ti.

La educación, tanto espiritual como mental, está basada en las preguntas adecuadas y sus diversas respuestas llamadas verdades. Hemos pervertido tanto este concepto que hoy no solo cuestionamos todas las verdades sino que hemos perdido la confianza en el valor de las preguntas.

Si queremos volver a la esencia del arte de las preguntas tenemos que poner nuestra mirada en el gran maestro del verbo: Jesús. Sus preguntas nunca buscaban inducir una respuesta más sí provocar en su interlocutor que descubriera en sí mismo aquello que buscaba en los demás. Todas sus preguntas cambiaron aquellos a quien las dirigió, algunos para bien y otros para que descubrieran su propio mal.

Jesús es el ejemplo a seguir para que mantengamos el arte de la pregunta en su ámbito natural, la búsqueda de las respuestas sinceras e inocentes. Que el Señor nos guie y nos ampare en nuestra vida ante la tentación de desvirtuar las preguntas que hagamos.

Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores aman a los que los aman.(Lucas 6:32)

¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas, ¿no deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se había descarriado? (Mateo 18:12)


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viernes, 3 de noviembre de 2017

LO QUE NOS FALTA A TODOS

Lo que nos falta a todos siempre es aquello que a nadie le sobra. (Anónimo)


Cuando uno se levanta por la mañana y piensa en lo que tiene y en lo que le falta suele acabar pensando en cosas materiales que no por ello menos legítimas. Una hogar, un coche, una familia, un trabajo, dinero, amor, etc…

¿Quién no tiene una lista sinfín de agravios y solicitudes?

Es curioso pero no cuesta mucho más ahondar en lo inmaterial, nuestra educación, nuestra paciencia, nuestra bondad, nuestra inteligencia.

Si nos paramos a pensar en esto nos damos cuenta que allá donde lo material lo percibimos como una necesidad, lo inmaterial lo vivimos como un ataque personal.

¿Quién acepta de buen grado que le digan que necesita ser más educado, paciente, bueno y/o más listo?

¡¡¡Pero quién se piensan que son todos aquellos que pretenden enseñarnos nuestras vergüenzas!!! Insensatos, si ya nos gusta obviarlas centrándonos en lo material y evitando contemplar la parvedad de nuestra consciencia.

A aquellos que nos preocupamos por nuestros estado de salud espiritual nos tildan de masoquistas, de desequilibrados porque cuando uno se asume, dicen los entendidos, sabe que lo primero que debe hacer es estar bien consigo mismo, quererse a sí mismo más que a los demás y practicar el hedonismo como fin de los fines.

Este es el credo de nuestra sociedad, de nuestra suciedad. Y cuando por la mañana nos levantamos nos invade por todos los lados, por todos los sentidos. Es difícil resistirle, imposible no caer en sus garras aunque sea por un instante. El pecado es su mejor baluarte y en él solemos tropezar a menudo.

Pero si en medio de esta vorágine secular no somos capaces de elegir nuestro camino, ellos lo harán por nosotros y nos arrastrarán hacia el abismo de la concupiscencia terrenal.

Todo esto puede parecer excesivo y alguno podría incluso pensar, lejos de la realidad pero la verdad es que esto es la realidad que vivimos cada día al levantarnos.

Y yo me pregunto ¿será porque dejo que mi vida material prime sobre mi vida espiritual? Pregunta tan capciosa como aguda y penetrante al corazón de nuestro ser. La respuesta suele ser: sí. Un sí que si lo respondemos con sinceridad de corazón es el primer paso para cambiar nuestra vida.

Porque un sabio dijo: “Lo que nos falta a todos siempre es aquello que a nadie le sobra.” Y lo que a nadie le sobra es la necesidad de acercarse a Dios a través de la obediencia, la oración, el estudio de la palabra y la comunión con los hermanos. No te dan un coche pero tener sed de Dios te transportara más allá que cualquier vehículo. No es dinero pero sus enseñanzas son tesoros preciosos. No es ser más inteligente pero la humildad y la obediencia nos acercan a la santidad y eso suple todos los conocimientos de este mundo.

Que Dios nos ayude a no olvidar que aquello que nos falta solo es acercarnos más a Él y eso, todos, todos lo necesitamos.

19 Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme á sus riquezas en gloria en Cristo Jesús. (Filipenses 4:19)

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jueves, 2 de noviembre de 2017

DE VALIENTES Y DE COBARDES

El crepúsculo de los cobardes es el preludio del alba de los valientes y viceversa. (Anónimo)

En nuestra sociedad somos prestos a poner etiquetas para todo, no solo para las prendas de una tienda sino también para las actitudes, los comportamientos y que decir de los hechos. Nos gusta el contraste por lo que pasamos de la valentía a la cobardía con suma alegría y más si cabe cuando de los demás se trata.

De lo que no somos conscientes, o así quiero pensarlo, es de las consecuencias de nuestros juicios porque claro está si no valoraran con el mismo rasero, ¿Qué seríamos, valientes o cobardes?

La valentía, más que uno hecho heroico, reside en la perseverancia de nuestra fe que alimenta el Espíritu Santo y no en la fe de aquello que nosotros consideramos justo. Reside en la humildad y abnegación de nuestra actitud más que en la capacidad de resistencia porque es fácil negarse pero más exigente aceptar aquello que nos duele para cambiar sus efectos. La valentía no está hecha para los valientes, estos siembran los cementerios con sus despojos inútiles. No, la valentía está hecha para aquellos que se sienten los suficientemente cobardes para querer sobrepasar su condición con el sacrificio de su persona. Es el camino marcado por Jesús, el único hecho para los humildes de corazón y entregados a Dios.

La cobardía es como una serpiente sigilosa que reina en las consciencias de aquellos que han transformado el temor en miedo perdiendo el sentido del respeto. Cuando uno no tiene valores, la cobardía es su único baluarte. Muchos confunden el miedo con el temor y se amparan en el desasosiego de sus almas perturbadas buscando justificar sus actos más reprobables. Prefieren culpar a los demás que asumir sus propios pecados refugiándose en el poso de sus miedos. Hay quien confunde la cobardía con el temor y eso es un grave error porque donde lo primero solo infunde una profunda debilidad espiritual, el temor él, se fundamenta en el respeto y en el deseo de complacer aquel que es nuestro creador, Dios.

La valentía de un cobarde es más valiosa que la cobardía de un valiente. ¿Por qué? Pues sencillamente porque la primera parte del reconocimiento de una condición cuando la segunda es el fracaso de la misma.

Se dice que el cementerio está lleno de valientes pero también los está de cobardes porque en definitiva no es tu actitud la que te llevará al cementerio, todos estamos destinados a ello en este mundo, sino a quién entregas tu vida más allá de la muerte y lo que es seguro por encima de todo es que en el cementerio no se ha perdido ninguna alma que sea de los hijos de Dios.

¡Cómo han caído los valientes, cómo han perecido las armas de guerra! (Samuel 1:27)

Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. (2 Timoteo 1:7)


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