LA CREACIÓN

LA CREACIÓN
DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

lunes, 30 de diciembre de 2019

EL VALLE DE LAS SOMBRAS PERDIDAS

Una buena sombra solo nace del sol. La mala sombra de los hombres. (Anónimo)

La sombra se caracteriza por ser el resultado de algo o alguien que se opone a la luz, ya sea del sol o de cualquier fuente de energía que brille.

Nosotros somos sombras ante el destello impoluto de la luz de Dios porque nuestra condición se opone constantemente a Él, dibujando, o mejor dicho desdibujando nuestros perfiles en el valle de las sombras perdidas.

Es muy curioso observar como varían los contrastes de nuestras siluetas cuando las nubes se interponen entre el sol y nosotros. Es como cuando nuestra fe es tambaleada por nuestras dudas y pasa de ser supuestamente inquebrantable a transformarse en un mar de dudas. Pero el hijo de Dios fiel sabe que como las nubes pasan, las dudas también dejando paso a la pureza divina que mediante el Espíritu Santo ilumina nuestras vidas, nuestras almas.

La única forma de hacer desaparecer una sombra es eliminando la fuente de luz que la contrasta dejando que las tinieblas se apoderen de ella hasta que se disipe completamente en la oscuridad.

De la misma forma que sin el sol no hay sombra en el desierto de arena, sin fe no hay vida en este mundo. Nuestra fuente de energía, que es la Gracia de Dios, nos delimita y nos enseña tanto nuestras vergüenzas como nuestras bendiciones para que sepamos escapar del valle de las sombras perdidas y caminar hacia la promesa de Jesucristo, nuestro Señor.

Este mundo se caracteriza por sus matices en lo tenebroso. Podemos ver el horror del horror, la vergüenza de la vergüenza, deambular por nuestras vidas, manchándolas de tiznones más o menos importantes.

Todos pasamos por momentos en los que nuestra cordura, nuestro sentido común, nuestros valores se tambalean. ¿Cómo podría ser de otra manera en un mundo en el que se premia el mal por encima de todo en los círculos más ilustrados? En ellos es mejor la ambición que la humildad, el éxito que las pruebas, el poseer que el compartir. Podemos vislumbrar cómo, en lo oscuro del valle de las sombras perdidas, se deslizan sigilosamente las manchas de las almas sin rumbo.

Tengo un sueño que sé, no se hará realidad en la tierra pero que anhelo como el aire que respiro. Es ver el valle de las sombras perdidas ir poco a poco siendo inundado por las luciérnagas del amor que tenemos en nosotros. Que estas irán creciendo y juntándose, como la comunidad en Cristo, hasta que sean un todo con el Sol que saldrá al amanecer. Sé que solo es un sueño en este mundo secular pero es una promesa de Jesús y el momento llegará en el que se hará realidad.

Lo bueno de lo malo es que, si lo entendemos, deja de ser negativo y pasa a ser enriquecedor. Lo bueno de nuestras sombras es que, si las vemos, nos hacen conscientes de aquello que tenemos que trabajar en nosotros para dar un paso más en camino de santificación.

El valle de las sombras perdidas recoge todo aquello y aquellos que no han conseguido dar un paso más y se han atascado en el muro de su condición. Por desgracia no tiene límites.

Aunque ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; Tu vara y tu cayado me infundirán aliento. (Salmo 23:4)

76 Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado; Porque irás delante de la presencia del Señor, para preparar sus caminos; 77 Para dar conocimiento de salvación a su pueblo, Para perdón de sus pecados, 78 Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, Con que nos visitó desde lo alto la aurora, 79 Para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; Para encaminar nuestros pies por camino de paz. (Lucas 1:76-79)


Que Dios os bendiga, Alfons <><

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domingo, 29 de diciembre de 2019

ELECCIÓN

No hay mejor elección que aquella que se sustenta en la duda razonada, porque nos recuerda que lo fácil es difícil y lo difícil todavía más. (Anónimo)
¿Quién no ha tenido que elegir un color, un camino, una sonrisa, un compromiso, etc…?

Nuestra vida es la suma de elecciones que nos llevan a aciertos y errores a lo largo de toda nuestra existencia. Y si miramos con detención nos daremos cuenta que en la vida de un cristiano sus desaciertos son más edificantes que sus éxitos. El mundo suele tratarnos de masoquistas porque piensa que el dolor nos es placer. La verdad es que sin dolor no nos daríamos cuenta que nos hemos roto el brazo, y qué decir si hemos quebrantado nuestra alma.

La Biblia es un máster en paradojas. Afrentas constantes al sentido común pero lecciones magistrales sin parangón. Nos obliga, a la hora de elegir, a pensar en qué es lo que haría Jesús y adaptar nuestra decisión a lo que somos nosotros capaces de hacer para seguir sus pasos. El que pretende hacer lo que haría Jesús sin concienciarse de que nunca llegará a su altura es un inconsciente que no encontrará nunca el buen camino porque este está sembrado de humildad.

Las pruebas son una constante que nos obligan a optar o por la vía de la enseñanza o por la de la complacencia. Esa es la primera prueba de la prueba, la segunda es ¿qué vamos a hacer para que lo malo sea fuente de bonanza en nuestra vida?, ¿cómo vamos a ser capaces de usar la advertencia del dolor para encarrilar nuestra senda y sanar nuestra fractura?

Leer la Biblia es un ejemplo de prueba sencillo pero que esconde un reto tremendo. ¿Seremos capaces de entender todo lo que en ella hay?, ¿o tan solo la mitad?, ¿o tan siquiera una decima parte? Como todo, en las enseñanzas de Jesús, nada es lo que parece. Porque nuestro reto no es de entenderla toda, ni la mitad, ni una decima parte, vanidad de vanidades propias de nuestra condición, no. El reto es de tener la humildad suficiente para aceptar que aquel versículo, aquella parábola, aquel fragmento que Dios nos quiera revelar a su lectura será una inmensidad en nuestra mente y en nuestro espíritu. Un tesoro único para quien lo disfruta. Pero para experimentar esta sensación hay que leerla con asiduidad, con deseo de enriquecerse de la palabra de Dios, evitando la tentación de querer saberlo todo. Porque eso, aparte de no estar a nuestro alcance, es pura vanidad. Llevo varías veces leyendo la Biblia y si tuviera que decir que es lo que me ha revelado a cada lectura confesaría que mucho menos de lo que lo me gustaría pero mucho más de lo que soy capaz de absorber.

El camino hacia Jesús es personal e intransferible, propio de cada cual fruto de nuestras elecciones. Y como buena enseñanza, y otra paradoja más, no es quién más quiere quién más consigue sino, el que sabe, con lo poco, hacer lo máximo de sus posibilidades. Por ello hay que huir de los sabiondos, de los ilustrados de la fe que todo lo explican. Porque si Dios ha puesto una pared entre nuestra mente y su palabra solo Él la puede quitar. Yo tenía esta intención atrevida de pensar que leerla me haría entenderla en su gran mayoría. La verdad es que confieso que cuanto más la leo más preguntas me hago. ¿Querrá eso decir que menos la entiendo? Creo que no, tan solo que, cada vez más, me doy cuenta que, solo con humildad, puedo acercarme a las enseñanzas de Jesús. Que mi lectura es únicamente la bandeja de mi comprensión puesta a los pies de Jesús. Él deposita en ella lo que me conviene y no lo que quiero. También os digo que, cuando algo me es revelado, el gozo que experimento no tiene igual. La alegría, el placer son indescriptible y la consecuencia siempre es mi humillación ante mi Señor y creador, tan sana como necesaria. Por eso la leo cada día con la misma ansía de disfrutar de ella.

El pecado original pretendió que fuéramos dioses a la altura de nuestro Creador. La realidad es que somos pecadores indignos de estar a los pies de Jesús. Nada nuevo bajo el sol.

Mejor es lo poco con el temor de Jehová, Que el gran tesoro donde hay turbación. (Proverbios 15:16)

22 Llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos talentos sobre ellos. 23 Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. (Mateo 25:22-23)


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sábado, 28 de diciembre de 2019

¿ES SUFICIENTE?

El exceso es tan dañino como la tibieza porque en su fin se juntan. (Anónimo)

En estos días tan señalados donde todos los cristianos sentimos la gran diferencia entre ser de este mundo y estar en este mundo cada uno de nosotros tenemos una forma diferente de responder a la necesidad de mostrar al mundo que NO le pertenecemos.

No hay respuesta correcta a la pregunta ¿es suficiente? Lo que hago, lo que no hago. Lo que digo, lo que callo. Lo que pienso, lo que evito pensar. Cómo me arrepiento o cómo no. Cómo perdono o cómo no. Etc… etc…

Uno podría pensar que cuando de algo bueno se trata el exceso no es nocivo y eso es un error porque la única forma que la abundancia por exceso de algo no sea perjudicial es si es pura y eso solo puede venir de Dios.

Cojamos el ejemplo del amor.

Si del amor divino se trata, su abundancia nos acogerá en su seno cuando estemos a su lado. Su Gracia nos hace constantemente sentir el sacrificio de Jesús como baluarte de nuestras vidas y el perdón de nuestros pecados como precio que pagó con su vida.

Pero si hablamos del amor de este mundo entonces vemos todas sus impurezas reflejadas en nuestra condición humana porque si bien el amor verdadero no espera nada a cambio, el nuestro a menudo genera la expectativa del agradecimiento y/o de la recompensa y si no llegan alimentamos, a menudo, el resentimiento del desagradecimiento. ¿Nos hemos parado alguna vez a pensar que si Dios actuara como nosotros con el amor no tendríamos solución? ¿Qué decir de nuestro exceso de amor? ¿Es lo bueno que pensamos que es? O es agobiante, asfixiante, demoledor para aquellos a quien lo dedicamos. Se dice que el amor puede destruirnos y en nuestro mundo es tan verdad como que somos pecadores.

Dios amó tanto al mundo que entrego a su hijo unigénito para que todo aquel que cree en Él no se pierda más tenga vida eterna. Esto solo lo puede hacer Dios y porque solo lo puede hacer Él no permitió a Abraham que sacrificara a su hijo todo y que se lo había pedido. Porque lo que para Dios es posible para los humanos suele ser el reflejo de un exceso.

La gran diferencia entre tibieza o exceso y comedido reside en la motivación de nuestros actos, no en la cantidad.

Es muy fácil ser tibio, siendo indiferente y dejando que la vida decida por nosotros, es suficiente. ¿Pero qué nos motiva a serlo?

Es igual de fácil ser excesivo porque esta actitud nos invita a no medir las consecuencias sino llevar al límite nuestras vidas con el propósito de servir aquello o aquel a quien pretendemos venerar. Y por mucho que queramos justificarlo no hay razón que lo disculpe.

Si de Dios se trata ninguna de estas dos actitudes están en su decálogo de mandamientos para sus hijos. Jesús convirtió a un hombre celoso y excesivo en todo aspecto, Saúl de Tarso, para transformarlo en Pablo, el apóstol de los gentiles. Hombre conocedor de su propio temperamento pero doblegado a Jesús y entregado totalmente a su causa. Aprendió a dominar su condición humana hasta reflejar en un precioso capitulo (Romanos 7) aquello que vivimos constantemente los cristianos: nuestra lucha interna contra nuestra condición. Batalla que nunca seremos capaces de ganar nosotros si no es de la mano de Jesús. También podemos ver el aviso a navegantes tibios que se manifiesta en el juicio a la iglesia de Laodicea.

La respuesta a la tibiez nunca puede ser el exceso porque entonces no cambiamos de amo de nuestra condición, el pecado. La respuesta está en las enseñanzas de Jesús, en el ejemplo de su vida y eso solo lo podemos conseguir con sosiego y humildad, todo lo contrario de la demasía de nuestra voluntad que solo es vanidad de vanidades.

Debemos buscar el camino justo de santificación. Aquel que nos acerca a nuestros seres queridos y también, como nos lo dice Jesús, que nos invita a amar a nuestros enemigos. No hay vida fácil para un cristiano, Jesús nos lo advierte. Pero si hay una preciosa recompensa al final del camino, esta misma que solo los hijos de Dios tendrán. La vida eterna a su lado.

Debemos aprender y practicar cada día de nuestra vida el equilibrio que nos da el amor y la paz de Jesús y utilizarlo para ser luz y sal en este mundo de tinieblas y podredumbre. Es la única manera de sobrevivir y no morir en el intento.

La sal de la tierra

13 Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.

La luz del mundo

14 Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. 15 Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. 16 Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. (Mateo 5:13-16)

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lunes, 23 de diciembre de 2019

INCUMPLEAÑOS

El incumpleaños es una celebración desmemoriada con su sujeto obviado. Lo que más se parece a los aniversarios de hoy en día. (Anónimo)

Se acerca la navidad y todo es una vorágine de consumismo. A cuanto más regalos, a cuantas más reuniones familiares.

Para celebrar….¿qué?

Porque si le preguntamos a aquellos que se preparan para ello, la gran mayoría desconoce o menosprecia el propósito original de esta celebración. Y de aquellos que saben del nacimiento de Jesús, muchos solo lo emplazan en el belén de su casa, de su barrio, de su mercado. Pero todo su conocimiento, su interés por este acontecimiento se limita a un ritual pagano.

Cada año que pasa me siento más lejos de este día festejado por los hombres. Soy parte del desaguisado espiritual, sí. Participo a la fiesta de noche buena de mi madre en la que nos reunimos todos los hermanos y demás descendientes. Cada año no menciona ni una sola vez al Jesús. Es peor ha sido sustituido por el frenesí de los regalos y cuando una vez intenté recordarles el significado de la navidad menospreciaron mis palabras y las cubrieron con chistes soeces y villancicos de circunstancia. Mi madre es muy mayor y no se merece que le niegue nuestra presencia esa noche pero y Jesús ¿Se merece que lo tratemos con tanta ligereza? ¿Vino a salvarnos y somos incapaces de hacer que esa noche el homenajeado sea Él?

Es injusto lo que he hecho todos estos años porque si bien mi excusa era la cena familiar, cuando he vuelto a casa no he dedicado ni tan solo unos minutos a celebrar la verdadera navidad con Él. Soy también responsable del incumpleaños de Jesús.

Pero me hago el propósito, la promesa, de que no pasará una celebración más sin que, como mínimo, le dedique un tiempo a Jesús, a celebrar su nacimiento, a celebrar su sacrificio por nosotros. Parece mentira que una persona que se dice creyente haya actuado con tanta desconsideración hasta ahora, pero el mundo tira, arrastra nuestra condición humana a su verdadera esencia, el pecado. Los rituales tienen tendencia a hacernos olvidar la esencia de sus propósitos. Y yo, no soy exento de sus estigmas, nada nuevo bajo el sol.

Pero todos aquellos que tenemos la voluntad de acercarnos a Dios mediante Jesús somos rescatados por su sacrificio y nuestro arrepentimiento y voluntad enmienda deben ser nuestra primera acción de gracias hacia Él.

Mañana en la cena estaré más cerca de Jesús que de mi familia carnal. Haré vivas las palabras de Jesús que nos invitan a elegir a quién queremos seguir. Estas mismas palabras que cuando por primera vez las leí me costó entender y mucho más comprender y que son hoy experiencia viva de mi vida en la noche buena.

Cada día que pasa quiero acercarme más a Jesús y alejarme todavía más de este mundo en el que estoy pero al que no quiero pertenecer. Es terrible ver a tus familiares tan lejos de lo que sabes sería lo más precioso para ellos, conocer a Jesús. No está en nuestras manos decidir por ellos. Solo ser testigos de Jesús y resistir, a menudo, sus risas y sus provocaciones. Nunca tanto sentido han tenido las palabras de Jesús cuando dice: “perdónalos Señor porque no saben lo que hacen”.

Mañana hare que, el incumpleaños de Jesús en este mundo, se transforme en su aniversario en mi corazón. Ojala seamos cada vez más viviéndolo así.

29 Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna. (Mateo 19:29)

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martes, 17 de diciembre de 2019

ACERCARSE A DIOS

Un persona inalcanzable es un ser muerto para la esperanza. (Anónimo)

El camino solo tiene sentido si nos acercamos a nuestro destino, mas no todos los caminos son rectos hacia él. La mayoría son tortuosos y plagados de pruebas lo que los hace todavía más necesarios, que no meritorios.

En este mundo uno solo puede aproximarse a aquello que está a su alcance, el resto, ya se preocupan los demás de hacerlo inalcanzable.

Nuestros dirigentes políticos, inalcanzables. Nuestros ídolos, inalcanzables. Incluso muchos de nuestros ministros espirituales o religiosos, inalcanzables.

Peor es cuando se trata de la familia y que el padre es inalcanzable de tanto que está ocupado en sus labores. Las madres, suele ser otra historia, su proximidad es cátedra aunque algunas se excedan de tanto celo.

Es como si la distancia ennobleciera a aquellos de los que nos separa. Como si las alturas de sus cargos fueran llanuras inaccesibles de lo lejanas que están. De hecho una persona famosa e accesible suele perder su aura porque la banalizamos al instante.

El ser humano tiene, entre otros vicios, el de vulgarizar aquello que se le regala cuando no tiene precio al que darle valor. Si es caro e inalcanzable entonces sí tiene valor, de lo contrario el mero hecho de pensar que cualquiera lo puede conseguir le hace perder gran parte de su interés.

Por eso Dios, para muchos, es solo parte del folklore. Porque es un Dios cercano, un Dios accesible, un Dios que se hizo hombre como nosotros. ¿Qué tiene esto de excepcional, de fantástico, de divino? Según ellos nada, por ello lo desprecian y prefieren budas, dioses e ídolos que se fabrican y pretenden inalcanzables.

La verdad es que el hecho que nuestro Dios sea un Dios cercano no lo hace menos grande sino más si cabe. En el antiguo testamento se escenifica la magnificencia de Dios a través de su proximidad al pueblo, a través del Arca de la alianza que reinaba en el tabernáculo en medio del pueblo. No se podía, ni se puede ver a Dios sin morir en el instante porque no somos ni dignos ni estamos preparados para sostener esta visión. Pero su presencia siempre ha sido en medio de su pueblo, y en nosotros mediante el Espíritu Santo.

Jesús vino a la tierra a sacrificarse por nosotros y a testificar que Dios es un Dios próximo a su pueblo que quiere que nos acerquemos a Él, como Él se acerca a nosotros, y vivamos a su lado.

Pero para ello hay que querer hacerlo, hay que buscar constantemente el camino de su presencia. La senda del creyente no es una senda con catifa de oro, no. Está sembrada de piedras más o menos gruesas que hacen que debamos esforzarnos firmemente para continuar. Es una prueba constante que nos exige querer de todo corazón continuar en el empeño a pesar de las dudas, que las hay, de las tentaciones, que las hay, del desaliento, que también sucede. Ignoramos a menudo que tenemos un compañero de viaje muy cercano, que puede aliviarnos y soportarnos cuando nuestras fuerzas, desfallecen, Jesús. Él está siempre con nosotros si bien nosotros no estamos siempre con Él. Solo requiere que queramos acercarnos Dios. Y eso que parece lo más sencillo de todo es, a menudo, lo más difícil de conseguir. ¿Por qué? Porque nuestra condición es pecaminosa y nos arrastra fácilmente por malos derroteros. Nada nuevo bajo el sol.

Nunca nos olvidemos que el camino que nos acerca a Dios no podemos hacerlo sin la ayuda de Jesús y al presencia del Espíritu Santo en nuestros corazones. Porque Ellos son nuestros defensores invencibles ante el mal que mora en nosotros.

Que me buscan cada día, y quieren saber mis caminos, como gente que hubiese hecho justicia, y que no hubiese dejado la ley de su Dios; me piden justos juicios, y quieren acercarse a Dios. (Isaías 58:2)

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lunes, 16 de diciembre de 2019

DUROS DE CERVIZ

La dureza del corazón supera la de la mente y hace que las malas emociones se adueñen de los pensamientos hasta llegar a nuestra propia destrucción. (Anónimo)
Maestro y alumno paseaban por los acantilados del valle de la sabiduría cuando el maestro dijo:

- Joven mira lo que tu pie derecho pisa y luego el izquierdo y no desvíes tu mirada de ellos.

El joven miró a al Maestro con cara de asentimiento y en ese mismo momento estuvo a punto de resbalar y caer al vacío.

- Lo siento Maestro, no volverá a pasar

- Acabas de ilustrar la vida del cristiano a lo largo de toda la historia de la humanidad.

- No lo entiendo Maestro a ¿qué se refiere?

- A que somos un pueblo duro de cerviz

- ¿Qué significa esto Maestro? Lo he oído muchas veces y entiendo que es algo como ser testarudo pero no estoy seguro.

- La cerviz es el cuello, y en la antigüedad se refería al cuello de los bueyes que cuando iban a su antojo endurecían su cerviz bajo el yugo que llevaban.

- ¿Es testarudez, no, Maestro?

- Lo es, pero también es algo más, porque implica no escuchar, desobedecer, no aprender de nuestros errores o de las enseñanzas que nos trasmiten. Por ejemplo ahora cuando te he dicho que miraras lo que estaban haciendo tus pies ¿Por qué no lo has hecho enseguida?

- Bueno no pensaba que era tan importante. Lo iba a hacer Maestro, pero primero quería transmitirle mi asentimiento.

- Es decir que has pensado que no era lo suficientemente importante como para obedecer inmediatamente

- Visto así, tiene razón.

- Las enseñanzas son como trigo lanzado sobre piedra, cuando uno se limita a escucharlas. Solo aprendemos cuando entendemos la lección y aplicamos sus instrucciones. Y eso nada más es posible cuando dejamos de escucharnos a nosotros mismos y nos concentramos en el propósito de la enseñanza para aplicar sus preceptos. Va de olvidarse de sí mismo para mejorarse a sí mismo.

- Es un poco complicado Maestro, si me olvido de mí mismo ¿cómo voy a mejorar?

- El hombre es egocéntrico y suele llevar todo aquello que le acontece al nivel de su ombligo. Por ejemplo las pruebas, suelen ser motivo de lamentaciones, quejas incluso rebeliones hacia Dios cuando deberíamos estarle agradecido de que nos cuide a través de ellas. Las bendiciones se sustentan en las pruebas y las maldiciones en los éxitos para quien busca sabiduría.

- Vaya eso es masoquismo ¿no?

- Para el mundo, sí, para el corazón humilde de un cristiano es pura sabiduría. Porque como de lo bueno que nos sucede nace lo malo de nuestra condición, cuando nos vanagloriamos de nosotros mismos, de lo malo sale lo bueno de la victoria de la prueba con sus enseñanzas, siendo la primera, la humillación de nuestro ser.

- Quiere usted decir que debemos dejar de pensar en nosotros mismos cuando nos enfrentamos a nuestras pruebas para poder superarlas.

- Tú lo has dicho, joven. Una prueba solo se vence cuando estamos lo suficientemente alejados de sus consecuencias directas y somos capaces de ver todo el bosque más allá del árbol de nuestro ego. Estábamos en peligro paseando por estos senderos y por ello debíamos ser cautos pero tú has preferido dejar rienda suelta a tu curiosidad y eso ha sido consecuencia de tu dura cerviz

- Entiendo Maestro y ahora entiendo la diferencia entre las palabras y los actos

- Así es joven, nuestros actos siempre son consecuencias de nuestras intenciones, o de nuestro instinto, pero las intenciones no siempre acaban en los actos que de ellas se esperan. Estar cargado de buenas intenciones no nos hace ser buenos. Actuar con bondad nos acerca a ella. Somos un pueblo de dura cerviz, tú, yo, todos mostramos señales que testifican de nuestra falta de madurez frente a las enseñanzas de la Palabra de Dios. Nada nuevo bajo el sol.

- Entiendo Maestro, a partir de ahora intentaré ser más consecuente y menos voluntarioso.

- Es la aspiración de todo cristiano, estamos constantemente en filo del acantilado de nuestra condición humana como lo estamos ahora en este desfiladero. Si dejamos de mirarnos a nosotros mismos, y enfocamos nuestra vida hacia los hechos que nos conducen a Dios, estaremos en camino justo de santidad.

Ambos continuaron su camino sin quitar la mirada a sus pies hasta que llegaron a la llanura.

!!Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros. (Hechos 7:51)

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miércoles, 11 de diciembre de 2019

EL MAL

El bien y el mal se oponen hasta en su definición. (Anónimo)

Cuando nos educan lo primero que nos enseñan es discernir lo bueno de lo malo, el bien del mal, y nosotros lo primero que aprendemos es a decir no. Esto es propio de la condición humana.

Se dice de nuestros retoños que son el reflejo mismo de la inocencia y pureza original. Si bien es verdad, esto solo dura el tiempo que son totalmente dependientes de nosotros, los primeros meses a lo sumo. Porque a partir de que se conciencian de sus aptitudes, ya las usan sin mesura a su ventaja. Ya sea llorar o sonreír y qué decir de hablar.

Los padres nos cuidamos de rodearlos de atenciones amorosas y buenos preceptos (o eso deberíamos hacer todos) pero ¿qué pasa cuando en el parvulario se juntan con otros y se pelean por un juguete? No les hemos enseñado eso sino todo lo contrario pero su instinto natural los lleva a codiciar de bien pequeños. Es tan chocante como verdad y que sean pequeñajos adorables no les quita un ápice de responsabilidad.

Nuestra condición humana está anclada en nuestros genes, no podemos escapar de ella, tan solo intentar controlarla. Pero esto solo es posible con la ayuda de Jesús y del Espíritu Santo.

Siendo conscientes del bien y del mal nos creemos capaces de lidiar con ellos pero si el bien tiene su origen en lo sobrenatural, el mal también. Y no somos de talla en esta batalla, objeto de ella, sí, presa y premio a la vez.

La vanidad que nos habita nos inclina a pensar que estamos a la altura para dominar aquello que nos atañe pero la verdad es que somos presas fáciles porque la semilla del mal no está fuera como nos quieren hacer pensar, no. La semilla del mal la tenemos dentro, en nuestro cuerpo, en nuestra mente, en nuestro corazón, hasta en nuestro espíritu.

Frente al mal somos como hielo expuesto al sol. Incapaces de resistir, nos derretimos frente a sus tentaciones. Todos caemos en las garras del pecado, es como un cangrejo en nuestro interior que va nutriéndose de nuestra podredumbre. No lo vemos pero está ahí recordándonos constantemente la cara seductora del mal.

Sería un acto de orgullo temerario pensar que somos capaces de enfrentarnos al mal cara a cara. Está dentro de nuestras vidas, no necesita entrar en ellas.

Eso no quiere decir que si bien somos débiles frente a lo sobrenatural de la maldad no tengamos el aliado perfecto, vencedor de ella, Jesús.

Hace falta mucha humildad y sencillez de corazón para reconocer nuestros propios límites. Debemos enfrentarnos a nuestros demonios que intentan convencernos de lo capacitados que estamos para vencer. Saber reconocer nuestros límites es el camino que nos lleva al principio de una vida santa porque si lo hacemos descubriremos que existe la victoria sobre el mal y que si bien no podemos conseguirla nosotros solos, de la mano de Jesús sí, porque Él ya lo derrotó para salvación de los hijos de Dios.

Pero no hay camino de santificación sin el temor de Dios, ese mismo que nos inspira un respeto reverencial y un deseo de complacerle lo mejor que podamos con la aprensión legitima de saber que no estamos a la altura de su Gracia.

Se dice no hay mal que por bien no venga y podríamos decir que el mal vino encarnado por la serpiente en el jardín de Edén y que su consecuencia la estaremos pagando hasta la llegada de Jesús. Lo buenos de ello y su resultado regenerador es que todos podemos elegir nuestro camino si bien Dios ya sabe cuál es.

Sin el mal, nuestra desobediencia a Dios, en el principio de los tiempos, no hubiese tenido consecuencias y si algo he aprendido en este mundo es que todo las tiene. Sin el mal, el bien no podría ser entendido por los humanos y menos comprendido. Es parte intrínseca de la historia de la humanidad.

Cuando de los hijos de Dios se trata, la muerte es una victoria pírrica, y en vano, del mal en la tierra porque es nuestro camino hacia la vida eterna.

Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer; también el árbol de vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal. (Génesis 2:9)

Como la justicia conduce a la vida, Así el que sigue el mal lo hace para su muerte. (Proverbios 11:19)

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martes, 3 de diciembre de 2019

GUERRA ESPIRITUAL

Todas las guerras son destructivas, las del alma, pueden ser aniquiladoras. (Anónimo)
No hay más perdedor potencial que aquel que manifiesta su seguridad en su victoria.

Las guerras suelen ser la suma de muchas batallas y no es más fuerte el que empieza con victorias sino el que acaba ganando.

Los hombres solemos ser bravucones cuando de batallas se trata. Creemos que siendo los más fuertes ganaremos pero la historia del mundo, y la vida misma, nos demuestran que no por ser el más fuerte tenemos el éxito garantizado. Es más, hay grandes derrotas que son tremendas victorias encubiertas. Solo hay que saber mirar en los hechos que nos han llevado a ellas y trabajar nuestro orgullo, nuestra vanidad.

En materia espiritual no somos capaces de plantar cara al maligno aunque él nos haga creer, a menudo, que sí. Debemos ser conscientes que somos soldados de a pie. De la infantería de Dios. Que nuestro cometido y nuestra fuerza se basan en la obediencia a nuestro padre y en la resistencia y/o arrepentimiento del pecado que mora en nosotros.

Las batallas en las que participamos son de alto vuelo y aunque seamos el objeto final de esta guerra, las potestades y los principados de las tinieblas están batallando constantemente por conquistarnos. Por atraernos al lado oscuro de las tenebrosidades del mal.

Somos soldados pero nuestros atuendos son nuestra protección, y nuestra condición, el enemigo infiltrado a vencer. Vamos equipados de la armadura divina de Dios. La Biblia es nuestra espada de doble filo, la Verdad de Dios nuestro lema eterno. Nuestra coraza es de acero forjado en la justicia divina, impenetrable y segura protección para todos aquellos que manifiestan su fe en Dios.

Nuestros pies son movidos por el mensaje divino, el evangelio de Dios, concentrados que debemos estar en oración a nuestro Padre celestial.

Y nuestra arma secreta, porque la tenemos, es el amor que derrumba todas las defensas de aquellos reinan en el mal. El amor, esa luz fuente de pureza que Jesús impregna en nuestras vidas para que gocemos de ella y la derramemos a nuestro alrededor, a nuestros enemigos. Que rompe y destroza las tinieblas más profundas.

No hay derrota más dulce que aquella que aceptamos en obediencia a Jesús porque contrariamente a las fuerzas del maligno, para nosotros, el Señor nos ha enseñado que no todo vale y menos el engaño, y menos la perfidia.

Jesús nos mostró el camino. Lo que para muchos de su época fue su derrota en la cruz es, para nosotros, la gran victoria que nos abre el camino hacia la vida eterna mediante el perdón de nuestros pecados.

Es cuestión de perspectiva, la nuestra está guiada por la fe del Espíritu Santo que mora en nosotros. Somos mucho más fuerte de lo que parece pero solo en Jesús.

Es tan fácil como difícil ver la mano de Dios en nuestras vidas, es una cuestión de fe pero la cruda realidad es que no todos lo vemos así. Lo mismo es de la guerra espiritual en la que estamos inmersos. Dios nos ampare.

11 Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. 12 Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. (Efesios 6:11-12)

Que Dios os bendiga, Alfons <><

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jueves, 28 de noviembre de 2019

GLORIA DE DIOS

Existen palabras inhumanas, Gloria es una de ellas. (Anónimo)

Hay definiciones que prohíben el uso de palabras, porque no existen para su buen uso. Utilizan el lenguaje y sus limitaciones, porque solo somos capaces de elucubrar con él hasta que llegamos al límite de sus posibilidades. La palabra GLORIA reta nuestra capacidad de entenderla, de comprenderla y por lo tanto de explicarla cuando de Dios o de Jesús se trata. Si hablamos de los humanos es mucho más fácil y cualquier trivialidad nos sienta bien.

Si leemos su definición en el diccionario vemos que se refiere a reputación, fama, honores extraordinarios que resultan de las buenas acciones y grandes cualidades de una persona. Pero quien puede realmente conocer las cualidades ajenas sin ver el interior de aquel a quien se le atribuyen. Yo no, y creo que nadie tiene este don en la tierra. Esto quiere decir que cuando concedemos la gloria a los hombres solo lo podemos hacer en base a lo que vemos, a lo que sabemos de estas personas o a lo que nos han contado los demás de ellas. Es una forma pobre y sin criterio real de ensalzar a alguien. Si fuéramos cautos y sabios nos daríamos cuenta de que solo se puede utilizar cuando hablamos de Dios nuestro Padre y Creador y de Jesús nuestro salvador.

Por ello cuando de la Gloria de Dios o de Jesús se trata el ser humano tiene tendencia a trivializarlas, a frivolizar con sus atributos porque si nos paramos a pensar ¿cómo podemos encontrar palabras sin límites? Nos quedamos sin palabras, valga la redundancia. Porque de eso se trata, la Gloria de Dios y de Jesús es infinita y si intentamos encerrarla, encadenándola entre palabras humanas estamos pormenorizando su significado real. Podríamos decir que es ilimitada pero eso es como decir que no tenemos ni idea de cómo es porque un ser finito no puede entender lo infinito y menos usarlo.

El vestido de gloria es tan peculiar que solo les sienta bien a Dios y a Jesús. El hombre es especialista en construirse becerros de oro y rendirles pleitesía con toda la gloria del mundo, de este mundo. Vemos a magnates, reyes llevar atuendos llenos de piedras preciosas, de oro y de lino fino pero son como estatuas de barro que se quebraran al primer envite de la vida, de la historia. Lo más impresionante es ver estos portentosos del mundo en su funerales. Ni todo el oro del mundo les abrirá las puertas de la eternidad

Decir la Gloria de Dios y/o de Jesús es una redundancia obvia porque solo de Ellos es y porque Dios y/o Jesús son la Gloria, la Honra y el Poder.

Un día glorioso solo puede ser con la presencia de Dios y/o de Jesús, el resto pueden ser días extraordinarios, increíbles a lo sumo pero nunca alcanzaran el calificativo máximo sino es por el Padre o por su hijo Unigénito..

Utilizamos constantemente expresiones como “sabe a gloria” para magnificar nuestras sensaciones pero la verdad es que solo las palabras de Dios y/o de Jesús saben a Gloria. Son el único alimento de vida eterna.

Todos, absolutamente todos, deberíamos ser consciente de lo que nos pertenece y de lo que no. Y cuando de dones se trata, todavía más porque son regalos de Dios, trocitos de su Gloria que nos da para su buen uso en este mundo. Bach, Händel y Graupner lo eran, firmando sus obras con S.D.G., Solo la Gloria a Dios.

Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos. (Apocalipsis 5:13)

Que Dios os bendiga, Alfons <><

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jueves, 21 de noviembre de 2019

EL ROSTRO DE DIOS

A veces es difícil afrontar la verdad de cara, ¿qué será de mirarla a los ojos? (Anónimo)

No podemos mirar el sol sin filtro, nos quedaríamos ciegos. En la oscuridad, sin una luz de apoyo, también estamos ciegos. El hombre navega constantemente entre luces y sombras en su vida sabiendo que el exceso de cada cual lo dejara sin vista.

Nuestras vidas están tan cargadas del pecado que, muy a menudo, nos olvidamos de los límites que no debemos sobrepasar. En la ira, en la envidia, en la impaciencia, y tantos más rasgos de nuestra condición humana.

Es curioso ver que aquel que a Dios conoce, lo primero que hace es inclinar su cabeza, su mente, su espíritu, su corazón porque Dios es nuestro Padre celestial y a Él la gloria, la honra y el honor con toda reverencia. No se nos ocurriría ni tan solo pensar en mirar su rostro porque sabemos que nuestra imperfección no soportaría la mirada directa de su pureza. Él nos advierte de ello y nosotros somos conocedores de las consecuencias que conlleva. Nuestra fe es el ojo filtrado que nos permite resistir reverentemente esta tentación.

Es todavía más curioso que todos aquellos que no conocen, o no quieren conocer a Dios, lo primero que piensan es querer verle cara a cara, de tu a tu. Como de iguales a iguales, negando la divinidad de Dios y queriéndole poner a su par.

Hay cosas que no están a nuestro alcance de ver y menos de mirar. Dios es pureza en su estado infinito y eso no es posible verlo y menos entenderlo para el ser humano. Estamos en otro nivel, sí nivel, por mal que le pese a nuestro orgullo y vanidad. El Altísimo y nosotros solo podemos estar conectados por su gracia, por su amor puro y divino hacia sus hijos que somos. Nada de equivalencia, solo amor en todas sus facetas.

Cuando pienso en Dios tengo un instinto natural de bajar la cabeza porque soy consciente de lo que soy, de quien soy frente a mi creador. Todo aquel que lo tienta, que pretende comprobar su potestad acaba abrasado por su mirada y todo aquel que en Él confía y que a Él se entrega con arrepentimiento de corazón y humildad es acogido en el seno de su familia. Jehová es un Dios de familia, de unión, de comunión. Si tengo que elegir escojo estar bajo sus alas protectoras, su poder redentor. Es el sentido de mi vida y mi propósito complacerle.

No podemos ver el rostro de Dios porque nunca estaremos a su altura. Es difícil para el ego del hombre entender y menos comprender aquello que Adán y Eva cuestionaron cuando quisieron ponerse al nivel de Dios desobedeciéndole. Pero lo que estoy diciendo es simplemente la historia de la humanidad basada en el pecado, nuestro pecado.

Cuando pienso en Dios se me sobrecoge el corazón porque no alcanzo entender cómo, con el desastre que somos, nos puede amar tanto. Es tan incomprensible como el sacrificio de su hijo primogénito, Jesús, porque no me siento ni digno ni merecedor de ello. Por suerte para mí el Espíritu Santo me hace consciente no solo de mi condición sino también y sobre todo del amor infinito de mi Padre celestial, de su gracia eterna.

Por ello, cuando miro a la cara este mundo, mi consuelo está en Jesús y en la esperanza y confianza de estar a su lado cuando me llame mi Padre a su casa.

18 El entonces dijo: Te ruego que me muestres tu gloria. 19 Y le respondió: Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro, y proclamaré el nombre de Jehová delante de ti; y tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente para con el que seré clemente. 20 Dijo más: No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá. (Éxodo 33:18-20)
Que Dios os bendiga, Alfons <><

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martes, 19 de noviembre de 2019

DUDAS


La duda es el estigma tanto de los necios como de los sabios, solo depende de cómo y cuando se usa. (Anónimo) 

El que duda ante las evidencias de este mundo pone sosiego en su mente porque es tan fácil cabalgar desbocadamente en sus certezas que cuando caemos en la cruda realidad suele ser demasiado tarde.

La duda ofrece prudencia a los sabios y ciega a los que se estancan en ella.

La duda nunca es una respuesta, es, a lo sumo, una pregunta que la busca.

La buena duda nos hace madurar, la mala nos empequeñece en nuestra condición.

El mundo está lleno de aquellos que su seguridad es inquebrantable, dudar de ellos es lo mínimo que se debe hacer.

Dudo de mis dudas tanto como de mis certezas porque ambas son el camino hacia lo que me define.

La duda no es una decisión en sí, solo la pospone, para bien o para mal.

Hay que saber elegir de que y de quien dudar porque la confianza es un bien demasiado valioso para malgastarlo.

La fe es para el creyente su fuente de vida espiritual. La duda es como una llave paso que reduce o aumenta el cabal del río que fluye por ella.

Todos tenemos momentos de duda, sobre nuestros propósitos, sobre los que nos rodean, sobre el mismo sentido de la vida. ¿Es eso malo? De ninguna manera, somos humanos y por ello lejos de ser perfectos. Nuestras dudas, si sabemos darles una respuesta correcta, nos fortalecen.

El que busca la Verdad siempre se cruza con el camino de la duda. A veces es un riachuelo fácil de cruzar y otras un torrente con corrientes tremendas que pueden arrastrarnos hacia nuestra perdición.

Jesús, Dios hecho humano, tuvo que pasar por este trance de la duda cuando llegó a sus últimos momentos de vida humana en este mundo. Tuvo que sufrir hasta este punto para redimirnos de nuestros pecados. En esos momentos tan transcendentales y dolorosos para Él no se dirige a Dios como a Abba (padre), sino como Dios, culminando su papel humano en esta tierra. No debemos olvidar que esta pregunta:” Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” es el principio del Salmo 22 del que Jesús era más que conocedor. Si lo leemos veremos que Dios siempre una respuesta de amor para las dudas de sus hijos.

Es difícil separar el grano de la paja cuando de dudas se trata. Incluso podríamos dudar de que la duda sea tal y decidir precipitadamente. A quien no le ha pasado. Es más, a veces queremos contradecir nuestras dudas, como si nos estuvieran indicando el camino equivocado dándoles un papel que no les corresponde.

Las dudas son parte de nuestra vida desde que Adán y Eva, dudando de Dios, le desobedecieron. Y morirán con nosotros cuando seamos presentados ante Jesús. De eso sí que no tengo la menor duda. Amén.

34 Y a la hora novena Jesús clamó a gran voz, diciendo: Eloi, Eloi, ¿lama sabactani? que traducido es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? (Marcos 15:34)

Leer Salmo 22

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martes, 12 de noviembre de 2019

BODAS DE CANÁ

Para los hombres las promesas son declaración de intenciones, nunca garantía de hechos. (Anónimo)

Cualquier persona con deseos de felicidad suele contemplar la boda como uno de los actos de máximo compromiso y de mayor felicidad entre hombre y mujer. En el caso de las bodas de Caná, esto fue magnificado por la presencia de Jesús y el milagro del agua transformada en vino.

¿Qué cristiano no desearía tener a Jesús presidiendo su boda?

Y de hecho está presente, porque esa ceremonia es una expresión máxima de amor, y donde impera el amor la presencia de Jesús es obvia.

Pero cuando vemos como actuamos a lo largo de nuestra vida en el matrimonio, en muchos casos nos avergonzaríamos de la forma que tenemos de no cumplir con el compromiso en el que hicimos a nuestro Señor testigo e invitado de honor.

En una pareja hay dos actores, que a veces son causantes y/o propiciadores de lo que les sucede. No siempre es el entorno el que provoca las situaciones a las que nos enfrentamos. Cuando estas son positivas nos congratulamos, cuando nos sucede lo contrario nos lamentamos culpándonos a nosotros mismos o al otro. El perdón es un invitado poco asiduo en estos casos cuando debería ser el principal participante.

En el momento de la boda es como si hiciéramos un borrón y cuenta nueva, como si decidiéramos dejar atrás todo aquello que nos separa para concentrarnos y aunarnos en vistas a nuestro futuro, en la unión que propiciará que nuestras vidas sean una, y nuestro destino este sellado con un compromiso inquebrantable.

Tras varios años de convivencia esos momentos ya hacen parte de nuestro pasado. Como si el tiempo, a golpes de martillo de la vida, mancillara aquellos momentos y los relegara a un lugar trivial de nuestros recuerdos. Perdemos nuestro primer amor como perdemos nuestro primer amor con Dios. Porque dejamos que los hábitos (más bien malos que buenos) y la falta de entereza espiritual guíen nuestras vidas.

Si bien esto es normal en una pareja del mundo, no debería serlo en aquellos que han tenido como comensal a Jesús en su boda. Porque Él es el ejemplo a seguir, y la boda que celebró con su Iglesia el paradigma maestro que debería imperar en nuestras vidas. Y si nos falta brebaje en nuestras nupcias, ya transformará el agua en vino para que celebremos por todo lo alto nuestra unión con Él.

¿Qué haremos pues, cuando veamos que nuestro primer amor se ha desvanecido? Luchar por recuperarlo, con Dios ante todo pero también con nuestra pareja porque todo se merece y se gana constantemente para salvación de nuestras almas. Aquel que da por hecho lo obvio es un necio que solo alimenta su ceguera. Lo obvio siempre suele ser lo más difícil de proteger y de guardar, como nuestro primer amor.

Como en las bodas de Caná, que nuestro vino postrero sea igual o mejor que aquel que pusimos en nuestras primeras nupcias. Que nuestras celebraciones muestren a los demás que, como Jesús, nuestro compromiso se consolida con amor al paso del tiempo.

Es más fácil de decirlo que cumplirlo, pero para aquellos que confían en Jesús, y que alimentan su fe con sus enseñanzas, nada es imposible. Es más, todo es para bien, hasta las pruebas y tribulaciones continuas se transforman en bendiciones. Eso, solo lo pueden entender y vivir en sus corazones los hijos de Dios.

Todos nuestros matrimonios han sido unas bodas de Caná y solo depende de nosotros que lo sigan siendo.

Por suerte para nosotros el compromiso de Dios es inquebrantable, como su amor. Nada nuevo bajo el sol.

Al tercer día se hicieron unas bodas en Caná de Galilea; y estaba allí la madre de Jesús. 2 Y fueron también invitados a las bodas Jesús y sus discípulos….. 11 Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él. (Juan 2:1-11)

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jueves, 7 de noviembre de 2019

LA FÁBULA DEL FORNICARIO

El significado de las palabras es como hielo al sol, con el tiempo se transforma. (Anónimo)

La lascivia está en el corazón de los que juzgan, no en el de los que actúan con amor y de buena fe. Pero eso, sólo Dios lo discierne. (Anónimo)


Maestro y alumno se paseaban por el jardín de la cordura cuando el alumno preguntó:

- ¿Maestro qué es fornicar?

- Te voy a contar una historia que nos permitirá abordar adecuadamente esta pregunta. Es la Fábula del fornicario:

Había dos parejas que vivían muy lejos la una de la otra y no se conocían.

La primera a lo largo de los años fue enfriándose como la brasa que no es avivada por la brisa del viento cálido. Hasta tal punto que la mujer acabó engañando a su marido con otros hombres y acabaron divorciándose.

Lo mismo pasó con la segunda pareja pero, en este caso, fue el marido quién consumió la infidelidad y también acabaron divorciándose.

Dios quiso y obró para que las dos almas traicionadas, tras un largo periplo, se conocieran, se enamoraran, vivieran juntas y, pasado un tiempo prudencial, se casaran. Poco después, y tras unas tribulaciones que reforzaron su unión, conocieron al Señor y se bautizaron renaciendo en Cristo. Y desde aquel día lo que Dios unió ningún hombre lo pudo deshacer. No todo lo que parece es, ni lo que es parece a los ojos del Señor.

¿Qué te inspira esta corta historia?, ¿Hubo fornicación, y si sí, de quién?

- Está claro Maestro que las parejas que engañaron a sus respectivos conyugues fornicaron, ¿no?

- Tú lo has dicho, ¿algo más?

- Bueno, creo que los dos que se fueron a vivir juntos, antes de casarse, también.

- ¿Por qué joven?

- Pues porque fornicar es tener relaciones fuera del matrimonio…

- Vivieron juntos, y tras un tiempo que consideraron prudencial, debido a su experiencia previa, se casaron para formar un matrimonio.

- Bueno Maestro, creo que estar juntos y el matrimonio no es lo mismo para Dios.

- ¿Te lo ha dicho Él, o está esto reflejado en las escrituras? En Génesis 2 dice “24 Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.” No dice se casaran, ni legalizarán esta unión ante los hombres. ¿Por qué? Porque es la unión de dos almas de las que solo Dios sabe su porvenir. Los hombres hemos creado denominaciones, como el matrimonio, con un concepto jurídico, no espiritual. Si consideramos la unión de dos personas como en el antiguo testamento, vivir juntos ya era matrimonio.

- Maestro, Mateo 19 dice: “Lo que Dios juntó, no lo separe el hombre”

- También dice: “9 Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera.”. En este caso ambos conyugues engañados tenían potestad mediante las escrituras para romper sus matrimonios corruptos por la fornicación.

- Pero la Biblia condena constantemente las conductas impropias fuera del matrimonio, la lujuria, la lascivia, el libertinaje.

- Joven, Cuando Jesús vino a este mundo la sociedad era patriarcal, las prácticas y costumbres eran tales que las mujeres pertenecían a los varones, ya sean padres o maridos. La única forma contemplada para una joven de dejar de pertenecer a su padre era siendo entregada a otro varón en matrimonio. No existía otra opción. El padre era el dueño absoluto.

- ¿De verdad, Maestro?

- Sí, joven, solo el matrimonio liberaba a una hija de su padre para entregarla a un nuevo señor y amo, su marido.

- ¿Qué quiere usted decir con esto, Maestro?

- Que los tiempos cambian y que hoy el hombre y la mujer, en las sociedades modernas, se consideran en la gran mayoría de los casos iguales. Y lo que están viviendo esta nueva pareja, antes de casarse no son conductas impropias en el sentido de ser promiscuas o degeneradas fuera del concepto de matrimonio actual.

La pregunta es ¿qué hubiera dicho Jesús frente a estas situaciones si hubiesen existido en su época? Muchos te dirán que se debe mantener el criterio de la época de Jesús, otros defenderán lo contrario pero la verdad es que solo Dios lo sabe. Poner nuestras ideas en boca de Jesús es un pecado demasiado concurrido en nuestros días, y más por aquellos que pretenden tener la verdad cristiana.

- ¿Entonces Maestro es lícito vivir juntos antes del matrimonio?

- La unión de dos personas es una cosa sagrada para Dios más allá de cualquier sacralización de los hombres. Los secretos del corazón solo son visibles y entendibles a Dios. Los hombres somos expertos en juzgar aquello que desconocemos en base a interpretaciones tendenciosas propias. Pero la verdad es que tu pregunta no tiene respuesta de mi parte que no sea reconocer que solo Dios puede valorarlo, y a Él debemos encomendarnos. La Biblia no prohíbe vivir juntos, prohíbe la promiscuidad, la degeneración del compromiso al servicio del placer de la carne. Eso prohíbe la Biblia y eso no es amor.

- ¿Entonces ni está bien, ni está mal?

- O todo lo contrario, pero lo que sí es seguro es que ningún ser humano tiene potestad para interpretar lo que solo Dios ve, como puede ser el corazón del hombre. Por lo tanto condenarlo es tan impropio como ensalzarlo.

- ¿Entonces qué debemos, o que podemos hacer Maestro?

- Primero discernir el grano de la paja. Es decir respetar la actitud comprometida y sincera que muchas parejas manifiestan conviviendo juntas antes del matrimonio pero también, y con toda firmeza, denunciar la promiscuidad. Porque el hombre tiende fácilmente a caer en su condición humana y entregarse al pecado. Y sobre todo, joven, actuar con amor con estas personas no juzgándolas.

- Es muy complicado Maestro.

- Lo es cuando pretendemos remplazar a Dios enjuiciando a los demás. Pero si seguimos los mandamientos de Jesús y aplicamos el amor que Él nos enseña, es mucho más fácil de lo que parece. De la misma forma que debemos expresar nuestra firmeza y rechazo ante todas las prácticas que manifiesten la promiscuidad y degeneración de sus relaciones.

Joven encontrarás más personas juzgando que amando, más pecando que obedeciendo a Jesús. Lo propio del ser humano, y más en nuestras comunidades creyentes, es condenar sin conocimiento de causa. Una actitud muy farisea pero tan propia de aquellos dadores de lecciones de espiritualidad. Han olvidado que el principio de la sabiduría es el temor a Jehová. Se han olvidado de amar a los demás como a sí mismo, sino otro gallo cantaría.

- Gracias Maestro, si bien no estoy seguro de cómo actuar en tales circunstancias, ahora, como mínimo sí sé cómo NO debo proceder. Jajaja

- Jajaja

Y ambos continuaron paseando y riendo ante un tema tan serio como este.

24 Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne. (Génesis 2:24)

3 Entonces vinieron a él los fariseos, tentándole y diciéndole: ¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa? 4 Él, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, 5 y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? 6 Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre. 7 Le dijeron: ¿Por qué, pues, mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla? 8 El les dijo: Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así. 9 Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera. (Mateo 19:3-9)


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miércoles, 30 de octubre de 2019

PALABRAS SANADORAS

El mundo está tan enfermo que hasta las palabras se han infectado. (Anónimo)

Estamos en una sociedad en la que los hechos ya no cuentan. Solo vale lo que llamamos el relato. No de lo que sucede, sino de lo que se opina y se cuenta de lo que acontece. Sin preocuparse de la realidad de lo ocurrido y menos si esto, pudiese contradecir nuestras afirmaciones. Sin darnos cuenta, pero con ahínco, nos hemos introducido en el mundo de la propaganda, de las palabras prostituidas al mejor postor y/o a sus intenciones.

Hoy, la gran mayoría de los periodistas no buscan la verdad, ni tan solo la suya, buscan vender, y si para ello tienen primero que vender su alma, algunos no dudan en el trueque.

Una cosa impensable hace una década, hoy es pan de cada día: las fake news, o dicho en castellano las noticias falsas. No que no hayan existido en tiempos pretéritos, no, porque siempre han estado presentes, pero eran anécdotas de mentes perturbadas en un mar de información profesional. Hoy, las noticias falsas son una industria de la palabra mancillada, que influye en las elecciones, en las percepciones, en las emociones de todos nosotros. QUE NOS MANIPULAN CONSTANTEMENTE.

Cada vez más, es difícil, por no decir imposible, separar el grano de la paja podrida de este mundo mediatizado, o ¿deberíamos decir maléfico?

Las palabras pueden ser balas de calibre insospechado, capaces de atravesar cualquier corazón a pesar de su armadura protectora.

Sí, eso son, o mejor dicho pueden ser, las palabras. Pero también tienen una acepción positiva y su poder es exponencial con su uso.

Hay palabras sanadoras. Hay palabras que construyen relatos de amor, de esperanza, de cariño, de cordura, de apoyo, de compasión, de remordimiento.

Perdón: es probablemente una de las más poderosas. Cuando lo pedimos para nosotros y no lo exigimos a los demás. Cuantas historias, de amor, de odio, de amigos y enemigos, hubieran tomado otro curso si se hubiere pedido perdón por una u otra parte. Sin necesidad de tener la culpa, también aquellos que están en su derecho sanan pidiendo ser perdonados por aquellos que son realmente culpables. Porque el perdón contrariamente a lo que muchos piensan no es solo una disculpa, es ante todo un acto de amor, de humildad, de respeto, una mano tendida al otro.

Es aquello que hizo que Jesús diera su vida por nosotros, por el perdón de nuestros pecados.

Cuantos matrimonios estarían todavía juntos si uno, u otro, o los dos se hubiesen pedido perdón y se hubieran perdonado de corazón en su momento. Pero el orgullo y la soberbia nos carcomen constantemente haciendo prevalecer nuestra condición pecaminosa.

Lo mismo pasa en otros ámbitos como la política. ¿Quién fue el último político que pidió perdón por sus errores? La verdad es que no recuerdo ninguno. Ahora eso sí, para exigir que les pidan perdón a ellos, todos sí todos, tienen argumentos que esgrimir.

Las palabras sanadores limpian los relatos, las vidas, las almas.

Si buscas palabras sanadoras solo tienes que abrir la Biblia y leerla, no hay palabra en ella que no nos sea bálsamo para el alma. Por ello también se llama la Palabra de Dios. Si buscas discursos, relatos, llenos de palabras sanadoras, por favor lee las parábolas de Jesús, sus discursos y tu vida se iluminará de sus enseñanzas y de su amor.

Hay guerras cósmicas y guerras terrenales entre el bien y el mal. En estas últimas, las palabras son armas de uso intensivo en cada bando. Pero la victoria ya se ha producido, fuera del tiempo de los hombres. Dios y su amor, y Jesús para perdón de nuestros pecados, y el Espíritu Santo para edificación de nuestras mentes han vencido al mal para siempre haciendo que sólo permanezca el amor.

Lo veremos porque es una promesa, Su promesa y anhelo que llegue este momento cada día de mi vida.

19 Pero clamaron a Jehová en su angustia, Y los libró de sus aflicciones. 20 Envió su palabra, y los sanó, Y los libró de su ruina. (Salmos 107)

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martes, 24 de septiembre de 2019

HACER SU VOLUNTAD

La voluntad se da, se hace, se tiene, o no, puede ser propia o ajena pero de lo que siempre precisa es de un huésped. (Anónimo)

Es más fácil para el hombre exigir que dar, por ello cuando de la voluntad se trata es más difícil obedecer a la voluntad ajena que no lo contrario.

Para tener voluntad hay que estar muy seguro de sí mismo porque las convicciones alimentan nuestra capacidad de decisión, y las dudas las amedrentan. Por ello es muy importante asegurarse de aquello que emprendemos con voluntad propia, no sea que nos aboque al vacío de nuestras concupiscencias.

Cuando la voluntad se transforma en deseo siempre acabamos tomando nuestros deseos por realidades, lo que nos lleva, con toda seguridad, a estrellarnos contra nuestras quimeras.

Qué decir de cuando decidimos confiar en la voluntad ajena y cedemos a los envites de aquel o aquella que nos persuade con sus argumentos.

¿Es eso malo? ¿Prueba de nuestra debilidad?

No cabe duda que pueda serlo pero en la mayoría de los casos, cuando viene de personas que queremos, que respetamos, en quien confiamos es todo lo contrario. Expone nuestra fuerza de carácter haciendo abstracción de nuestra propia opinión, o moldeándola, para obedecer a otra realidad que la nuestra.

¿Y qué decir cuando viene de Dios? La respuesta obvia es decir que es bueno porque Dios es amor. Entonces ¿por qué no dejamos que se haga su voluntad e interferimos constantemente? ¿Será que no confiamos lo suficiente en Él?

Noooo, clama nuestra mente, somos hijos fieles al Señor. Mentira. Es una declaración que contradicen constantemente nuestros hechos. Porque somos orgullosos, somos vanidosos y a la hora de depositar nuestra confianza siempre preferimos guardarla en nosotros mismos, no sea que nos engañen.

¿Cuántas veces a la hora de tomar una decisión hemos pensado ante todo ponerla en manos del Señor? ¿Cuántas? Debo confesar que muchos menos de que las que debería. Porque el instinto natural del hombre, su condición, lo llevan a creer que él puede y por lo tanto su voluntad es suficiente.

Solemos recurrir a Dios cuando nuestra insistencia no da sus frutos o cuando estamos en una situación tan desesperada que no vemos otra solución que apelar a Él. Cuando siempre deberíamos buscar su voluntad antes de emprender cualquier aventura. Siempre.

Solo se puede decir “que se haga tu voluntad” a Dios con un corazón humilde, temeroso y respetuoso y eso nos cuesta mucho.

Señor, hágase tu voluntad y enséñame a buscarla y entregarme a ella. Amén.

No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón; porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. (Hebreos 10:35-36)
Que Dios os bendiga, Alfons <><

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lunes, 23 de septiembre de 2019

DE LIBRO

Un libro puede ser una suma de palabras, mas un buen libro siempre son palabras que suman. (Anónimo)

Cada vez se lee menos y se escucha más, que no mejor. Los libros se transforman en audiolibros y las librerías van cerrando las unas tras las otras.

El libro electrónico está obrando la transición del papel hacia los bytes, los megabytes y los gigabytes. Hemos perdido el placer de tocar la rugosidad del papel a cada página leída. Ahora nuestra pantalla nos es suficiente, y si además, y en mismo tiempo, nos informa de nuestros mensajes, whatsapps, etc… mejor que mejor.

Los periódicos ya se leen más electrónicamente que en papel. Creíamos resolver la deforestación por culpa del papel que leemos, pero no. La incrementamos para poder hacer tierras cultivables o humo de leña. Nada nuevo bajo el sol.

En tiempos muy pretéritos los libros servían de testamento para aquellos que los escribían. Legado de sus ideas, de sus sueños o de sus principios. Quién no tiene todavía en su biblioteca (si es que aún existe) un libro sobre filosofía, de algún gran escritor o de autores menores pero cercanos, de ciencias metafísicas y otros derivados.

Más raro es encontrar en los hogares Biblias y libros sobre la Palabra. Somos una sociedad que menosprecia la liturgia del alma cuando se trata de Dios, prefiriendo los cánticos seculares del más allá.

¿Quién de los nacidos a principio y mediados del siglo pasado no tiene uno u varios libros en mente que le impactaron y que son parte imborrable de su vida. Creo que la gran mayoría hemos tenido este privilegio de soñar, viajar, imaginar las mil y una aventuras de nuestros héroes literarios. Sin darnos cuenta hemos abrazado sus principios, sus valores y los hemos integrados en nuestras vidas.

Pero no hay ningún libro como la Biblia que pueda sumar aventuras, experiencias, lecciones y profecías que configuren un atestado completo de todo lo que el hombre necesita para vivir. Un libro que cuanto más lo lees más te habla. Un libro que es personal e intransferible porque a cada uno de nosotros nos habla de forma única. Un libro que cuando lo compartes se multiplica, que cuando lo estudias te enseña. Un libro que es tan vivo que sus palabras hablan de por sí. Un libro que no te exige ser un maestro en artes literarias, mas sí un fiel alumno humilde y estudioso. La Palabra de Dios está al alcance de todos ya sea por el oír o por el leer.

La gran revolución de Lutero fue traducir la biblia al alemán haciendo de la palabra de Dios la palabra de todos y no solo de la inteligencia eclesiástica.

Uno puede creer en Dios sin necesidad de confiar en los hombres porque la Biblia es el nexo de conexión que tenemos con Dios nuestro Padre y Jesús nuestro Señor y salvador.

Hay que coger buenos hábitos en esta vida y el más importante de ellos es nutrirse cada día de la fuente de vida eterna que es la Palabra de Dios. No pretendamos entender todo aquello que leemos de la Biblia, es imposible y sería un pecado de soberbia, muy común entre los hombres. Dejemos que el Espíritu Santo nos ilumine el entendimiento para que gocemos de la palabra. Se dice que el hombre propone y Dios dispone, pues también podríamos decir que cuando el hombre busca a Dios en la Palabra, Él siempre se revela a nosotros donde más lo necesitamos.

La Palabra impacta a todo aquel que abre su corazón a Dios, para el resto ya tienen todos los medias a su disposición para disfrute secular. Nada nuevo bajo el sol.

El principio de la sabiduría es el temor de Dios, su fin nutrirse de la Palabra para vida eterna.

¿Alguien cree que es casualidad que Dios también se llame a Él mismo el Verbo? O es más bien causalidad de su propósito.

8 Sécase la hierba, marchítase la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre. (Isaías 40:8)

4 El respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. (Mateo 4:4)

En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. (Juan 1:1)


Que Dios os bendiga, Alfons <><

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viernes, 20 de septiembre de 2019

PREJUICIOS

Los prejuicios son juicios de intenciones con alevosía. (Anónimo)

Una opinión es algo inocuo siempre y cuando impere dentro del respeto ajeno. Si no se transforma en prejuicio. Todos tenemos opiniones sobre todo pero ¿cuántos de nosotros aceptamos las de los demás como nos gustaría que admitieran las nuestras?

Y cuando de Jesús se trata ¿cómo abarcamos nuestra relación con Él? Las dudas nos recuerdan siempre que existen otras posibilidades, ¿pero de verdad existen? O es que nuestra fe se tambalea de tanto en cuando frente a nuestra condición pecaminosa, nuestra vanidad, nuestro orgullo cegador. Parte de nuestro ser nos hace ser conscientes de lo que Pablo describe en Romanos 7 y la otra parte es idéntica pero pretende ignorar la primera. Así de complicados, y primarios a la vez, somos los seres humanos.

El mundo, en su crecimiento pseudo-espiritual, ha ido progresando en base a un escepticismo exacerbado que hemos denominado pragmatismo. Un ejercicio de perspectiva frente a la esencia de la vida que nos invita a pensar que primero fue el hombre y siguió el resto. Con esta forma de pensar todo es relativo y se mueve alrededor del hombre y de su capacidad intelectual, emocional. No hace falta ver cuántas ciencias del alma se han inventado. Todas con becerros de oro que tienen cuerpo humano.

Esto nos incita a acercarnos a Jesús con prejuicios siendo el primero el escepticismo de su existencia. Siguen las dudas sobre si fue o no profeta y no digo como podemos llegar a interpretar su vida en base a una visión secular, científica, que prefiere creer en los extraterrestres y su colonización de la tierra que en un Dios creador omnisciente y omnipotente, que en realidad no existe porque es esencia.

Somos maestros en la desmitificación de Dios y, como creyente puedo llegar a entender este impulso, porque Dios no es un mito, no es una hiperrealidad, no. Dios es una verdad inalcanzable para el hombre porque va más allá de la realidad que podemos aceptar en nuestras mentes. Por ello, en su gran sabiduría envió a su hijo unigénito como hombre entre nosotros. Para que nos concienciáramos de nuestras limitaciones frente a la perfección hecha carne, la única impoluta y perfecta para los tiempos de los tiempos. Para que tuviéramos el modelo a seguir en nuestras vidas, sin prejuicios ni tapujos.

Dudar de sí mismo con temple es síntoma de sanidad. Dudar de los demás, de inseguridad en sí mismo y dudar de Dios nos hace ser humanos. Pero si la duda se estanca en nuestros corazones entonces pasamos a ser escépticos con prejuicios porque nos nutrimos de la parte más oscura de la duda.

Los hombres se creen más hombres cuando expresan sus dudas sobre los demás. La verdad es que no por ello son más hombres pero sí más humanos, y no en el sentido positivo, no. En aquel que nos caracteriza por nuestra incapacidad de humildad y mansedumbre, atributos celestiales a los que todos deberíamos aspirar. Por ello Jesús no invita a ser inocentes como lo son los niños, porque nuestras dudas se desvanecerán y transformarán en dependencia total y absoluta de nuestro Creador. Nada más bonito en este mundo.

La parte radiante de la duda es aquella que nos invita a superar nuestros temores en la confianza genuina de nuestro amor a Jesús. La duda que no nos aboca a confiar en Jesús es un impulso destructor de almas. Dicho esto tenemos un baluarte inexpugnable en nosotros mismos aunque a menudo lo ignoremos: el Espíritu Santo. Es nuestra fuente de vida eterna y nuestro guía en la oscuridad de nuestra condición. Con Él podemos lavarnos de todo prejuicio y vacunarnos contra nosotros mismo. Por ello Jesús nos obsequió con Él, porque sin Él estamos abandonados a nuestra suerte y esta se llama desgracia.

46 Natanael le dijo: ¿De Nazaret puede salir algo de bueno? Le dijo Felipe: Ven y ve. (Juan 1: 46)

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martes, 17 de septiembre de 2019

LA INOCENCIA MENGUANTE

Lo que mengua paulatinamente acaba siempre desapareciendo sin previo aviso. (Anónimo)

Hace unos días un amigo me hizo un comentario que despertó en mí una tremenda concienciación de los tiempos que vivimos. Me dijo: “es curioso pero perdemos nuestra inocencia cada vez más pronto” y añadió: “buenos igual es normal y bueno, con los tiempos que vivimos.”

Tiene en parte razón, y esto está sucediendo de forma tan imperceptible que no nos percatamos de la gravedad que ello comporta.

Nuestra referencia de la inocencia es la infancia, los niños. Y cuando Jesús se refiere a ellos es en referencia a su característica más importante: la inocencia. Porque quien no ha tenido ese lance de ternura, compasión y amor hacia sus bebés o sus hijos/as cuando todavía no han perdido esa dependencia total de sus progenitores. Esa visión que solo puede sostener la inocencia está basada en una confianza ciega, incuestionable e incuestionada por todos aquellos para quien su mundo gira alrededor de sus padres.

Volviendo a la reflexión de mi amigo, fuerza es de constatar que tiene razón. Cada generación que nace reduce su tiempo de inocencia. Solo hace falta pensar como nos comportábamos nosotros con nuestros padre y como se comportan nuestros hijos o nuestros nietos. Lo que era un acto de inocencia en nuestra época ahora sería, en la mayoría de los casos, considerado de falta de madurez o peor de falta de picardía. Porque hemos remplazado la ingenuidad de nuestra juventud por la aplastante fuerza del pragmatismo juvenil. Los jóvenes ya no tienen sueños que cumplir, ahora tienen objetivos. Los valores ya no son parte de las reglas del juego porque en el arte de sobrevivir todo vale.

Hoy en día una persona buena es considerada débil. ¿Qué decir de un niño? Lo mismo o peor porque la docilidad es un rastro negativo de su personalidad. Los niños deben mostrar carácter, incluso la rebeldía es un síntoma más positivo que la mansedumbre. Las desvergüenzas imperan sobre la humildad.

¿Y qué decir de la segunda parte del comentario de mi amigo? Visto desde el prisma de la sociedad en la que vivimos tiene razón. Esta misma quien ensalza la competitividad, los atavismos primarios de supervivencia que nos invitan a matar antes de que nos maten. De adaptarnos más que de resisitir.

Nuestra sociedad está dominada por el concepto de vergüenza, ya sea ajena o propia. Un pesar que nació con la desobediencia de Adán y Eva.

Pero si somos cristianos no podemos caer en estos comportamientos. Jesús nos invita constantemente a volver a recuperar la inocencia perdida. A ser ingenuos de corazón, humildes y mansos. Vaya lo que parece ser carnaza para todos los listorros, pícaros y aprovechados que colman este mundo. Eso sería así sin contar con Jesús, quien no solo nos enseña el camino sino que además nos acompaña y protege a lo largo de él. Nuestra senda no es una senda de rosas seculares, es un camino trabajado de fe y búsqueda de la inocencia como hijos que somos ante nuestro Padre celestial.

La inocencia menguante solo es testigo de la incapacidad que tiene este mundo para acercarse a Jesús y a Dios. Los hijos de Dios, ellos, son conscientes de su condición y buscan constantemente recuperarla, nada nuevo bajo el sol.

Y estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, y no se avergonzaban. (Génesis 2:25)

1En aquel tiempo los discípulos vinieron a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos? 2 Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, 3 y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. 4 Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos. 5 Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe. (Mateo 18:1-5)




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viernes, 6 de septiembre de 2019

LA LÁMPARA DEL CUERPO

Que dulce es perderse en los laberintos de tu mirada. (Anónimo)

Hemos perdido la costumbre de mirarnos las caras y más de mirarnos a los ojos. Preferimos mirar el móvil porque creemos que nos da más información. Pero eso es un engaño peligroso ya que nos invita a olvidarnos, por no decir amputarnos, de nuestros instintos más básicos.

El hombre está dotado de varios sentidos y la vista es sin lugar a dudas el que más información nos da a la hora de valorar una situación. No por ello el que menos nos engaña porque el ojo está sujeto al cerebro y este interpreta la realidad, no la transcribe literalmente.

Se dice que la mirada es el espejo del alma pero hay espejos que están tan deformados que es imposible poder ver a través de ellos. Además hemos perdido la costumbre, y por lo tanto la habilidad que ello conlleva, de mirar las personas a la cara y eso nos debilita mucho a la hora de valorar con quien estamos o quien nos codeamos.

Existen diferentes formas de mirar como diferentes formas de ser. Por ejemplo el tímido tendrá una mirada esquiva. El seguro de sí mismo una mirada directa. El mentiroso una mirada engañosa. Y muchos una mirada perdida como ellos mismos.

¿Y el cristiano?, ¿O nos es una condición que condiciona, ser cristiano?

Tendríamos, y es una circunstancia que no siempre, o casi nunca cumplimos, que emanar amor, bondad, cariño, humildad. Pero cuando me miro en el espejo no es lo que veo a menudo.

Esta es la gran tribulación del cristiano, su lucha diaria entre lo que quiere ser, lo que es y lo que cree ser. Nuestra perseverancia no implica que se cumpla lo que pretendemos sino que lo intentemos y eso no es ninguna garantía de éxito.

Nuestra condición nos arrastra más allá de nuestra voluntad y Pablo lo describe perfectamente en Romanos 7. Es una lucha desigual en la que, si pretendemos ir solos a la batalla, tenemos todas las de perder. Solemos olvidarnos con frecuencia de que Jesús nos dejo el mejor aliado posible, el Espíritu Santo que mora en nosotros. El que nutre nuestra consciencia para combatir nuestros malos hábitos y nos hace conscientes de ellos.

La lámpara de nuestro cuerpo suele reflejar más los avatares de nuestra vida que las bendiciones que hemos recibido. Y eso es un juicio injusto porque si miramos bien el camino recorrido veremos que Dios nos cuida más allá de nosotros mismos. Que siempre está a nuestro lado, que su Gracia es lo más poderoso frente a nuestra condición y su amor una luz que ciega nuestras impurezas. Que con Dios no hay tribulación que por bien no venga.

Si trabajamos los dones que nos son dados por nuestro Padre iremos reforzando la intensidad de la llama que nos impulsa y nuestro rostro irá transformándose hacia la dulzura que Dios quiere que expresemos como hijos suyos que somos.

La mirada no se puede manipular, es más, ella nos impone su cruda realidad independientemente de nuestra voluntad. Lo que sí pasa es que hemos perdido el hábito de mirarnos y por lo tanto ya no somos capaces de vislumbrar aquello que nos dice la llama de la lámpara del cuerpo de los demás. La nuestra, es un tema recurrente que solo con Jesús podremos avivar.

22 La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; 23 pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas? (Mateo 6:22-23)

15 Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. 16 Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. 17 De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. 18 Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. 19 Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. 20 Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. 21 Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. (Romanos 7:15-21)




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jueves, 5 de septiembre de 2019

HASTA EL FIN DEL MUNDO

Si esto no se acaba es porque ya finalizó y no me he dado cuenta. (Anónimo)

A veces nos cuesta darnos cuenta de lo que está sucediendo ante nosotros hasta que nos estalla en plena cara. Suelen ser cosas evidentes que nuestra, mente, nuestra voluntad o nuestra torpeza nos invitan a evitar pero no por ello dejan de suceder.

No cabe la menor duda que el mundo ha entrado en barrena. Una caída libre hacia la auto-destrucción de la que no nos vamos a librar.

Estábamos en la era de la información que ahora se ha transformado en la era de la propaganda manipuladora. Pero no por ello podemos obviar que las señales que Jesús y los profetas advertían ante la llegada del apocalipsis están ocurriendo una tras otra, a cual peor.

Mirando con pragmatismo lo que sucede es como mínimo precursor de un gran derrumbamiento de nuestro mundo tal y como lo estamos viviendo. Los historiadores podrían opinar, y con justicia decir: nada nuevo bajo el sol porque todas las sociedades de este mundo han vivido ciclos similares acabando siempre en un Armagedón secular que culminaba con una guerra, ya sea la 1ª o la 2ª guerra mundial o Napoleón o Carlos Magno, o…

Pero ahora las guerras las exportamos fuera de nuestras fronteras y nos creemos inmunes a ellas. No nos damos cuenta que nuestra propia decadencia es una guerra que tenemos perdida de antemano.

Siempre me han obsesionado los versículos de la Biblia en los que se citan el anticristo y su llegada, por lo que conllevan de terrible e implacable. Estoy acongojado a la sola idea de pensar que puede que estemos en este periodo del mundo, el fin del mundo. Puede ser o puede no ser, solo Dios lo sabe.

La violencia gana, palmo tras palmo, protagonismo sobre la bondad. Es más ser bueno ya se considera ser tonto y poco práctico. El amor ha dejado de ser fruto del alma para ser culto del cuerpo a través del sexo. Estoy realmente asustado a la hora de imaginarme lo que nos queda por venir con personajes como Trump, Bolsonaro, Boris Johnson, Salvini y tantos más. Esto ya no va de política, va del final de la humanidad en un torbellino de populismo, de violencia, en definitiva de maldad.

Algunos podrán pensar que estoy exagerando, que mi miedo me ciega y no veo las soluciones que tenemos a nuestro alcance. Y puede ser que tengan razón pero a cada día que pasa nos adentramos cada vez más inexorablemente hacia un final profetizado.

Y en medio de todo esto estamos nosotros los cristianos. Y no nos tenemos que dejar dominar por el miedo porque todo está escrito y para Dios nuestro Padre los tiempos no existen. Jesús nos dejó el Espíritu Santo que mora en nosotros y Él mismo no prometió estar a nuestro lado en cada paso de nuestra vida y Jesús siempre cumple. De la misma manera que lo prometió a sus discípulos en la resurrección: “y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén”. Hasta el fin del mundo hermanos, igual es mañana, ¡o no! Pero con Él nada debemos temer por mucho que intenten amedrentarnos. Amen

16 Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado. 17 Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban. 18 Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. 19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20 enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén. Mateo 28:16-20

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viernes, 26 de julio de 2019

EL ALFARERO

Dios crea, el hombre transforma. (Anónimo)

El hombre propone, Dios dispone. (Proverbios 16:1)


Definición RAE de crear: producir algo de la nada. Solo Dios lo puede. Y conscientes de ello, voluntaria o involuntariamente, los académicos añadieron: establecer, fundar, introducir por vez primera algo; hacerlo nacer o darle vida, en sentido figurado.

Es interesante observar como el ser humano dedica su razón de ser a querer obviar a Dios y esta segunda definición es una `prueba flagrante de ello. Pero consciente de su desvergonzada definición añade: “en sentido figurado”.

El hombre nunca crea nada, ni tan solo los niños que nacen obedecen a su obra. Son la consecuencia de la voluntad de Dios trasmitida por Adán y Eva desde generaciones. “Nos conoció antes de la fundación del mundo” (Efesios 1:4). La creación es obra única y perfecta de Dios.

Por ello cuando Dios nos quiere hacer entender su voluntad coge el ejemplo del alfarero, para que también comprendamos que solo somos torpes alfareros frente al Maestro supremo además de barro en sus manos. Del polvo venimos y en barro nos transformamos para que nos moldee su voluntad en cuerpos y almas de este mundo.

Lo bueno del alfarero es que una obra fallida no tiene por qué echarse a perder. Volviéndose barro el alfarero vuelve a diseñar la pieza hasta que le salga bien o deseche la materia prima que ya no da más de sí. Lo mismo pasa con nuestras vidas, con nuestros corazones. Tenemos una oportunidad tras otra para acabar siendo hijos de Dios, para conocer y entregarnos a Jesús. Para dejarnos moldear por sus preciosas manos. Pero no todos, o diría, pocos decidimos dar este paso. Porque si bien el barro parece el mismo, las vasijas difieren mucho las unas de las otras.

Dios, en su gran sabiduría, nos enseña a ser alfareros de nuestra prole y nos muestra las dificultades que nosotros le planteamos a Él mediante aquellas que nuestros hijos nos exponen a lo largo de sus vidas. Nada nuevo bajo el sol. Todos conocemos aquellos hermanos que siendo de misma cuna han desarrollado caracteres y talantes muy diferentes hacia el bien o hacia el mal. Los hijos pródigos, los buenos hijos, los no tan buenos….

Lo bonito de una vasija de barro es que pasa de ser arcilla sin valor a una obra de arte útil. Lo mismo nos pasa con nuestras vidas, de ser un proyecto a acumular años, experiencia y sabiduría o necedad. También depende de nosotros que seamos herramientas útiles en el plan de Dios.

Todos fuimos creados por Dios para cumplir su propósito. Por eso, el deleite de ser conscientes de ello hace de los cristianos seamos personas únicas y diferentes. Que no son del mundo pero que viven en el. Llamados a ser sal y luz en las tinieblas de la condición humana.

Y tal como una vasija flamante y preciosa anuncia a todos los cantos sus cualidades, nosotros debemos ser testimonios y ejemplos a seguir para la gloria de Dios. Amen

1Palabra de Jehová que vino a Jeremías, diciendo: 2 Levántate y vete a casa del alfarero, y allí te haré oír mis palabras. 3 Y descendí a casa del alfarero, y he aquí que él trabajaba sobre la rueda. 4 Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en su mano; y volvió y la hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerla. 5 Entonces vino a mí palabra de Jehová, diciendo: 6 ¿No podré yo hacer de vosotros como este alfarero, oh casa de Israel? dice Jehová. He aquí que como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano, oh casa de Israel. (Jeremías 18:1-6)

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