LA CREACIÓN

LA CREACIÓN
DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

domingo, 26 de diciembre de 2021

DE CONSERVAS

Las conservas duran más que la bondad humana, pero no por ello son mejores. (Anónimo)


El botulismo mental es una enfermad muy moderna. De tanto consumir pensamientos enlatados acabamos intoxicándonos a riesgo de perder nuestro “motu proprio” transformándolo en “vox populi” del dios mundano.

Tales afirmaciones pueden parecer tajantes y atrevidas, pero si nos paramos un momento, y hacemos que el frenesí de nuestras vidas se pause por un instante, nos daremos cuenta que es la cruda realidad.

Tenemos tanta prisa para consumir lo que nos ofrecen los medios que engullimos lo que sea con tal de estar al día. No nos percatamos de que, en realidad, estamos confortablemente instalados en las tinieblas de nuestro ser interior, vaciado del sentido crítico que caracterizaba nuestra personalidad, pero llenos de ideas preconcebidas, prepensadas, pregrabadas, por los dioses de la información, que en realidad son propagandistas idolatrados por nuestra desidia.

Hoy, la palabra mágica es el (o la) covid. Un acrónimo que todo lo engloba. Los medios están rebosantes de covid. Y una variante más, y esta es más de más que las demás y etc. etc. Entonces entrevistan a virólogos, científicos de toda índole y cada uno va de su propia verdad enlatada. Se nos vende la idea de que nos están informando, pero en realidad nos están ofreciendo miedo que es lo que más vende.

Las conservas de la mente son tan potentes y codiciadas por el ser humano que también aquellos que tienen opiniones contrarias a la vacunación reciben sus latas de datos prefabricados que les alimentan en sus creencias.

La información ha desaparecido en nuestra sociedad para dejar lugar a la propaganda de toda índole. Todo lo que se nos vende como información no es, ni más ni menos, que productos hechos para el consumo, y claro, que mejor que enlatarlos para que duren un máximo en nuestras estanterías mentales.

Todo esto tiene un propósito claro que, por mucho que se esconda o maquille, es hacer de la sociedad un rebaño dócil y manipulable al antojo de los poderosos. Y funciona. Estamos perdiendo cada vez más el sentido crítico, la capacidad de resistir y de desafiar todo aquello que nos quieren imponer.

Ya no existe la educación cívica, ahora imperan nuestros derechos (los que nos venden), ante todo, obviando nuestros deberes (los que nos esconden). El amor al prójimo, hoy en día, empieza por nosotros mismos y en eso se queda.

Navidad es para los regalos y el papa Noel. ¿Jesús? ¿Quién es? No he oído hablar de Él en las tertulias, no debe ser importante, es del pasado.

¡¡¡BASTA YA!!!

Es hora de Salvación, Jesús nos la ofrece rompiendo todas alienaciones mentales del alma. Nos enseña que tenemos un corazón para amar, una mente para el raciocinio y un alma que cuidar porque el la salvó mediante su sacrificio en la cruz. Poco importa si nació el 24 de diciembre o el 36 de marzo, lo que sí cuenta, y mucho es, que sea el día que sea, cuando lo celebramos nos olvidemos de regalos que no sean aquel que Él nos obsequió en la cruz, nuestra salvación.

No hay peor pandemia que la de nuestros espíritus corrompidos por la renuncia de nuestro sentido común a favor del pensamiento enlatado de esta sociedad decadente y manipuladora.

Jesús, consciente de ello nos advierte y dice “Yo soy el camino, y la Verdad y la vida” y no hay verdades que puedan competir la Verdad. Universal y propia a cada uno que la hace suya. Él es el único camino hacia la vida eterna, una vida de santidad.

Dios confundió a los hombres mediante las lenguas para que no cayeran en pecado de soberbia, el pensamiento enlatado se propone revertir la acción de Dios. Intento vano e insensato, pero eso a los tertulianos, a los pensadores de la modernidad decadente de nuestra sociedad, no les importa, mientras vendan sus sandeces. Nada nuevo bajo el sol.

Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. (Juan 14:6)


6 Y dijo Jehová: He aquí el pueblo es uno, y todos estos tienen un solo lenguaje; y han comenzado la obra, y nada les hará desistir ahora de lo que han pensado hacer. 7 Ahora, pues, descendamos, y confundamos allí su lengua, para que ninguno entienda el habla de su compañero. 8 Así los esparció Jehová desde allí sobre la faz de toda la tierra, y dejaron de edificar la ciudad. 9 Por esto fue llamado el nombre de ella Babel, porque allí confundió[a] Jehová el lenguaje de toda la tierra, y desde allí los esparció sobre la faz de toda la tierra. (Genesis 11:6-9)

¡FELIZ NAVIDAD A TODOS!

Que Dios os bendiga, Alfons <><

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martes, 14 de diciembre de 2021

SERVIR

El que sirve, sirve. El que no, se sirve. (Anónimo)


Servir implica dependencia, por ello es importante saber y/o decidir a quién rendimos pleitesía. El egocentrismo innato del hombre hace que servirse sea la respuesta natural a nuestros deseos altruistas incipientes.

Cuando se habla de servir, lo primero que viene a la mente de cualquier persona del mundo es, el camarero, el botones y como mucho, el panadero, el charcutero, el carnicero, etc., etc. Y si somos de la alta sociedad, el maître, el valet, la miñona y otros empleados dichos del servicio.

Por otra parte, lo que sirve, solo lo hace por su utilidad y adecuación a la situación o necesidad.

Podríamos pues decir que un buen profesional es aquel que sirve para su oficio.

¿Pero qué significa servir para el oficio? En mi forma de entenderlo se refiere no solo a nuestras aptitudes sino a como las dispensamos. Porque podría darse de alguien dotado que renuncia a ejercer su don para servir a los demás, y que por ello malgasta ese precioso regalo que le ha hecho Dios. Peor todavía, de alguien que lo usa para su propio beneficio.

Los incrédulos nos objetarán que Dios no tiene nada que ver con esto. Pero entonces ¿cómo justifican los dones? Porque si, como lo define la RAE es “una Gracia especial”, solo de Dios puede ser.

Jesús fue el paradigma perfecto de cómo servir, aplicando y enseñando las paradojas como clave de paso para un ministerio perfecto.

En temas de servir, no hay nada más difícil que aquello que parece fácil.

Porque renunciar a nuestro ego nos obliga a aceptar que nuestro “yo” solo existe a través de los demás.

Porque nuestro bien estar depende del bien estar y de cómo tratamos a los demás.

Porque el amor que deseamos recibir nos es posible, si no lo ofrecemos primero, e incondicionalmente, a los demás.

Porque nada es, si nade vale, y servir a Jesús es, ante todo, obrar con la ofrenda de nuestra vida al servicio de nuestro semejante, sin acepciones ni excepciones.

A pesar de lo que uno podría pensar hay más ejemplos de vidas entregadas al servicio de los demás de lo que uno podría pensar y si bien mediáticamente Sor Teresa de Calcuta es un ejemplo ilustre, también hay otros menos conocidos como Vicente Ferrer, Ignacio Echeverría, Gaetano Nicosia, Henri Burin des Roziers, y todos los misioneros que fluyen y destilan amor en un mundo que solo busca servirse de los demás.

La buena noticia es que estamos todos llamados a servir, todos. En nuestro entorno, en nuestras comunidades.

Para ser un héroe no hace falta ser reconocido, es más, la discreción y la humildad son buenas compañeras de viaje de aquel que emprende la senda del amor ágape.

El peligro y la dificultad erradican en que la línea entre servir y servirse es muy sibilina y nuestro ego, a menudo nos juega malas pasadas. Debemos ir con cautela y sobre todo de la mano de Jesús. No nos olvidemos que la obra es suya, nosotros solo somos sus servidores en senda de santificación.

27 Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve. (Lucas 22:27)

35 Entonces él se sentó y llamó a los doce, y les dijo: Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos. (Marcos 9:35)


Que Dios os bendiga, Alfons <><

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miércoles, 8 de diciembre de 2021

DE LA IMPORTANCIA DE ALIMENTARSE BIEN

Todo lo que entra sale, dejando su huella en nuestro interior. (anónimo)


Para gustos colores, pero para aquellos, como yo, que somos proclives al buen ver, con la edad nos llegan las prohibiciones, las limitaciones.

En realidad, la mala alimentación está a la base de muchas enfermedades, algunas obvias como la obesidad y otras, más sibilinas, como el cáncer.

Cuando comemos en exceso, a menudo, el cuerpo intenta regularnos y nos aboca a expulsar, no solo el sobrante, sino todo el conjunto de lo engullido.

Las dietas son un intento, fallido en la mayoría de los casos, de disciplinarnos para encontrar el equilibrio que nunca deberíamos haber perdido. Pero son aburridas y acabamos, casi siempre, abandonándolas con el paso del tiempo. Lo que hace que recuperamos el peso perdido hasta tal punto que a veces nos pasamos de frenada.

La alimentación saludable se basa en el equilibrio, en la ponderación. Te da lo que necesitas y no lo que quieres. Por ello requiere disciplina, concienciación y fe en el por qué de lo que estás haciendo.

Esto, que he estado comentando sobre nuestra alimentación física se puede aplicar con la misma claridad a nuestra alimentación espiritual.

La mala alimentación espiritual no solo nos lleva al desapego de Cristo sino también al empobrecimiento de nuestra fe.

Cuando nos pasamos engullendo basura mundana, en la tele, la radio, los libros, que ahora son más podcast que lecturas reales, nuestra mente se empobrece de su sentido crítico y discriminante, cediendo el paso al pensamiento enlatado que nos facilitan las tertulias, los medios y todos los “influencers” del momento. Nuestras prioridades degeneran hacia lo fútil y lo mundano.

El cáncer espiritual es aquel que hace que, de tanto alimentarnos del mundo, dejemos de vivir en él para pasar a ser parte de él.

Nuestras dietas espirituales suelen ser tan buenas como las alimentarias, si las seguimos al pie de la letra. Pero por desgracia, con el tiempo, solemos caer en el desapego, la indiferencia, de tal forma que nuestros esfuerzos de avivamiento se ven castrados por nuestras realidades.

Eso solo es verdad si pretendemos solucionar nosotros mismos aquello que está por encima de nuestras capacidades. Si confiamos en que podemos cambiar nuestra condición a base de esfuerzos propios o de aquellos que pretenden ser parte de la solución cuando en realidad son raíz del problema.

Las comunidades cristianas son, o deben ser, oasis de reconciliación con Jesús pero nuestra mirada debe estar puesta en Él.

Como todo lo que nos afecta, reconocer nuestra debilidad es el principio de la solución. Buscar y encontrar a Jesús es la solución definitiva.

Nosotros no podemos cambiar nuestra condición humana, Jesús SÍ.

Nosotros no podemos perdonarnos a nosotros mismos, pero Jesús SÍ.

Nosotros no podemos salvarnos a nosotros mismos ni a los demás, pero Jesús SÍ, y lo hizo mediante su sacrificio en la cruz.

Nosotros no podemos seguir un régimen espiritual de motu proprio pero de la mano de Jesús SÍ.

No debemos olvidarnos nunca que somo somos salvos por la Gracia de Dios, por medio de la fe para buenas obras.

¿Todo esto qué requiere? Algo tan sencillo, como difícil de conseguir, porque exige sinceridad de corazón: pedirle a Jesús que se apodere de nuestras vidas y nos guie mediante el Espíritu Santo.

Eso quiere decir poner siempre y ante todo en manos de Jesús lo que hacemos, lo que debemos hacer. Y es más difícil de lo que parece porque nuestra tendencia natural es pensar primero: ¿Cómo voy a solucionar esto? En lugar de ponerlo, ante todo, en manos de Jesús. Lo digo yo que soy el primero en tropezar en esta piedra.

Necesitamos a los demás, sí, pero no como solución sino para comunión. Hay tantos dadores de lecciones como pecadores que se ignoran. La humildad debería llevarnos, como nos enseña la Biblia, a ser más humildes y en lugar de juzgar poner las cosas en manos de Jesús.

Antes de la venida de Jesús estábamos bajo el ojo justiciero de la ley. Jesús nos ha liberado de esas cadenas de condenación que conforman nuestros pecados y se ha ofrecido en la cruz como redención de ellos.

En Jesús renacemos libres, nuestra dieta espiritual implica buscarlo siempre cuando caigamos, que caeremos, para, de su mano, volver a levantarnos y continuar en el camino de santidad.

De la misma forma que Dios, Jesús y el Espíritu Santo nos nutren, debemos tener en cuenta que nosotros, también, destilamos alimentos a nuestros entornos mediante las palabras que salen de nuestra boca. Estos pueden ser tóxicos o saludables. Seamos seres de paz y amor, y cuidemos nuestro lenguaje como Jesús nos ha enseñado.


3 Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. 4 Él respondió y dijo: Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. (Mateo 4:3-4)


8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9 no por obras, para que nadie se gloríe. (Efesios 2:8-9)


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lunes, 15 de noviembre de 2021

NOSTALGIA

La nostalgia del pasado es el presente de los que no tienen futuro. (Anónimo)


Cuando leí esta frase me interpeló de forma muy personal porque a más años acumulados, más experimento la nostalgia de lo que fui y/o de las experiencias que viví.

Estamos viviendo una época de grandes convulsiones, tanto sociales como políticas e incluso espirituales. La pandemia ha forzado los acontecimientos y todos nos hemos visto desestabilizados, perdiendo nuestra zona de confort y viéndonos enfrentados a nuevas realidades sin precedente.

Nada más normal que buscar consuelo en los recuerdos buenos del pasado, como si solo existieran ellos, obviando dolores y tristezas que también sufrimos.

Cuantas veces he oído mis padres decir: “en nuestra época esto era más duro, más difícil”. Ahora yo me doy cuenta de que digo a menudo: “en la época de mis padres se vivía mejor”.

¿Y me preguntaréis, qué te hace decir tal temeridad?

La desaparición de los valores como el civismo, la aniquilación de dos pilares fundamentales de una sociedad equilibrada, como son la familia y la educación. Llegamos en los años 60/70 a la cúspide de nuestra sociedad y tras mayo 68 y luego la primera crisis del petróleo del 73 empezamos el declive provocado por la decadencia de nuestra sociedad.

Antes nuestros padres soñaban imaginándose sus hijos disfrutando de una mejor vida. Ahora el mero hecho de pensar en lo que les espera a nuestros hijos y nietos, nos preocupa.

Antes trabajamos en una empresa para toda la vida, ahora el trabajo en precario es el pan cotidiano de muchos jóvenes y no tan jóvenes.

Antes nuestros políticos se respetaban y los respetábamos, aunque no fueran de nuestra sensibilidad. Ahora se desprecian los unos a los otros, tanto que nos infunden sus vergüenzas hasta que acabamos despechados y los aborrecemos.

Me diréis nostálgico, y tendréis razón, pero lo que he descrito es la realidad cotidiana que nos ofrece este mundo.

Pero, sí siempre hay un “pero”, y este es de los buenos. Si bien mi mirada al pasado era de nostalgia, mi enfoque del futuro, ahora, es de esperanza, porque he conocido a Dios y a Jesús y todo aquello que me decepcionaba y sigue decepcionándome en la vida se ve compensado con creces por sus promesas. Está situación que malvivía, y me abocaba al pasado, me ha hecho concienciarme de que solo hay una esperanza viva, Jesús. Que los hombres, y mujeres seguirán decepcionándome, pero Jesús, no. Que yo también desencantaré a más de uno, pero la Gracia de Dios está encima de mi vida y su perdón. Toda esta vorágine de momentos terribles que vivimos solo tiene un remedio, Jesús.

Con Él, mi nostalgia desaparece porque sé que lo que me espera, su lado, es la paz y el amor divino, y eso para la eternidad.

Mayor me hago y menos creo en los hombres. Acercándome cada vez más a mi creador veo la partida de este mundo como una liberación, sin nostalgias en mi mochila.

El dicho es cierto, si nos aferramos al pasado para sobrevivir el presente no tenemos futuro. Si nos agarramos de la mano de Jesús, el pasado desaparece para dejar lugar a un presente y futuro llenos de sus promesas. Nada mejor en esta vida.

Alma mía, en Dios solamente reposa, Porque de él es mi esperanza. (Salmo 62:5)


26 Sí, Padre, porque así te agradó. 27 Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar. 28 Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. 29 Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; 30 porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga. (Mateo 11: 26-30)


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jueves, 11 de noviembre de 2021

LENGUAS

Una lengua única facilita el entendimiento entre naciones, pero obvia la comprensión de la diversidad de sus culturas. (Anónimo)


Para alguien como yo que ha vivido en cinco países, el tema de la lengua ha sido un paso previo a cualquier intento de entender y luego comprender a mis interlocutores.

¿Qué sería de la humanidad si solo tuviéramos una lengua?

Algunos dirían que sería mucho más practico porque así nos entenderíamos todos. Opinar así es desconocer lo que una lengua aporta a quien la aprende. Desde el inglés que se define por la musicalidad de su pronunciación para interpretar el sentido de lo dicho, hasta el francés, idioma plano, sin acentos ni entonaciones, pero para el cual la gramática es la base de su tremenda riqueza. Y no hablo del alemán y sus declinaciones ni de todas aquellas lenguas que cuanto más lejanas, más inalcanzables.

Por ello el estudio de las lenguas involucra toda una serie de disciplinas como la lingüística, la antropología, la psicología, la geografía y hasta la genética humana.

Cuando vemos esto, los versículos de Génesis 11:6-7 cobran toda su importancia.

El ser humano ha hecho de las lenguas un elemento de división cuando en realidad son una oportunidad de enriquecimiento. Una necesidad de escuchar al otro y adaptarnos a él.

Se dice que solo hablamos bien una lengua ajena cuando pensamos en ella, y es verdad. Eso indica que lo que requiere su aprendizaje no solo es la memorización, sino que además exige que nos esforcemos intelectualmente para alcanzar su fluidez mediante nuestra mente.

La unión hace la fuerza, opinan algunos, eso, si se emplea para buenas causas puede ser una bendición, pero en el caso del ser humano la unión suele ser una oportunidad para sus designios pecaminosos (manipulación, dominio, poder, etc…).

Dios, en su gran sabiduría, transformo la lengua en lenguas, no para que no se entendieran los pueblos, sino para que intentaran entenderse y comprenderse los unos a los otros con menos manipulación, con menos populismo, con una voluntad genuina de ir hacia el otro y no esperar que el otro venga hacia nosotros.

Hoy en día, nuestra cultura nos ha enseñado que viajar y hablar varias lenguas es una oportunidad para aprender a ser más tolerantes, más respetuosos con las opiniones ajenas. Para comprender la idiosincrasia de otros pueblos y naciones. Viajar a otros países nos impone una elección, aprender su lengua, aunque sea de forma rudimentaria para ser parte de la comunidad, o ignorarla y mantenernos en lo nuestro. En tal caso perdemos una oportunidad tremenda de acercarnos a los demás aislándonos endogámicamente.

Es muy interesante ver como una decisión divina pudo transformar tanto nuestra condición humana a pesar de nuestra resistencia innata. Y eso desde el principio de la humanidad.

Es muy importante entender esto para comprender por qué las lenguas minoritarias deben ser protegidas y revindicadas. No se trata de nacionalismos, ni de un lado, ni de otro. Hay que defenderlas firmemente. Se trata de preservar el patrimonio de la humanidad, porque cada vez que muere una lengua empobrecemos tremendamente nuestra memoria histórica y nuestro patrimonio cultural.

Deberíamos alegrarnos por tener varias lenguas en un mismo entorno geopolítico y poder hablarlas. Y lo digo de tal forma para huir de cualquier interpretación partidista, porque para mí, el único movimiento al que estoy afiliado es el de Cristo.

6 Y dijo Jehová: He aquí el pueblo es uno, y todos éstos tienen un lenguaje: y han comenzado á obrar, y nada les retraerá ahora de lo que han pensado hacer. 7 Ahora pues, descendamos, y confundamos allí sus lenguas, para que ninguno entienda el habla de su compañero. (Génesis 11:6-7)


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lunes, 8 de noviembre de 2021

HERENCIA

La buena herencia se transmite en vida. Tras la muerte solo son sobras. (Anónimo)

La herencia es un tesoro para quien desea trasmitirla y un lastre para quien la ansía recibir. (Anónimo)


Cuando uno es joven los temas de herencia nos despreocupan, salvo que esté al caer y sea apetitosa.

Recibir, sí, dar, ¡¡¡no!!!

No nos cabe en la cabeza que lo más importante de ella, siempre, será aquello que trasmitamos a los demás, y eso mejor en vida.

Con los años y tanta juventud acumulada nuestra percepción del patrimonio va cambiando. De no tener nada a poseer capital tanto mobiliario como inmobiliario, hace que nuestros pensamientos se transformen. ¿Qué vamos a dejar, y a quién? Y si hablamos de dinero la cosa se complica todavía más.

No nos percatamos que la principal herencia es aquella que transmitimos en vida, y no hablo de bienes materiales, sino de bienes del corazón, de la mente, de la ejemplaridad de nuestra vida.

La educación de nuestros hijos es probablemente el legado más importante que les podemos dejar. Porque es más importante enseñar a pescar que regalar pescado. Igual parecemos más generosos en lo segundo, pero es un espejismo, el valor de lo que regalamos está la esencia de su contenido y la enseñanza nutre allá donde los presentes empobrecen.

El amor, es sin duda un regalo constante y perpetuo de todos aquellos que siguen las enseñanzas de Jesús. El amor no se da, eso sería vanidad, se comparte porque es un bien que no pertenece al individuo, sino que vive a través de la comunión con los demás.

La ejemplaridad también es un legado, que no solemos valorar, pero que es esencial a la hora de trasmitir nuestra herencia. Aquello de haz lo que digo y no lo que hago, suele ser un pecado bastante común a la hora de intentar ser lo que queremos y no lo que somos. Pero la realidad nos alcanza rápidamente y nos hace ver que debemos vivir como Jesús nos ha enseñado, no pretendiendo sino siendo de corazón lo más parecido a su ejemplo. Siempre será poco lo que logremos, pero, por suerte, y por su Gracia sobre todo, Jesús no nos valora por nuestros logros, que son pocos. Las intenciones sinceras de nuestro corazón, la voluntad profunda de nuestra mente de ir en camino de santidad e intentarlo una vez y otra, son hechos para Él. Jesús nos pide que seamos sal y luz en este mundo de tinieblas, seamos buen ejemplo de ello.

Todo lo demás, ya sea bienes, logros, triunfos, hazañas, dinero, etc… son las herencias que valora el mundo. Dejándonos en baúl de los olvidos cuando otro mejor, y siempre lo hay, ocupa nuestro lugar.

Por ello es mil veces mejor dejar la huella de nuestro amor en corazón ajeno que la del dinero en herencia a los demás.

La herencia de Jesús es una muestra de todo esto:

- sus enseñanzas, Maestro de maestros, todas recogidas en la Biblia

- el amor que compartió con todos y para todos

- la ejemplaridad de su vida, testimonio vivo que culminó con su sacrificio en la cruz

Amen.

7 porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. 8 Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. (1 Timoteo 6:7-8)


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viernes, 29 de octubre de 2021

CARTA ABIERTA

Una carta se abre, un teléfono se enciende. ¿La diferencia? Se puede abrir un teléfono, pero, por suerte, no apagar una carta. (Anónimo)


Hoy en día ya no escribimos cartas, nos whatsappeamos, messengergeamos o cualquier otro método o barbarismo que no implique papel y pluma.

Hemos perdido completamente la noción de cartearse de forma epistolar, como hacíamos el siglo pasado y anteriores.

Antes, la prosa era un esfuerzo tanto lingüístico como semántico. Algunos eran orfebres en la materia, otros éramos torpes emuladores de la tinta y el bolígrafo.

Por ello cuando vemos estos versículos de Pablo en Corintios, para muchos jóvenes de hoy, que seamos cartas, y además abiertas a los demás, suena un poco a chino, o como mucho a carca.

Hoy estamos en la inmediatez, en lo voluble, en todo aquello que se puede resumir con emoticono o abreviaciones reducidas a su extremo.

Pero para Jesús somos cartas, y nuestras vidas, el tema principal.

Una carta tiene siempre un propósito, nuestras vidas, también. Cuando las leíamos tomábamos conocimiento de lo escrito y nos enriquecíamos, lo mismo pasa cuando nos relacionamos con los demás, aprenden a leernos y si somos de bendición, también enriquecemos sus vidas.

Una carta era un elemento valioso y fundamental en épocas pretéritas, como lo somos nosotros para Jesús hoy y siempre. Tanto es así que la tinta que utiliza es el Espíritu Santo. Y el papel, nuestro corazón.

Si somos conscientes de ello sabemos que somos portadores de un mensaje que Él nos ha encomendado: la esperanza de la salvación.

Jesús nos envía al mundo para que seamos cartas abiertas del testimonio fiel de su amor. Para que seamos sal y luz en este mundo de tinieblas.

Yo todavía tengo cartas de mi hija escritas hace lustros, para mi cumpleaños. Las guardo como oro en paño porque son el testigo de su candidez y de su amor genuino hacia su padre. Como tenemos que serlo nosotros hacia nuestro Padre celestial: inocentes, cándidos, nobles, humildes.

Los creyentes no somos como los emails de hoy, onomatopeyas una tras la otra como un tren de letras sin sentido.

Somos una historia única, cada uno de nosotros. Tenemos la poesía y el alma del que nos ha escrito, Jesús. ¡El mensaje que vehiculamos es esencial para el mundo y aunque no tengamos muchos lectores, nuestro cometido es testificar cuanto más, porque cada día es un nuevo día de salvación!!!

Mirar la importancia que tienen las cartas, que hasta se envían en una botella en medio del mar para testificar o alertar. Todos los cristianos somos esas cartas, y el océano del mundo nos tambalea de un continente a otro, para que seamos de bendición a todos aquellos que buscan la salvación, pero también de testimonio para aquellos que viendo la botella decidan no leer su contenido.

Expongamos nuestros corazones a los demás para poder ser cartas abiertas de esperanza al mundo.

2 Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los hombres; 3 siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón. (2 Corintios 3:2-3)


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sábado, 16 de octubre de 2021

PACIENCIA

Fui tan impaciente por ser paciente que, por no serlo en mí, acabé siéndolo en el hospital. (Anónimo)


La diferencia entre la verborrea y la palabra está en la paciencia que abunda en la segunda, y de la que carece la primera.

Nuestro mundo va a tal velocidad que hasta la muerte ya nos desespera.

Es tal la fuerza que exige ser paciente, que cuando buscamos sinónimos, la mayoría están cargados de dolor, como “resignado”, “sufrido”, incluse “conforme” implica una renuncia. Esfuerzo obligado.

Pero en realidad la paciencia no es tan difícil ni pesada, es un don de Dios y como todos los dones debe cultivarse en nuestro interior mediante el Espíritu Santo. Está al alcance de todos si sabemos dónde buscarla, y a quién pedirle que nos la refuerce. El Señor es nuestro ejemplo y nuestra fuente. El Espíritu Santo es nuestro consejero e inspirador.

La paciencia no se adquiere del día a la mañana, precisa de buenos fundamentos, de humildad y servidumbre al Señor, buscando su guía. Se nutre de nuestras experiencias fallidas y nos alimenta con su conmiseración mostrándonos que la espera siempre da sus buenos frutos.

La paciencia es la clave de paso de nuestra experiencia. Con ella podemos ver con perspectiva, lo que nos sucedió, lo que nos está sucediendo y prepararnos para lo que nos pueda suceder. Con ella aprendemos a ver aquello que la precipitación nos ciega.

Siempre me ha impresionado la capacidad de silencio de aquellas personas que me han impactado en mi vida. Tienen el talento de dominar su lengua de tal forma que su paciencia se transforma en escucha, sin decir que un silencio es, a menudo, la mejor respuesta a la provocación.

La sabiduría tiene un lenguaje que solo puede ser modulado por la paciencia. Uno no se imagina a un sabio siendo inquieto y palabrero.

El mundo sería diferente si la paciencia imperara en nuestra sociedad, pero estamos tan ocupados en encumbrar a los vencedores que no nos damos cuenta de que lo más importante no es ganar sino saber esperar el momento oportuno para actuar. Querer ser el primero solo nos alimenta la impaciencia que mora en nosotros-

¿Por qué la edad nos ofrece la paciencia que nos negamos a nosotros mismos cuando somos jóvenes? Será porque la experiencia nos enseña a esperar más que a precipitarse, a amar más que desear, y también porque lo años cargan las mochilas de nuestras vidas con un peso que nos impide ser tan intrépidos y atrevidos.

El necio confunde ser prudente con ser miedoso, el sabio sabe reconocer la paz de la entereza de aquellos que dominan los tempos.

Si careces de paciencia tu vida se llenará de errores que se transformaran en horrores.

La paciencia es una virtud, poco presente en este mundo secular donde solo se busca beneficiarse a corto plazo.

La paciencia es la virtud que más utiliza Dios con sus hijos. Su Gracia se manifiesta constantemente en la espera de que nos percatemos de nuestra condición humana y nos arrepintamos de corazón.

Las pruebas esculpen nuestra paciencia, abracemos la bendición que nos hace conscientes de tal verdad.

Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas. (Lucas 21)


Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza (Romanos 5:3-4)

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jueves, 9 de septiembre de 2021

PALABRAS

El hombre es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras” Aristóteles


Si bien, esta frase, es verdad para el mundo secular, para los creyentes es incompleta.

Para los cristianos la frase correcta sería, a mi entender:

El hombre es dueño de sus silencios, esclavo de sus palabras, siervo de la Palabra, y libre en ella.


Esto no es un juego de palabras sino el significado real y profundo de nuestra fe. Porque, sin la Palabra, no hay libertad posible Sin la palabra, somos como pollos sin cabeza. Necesitamos abrazarla para que nos cubra con sus alas protectoras. Y no podemos leerla sin la humildad exigida al si Necesitamos abrazarla para que nos cubra con sus alas protectoras. Y no podemos leerla sin la humildad exigida al siervo del VERBO. Porque todo lo que nos enseña es esencial para ver la luz en este mundo de tinieblas, para ser sal y luz en él.

Este mundo más que un mundo de palabras es un mundo de palabrerías donde el peso de cada una se establece según su apariencia más que por su esencia.

Se dice de los sabios que suelen hombres, y mujeres, de pocas palabras. Será por son conscientes de su incapacidad a dominar ese nervio que llamamos lengua.

Es verdad que cuando uno se esfuerza y se obliga a escuchar más que a hablar, nuestro mundo cambia. De repente descubrimos que somos capaces de enriquecernos de los demás, que nuestro ego es una pantalla que nos impide ver nuestro entorno tal y como es. Pensamos que cuanto más hablamos más nos valemos, pero la realidad es que, a cuanta más verborrea, menos escucha, menos humildad, menos sencillez, menos de todos los atuendos imprescindibles para caminar en santidad.

La Palabra es el antídoto a todos nuestros comportamientos impropios. Nos enseña, nos consuela, nos exhorta, nos alivia, nos acompaña, nos acerca a nuestro Creador.

No hay nada más bonito para un anciano que poder y saber transmitir su experiencia a la prole, pero eso, que es un deber y un privilegio, solo se puede hacer desde el amor que nos impone sencillez y humildad. Es tan obvio observar las reacciones impetuosas de nuestros jóvenes que solo con el cariño podemos transmitirles nuestras vivencias para que hagan con ellas lo que mejor consideren. No hay buena enseñanza, en este mundo, que se base sobre la superioridad del maestro, mas sí desde su humildad y cariño. Por eso es tan difícil ser un buen profesor sin amor, a los demás y a lo que uno profesa.

La famosa canción, más conocida para los de mi época (los 60), “Parole, parole” de Dalida nos cuenta el despecho sentido y resentido por una mujer engañada por palabras de su amado. Es que no todo lo que reluce es oro ni todo lo que se dice es palabra justa. Por mucho que nuestro ego intente convencernos de lo contrario.

En un mundo donde impera el ego, las palabras son como notas de una partitura que, por muchas que pongas, no hacen una melodía. La cacofonía de esta sociedad es tan notoria como insoportable.

Dios es el VERBO, esencia de todo, y palabra de vida eterna par nuestro espíritu. Sepamos enriquecernos de ella, compartirla con los demás y no empobrecerlos con la nuestra.


En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. (Juan 1:1)

Lámpara es a mis pies tu palabra, Y lumbrera a mi camino. (Salmo 119:105)


Que Dios os bendiga, Alfons <><

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martes, 24 de agosto de 2021

ACOMPAÑADO

Si quieres saber donde vas, mira quién te acompaña. (Anónimo)


Tenemos amigos, conocidos, familia, hermandades, todo un sinfín de organizaciones sociales que ocupan nuestra vida.

A menudo nos confundimos, o nos confunden y aquel que creíamos era nuestro amigo se transforma en desconocido, demostrándonos que solo era un compañero de viaje temporal. Nos suele causar grandes decepciones, pero la verdad es que suelen ser muertes de una crónica anunciada. Anunciada, sí, pero no tenida en consideración por nuestros sentimientos, nuestras emociones cuando emprendemos el viaje.

El ser humano es un animal social, por lo que las compañías son esenciales a la hora de quererse a sí mismo, de alimentar nuestro ego con la positividad de una presencia amiga. Por ello siempre buscamos el reconocimiento de los demás, como si solo, o casi solo, existiéramos a través de la mirada ajena.

¿Quiere decir esto que somos seres superficiales que se alimentan más de lo que los demás piensan, que de cómo deberíamos ser según nuestra propia opinión?

Esta pregunta no es nada baladí, es más es una cuestión que ocupa nuestra mente constantemente. Somos complejos y la respuesta también lo es, pero lo que con toda seguridad nos preocupa más es el qué dirán, que quién somos.

Yo, por ejemplo, cuando no era creyente mi referencia eran los demás. Con quién me juntaba, con quién no quería mezclarme. En mi vida personal fue lo mismo, seguí un patrón secular, mis relaciones se basaban en mis gustos y placeres, y con quién los podía o quería compartir. Y para ello mi imagen, y la idea que tenían los demás de mí, eran primordiales.

No era consciente de que solo era un peón en un mundo donde los ídolos llegan y se van, como la luna y el sol, cada día. Quería ser único y para ello elegía mi entorno, pero al final, todo se desvanecía y lo único se transformaba en fútil.

De hecho, si pienso en mi pasado y en todas las personas que he conocido, solo una ha resistido el envite del tiempo. Un amigo, pero no cualquier amigo, no. Ese mismo que me recondujo en el camino del Señor, y si no fue por la puerta principal, como se suponía cuando hice mi primera comunión, fue por la puerta de la discreción, camino seguro e infalible. Venció mi resistencia a Dios enseñándome su casa. Si bien hoy las iglesias católicas, apostólicas, romanas no son las que suelo visitar, soy protestante, no dejan de ser lugares de culto y recogimiento en honor a Dios. Debo de decir que aquellos momentos que pasé en silencio, en un lugar majestuoso, vació de mundanidad, me reconcilio conmigo mismo y diluyó mi rebeldía hacia Dios, acercándome a Él a cada segundo que fluía. No que no creyera en Él, Él nunca me dejó, sino que lo que los hombres me habían inculcado no encajaba en mi forma de vivir, de buscar a Dios. De hecho, mi reacción sistemática era de rechazar cualquier religión por ser organizaciones dirigidas por hombres, con Dios por excusa, y yo no creo en los hombres. Y sigo no creyendo en ellos. Buscaba una forma de relacionarme directamente con Dios, sin intermediarios que no fueran otros que Jesús. Encontré mi camino, y sé que solo es el mío. Hay tantos como seres que buscan de corazón a Dios. No hay ninguno mejor y ninguno peor. Cada cual tiene su vía con Dios que es personal e intransferible y si bien la comunión con los hermanos en la fe es necesaria, la relación directa con Jesús es imprescindible. Huyo de aquellos que tienen la “verdad” porque sé que solo Jesús es la Verdad y la vida. Yo tenga mi verdad, llena de imperfecciones, pero también rebosando de la Gracia de Dios y de un compañero de viaje único e insustituible: Jesús.

Solo podemos sentir la presencia de Jesús si nos entregamos con cuerpo y mente al Espíritu Santo. Ese mismo que alimenta la llama de nuestra fe.

Si la senda de mi vida fuera un cuadro, me gustaría que fuera el de un camino sin fin hacia la luz blanca de la eternidad. En él se vería un diminuto hombrecillo, con cara de felicidad y paz, acompañado de Jesús.

16 Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado. 17 Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban. 18 Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. 19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20 enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén. (Mateo 28:16-20)


Que Dios os bendiga, Alfons <><

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sábado, 14 de agosto de 2021

LA CONDICIÓN HUMANA

La condición humana es el cáncer del ama, pero incluso el peor de los tumores es curable. (Anónimo)


Es verdad que la condición humana es el santuario del mal. Dios fue el primero en verlo y en padecerlo. Por suerte, para nosotros, su Gracia no tiene igual. Los hombres somos retorcidos, vengativos, haciendo de nuestro corazón el templo de nuestros pecados.

Visto desde el prisma del antiguo testamento, nuestro futuro era muy negro, porque ¿quién, de toda la humanidad, ha sido, es, o será capaz de cumplir con la ley? Nadie que no sea Jesús, Dios hecho hombre, para remisión de nuestros pecados.

El nuevo testamento transforma nuestra condena en redención a través de Jesús y del amor que Él nos invita a compartir. Prueba de ello su nuevo mandamiento basado en el amor.

Tenemos motivos de gran pesadumbre y de tremendo gozo a la vez en el día a día de nuestras vidas, porque si bien la tentación es constante, casi tanto como nuestros tropiezos, el sacrificio de Jesús en la cruz hace que podamos volver a levantarnos para continuar nuestro camino de santidad.

Si fuéramos buenos cristianos no necesitaríamos que nadie nos recordara nuestra condición humana y su lastre, no, porque si somos consecuentes con nosotros mismos no precisaremos de nadie que no sea Jesús para confesarle y arrepentirnos de corazón de todos nuestros traspiés.

Escucho, a menudo, predicadores y orfebres de la palabra que se deleitan en desarrolar, a veces veladamente, nuestro sentido de la culpa. Estigmatizándonos mediante nuestra condición (in)humana.

No se dan cuenta de que eso fue no fue lo que Jesús hizo, en vida. Ni con el joven rico, ni con la mujer Samaritana. Jesús no denunció el pecado a su autor, mas sí trabajó al pecador y a su condición para que se diera cuenta, él, y que así tuviera opciones para decidir su redención o condena.

La condición colectiva de un pecado precisa de una falta total de intimidad con Jesús, porque si estuviéramos cerca de Él no habría colectivo que pudiese nublar nuestra mente. Si sintiéramos la imperiosa necesidad de seguir a Jesús, el Espíritu Santo sería nuestro guía, y no ningún grupo, de cualquier índole que sea.

Nacemos con el mal en lo más profundo de nuestro ser, fruto del pecado original, pero de nosotros depende que crezca, o de lo contrario que nosotros crezcamos en, y con, Jesús para que nuestro calvario se transforme en camino de santidad. Amen

El futuro del hombre puede ser luminoso, él tiene potestad para elegir. Una libertad con cargos que solo podemos asumir de la mano de Jesús.

5 Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal. (Génesis 6:5)

34 Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. 35 En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros. (Juan 13: 34-35)


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viernes, 13 de agosto de 2021

ANGELITOS

Tenemos pedacitos de cielo en este mundo, por desgracia su partida, nos destroza el corazón. (Anónimo)


El que no los ha conocido no sabe lo que se pierde. Son presencia, amor sin condiciones ni discusiones. Son el alma mater de nuestra familia, solo sus allegados, y aceptados, se llenan de su presencia.

Este mundo es duro, cruel, egoísta, pero cuando se nos acercan nuestros angelitos y nos manifiestan su cariño, toda la podredumbre de este mundo es barrida de un lamido, de una carantoña.

La soledad no tiene mejor antídoto que sus ronroneos, y cuando sus insistentes roces nos acarician el alma entristecida, nos sentimos mejor.

No tienen atuendos majestuosos, solo su presencia es suficiente para llenar los momentos mas desasosegados de nuestra vida.

Cuando no los buscas te encuentran ellos y cuando los buscas también. Pueden parecer independientes y almas libres pero la realidad es que están siempre pendientes de su familia y de su entorno.

Muchos lo llamaran sensiblería, incluso debilidad o sentimentalismo, pero para mí es algo que me atañe en lo más profundo de mi ser, nada que pueda explicar, solo sentirlo en lo más recóndito de mi corazón.

Se dice que la muerte nos hace reconsiderar lo que hemos vivido con aquellos que ya no están. Es cruel, pero por desgracia es una gran verdad y lo peor es que, la aflicción y el dolor que vivimos en esos momentos, ya no podrán ser aliviados por nuestro angelito.

La fe es el único baluarte que tenemos los creyentes frente al misterio de la muerte. Sin ella hoy estaría completamente destrozado, pero solo saber que mi angelito está con el Señor, me da paz dentro de mi desconsuelo, fuerzas dentro de mi desazón.

Los seres queridos no mueren, siguen vivos en nuestros corazones y tú, mi angelito, tienes un lugar enorme en él. No sabes como te echo de menos a cada instante de mi vida, te busco allá donde estabas y te imagino a mi lado como siempre.

Pero sabes, la promesa del Señor es la única esperanza de mi vida, y sé que, cuando llegue a su presencia, Él me hará ver y entender mi vida a su lado.

Hasta pronto angelito mío. (dedicado a mi JinJin)

25 Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. (Juan 11:25)


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lunes, 9 de agosto de 2021

VALE LA PENA?

La pena no tiene precio, y menos valor, para los impenitentes. (Anónimo)


Cuando vemos tanta desidia frente al mal en todas sus facetas, ¿Vale la pena resistirse?

Cuando vemos el rico cada vez más rico, el pobre cada vez más pobre y se legitima esta situación, ¿Vale la pena rebelarse?

Cuando los poderes se corrompen cada vez más y las instituciones nos desamparan autoprotegiéndose a nuestra costa, ¿Vale la pena protestar?

Cuando el mal arrodilla al bien y se lucra a expensas del dolor de los que lo sufren, ¿Vale la pena sublevarse?

De hecho, ¿vale la pena enfrentarse a uno mismo cuando observamos todos estos comportamientos en nuestra propia persona?

La reacción fácil, y en la que muchos caen, es culpabilizarnos o mejor, culpabilizar a los demás de todos los males de este mundo. Existen quienes dedican sus mensajes a esta visión apocalíptica del mundo, políticos, predicadores, visionarios se nutren de lo que el mal les ofrece: una excusa para manipular el sentido de culpa.

¿Quiero yo decir que, como decía Panglos (Personaje de Voltaire),” todo va de la mejor manera, en el mejor de los mundos posibles”?

¡¡¡Pues claro que no!!!

Pero la culpabilización no es sana, si es fomentada por los demás. Solo es saludable cuando nace de uno mismo solo para sí mismo, y eso, aunque más difícil de ver, es realmente el principio de la conversión de nuestros corazones.

El sentido de la culpa no puede nacer los reproches o de las advertencias ajenas. Eso solo estigmatiza a las personas, pero en ninguna manera las ayuda a resolver sus conductas.

A la hora de abordar el pecado ajeno hay que pensar siempre en la paja y la viga y veremos que, si bien podemos ayudar, nunca debemos juzgar.

Como Jesús nos enseñó, Maestro en el arte de las paradojas, solo en el perdón se manifiestan nuestras culpas y eso es personal e intransferible.

En lugar de estar constantemente vaticinando nuestras culpas, aquellos que viven de ello, deberían estar ensalzando las bondades del perdón, invitándonos a que reflexionemos y conversemos con el Señor para entregarle nuestras vidas en señal de arrepentimiento sincero y profundo. Sin enseñar del dedo los comportamientos, pero sí el camino de salvación.

Solo en la esperanza que representa Jesús seremos capaces de lavarnos de nuestras culpas y no en la culpabilización, tanto mundana como religiosa o espiritual. Nosotros no somos capaces de perdonar, pero sí somos hijos de Dios para ir a Jesús o a nuestro Padre celestial y pedirles perdón de corazón y de espíritu.

No somos dignos de Él, pero su gracia y su gran misericordia nos cubren de sus alas protectoras.

Y eso sí vale la pena. Si somos capaces de enfrentar sinceramente nuestra condición y entregarnos a Jesús, entonces:

· podremos resistir al mal con el amparo de Jesús

· Nos indignaremos frente a las injusticias y batallaremos por la igualdad de la mano de Jesús

· Lucharemos contra la corrupción de toda índole y Jesús nos apoyará

· Nos levantaremos frente al mal de la mano de Jesús y Él lo vencerá

· Y, lo más importante, nos negaremos a nosotros mismos, para ser renovados en Jesús.

Entonces sí que vale todas las penas del mundo el ser capaces, con y en Jesús, triunfar de este mundo de tinieblas y de nuestra condición humana.

Que Dios os bendiga, Alfons <><

1No juzguéis, para que no seáis juzgados. 2 Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. 3 ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? 4 ¿O cómo dirás a tu hermano: ¿Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? 5 !!Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano. 6 No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen. (Mateo 7:1-6)


4 Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, 5 aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos) (Efesios2:4-5)

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domingo, 8 de agosto de 2021

RACIONAL VS IRRACIONAL

La razón de lo irracional solo es potestad de Dios. (Anónimo)


El hombre es un animal supuestamente racional y digo supuestamente, porque solo hace falta ver alrededor nuestro para constatar que la sinrazón domina la razón. Nada nuevo bajo el sol.

Si nos atendemos a la definición de la Real Academia Española el comportamiento del hombre es, a menudo, irracional. Pero no lo admite y menos lo acepta. Porque eso sería quitarle la razón, nunca mejor dicho.

Cuando de Dios se trata es cuando más se aferra el hombre a su raciocinio para desmontar la existencia de Dios. Dándole a todos aquellos que somos hijos de Dios el calificativo de irracionales, porque creemos en aquello que no solo no vemos, sino también que no podemos demostrar.

La verdad es que decir que Dios no existe es una obviedad para los cristianos. ¿Por qué? Porque sería rebajar a Dios a la altura de un ser humano y eso es pecado. Dios no existe porque Dios “es”, la esencia de todo. Lo infinito no cabe en lo finito. Y esto, que un acto de suma racionalidad, es totalmente irracional para un no creyente. Si no se puede demostrar tampoco “es”, según ellos.

La fe es la quintaescencia de lo irracional de un creyente frente a los mundanos en todas sus acepciones. No pueden entender que no hace falta ver para creer y menos buscar el ser en lugar de abrazar la esencia de Dios.

Es importante marcar la diferencia entre aquellos que buscan genuinamente de aquellos que buscando, lo que hacen es huir de la respuesta. Y si bien los primeros pueden ser menos, Dios siempre les responde con los brazos abiertos.

El problema del ser humano, y la característica principal de aquellos que le niegan o rehúyen, es que su soberbia mental y espiritual les impide rendirse a su creador. Entregarse a Dios es, para ellos, negarse a sí mismos y si bien Jesús nos lo pide, para el sacrosanto ser humano eso es inaceptable. Nuestro ego, nuestro orgullo nos inclina a pensar que somos lo más de lo más. Nuestro ego no tiene limites y palabras como humildad, fidelidad, mansedumbre, entrega, son atributos de debilidad y de falta de personalidad para el mundo.

Para un cristiano, su racionalidad se basa en la fe en Dios, en Jesús y en el Espíritu Santo. No hay nada más sujeto a la razón de un creyente que entregarse totalmente al Espíritu Santo para que este guie su vida. Postulado inconcebible para un “homo erectus” ataviado de miles de años de e(in)volución.

Vivimos en un mundo donde todo se valora, se mide, se juzga: desde nuestras acciones hasta nuestros comportamientos, y es un atributo esencial de los creyentes, que demos más importancia al ser que al parecer, cuando el resto se nutre del espejismo de sus apariencias.

A la hora de conversar con un no creyente siempre llegamos a un impase cuando este quiere que le demostremos la existencia de Dios, de la que ya hemos comentado que no es como tal, porque la razón de lo irracional solo es potestad de Dios. Amen

12 Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. (Romanos 12:1)


Que Dios os bendiga, Alfons <><



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lunes, 2 de agosto de 2021

MALGASTAR MIS PENAS

Las penas acomodan la antesala de nuestras alegrías. (Anónimo)


Cuando uno lee esta frase le cuesta creer que sea algo más que una provocación desacertada. Todos tenemos en la memoria momentos de gran pena que nada pudo aliviar y que siguen vivos en nosotros.

Es como si nos fuera necesario mantener el duelo para no olvidar lo sucedido.

Pero no es sano complacerse en el dolor porque acaba transformando nuestro humor, nuestro amor, nuestra vida.

Siempre debe haber un antes y un después, a cada tiempo su momento, pero también a cada momento su tiempo, ni más, ni menos.

Además, hay que saber escoger nuestras penas porque, a menudo, solemos malgastar su atribución.

Por ejemplo, el que nuestro equipo favorito lo eliminen. ¿Es eso digno de dedicarle nuestra pena?

El que no consigamos ser primeros en un certamen. ¿es eso digno de dedicarle nuestra pena?

O incluso que nuestro hijo/a no supere su pase a la universidad. ¿Es eso digno de nuestra pena?

Más de uno dirá que sí en según qué circunstancias, pero, a la verdad, nada de todo esto, ya sea que nos atañe a nosotros, o a un ser querido, es digno de malgastar nuestra pena.

Todo aquello que tiene solución a nuestro alcance debe invitarnos a buscarla sin perder tiempo en lamentaciones y entonces descubriremos que solo aquello que no tiene vuelta atrás es digno de nuestras penas.

La muerte es uno de esos acontecimientos que nos abocan a la tristeza, haciendo fútiles e indecorosos, todos esos momentos de pena inútiles que la han precedido.

No deberíamos esperar a que la cruda realidad nos haga ver cuanto malgastamos nuestras penas.

Otros eventos menos dramáticos, pero igual de apesadumbrados también son dignos de nuestra pena. Por ejemplo, cuando vemos el sufrimiento de aquellos que padecen guerras, hambre, enfermedades en lugares ajenos a nuestra presencia, o incluso a nuestra cercanía.

En estos casos sí que existen soluciones a estas situaciones, pero la condición humana, el egoísmo, la vanidad, la ausencia de amor en todas sus formas hacen imposible que nuestra pena desaparezca.

La pena es un sentimiento del alma, no dejemos nunca que sea una reacción de la mente porque, de ser así, se transforma en calculadora y vanidosa.

Volviendo a la frase anónima entiendo que lo que nos quiere decir su autor es que toda pena vivida con sinceridad de corazón alberga esperanza. Y esta, no es un espejismo sino la materialización de nuestra fe en su expresión la más profunda.

Volvamos al ejemplo de la muerte, para los cristianos, la muerte solo es un trámite hacia la presencia de nuestro creador. Y si lo pensamos con la fe que nos insufla el Espíritu Santo, la muerte es la esperanza del descanso en Jesús para la eternidad. ¿Y qué es mejor, eso o la vida secular de este mundo?

Nos cuesta, a todos, asumir la coherencia de nuestra fe porque la pena de este mundo nos impide vislumbrar la alegría en la que nos espera Jesús. Nada nuevo bajo el sol.

El mundo es una fabrica incansable de pena, y sus obreros, los hombres, son orfebres en la materia. Empero, todos aquellos que luchamos, día tras día, para que se apague alguna llama de dolor, nos enfrentamos constantemente a los pirómanos del alma. De hombre a hombre es una lucha desigual porque la condición humana, por ahora en este mundo, es más poderosa que el amor. Hasta que llegue triunfante nuestro Señor Jesucristo e imponga las enseñanzas de los evangelios.

Eso sí, ese gran bloque de hielo que es el corazón de los incrédulos no es consciente de que hay multitudes de brasas ardientes de la fe que están, penetrando en lo más profundo de sus entrañas y que, paso a paso, gota a gota, están derritiendo sus incredulidades con la incandescencia del amor de Cristo. Algunos lo aceptan, otros lo rechazan. Es lo más terrible del libre albedrío del ser humano, que él mismo se condena.

Aquel que ama a su prójimo como a sí mismo no malgasta sus penas, siguiendo a Jesús, aprovecha todas las oportunidades para que su vida se llene de propósito, ofrecer alegrías a los corazones contritos.

La verdadera pena es compasiva, el resto suele ser hipocresía del alma.

Y Jesús, llamando a sus discípulos, dijo: Tengo compasión de la gente, porque ya hace tres días que están conmigo, y no tienen qué comer; y enviarlos en ayunas no quiero, no sea que desmayen en el camino. (Mateo 15:32)


22 Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca. 23 Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: !!Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres. (Mateo 16:22-23)

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martes, 29 de junio de 2021

EL SILENCIO DE DIOS

Cuando los silencios brillan por su ausencia, están iluminando nuestras carencias. (Anónimo)


El silencio de Dios no es tal, la sordera del hombre, sí.

A menudo la falta de algo es provocada por el exceso de su contrario, y cuando del silencio se trata, el ruido de fondo de nuestras vidas hace que no nos percatemos de él cuando en realidad nos está interpelando.

Dios siempre nos habla, y más si cabe a través de sus silencios.

Los creyentes estamos constantemente esperando que Dios nos hable, que nos ayude en nuestras pruebas, que conteste a nuestras oraciones. Pero cuando no tenemos respuesta, la que necesitamos no la que queremos, o no la entendemos, o no queremos escucharla. Cuando la angustia nos acecha, a menudo, interpretamos su silencio como una desatención, un abandono. Exigimos una respuesta que nos complazca. Y si no es así, consideramos que Dios no nos responde, y sentimos su silencio como un desamparo.

A un relámpago siempre le sigue unos momentos de silencio antes de que se oiga el estruendo del trueno. El tiempo que dura este silencio nos sirve para determinar la distancia a la que se produce. La utilidad del silencio, en este caso, sirve para medir.

En nuestras vidas los silencios de Dios nos invitan a reflexionar, a escudriñar nuestros corazones, nuestras mentes, a medir nuestra fe en Él.

El silencio no solo es una respuesta, sino también una invitación a buscar aquello que no sabemos encontrar mediante la paciencia, la humildad, la obediencia, la escucha.

El silencio de Dios está lleno de contenido, el de los hombres es un vacío abismal. Por ello cuando intentamos comparar el uno con el otro solo podemos errar.

El amor de Dios tiene mil caras y una de ellas se expresa no diciéndonos nada que podamos oír, para que nos concentremos en querer sentirlo a Él, a su Gracia, a su amor infinito.

Algunas palabras se revisten de silencio para clamar más y mejor su propósito.

En la música los silencios son una parte fundamental de la partitura, realzan las notas, enmarcan las melodías, puntúan los compases. De la misma manera los silencios de Dios son una parte esencial de nuestra vida. Sin ellos, ni podemos, ni sabemos, comprender algunas de sus enseñanzas. Y lo más importante, siempre son un reto a nuestra fe, para que no nos olvidemos de que Dios no tiene que demostrarnos nada, mas nosotros sí, debemos ser lo suficientemente humildes para querer acercarnos a Él, incluso más allá de nuestro raciocinio.

Un ritmo musical sin silencios es como una vida sin Dios, es todo menos un ritmo, una vida.

Ante el silencio de Dios busca sus susurros y sentirás la brisa de su palabra.

La diferencia entre la suerte y la providencia de Dios está a menudo en los silencios de Dios que nos invitan a pensar que no hay nada que Él deje al azar tan solo nos deja nuestro libre albedrío para que decidamos nuestro camino: si hacia Él, si fuera de Él.

Cuando sientas un silencio de Dios busca su “para qué”, nunca busques su “por qué”, eso es potestad divina. El “para qué” siempre nos invita considerar las cosas buscando e interpretando su propósito porque todo lo que Dios hace, incluso sus silencios, son para fin de bien de sus hijos. Amen

Dios es el verbo, intentemos ser el oído.

¿Hasta cuándo, Jehová? ¿Me olvidarás para siempre?

1 ¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí?
2 ¿Hasta cuándo pondré consejos en mi alma,
Con tristezas en mi corazón cada día?
¿Hasta cuándo será enaltecido mi enemigo sobre mí?
3 Mira, respóndeme, oh Jehová Dios mío;
Alumbra mis ojos, para que no duerma de muerte;
4 Para que no diga mi enemigo: Lo vencí.
Mis enemigos se alegrarían, si yo resbalara.
5 Mas yo en tu misericordia he confiado;
Mi corazón se alegrará en tu salvación.
6 Cantaré a Jehová,

Porque me ha hecho bien. (Salmo 13)

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viernes, 18 de junio de 2021

AYUDAR

Ayudar a los demás tan solo es ayudarse a sí mismo. (Anónimo)


Una mano tendida, ayuda, una mirada negada, desampara. Es tan sencillo como implacable, por mucho que queramos huir de ello, y si bien, a veces tendemos la mano, lo más frecuente es que esquivemos las miradas necesitadas.

El hombre tiene tanta necesidad de ayudar como de ser ayudado, aunque no sea consciente de ello.

Es asombroso ver la capacidad que tiene la sociedad para generar focos de ayuda para los necesitados, la ONGs, las asociaciones cristianas y de otras religiones, etc…Pero nadie se plantea que no serían necesarias si amaramos y ayudáramos, al cotidiano, a nuestros semejantes.

Es como si el tener toda esta estructura de “beneficencia” nos vacunara de nuestro propio egoísmo, nos liberara de nuestra responsabilidad cívica, de nuestro compromiso cristiano.

El cinismo de nuestra sociedad se ve en que, es capaz de generarnos nuestras propias excusas para evitar que seamos conscientes de nuestra falta de amor hacia los demás. Y si le añadimos a ello nuestra condición humana, tenemos el coctel perfecto del pecado.

Sentir la necesidad de ayudar siempre parte del amor que tenemos en nosotros. Es la mejor forma de agradecer las bendiciones que recibimos. Eso sí, siendo conscientes de que nuestra ayuda es un regalo de Dios del cual solo somos meros ejecutores.

Ayudar envanece al necio y hace más humilde al sabio. La ayuda no nos pertenece, es autoría divina para nuestras vidas y la de los demás.

Uno se siente bien cuando ha ayudado a su prójimo y se siente mejor cuando se lo agradece al Señor. Porque el poder ayudar es una bendición tanto para el auxiliado como para el ayudador.

Jesús nos pide amar a los demás como a nosotros mismos, podríamos también decir: ayudar a los demás como a nosotros mismos. El problema es que, cuando de ayuda se trata, tenemos la tendencia a priorizar nuestra necesidad a la de los demás porque eso es lo que nuestra sociedad nos inculca.

Cuando uno tiene una vida equilibrada, y bendecida por el Señor, se siente con la necesidad, por no decir obligación, de devolver un poquito de todas las bondades de las que disfruta, y eso mediante la ayuda a los demás. No siempre pensamos en ello, es más tenemos tendencia a olvidarnos de los demás cuando estamos saciados de nosotros mismos.

Las ayudas tienen múltiples facetas, las más terrenales son financieras, las más espirituales son divinas, pero entre estos dos extremos hay un sinfín de posibilidades, de oportunidades que cruzan nuestro camino.

La mirada puede ser una mano tendida al corazón de aquel que está desamparado. Cuando sobran las palabras, los gestos son una forma preciosa de apoyar y ayudar a nuestros semejantes. Una abrazada, una presencia silenciosa, el amor de una sonrisa compasiva, todos estos gestos son expresiones silenciosas que claman su amor.

Ayudar a los demás no nos da ningún privilegio. Tampoco nos ensalza como personas, porque tan solo obedecemos a Dios nuestro padre, aplicando las enseñanzas y el ejemplo de Jesús.

Los que hacen de este comportamiento una oportunidad de vanagloriarse, no son nada más que fariseos del siglo XXI. Y hay muchos más de lo que uno podría pensar.

La obra del Señor es discreta, no fomenta ruidos intempestivos, no magnifica a sus jornaleros porque solo somos eso, obreros de, y para la Gloria de Dios.

Las grandes gestas no son las que más ayudan, pues suelen envanecer a sus autores. Las pequeñas proezas, esas mismo que no otorgan ninguna notoriedad, mas sí, mansedumbre y obediencia a nuestro Padre, esas sí que son piedra de ayuda para los necesitados y para nosotros mismos.

No nos olvidemos nunca del autor de todo aquello que hacemos en su nombre: Dios. Porque si bien actuamos, solo por su Gracia es.

1 Después de esto, Jesús dijo a la gente y a sus discípulos: 2 «Los maestros de la ley y los fariseos enseñan con la autoridad que viene de Moisés. 3 Por lo tanto, obedézcanlos ustedes y hagan todo lo que les digan; pero no sigan su ejemplo, porque ellos dicen una cosa y hacen otra. 4 Atan cargas tan pesadas que es imposible soportarlas, y las echan sobre los hombros de los demás, mientras que ellos mismos no quieren tocarlas ni siquiera con un dedo. 5 Todo lo hacen para que la gente los vea. Les gusta llevar en la frente y en los brazos porciones de las Escrituras escritas en anchas tiras, y ponerse ropas con grandes borlas. 6Quieren tener los mejores lugares en las comidas y los asientos de honor en las sinagogas, 7 y desean que la gente los salude con todo respeto en la calle y que los llame maestros. (Mateo 23: 1-7)


Que Dios os bendiga, Alfons <><

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sábado, 5 de junio de 2021

LA DECISIÓN

No dejes que una decisión temporal se transforme en error permanente. (Anónimo)


La capacidad de decisión es el motor de nuestra experiencia, siempre y cuando seamos conscientes de que, no decidir, también es una decisión.

Nuestras vidas son la suma de nuestros aciertos, de nuestros errores, pero también de nuestra capacidad se sobrepasar la vanidad del éxito, y de aprender de nuestros errores. De hecho, nuestros traspiés son la base de las victorias del futuro de aquellos que aprenden a superarlos y nunca se rinden.

La vida es una maquina de generar oportunidades, ya sea de éxito o de fracasos. Y más que nuestros triunfos, los fiascos, que tapizan la senda de nuestra vida, una vez superados, son los cimientos de una existencia plena.

Un creyente no está exento de las pruebas, es más, hasta puede ser que tenga más que aquel rico que, envanecido en su dinero y su vida de lujo, vive fluidamente su existencia, sin preocuparse de los demás.

A primera vista podría parecer injusto, pero la justicia no es nuestra y como bien sabemos Dios alecciona a quien ama, para bien.

Cada día tomamos infinidad de decisiones, a veces hasta sin percatarnos de ellas y del impacto que pueden conllevar. Solemos ser atrevidos, y si bien, con la edad, esta fogosidad va matizándose hasta desaparecer en la mayoría de nosotros, no deja de ser una parte esencial de nuestro carácter.

Hay los prudentes, para quien la decisión es un acto lo suficientemente importante para que se merezca un tiempo de reflexión. Los atrevidos que actúan y luego piensan, y todos los demás que navegan entre el primero y el segundo, según la situación, su humor, su amor.

Para el cristiano, el contexto se plantea de forma diferente, o así tendría que ser. Porque nosotros, los hijos de Dios, sabemos que nada nos pertenece, ni nuestras propias decisiones. Esto que digo, para el mundo es tabú, no se toca a nuestra libertad. En él los hombres nos hacemos porque, como dijo Descartes, pensamos luego somos. El orgullo de nuestra vanidad ilustrada se resume en esta declaración de intenciones.

Pero los creyentes no abrazamos este credo. Cuando pensamos, buscamos el Espíritu Santo para que nos guíe. Cuando actuamos ponemos en oración (o así debería ser) nuestras decisiones, nuestras actuaciones en manos del Señor porque solo Él puede guiarnos.

El mundo atribuye a la suerte lo que los cristianos otorgamos a la providencia de Dios. Para nosotros la suerte no existe. Es una ofensa a Dios pensar que algo se le pueda escapar.

Debería ser para nosotros una disciplina de vida el pensar en poner en mano de Dios nuestras decisiones. Él siempre responde, aunque nosotros no siempre sepamos, o queramos, ver respuesta. Lo digo yo, que todavía vivo demasiados momentos de exacerbación en los que me olvido de Jesús. Pero también tengo que decir que cuando lo hago bien, y pongo las cosas en mano de nuestro Señor, Él siempre me responde, a veces no lo que yo querría, pero siempre lo que más me conviene. Es un proceso lento y difícil pero tan necesario en mi vida, como el aire que respiro.

Aprender a decidir a través de Dios es aprender a ser cristiano. Es aceptar la humildad que nuestro ego nos impide ver. Es buscar constantemente a Jesús, a Dios en todo lo que hacemos, o dejamos de hacer. En todo lo que nos sucede o deja de suceder. Cada vez mejoro un poquito y me acerco más Dios a través de Jesús. Aprendo a desaprender lo mundano que hay en mí, a olvidarme de mi yo para centrarme en mi creador. Es la transformación esencial de mi vida, estar en Él, descansar en Él, y todo seguirá el curso que debe y no el que pretendo. Amen

La suerte se echa en el regazo; Mas de Jehová es la decisión de ella. (Proverbios 16:33)


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domingo, 30 de mayo de 2021

ATREVERSE

El atrevimiento es el lujo prohibido de la duda. (Anónimo)

He conocido, en mi vida, más personas que no se han atrevido a acercarse al Señor que personas que reniegan de Él. ¿Por qué será que nuestro ego y nuestra vanidad siguen siendo barrera infranqueable par abrir los ojos, el espíritu y el alma?

Siempre hay en una conversación, cuando hablamos de nuestra fe, un momento en el que el que comparte con nosotros nuestro testimonio se pregunta ¿y por qué no yo? La respuesta se la dan a sí mismo casi instantáneamente: porque no me lo creo.

Y yo me pregunto, ¿si aceptan hablar del tema, será porque no creen o porque no se atreven a querer creer?

¿Qué es lo que hace que nuestra condición supere nuestra mente en situaciones como estas?

Es muy interesante observar como cada cual, frente a este reto, se escabulle con alevosía de la opción que se le ofrece. Dios es testigo tanto de nuestras decisiones como de nuestras no decisiones, de nuestras certezas como de nuestras dudas.

Pero realmente se puede hablar de dudas por parte de nuestros interlocutores o más bien de falta de atrevimiento, de no querer comprometer su supuesta libertad o su intelecto.

Todos tenemos momentos de dudas, pero estas no pueden adueñarse de nuestra vida, sobre todo cuando se trata de acercarse a Dios.

La fe es la respuesta a la duda, y los incrédulos me responderán que no quieren darle un cheque en blanco a aquello que no entienden o no aceptan. Y ¿Qué hacen cada día cuando niegan a Dios, no dan un cheque en blanco a su incredulidad? ¿Es más fuerte la negación que la aserción? ¿Por qué?

Tal vez porque nos evita comprometernos, si más no, a atrevernos a querer rendirse a Él. Pero claro eso exige una humildad que solo la fe te permite, los hombres ellos prefieren buscar sus propias divinidades que de buscar a Jesús.

No se necesita prueba de la realidad de su esencia, “yo soy” nos dice el Verbo hecho hombre para salvación de su pueblo. Sus hijos, por obra del Espíritu Santo que mora en nosotros, abrazamos este credo, no sin nuestras pruebas y nuestros titubeos, por ser creyentes no dejamos de ser humanos en este mundo, rehenes de nuestra condición. Pero dándole la mano a Jesús, nuestras ataduras van resquebrajándose a cada paso que damos hacia Él, y eso nos conforta.

Frente a las cadenas de la duda solo el atrevimiento nos puede liberar. A nosotros, a todos aquellos que se atrevan a acercarse a Jesús sin prejuicios, ni temores. El Espíritu fue derramado por Jesús sobre la faz de la tierra, los no creyentes también lo tienen, aunque este ignorado en lo más recóndito de sus mentes. No hay persona, por mucho que lo niegue, que no ha pensado en un momento u otro en Dios y en la creación, otra cosa es que haya perseverado en su curiosidad.

El existencialismo intentó dar una respuesta humana a una pregunta divina. Es un perfecto ejemplo de nuestra imperfección. La existencia frente a la esencia. Nada de lo que existe, tampoco nosotros, tenemos la capacidad de entender la esencia de la vida, porque esta, no apela a razones humanas sino divinas. Nada nuevo bajo el sol.

El creyente no necesita ser valiente, tan solo ser un humilde, y manso, siervo de nuestro Señor. Nada más sencillo y complicado a la vez para el ser humano.

Les dijo Jesús: Venid, comed. Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: Tú, ¿quién eres? sabiendo que era el Señor. (Juan 21:12)
Y la mayoría de los hermanos, cobrando ánimo en el Señor con mis prisiones, se atreven mucho más a hablar la palabra sin temor. (Filipenses 1:14)


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domingo, 9 de mayo de 2021

PUREZA

Es más fácil morir por la pureza que con pureza. (Tertuliano, 150-220 DC)


El que dice haber visto la pureza en este mundo es ciego, y si no de vista, sí de espíritu con toda seguridad.

Querer imaginarse la pureza, es querer imaginarse a Dios y Dios nos se imagina, se vive.

Solemos decir, con desacierto, que los niños recién nacidos son el símbolo de la pureza. Nada más lejos de la verdad, por mucho que nos pese, todos nacemos con el pecado y solo es cuestión de tiempo, a veces poco, para que este se revele.

La pureza es un territorio que, si bien nos es prohibido entrar en él, sí nos es lícito anhelarlo, pensando que, un día, lo disfrutaremos con Dios.

Lo puro no admite mancillo, por ello nada en este mundo lo ha sido, lo es y lo será, aparte de Jesucristo.

El símbolo de la pureza es el blanco, libre de toda corrupción, pero por mucho que nos revistamos de blanco, nuestro corazón cobija el tiznón de nuestra condición.

Vivir en este mundo es experimentar la cotidianidad de sus depravaciones. No tenemos un momento de resquicio de paz que no sea a través de Jesús. Solo Él nos puede aliviar y proteger de la agresión constante a la que nos enfrentamos.

Esto puede parecer exagerado, pero si nos creemos inmunes, nos exponemos, con toda seguridad, a caer en las garras de la tentación, del pecado, en resumen, de nuestra condición humana empujados por nuestra vanidad, nuestro orgullo, nuestro ego.

Que lejos está todo esto de la pureza, que es la promesa que impera en el cielo, rodeando Dios, ensalzándolo y rindiéndole la pleitesía natural que toda la creación le debe a su creador.

Para mí, la pureza es sinónimo de paz de un silencio que nos susurra al oído cánticos de amor ágape. No puedo imaginarme a un solo humano de este mundo en ese jardín de delicias y de amor, porque la suciedad que envuelta nuestros corazones lo deshonraría y Dios no lo permitiría.

Cuando leo la vida de Jesús leo pureza, cuando leo la palabra de Dios me enriquezco de pureza divina. Limpia, día tras día, las corruptelas de mi espíritu, infatigablemente me restaura, a cada lectura un poco más.

El camino de santidad tiene como promesa acercarnos, a cada paso, a Dios mediante Jesús. La luz al fondo del túnel de nuestra vida es pura, inmaculada, es el Señor esperándonos con los brazos abiertos, con su Gracia, con su amor infinito porque Él nos conoció antes de la fundación del mundo.

Nosotros no escogemos a Dios, Él nos eligió y eso ha sido, es y será en nuestras vidas por los siglos de los siglos.

Envueltos de su pureza ya nada temeremos, su vara y su cayado nos infundirán aliento para que lleguemos a nuestro destino final: el principio de la vida eterna a su lado.

3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo,4 según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él (Efesios 1:3-4)
1Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. 2 Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. 3 Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro. (1 Juan 3: 1-3)


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lunes, 3 de mayo de 2021

EL AMOR

El amor es un sentimiento engañoso, se mata más por amor que por envidia. (Anónimo)


Me gustaría expresar un descubrimiento que hice recientemente, a raíz de una predicación, y que ha transformado mi visión de la vida, y de lo que es, o debe ser a mi entender, el amor para un creyente.

Cuando leemos la palabra del Señor, el amor es una constante. Se engaña y mata por él (David), se sacrifican por él (Pablo) y muchos lo vemos como el sentimiento que transforma la ley en un cometido renovado. Es imposible obedecer a la ley en su conjunto, pero es posible amar, a Dios, Padre, Hijo, Espíritu Santo, y a los demás como a nosotros mismos.

Aunque esto último sea un reto que desafía constantemente nuestra capacidad de gestionar nuestros sentimientos. No nos olvidemos que amamos y odiamos por las mismas razones, los mismos impulsos, sean estos instintivos y/o impulsivos, constructivos o destructivos.

Pero hay un detalle que cambia todo esto, porque si amar solo dependiera de nuestras emociones, estaríamos condenados al fracaso, y ese detalle es que Jesús no lo trata como un sentimiento, no. Él no nos dice que nos amemos los unos a los otros, NO. Él nos manda que nos amemos los unos a los otros (Juan 13:34), y eso lo cambia todo porque ya no se trata de lo que sentimos sino de la obediencia, o no, que queremos manifestar frente al mandamiento de Jesús.

Y es todavía más explícito en Mateo 22, del 36-40, donde nos manda que amemos a Dios con todo nuestro, corazón, nuestra alma y nuestra mente. Esto implica obediencia y entrega total de nuestro ser, físico, espiritual y mental.

Todos sabemos que la mente no controla los sentimientos, ya le gustaría. De ahí la sinrazón de muchos de nuestros actos pasionales, emocionales, que nos abocan al pecado, llámese, envida, celos, prepotencia, egoísmos, orgullo, vanidad y tantos más.

Entonces, si amar es un mandamiento, esto hace que las emociones, nuestras emociones, deban apartarse del camino de santidad que debemos emprender, para sustituirlas por la obediencia. Y esto, por muy chocante que parezca a nuestro ego, es liberador porque nos exime de dejarnos llevar por impulsos incontrolados trasladándonos al terreno de la sumisión, del acatamiento a lo que nos manda Jesús. Eso es mucho mejor para los que tienen a Jesús por Señor y Salvador y condenatorio para aquellos que, en lugar de obedecer, dejan rienda suelta a sus emociones pensando que amar es una opción, cuando no lo es.

Cuando entendí esto, me di cuenta de las consecuencias que tenía en mi vida, y en algunas de mis emociones, como el rencor tras una gran decepción. Ya no tenía que sentir lo que me había sucedido, solo tenía que obedecer a Jesús con amor.

¿Quiere decir esto que el amor deja de ser un sentimiento? De ninguna manera, es lo más bonito y lo más precioso que uno puede obsequiar y vivir. Pero no solo porque lo sentimos sino, y, sobre todo, porque obedecemos al principal mandamiento de nuestro Señor Jesús.

Esto hace que amar sea más fácil y provechoso, tanto para nosotros como para los demás, porque cuando pienso en mis decepciones y mis rencores, estos se desvanecen para dejar lugar al amor que le debo a mi prójimo, a mi amigo, a mi hermano. Además, cuantas veces lo habré, yo, despechado. Las rencillas desaparecen frente a nuestra obediencia a Jesús. Nada mejor en este mundo que entender que los mandamientos de Jesús son paz y amor en nuestras vidas.

El amor deja de ser solo una emoción cuando Dios entra en nuestras vidas. La obediencia a Jesús es la que hace que la misericordia, la compasión, la piedad dejen de manifestarse, como acto de soberbia de nuestro ego, para transformarse en sumisión a nuestro Señor y Creador, y eso precioso.

El amor, cuando solo se considera como un sentimiento, es cuna del pecado vivo en nuestra condición. Si entendemos esto, comprenderemos por qué Jesús lo transformó en el gran mandamiento.

Dios nos ha regalado su amor, siendo su Gracia su máxima expresión. De nosotros depende que este precioso obsequio fructifique en nuestras vidas y nos libere de las riendas del mal.

34 Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. (Juan:13:34)
36 Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? 37 Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. 38 Este es el primero y grande mandamiento. 39 Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 40 De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas. (Mateo 22:36-40)


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domingo, 18 de abril de 2021

EL ÉXITO

El éxito hace que las críticas sean indigestas. (Anónimo)


El éxito es una enfermedad moderna, se cura con humildad, un medicamento que escasea en este mundo.

Todos aspiramos a tener éxito en nuestras acciones, ¿quién desea fracasar?

Uno puede pensar que, si tenemos éxito, nuestra vida mejorará y seremos más felices. Es una trampa fundamentada en nuestro ego, nuestra condición humana.

La pregunta es ¿qué precio estamos dispuestos a pagar para conseguirlo?

Si observamos en el mundo laboral los hombres de éxito suelen ser, o más bien acaban siendo, lobos solitarios. Abandonados a lo largo del camino por sus seres más queridos, hartos de ser descuidados a provecho de la carrera profesional del implicado. Eso sí, tienen cohorte, y sus seguidores les rinden pleitesía, hasta que dejan de tener éxito, porque entonces todo este espejismo desaparece y deserta al sujeto frente a lo que es, un ser abandonado de todo y de todos, por libre elección. Por ello hay tantos adictos al éxito que no quieren parar nunca su ascensión.

La mejor forma de no fracasar es eludiendo el éxito, porque solo se caen aquellos que quieren subir, y subir y subir. Los demás, cuando se caen, se levantan y aprenden de sus tropiezos.

Uno no prospera a golpes de éxito, mas sí venciendo sus infortunios y sus errores.

De la misma forma que no se puede hacer una tortilla sin no se rompe un huevo, no se puede tener éxito sin hacer fracasar a los demás.

La diferencia entre el sabio y el necio es que, el sabio huye constantemente del éxito, mientras el necio lo busca desesperadamente.

Dios no enseña, en su Santa palabra, que las riquezas de este mundo solo son tropiezo para el alma. Nos invita a enfrentarnos a nuestras tribulaciones como incentivo para encaminar la senda de santificación. Las bendiciones llegan a aquellos que se hacen merecedoras de ellas, los demás las transforman en maldiciones.

Dios atribula a aquellos que ama, es la mejor forma de mantenernos alejados de nuestra vanidad y de nuestro orgullo. Puede parecer duro, pero en realidad es la escuela de la humildad y de la obediencia, que nos hará acercarnos a Él y gozar de su Gracia y de su amor infinito.

El exitoso no busca a Dios, se complace en si mismo, mientras el humilde solo vive para su Padre celestial haciendo que el éxito no sea nunca un atavío suyo.

Toda mi vida he buscado ser exitoso hasta que Dios me enseñó que el único triunfo que cuenta a sus ojos es aquel que se viste de humildad, amor, compasión, obediencia. Y eso solo le es posible a aquel que deja que su ego desaparezca en beneficio del amor de Dios apoderándose de nuestros corazones.

Debemos enseñar a nuestros hijos, y nietos, que el único éxito que cuenta para Dios es el triunfo del amor en nuestras vidas, hacia Él, y hacia los demás como a nosotros mismos. Es el único que realmente vale la pena.

Cuando veo a los jóvenes de hoy, y el culto al éxito que impera en este mundo, me entristece y me preocupa, porque he vivido esta ascensión hacia el infierno de nuestro espíritu, tan tentador como destructor, y sé que solo aquel que se entrega a Jesús saldrá vencedor de esta prueba, que es la prueba de nuestra vida. De vida, sí, pero de vida eterna. Amen.

23 Entonces Jesús dijo a sus discípulos: De cierto os digo, que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. 24 Otra vez os digo, que es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios. (Mateo 19: 22-24)
7 Y cantaban las mujeres que danzaban, y decían: Saúl hirió a sus miles, Y David a sus diez miles. 8 Y se enojó Saúl en gran manera, y le desagradó este dicho, y dijo: A David dieron diez miles, y a mí miles; no le falta más que el reino.9 Y desde aquel día Saúl no miró con buenos ojos a David. (1 Samuel 18:7-9)


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domingo, 11 de abril de 2021

EL MUNDO

El mundo es el conjunto de todo lo que existe, más, por suerte, no de toda su esencia. (Anónimo)


Vivimos en un estado de des-gracia permanente. Estamos bajo el ataque constante de la tentación que nos ofrece, que nos impone, este mundo secular.

Es tanto así, que la vida espiritual, que debería ser el puntal de nuestra razón de ser, tan solo es una anécdota, o incluso una singularidad para el común de los mortales

De hecho, hemos conseguido capar hasta lo más importante de nuestro comportamiento intrínseco: el compromiso.

Si preguntamos a alguien si es creyente nos enfrentamos a varias respuestas, desde el sí hasta el no, pero la más peculiar, y yo diría la más mundana, es decir:” soy creyente pero no practicante”. O sea, me apunto, por si acaso, pero sin compromiso ni deberes. Es la quintaescencia de la mundanidad. Una forma práctica de ser “espiritualmente correcto”, eso sí, sin lazos que alteren mi bienestar.

Nosotros, los cristianos, no somos de este mundo, pero estamos llamados a estar en este mundo, para ser sal y luz en sus tinieblas. El contrapunto que hace que nadie pueda obviar la evidencia, que tenemos que elegir a quien entregamos nuestra vida, tanto esta, como lo que nos depara más allá de ella. Si al mundo y sus deleites, o a Dios y su Gracia. Y no es baladí, como muchos puedan pensar, porque en definitiva nuestro libre albedrío nos impone escoger, y no vale negarnos a ello porque, en sí, no comprometernos, es una forma de compromiso.

Nuestra condición humana nos arrastra constantemente hacia la mundanidad y solo, con el respaldo de Jesús y la presencia del Espíritu Santo, en nuestra mente y alma, podemos ir corrigiendo nuestras desviaciones.

Se dice que la fuerza de la gravedad es la fuerza que la tierra ejerce sobre todos los cuerpos, inertes y vivos. El mundo tiene su fuerza de gravedad en el pecado. Porque cuando eres del mundo estas arrastrado hacia sus profundidades, mediante los deseos de nuestra condición humana, núcleo del tropiezo.

El apetito de la carne solo tiene los límites de nuestra concupiscencia. Nada nuevo bajo el sol, pero los hijos de Dios tenemos un antídoto perene, que nos redime constantemente de nuestros tropiezos. Entregarnos a Jesús y a su sacrificio en la cruz para redención de nuestros pecados. Sin Él, existimos en el mundo, hasta que nos llegue el final. Con Él, somos esencia que se regenera perpetuamente lavados por su sangre. Y la esencia no precisa de existir, es permanente e invariable, lo más característico de ser redimido.

No somos, yo el primero, lo suficientemente agradecidos a Jesús por haber hecho posible el milagro del perdón de nuestros pecados. Ni a Dios por su Gracia sin la cual nuestra existencia estaría condenada a compartir el fracaso de este mundo. Deberíamos agradecerles cada día de nuestra vida el milagro que han operado en nuestro ser, por amor.

En la tierra, reina el mundo hasta que venga Jesús y lo juzgue. ¿Qué mejor abogado que el propio Jesús en nuestras vidas, pues? Amen

3 Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne (2 Corintios 10:3)

15 No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. 16 Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. 17 Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. (1 JUAN 2:15-17)

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