LA CREACIÓN

LA CREACIÓN
DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

domingo, 11 de abril de 2021

EL MUNDO

El mundo es el conjunto de todo lo que existe, más, por suerte, no de toda su esencia. (Anónimo)


Vivimos en un estado de des-gracia permanente. Estamos bajo el ataque constante de la tentación que nos ofrece, que nos impone, este mundo secular.

Es tanto así, que la vida espiritual, que debería ser el puntal de nuestra razón de ser, tan solo es una anécdota, o incluso una singularidad para el común de los mortales

De hecho, hemos conseguido capar hasta lo más importante de nuestro comportamiento intrínseco: el compromiso.

Si preguntamos a alguien si es creyente nos enfrentamos a varias respuestas, desde el sí hasta el no, pero la más peculiar, y yo diría la más mundana, es decir:” soy creyente pero no practicante”. O sea, me apunto, por si acaso, pero sin compromiso ni deberes. Es la quintaescencia de la mundanidad. Una forma práctica de ser “espiritualmente correcto”, eso sí, sin lazos que alteren mi bienestar.

Nosotros, los cristianos, no somos de este mundo, pero estamos llamados a estar en este mundo, para ser sal y luz en sus tinieblas. El contrapunto que hace que nadie pueda obviar la evidencia, que tenemos que elegir a quien entregamos nuestra vida, tanto esta, como lo que nos depara más allá de ella. Si al mundo y sus deleites, o a Dios y su Gracia. Y no es baladí, como muchos puedan pensar, porque en definitiva nuestro libre albedrío nos impone escoger, y no vale negarnos a ello porque, en sí, no comprometernos, es una forma de compromiso.

Nuestra condición humana nos arrastra constantemente hacia la mundanidad y solo, con el respaldo de Jesús y la presencia del Espíritu Santo, en nuestra mente y alma, podemos ir corrigiendo nuestras desviaciones.

Se dice que la fuerza de la gravedad es la fuerza que la tierra ejerce sobre todos los cuerpos, inertes y vivos. El mundo tiene su fuerza de gravedad en el pecado. Porque cuando eres del mundo estas arrastrado hacia sus profundidades, mediante los deseos de nuestra condición humana, núcleo del tropiezo.

El apetito de la carne solo tiene los límites de nuestra concupiscencia. Nada nuevo bajo el sol, pero los hijos de Dios tenemos un antídoto perene, que nos redime constantemente de nuestros tropiezos. Entregarnos a Jesús y a su sacrificio en la cruz para redención de nuestros pecados. Sin Él, existimos en el mundo, hasta que nos llegue el final. Con Él, somos esencia que se regenera perpetuamente lavados por su sangre. Y la esencia no precisa de existir, es permanente e invariable, lo más característico de ser redimido.

No somos, yo el primero, lo suficientemente agradecidos a Jesús por haber hecho posible el milagro del perdón de nuestros pecados. Ni a Dios por su Gracia sin la cual nuestra existencia estaría condenada a compartir el fracaso de este mundo. Deberíamos agradecerles cada día de nuestra vida el milagro que han operado en nuestro ser, por amor.

En la tierra, reina el mundo hasta que venga Jesús y lo juzgue. ¿Qué mejor abogado que el propio Jesús en nuestras vidas, pues? Amen

3 Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne (2 Corintios 10:3)

15 No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. 16 Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. 17 Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. (1 JUAN 2:15-17)

Que Dios os bendiga, Alfons <><

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