Estamos tan acostumbrados a exigir nuestros derechos que nos olvidamos frecuentemente que no hay derechos sin deberes y que el primero de ellos es el de agradecer aquello que los demás hacen por ti.
Estamos tan acostumbrados a mirarnos el ombligo que nuestra vista ya no alcanza a ver que el universo se expande tras nuestro.
Estamos tan acostumbrados a que nos sirvan que nos olvidamos de servir a los demás.
Estamos tan acostumbrados a quejarnos que nos olvidamos alegrarnos de aquello que es bueno.
Estamos tan acostumbrados a ser orgullosos que la humildad nos parece una debilidad.
Estamos tan acostumbrados a querer ser maestro que nos olvidamos ser alumno.
Estamos tan acostumbrados a hablar que nos olvidamos escuchar.
Estamos tan acostumbrados a nuestras malas costumbres que nos olvidamos que existen.
Párate un día, solo un día, a pensar cualas son tus malas costumbres, anótalas y ora para que el Señor te ayude a borrarlas una por una. Seguro que conforme las vayas tachando otras aparecerán, no te preocupes por ello somos humanos. Lo importante no es que aparezcan nuevas sino que te preocupes y actúes para reconducirlas a bien.
Porque la verdad es que estamos tan malacostumbrados a………..
“32 Si como hombre batallé en Efeso contra fieras, ¿qué me aprovecha? Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos, porque mañana moriremos. 33 No erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres” 1 Corintios 15:32-3
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