Un día, una reflexión, un versículo: Declaración de intenciones

El camino de la verdad no está en decir las cosas que queremos hacer sino en hacer las cosas que queremos decir, con humildad y discreción.

¿Cuando decimos que debemos ser buenos cristianos, no será que nos gusta mostrar que lo somos más que otros? No es suficiente con intentar ser un buen cristiano ¿porqué alardear de ello?
¿Cuando decimos que no nos gusta el pecado, no será que nos gusta mostrar que nosotros pecamos menos que otros? No es suficiente con intentar no caer en pecado ¿porqué alardear de ello?
¿Cuándo clamamos que debemos predicar y convertir a aquellos que no conocen al Señor ¿no será que nos gusta mostrar lo que sabemos más que lo que ellos saben? No es suficiente predicar con el ejemplo ¿porqué alardear de ello?

Seguro que estas preguntas nos chocan a todos pero si lo pensamos con detenimiento ¿no hemos caído y caeremos, todos, en algún momento en estas tentaciones?

Mi vanidad me ha seducido más de una vez en el decurso de mi vida y he tropezado reiteradamente en su misma piedra. No se trata de martirizarse, sencillamente de reconocer nuestros límites y nuestra condición humana para humildemente pedir a nuestro Señor que nos ayude a progresar en santidad. Solo Él lo puede hacer.
“37 Le dijo Pedro: Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora? Mi vida pondré por ti. 38 Jesús le respondió: ¿Tu vida pondrás por mí? De cierto, de cierto te digo: No cantará el gallo, sin que me hayas negado tres veces” Juan 13:37-38

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