Las expectativas son el antesala de la decepción tanto cuando las creamos
erróneamente como cuando depositamos todas nuestras esperanzas en ellas.
¿Por qué?
Porque no podemos ser juez y parte a la vez.
Porque cuando nos fabricamos obligaciones que después nos condenamos a
cumplir o cuando nos aferramos a perspectivas incondicionales sobre los
demás o nosotros mismos, vivimos en el reino de las angustias como pajes del
sufrimiento.
Las expectativas sanas son aquellas que nacen con amor de la confianza,
entrega y humildad, el resto son fabricantes de desilusiones.
Las falsas expectativas se basan en postulados erróneos para acabar en
juicios injustos. No solo las que nos hacemos sobre los demás pero, y sobre
todo, las que creemos que los demás se hacen sobre nosotros.
¿Por qué crearse obligaciones innecesarias cuando somos incapaces de cumplir
las más básicas?
¿Por qué sentirse en el ojo del huracán cuando podríamos estar
en aguas tranquilas?
La mente es una amiga muy traicionera cuando manda en lugar de obedecer a
nuestra conciencia. Hace que seamos más fieles a nuestras angustias que a
nuestras esperanzas y sin confianza no puede haber restauración. Sin
confianza en Dios, pero también en sí mismo y en los demás.
Nadie puede sentir lo que sentimos salvo Dios pero Él nos dio un corazón
para que tengamos compasión, ternura, cariño, abnegación, todo aquello que
conforma el amor y por muy torpe que nos pueda parecer negarlo a los demás
es negarse a sí mismo. De nada sirve saberlo si rechazamos vivirlo. El
sentimiento de impotencia no nace de nuestra incapacidad en conseguir
nuestros retos mas sí de rendirse en lugar de perseverar ante ellos.
Solo el que no escucha piensa que todos los demás no lo pueden entender,
solo el que no se ama piensa que todos los demás no lo pueden amar. Pero
hasta el desierto más profundo alberga un oasis y por mucho que nos
empeñemos en llamarlo espejismo, de él brota el agua de la vida que se llama
amor, legado y mandamiento eterno de Jesús.
Decir obviedades no las hace más triviales, porque hay momentos en los que
son verdades a recordar a aquellos que creen todo saberlo.
Cuando rehusamos la mano tendida estamos pagando a los demás con la misma
moneda de la que aducimos carecer. Negar las expectativas no las evita,
amaestrarlas nos ayuda a vivir mejor con nosotros mismos y con los demás.
"14 Pero yo siempre tendré esperanza, y más y más te alabaré. 15 Todo el día
proclamará mi boca tu justicia y tu salvación, aunque es algo que no alcanzo
a descifrar." Salmo 71:14-15
Que Dios os bendiga, Alfons <><
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