La música que más nos gusta es la de nuestras propias palabras y por mucho
que se repitan nos deleitamos en ellas, en notas de autocondescencia.
Somos todo lo buenos con nosotros mismos que no lo somos con los demás, como
si de tanto darnos ya no nos quede nada para ofrecer.
El onanismo intelectual solo produce placer propio, y el placer no tiene
fruición si no se comparte.
La autocondescendencia es la tolerancia de los ególatras.
La perseverancia del sabio hace que se niegue a sí mismo para amar a los
demás, la autocondescencia del necio niega a los demás para amarse a sí
mismo.
El conocimiento es una arma de doble filo, enriquece al humilde que lo
dístila con discernimiento y envanece al orgulloso que hace alarde temerario
de su sapiencia.
"Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes. No
seáis sabios en vuestra propia opinión." Romanos 12:16
Que Dios os bendiga, Joves, Alfons <><
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