LA CREACIÓN

LA CREACIÓN
DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

sábado, 11 de julio de 2020

LA VERDAD

Intentando caminar por la senda de la Verdad he tropezado sobre mis verdades. (Anónimo)

Einstein, pensado en elementos científicos no dijo todo es relativo, contrariamente a lo que se rumorea. Aunque pensando en la realidad que nos rodea, y en un arrebato de lucidez, lo podría haber dicho.

Estamos en un mundo rodeado de mentiras, pero como esta palabra nos es vergonzosa expresar las llamamos posverdades. Neologismo obligado por nuestra hipocresía sociópata.

Si nos fijamos en la definición de la Real Academia Española, la verdad se define de la forma siguiente: conformidad de las cosas con el concepto que de ellas forma la mente. Conformidad de lo que se dice con lo que se siente o se piensa.

Dicho simplemente: conformidad con la realidad que pensamos o sentimos.

Es interesante preguntarse, acerca de la Verdad, tres preguntas definitorias: el por qué, el cuándo y el cómo.

¿Por qué necesitamos la Verdad? Porque define la mentira. Es como la luz, sin ella no veríamos la oscuridad.

¿Cuándo? Siempre que estamos perdidos en el laberinto de las dudas.

¿Cómo? Aquí podríamos escribir un libro, qué digo, una enciclopedia porque cada cual es maestro en la materia.

Algunos la moldean a su antojo haciéndose maestros doctos en autenticidades autodidactas que imponen más por su ímpetu que por su fondo.

Otros, dudan de todos y de todo y la cambian a cada intento de definirla desdiciéndose como prueba de su honestidad. Cuando en realidad están más perdidos que encontrados.

Hay los que, como los científicos, lo basan todo en los hechos probados y por consecuencia rechazan cualquier cosa que no esté al abaste de su intelecto y de sus constataciones. Incluso los teóricos son una especie a parte sometida a la crítica constante de la duda fehaciente.

También, dentro del mundo espiritual hay los que tienen la certeza absoluta de la Verdad. Aquellos mismos que catalogan los buenos y los malos creyentes, que juzgan con su propia interpretación lo que es Verdad o no. Crean dogmas de fe apostatando la verdadera fe. Muchos lo hacen, y permítanme este barbarismo, de buena fe. Pero eso solo es posible si ignoran o menosprecian la sabiduría exigible a la hora de hablar de la Verdad: el temor de Dios. Porque muchos, muchos, muchos, opinan, deciden, juzgan, alardean de ella, sin preguntarse realmente qué haría Jesús.

No es fácil ser maestro y estar constantemente batallando contra el pecado, el suyo, el de los demás. La necesidad y el deber que tienen de predicar y amparar el mensaje de la palabra los pone constantemente en el filo del abismo espiritual. Porque cuando se enfrentan a divergencias de opiniones o de entendimientos de la palabra y que no consiguen reconducir la situación es tentador argumentar que la Verdad es la suya. Yo creo que cuanto más tiene uno la sensación que la Verdad es suya, ya sea pastor o feligrés, más debe crecer el temor de Dios en él y buscar a Jesús.

Y ¿por qué Jesús? Pues porque Él es “el camino, la verdad y la vida”.

O sea que todos aquellos que pretenden detener la Verdad solo son impostores, o peor necios engreídos. Solo los que intentan, con humildad y respeto hacia los demás, argumentar la suya son dignos de acercarse a Jesús.

En mi vida, desde muy joven he estado fascinado por la sabiduría. He intentado buscar una definición que me convenciera y tengo que decir que tuve que esperar hasta conocer a Dios para encontrar LA DEFICIÓN en Proverbios 1:7: “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová”.

Claro está que si aplicamos este principio de sabiduría a la Verdad, todas nuestras definiciones quedan anuladas porque la Verdad es Jesús.

Por ello cuando discutimos, debatimos, tratamos de imponer nuestro punto de vista, nuestra verdad no podemos decir que es la Verdad, tan solo nuestra forma de interpretarla, de vivirla, a lo sumo nuestra verdad.

Si fuéramos realmente conscientes de lo que significa en nuestras vidas, el temor de Dios, no nos atreveríamos a secuestrar la Verdad, a secuestrar a Jesús, porque somos indignos de Él. El temor de Dios nos invita a siempre matizar nuestras verdades, dándoles el calificativo de propias y falibles. Pero también, y sobre todo nos impone respetar, escuchar a los demás y no juzgar sus verdades por mucho que las consideremos erróneas.

Un buen cristiano, un buen maestro no hurga en sus desavenencias de conceptos sobre la Verdad con los demás, porque no le pertenece. Es más, escuchando y enriqueciéndose de aquello/os con los que disiente descubrirá caminos nuevos para su vida y sus verdades.

Solo el Señor ve cómo y por qué late nuestro corazón. La sinceridad, genuinidad, de los demás las podemos presuponer, intuir pero en ningún caso conocer. Entonces cómo las podremos juzgar en base a la Verdad si tan solo no somos buenos gestores de la nuestra.

La paja de los demás y nuestra viga son una constante en nuestras vidas, el problema es que, muy a menudo, lo vemos inversamente y eso nos condena al pecado.

6 Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. (Juan 14:6)

Que Dios os bendiga, Alfons <><

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