LA CREACIÓN

LA CREACIÓN
DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

miércoles, 8 de diciembre de 2021

DE LA IMPORTANCIA DE ALIMENTARSE BIEN

Todo lo que entra sale, dejando su huella en nuestro interior. (anónimo)


Para gustos colores, pero para aquellos, como yo, que somos proclives al buen ver, con la edad nos llegan las prohibiciones, las limitaciones.

En realidad, la mala alimentación está a la base de muchas enfermedades, algunas obvias como la obesidad y otras, más sibilinas, como el cáncer.

Cuando comemos en exceso, a menudo, el cuerpo intenta regularnos y nos aboca a expulsar, no solo el sobrante, sino todo el conjunto de lo engullido.

Las dietas son un intento, fallido en la mayoría de los casos, de disciplinarnos para encontrar el equilibrio que nunca deberíamos haber perdido. Pero son aburridas y acabamos, casi siempre, abandonándolas con el paso del tiempo. Lo que hace que recuperamos el peso perdido hasta tal punto que a veces nos pasamos de frenada.

La alimentación saludable se basa en el equilibrio, en la ponderación. Te da lo que necesitas y no lo que quieres. Por ello requiere disciplina, concienciación y fe en el por qué de lo que estás haciendo.

Esto, que he estado comentando sobre nuestra alimentación física se puede aplicar con la misma claridad a nuestra alimentación espiritual.

La mala alimentación espiritual no solo nos lleva al desapego de Cristo sino también al empobrecimiento de nuestra fe.

Cuando nos pasamos engullendo basura mundana, en la tele, la radio, los libros, que ahora son más podcast que lecturas reales, nuestra mente se empobrece de su sentido crítico y discriminante, cediendo el paso al pensamiento enlatado que nos facilitan las tertulias, los medios y todos los “influencers” del momento. Nuestras prioridades degeneran hacia lo fútil y lo mundano.

El cáncer espiritual es aquel que hace que, de tanto alimentarnos del mundo, dejemos de vivir en él para pasar a ser parte de él.

Nuestras dietas espirituales suelen ser tan buenas como las alimentarias, si las seguimos al pie de la letra. Pero por desgracia, con el tiempo, solemos caer en el desapego, la indiferencia, de tal forma que nuestros esfuerzos de avivamiento se ven castrados por nuestras realidades.

Eso solo es verdad si pretendemos solucionar nosotros mismos aquello que está por encima de nuestras capacidades. Si confiamos en que podemos cambiar nuestra condición a base de esfuerzos propios o de aquellos que pretenden ser parte de la solución cuando en realidad son raíz del problema.

Las comunidades cristianas son, o deben ser, oasis de reconciliación con Jesús pero nuestra mirada debe estar puesta en Él.

Como todo lo que nos afecta, reconocer nuestra debilidad es el principio de la solución. Buscar y encontrar a Jesús es la solución definitiva.

Nosotros no podemos cambiar nuestra condición humana, Jesús SÍ.

Nosotros no podemos perdonarnos a nosotros mismos, pero Jesús SÍ.

Nosotros no podemos salvarnos a nosotros mismos ni a los demás, pero Jesús SÍ, y lo hizo mediante su sacrificio en la cruz.

Nosotros no podemos seguir un régimen espiritual de motu proprio pero de la mano de Jesús SÍ.

No debemos olvidarnos nunca que somo somos salvos por la Gracia de Dios, por medio de la fe para buenas obras.

¿Todo esto qué requiere? Algo tan sencillo, como difícil de conseguir, porque exige sinceridad de corazón: pedirle a Jesús que se apodere de nuestras vidas y nos guie mediante el Espíritu Santo.

Eso quiere decir poner siempre y ante todo en manos de Jesús lo que hacemos, lo que debemos hacer. Y es más difícil de lo que parece porque nuestra tendencia natural es pensar primero: ¿Cómo voy a solucionar esto? En lugar de ponerlo, ante todo, en manos de Jesús. Lo digo yo que soy el primero en tropezar en esta piedra.

Necesitamos a los demás, sí, pero no como solución sino para comunión. Hay tantos dadores de lecciones como pecadores que se ignoran. La humildad debería llevarnos, como nos enseña la Biblia, a ser más humildes y en lugar de juzgar poner las cosas en manos de Jesús.

Antes de la venida de Jesús estábamos bajo el ojo justiciero de la ley. Jesús nos ha liberado de esas cadenas de condenación que conforman nuestros pecados y se ha ofrecido en la cruz como redención de ellos.

En Jesús renacemos libres, nuestra dieta espiritual implica buscarlo siempre cuando caigamos, que caeremos, para, de su mano, volver a levantarnos y continuar en el camino de santidad.

De la misma forma que Dios, Jesús y el Espíritu Santo nos nutren, debemos tener en cuenta que nosotros, también, destilamos alimentos a nuestros entornos mediante las palabras que salen de nuestra boca. Estos pueden ser tóxicos o saludables. Seamos seres de paz y amor, y cuidemos nuestro lenguaje como Jesús nos ha enseñado.


3 Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. 4 Él respondió y dijo: Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. (Mateo 4:3-4)


8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9 no por obras, para que nadie se gloríe. (Efesios 2:8-9)


Que Dios os bendiga, Alfons <><

Primera edición del libro electrónico con 1 año de reflexiones, versículos e ilustraciones de Manuel Redondo, a la venta en Amazon:

http://www.amazon.com/dp/B00D7IM000

http://www.facebook.com/UnDiaUnaReflexionUnVersiculo

http://un-dia-una-reflexion-un-versiculo.blogspot.com/

http://undiaunareflexionunversiculo.wordpress.com/

No hay comentarios:

Publicar un comentario