LA CREACIÓN

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DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

martes, 12 de noviembre de 2019

BODAS DE CANÁ

Para los hombres las promesas son declaración de intenciones, nunca garantía de hechos. (Anónimo)

Cualquier persona con deseos de felicidad suele contemplar la boda como uno de los actos de máximo compromiso y de mayor felicidad entre hombre y mujer. En el caso de las bodas de Caná, esto fue magnificado por la presencia de Jesús y el milagro del agua transformada en vino.

¿Qué cristiano no desearía tener a Jesús presidiendo su boda?

Y de hecho está presente, porque esa ceremonia es una expresión máxima de amor, y donde impera el amor la presencia de Jesús es obvia.

Pero cuando vemos como actuamos a lo largo de nuestra vida en el matrimonio, en muchos casos nos avergonzaríamos de la forma que tenemos de no cumplir con el compromiso en el que hicimos a nuestro Señor testigo e invitado de honor.

En una pareja hay dos actores, que a veces son causantes y/o propiciadores de lo que les sucede. No siempre es el entorno el que provoca las situaciones a las que nos enfrentamos. Cuando estas son positivas nos congratulamos, cuando nos sucede lo contrario nos lamentamos culpándonos a nosotros mismos o al otro. El perdón es un invitado poco asiduo en estos casos cuando debería ser el principal participante.

En el momento de la boda es como si hiciéramos un borrón y cuenta nueva, como si decidiéramos dejar atrás todo aquello que nos separa para concentrarnos y aunarnos en vistas a nuestro futuro, en la unión que propiciará que nuestras vidas sean una, y nuestro destino este sellado con un compromiso inquebrantable.

Tras varios años de convivencia esos momentos ya hacen parte de nuestro pasado. Como si el tiempo, a golpes de martillo de la vida, mancillara aquellos momentos y los relegara a un lugar trivial de nuestros recuerdos. Perdemos nuestro primer amor como perdemos nuestro primer amor con Dios. Porque dejamos que los hábitos (más bien malos que buenos) y la falta de entereza espiritual guíen nuestras vidas.

Si bien esto es normal en una pareja del mundo, no debería serlo en aquellos que han tenido como comensal a Jesús en su boda. Porque Él es el ejemplo a seguir, y la boda que celebró con su Iglesia el paradigma maestro que debería imperar en nuestras vidas. Y si nos falta brebaje en nuestras nupcias, ya transformará el agua en vino para que celebremos por todo lo alto nuestra unión con Él.

¿Qué haremos pues, cuando veamos que nuestro primer amor se ha desvanecido? Luchar por recuperarlo, con Dios ante todo pero también con nuestra pareja porque todo se merece y se gana constantemente para salvación de nuestras almas. Aquel que da por hecho lo obvio es un necio que solo alimenta su ceguera. Lo obvio siempre suele ser lo más difícil de proteger y de guardar, como nuestro primer amor.

Como en las bodas de Caná, que nuestro vino postrero sea igual o mejor que aquel que pusimos en nuestras primeras nupcias. Que nuestras celebraciones muestren a los demás que, como Jesús, nuestro compromiso se consolida con amor al paso del tiempo.

Es más fácil de decirlo que cumplirlo, pero para aquellos que confían en Jesús, y que alimentan su fe con sus enseñanzas, nada es imposible. Es más, todo es para bien, hasta las pruebas y tribulaciones continuas se transforman en bendiciones. Eso, solo lo pueden entender y vivir en sus corazones los hijos de Dios.

Todos nuestros matrimonios han sido unas bodas de Caná y solo depende de nosotros que lo sigan siendo.

Por suerte para nosotros el compromiso de Dios es inquebrantable, como su amor. Nada nuevo bajo el sol.

Al tercer día se hicieron unas bodas en Caná de Galilea; y estaba allí la madre de Jesús. 2 Y fueron también invitados a las bodas Jesús y sus discípulos….. 11 Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él. (Juan 2:1-11)

Que Dios os bendiga, Alfons <><

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