Padre,
Estos días son días difíciles para mi. Son días en los que siento mucho la diferencia entre el mundo y tus hijos. Mayor me hago y menos entiendo la alegría y el dispendio moral de las fiestas de fin de año. ¿Quién se acuerda del nacimiento de nuestro salvador, aquellos que montan el pesebre o aquellos que esperan y desean su vuelta a este mundo para rescatarnos? ¿Aquellos que celebran las doce campanadas con cava o aquellos que las pasan con miedo, enfermedades y dolor? No sé si es licito pero me siento ajeno a estas festividades porque no salen del corazón mas sí del bolsillo. Tanta pobreza y tanto despilfarro a la vez me da vergüenza y soy participe de ello. No pretendo excluirme de los culpables, culpable soy.
Entiendo cada vez más el por qué solo por tu gracia y gran misericordia podemos esperar la salvación. Porque el miserable y pecador que soy no puede pretender ser merecedor de tu reino, solo espero y ansío que tu gracia recaiga también sobre mi.
Sabemos de nuestra condición Señor, cada día pesa más en nuestra conciencia pero tu has querido darnos esperanza a través de tu sacrifico en la cruz. Nos has mostrado el camino, aquel del que, tan a menudo, nos apartamos para recaer en nuestras debilidades.
El mal nos tienta cada día, no estamos, no estoy a la altura de tus esperanzas Señor, perdóname. Quiero hacer el bien y obro mal, quiero ser una buena persona y caigo y recaigo Señor, quiero lo que no puedo y puedo lo que no quiero, cuanta razón tiene el apóstol Pablo.
Estos son días de recuerdos, de aquellos que ya no están, de aquello que ya no vemos y añoramos, de aquellos que nos quieren ver e ignoramos.
Danos, dame fuerzas Señor para continuar mi camino en este mundo porque cada día que pasa me hace odiarlo más.
Amen
"Con todo, tú atenderás a la oración de tu siervo, y a su plegaria, oh Jehová Dios mío, oyendo el clamor y la oración que tu siervo hace hoy delante de ti" 1 Reyes 8:28
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