DESALIENTO

Si dejamos de mirar nuestra meta perdemos el rumbo.
Si dejamos de pensar en nuestras prioridades
perdemos su valor.
Si dejamos de escuchar a los demás perdemos el oído.
Si dejamos de sentir la vida perdemos su sentido.
Si dejamos de mirar con amor perdemos la vista.
Si dejamos la fe perdemos la esperanza.
Si dejamos de servir perdemos la gracia.
Si dejamos de leer la palabra perdemos sus
enseñanzas.
Si dejamos de orar perdemos el contacto con Dios.

A cada cosa importante que dejamos de hacer nuestro
camino se estrecha de tal forma que, si no corregimos nuestra actitud, se
acaba obstruyendo.

Es más fácil dejar que perseverar, perder que
conseguir, pero tenemos un propósito: la salvación, y un amparo y guía:
Jesús. Con Él nunca dejaremos ni perderemos nuestro camino, por mucho que
nos cueste.

El desaliento es un gusano que carcome el ánimo de
los hombres.

Hay que alimentarse mucho espiritualmente para que
su obra no corroa nuestra fe. Y la verdad es que ¿quién no ha pasado por
momentos de desaliento? Lo importante no es padecerlo, lo importante es la
alegría de vencerlo, en y gracias a Jesús, una y otra vez.

Dios nos ama, es nuestro Padre, confiemos en Él.
“1Entonces respondió Elifaz temanita, y dijo: 2 Si
probáremos a hablarte, te será molesto; Pero ¿quién podrá detener las
palabras? 3 He aquí, tú enseñabas a muchos, y fortalecías las manos débiles;
4 Al que tropezaba enderezaban tus palabras, y esforzabas las rodillas que
decaían. 5 Mas ahora que el mal ha venido sobre ti, te desalientas; y cuando
ha llegado hasta ti, te turbas. 6 ¿No es tu temor a Dios tu confianza? ¿No
es tu esperanza la integridad de tus caminos?” Job 4:1-6
Que Dios os bendiga, Alfons <><

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