LA CREACIÓN

LA CREACIÓN
DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

miércoles, 12 de abril de 2017

REMANENTE

Era se una vez un rio impetuoso que daba vida a cuanto tocaba en sus orillas desde lo alto de la montaña, pasando por llanuras y valles hasta llegar al océano que lo acogía con sus brazos esculpidos en la arena de la playa.

Cada tormenta, cada temporal eran una bendición, pues el rio recogía todas sus lágrimas para hacer de ellas fuente de vida tanto para todas las plantas como para los animales y seres humanos que de él se abastecían. La abundancia era tal que no había cuidados necesarios para ahorrar o no malgastar, siempre estaba el río embravecido para dar hasta la saciedad.

Crecieron especies desconocidas, los animales prosperaron dando alimento a los hombres con abundancia. Las tierras eran fértiles y bondadosas. No era necesario sembrar pues toda semilla era bañada y fertilizada por el río quien devolvía fruto y maná haciendo prosperar sus costales.

Se hizo tan famoso que hombres y mujeres de los secanos abandonaban sus orígenes para instalarse a su vera y poco a poco todo el rio fue abrazado por la presencia de aquellos que de él vivían.

Antes de su nacimiento y crecimiento, el agua era más preciosa que el oro. Los hombres imploraban a Dios en sus oraciones cada día y era un reto peligroso que no siempre era vencido. Tanto los animales como las plantas pero más si cabe los seres humanos estaban constantemente exigidos y solo mediante la fe podían permanecer esperanzados. No era una situación de penuria extrema pero sí de necesidad extrema. El río lo cambió todo y tan rápidamente que todos se olvidaron de dónde venían.

¿Todos? No, existía una tribu en los altiplanos que continuaba con la oración como relación espiritual con Dios, pidiéndole y agradeciéndole cada día de su vida. La renuncia a la abundancia que les ofrecía el río los obligó a mantener la balsa que habían hecho para recoger las aguas de lluvia como desde siempre lo habían hecho. No prosperaron más allá de lo que siempre habían sido pero felices y agradecidos estaban a Dios por permitirles vivir acordes a sus principios y dependiendo de Él.

Un día salió el sol como cada día, y otro, y otro, y otro. Hasta tal punto que a cada día que pasaba el río empezó a menguar. No había nube de promesas ni tormentas de abundancia. Aquello que parecía haber sido una bendición empezó a ser la promesa de una maldición que se estaba cumpliendo. Acostumbrados que estaban todos al malgaste en abundancia fueron azotados con fuerza por las exigencias de la penuria. Entonces se acordaron los hombres de que tenían un Dios, ese mismo que ignoraban desde hacía tiempos desde que el río les daba más de lo que pedían. Se acordaron y volvieron las oraciones y los ritos y los lamentos y la desolación. Y como no vieron sus deseos cumplidos empezaron a adorar a otros dioses en el valle de perdición.

Mientras tanto la tribu del altiplano también notó el cambio de clima y para ellos el efecto fue exactamente el contrario pues el roció de las mañanas continuaba alimentando la balsa, lagrima tras lagrima, de agua y como estaban acostumbrados a ahorrar y respetar cada gota que consumían el sol fue una bendición para ellos y así lo agradecían diariamente como siempre lo habían hecho. La balsa se mantuvo llena inmune a los efectos del sol.

Desde los cielos se veía los resultados devastadores de la sequía alrededor del río Todo lo verde se fue transformando en amarillo hasta cobrar el color del polvo al que se redujo todo aquello que en su momento había sido próspero. Y todas las oraciones de necesidad que nacían de corazones obligados por la situación, pero faltos de fe, no eran respondidas y poco a poco la abundancia se transformó en desierto hasta que el río desapareció y con él toda vida a su alrededor.

La tribu del altiplano renunció a las promesas de prosperidad del río pero nunca se olvidó de su creador y hacedor. Mantuvo su fe y mediante la oración alimento su espíritu. Poco a poco toda la tierra empezó a teñirse de amarillo hasta cobrar el color del polvo. ¿Toda la tierra? No, se vislumbraba desde los cielos, esparcidos pero relucientes puntos verdes que desafiaban esta desolación. Porque en la tierra Dios había prosperado en vida a aquellos que le habían sido fiel, su pueblo verdadero, el remanente por Él escogido y para Él protegido.

También Isaías clama tocante a Israel: Si fuere el número de los hijos de Israel como la arena del mar, tan sólo el remanente será salvo (Romanos 9:27)

3 Señor, a tus profetas han dado muerte, y tus altares han derribado; y sólo yo he quedado, y procuran matarme? 4 Pero ¿qué le dice la divina respuesta? Me he reservado siete mil hombres, que no han doblado la rodilla delante de Baal. 5 Así también aun en este tiempo ha quedado un remanente escogido por gracia. 6 Y si por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra. (Romanos 11:3-6)


Que Dios os bendiga, Alfons <><

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