LA CREACIÓN

LA CREACIÓN
DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

sábado, 28 de diciembre de 2019

¿ES SUFICIENTE?

El exceso es tan dañino como la tibieza porque en su fin se juntan. (Anónimo)

En estos días tan señalados donde todos los cristianos sentimos la gran diferencia entre ser de este mundo y estar en este mundo cada uno de nosotros tenemos una forma diferente de responder a la necesidad de mostrar al mundo que NO le pertenecemos.

No hay respuesta correcta a la pregunta ¿es suficiente? Lo que hago, lo que no hago. Lo que digo, lo que callo. Lo que pienso, lo que evito pensar. Cómo me arrepiento o cómo no. Cómo perdono o cómo no. Etc… etc…

Uno podría pensar que cuando de algo bueno se trata el exceso no es nocivo y eso es un error porque la única forma que la abundancia por exceso de algo no sea perjudicial es si es pura y eso solo puede venir de Dios.

Cojamos el ejemplo del amor.

Si del amor divino se trata, su abundancia nos acogerá en su seno cuando estemos a su lado. Su Gracia nos hace constantemente sentir el sacrificio de Jesús como baluarte de nuestras vidas y el perdón de nuestros pecados como precio que pagó con su vida.

Pero si hablamos del amor de este mundo entonces vemos todas sus impurezas reflejadas en nuestra condición humana porque si bien el amor verdadero no espera nada a cambio, el nuestro a menudo genera la expectativa del agradecimiento y/o de la recompensa y si no llegan alimentamos, a menudo, el resentimiento del desagradecimiento. ¿Nos hemos parado alguna vez a pensar que si Dios actuara como nosotros con el amor no tendríamos solución? ¿Qué decir de nuestro exceso de amor? ¿Es lo bueno que pensamos que es? O es agobiante, asfixiante, demoledor para aquellos a quien lo dedicamos. Se dice que el amor puede destruirnos y en nuestro mundo es tan verdad como que somos pecadores.

Dios amó tanto al mundo que entrego a su hijo unigénito para que todo aquel que cree en Él no se pierda más tenga vida eterna. Esto solo lo puede hacer Dios y porque solo lo puede hacer Él no permitió a Abraham que sacrificara a su hijo todo y que se lo había pedido. Porque lo que para Dios es posible para los humanos suele ser el reflejo de un exceso.

La gran diferencia entre tibieza o exceso y comedido reside en la motivación de nuestros actos, no en la cantidad.

Es muy fácil ser tibio, siendo indiferente y dejando que la vida decida por nosotros, es suficiente. ¿Pero qué nos motiva a serlo?

Es igual de fácil ser excesivo porque esta actitud nos invita a no medir las consecuencias sino llevar al límite nuestras vidas con el propósito de servir aquello o aquel a quien pretendemos venerar. Y por mucho que queramos justificarlo no hay razón que lo disculpe.

Si de Dios se trata ninguna de estas dos actitudes están en su decálogo de mandamientos para sus hijos. Jesús convirtió a un hombre celoso y excesivo en todo aspecto, Saúl de Tarso, para transformarlo en Pablo, el apóstol de los gentiles. Hombre conocedor de su propio temperamento pero doblegado a Jesús y entregado totalmente a su causa. Aprendió a dominar su condición humana hasta reflejar en un precioso capitulo (Romanos 7) aquello que vivimos constantemente los cristianos: nuestra lucha interna contra nuestra condición. Batalla que nunca seremos capaces de ganar nosotros si no es de la mano de Jesús. También podemos ver el aviso a navegantes tibios que se manifiesta en el juicio a la iglesia de Laodicea.

La respuesta a la tibiez nunca puede ser el exceso porque entonces no cambiamos de amo de nuestra condición, el pecado. La respuesta está en las enseñanzas de Jesús, en el ejemplo de su vida y eso solo lo podemos conseguir con sosiego y humildad, todo lo contrario de la demasía de nuestra voluntad que solo es vanidad de vanidades.

Debemos buscar el camino justo de santificación. Aquel que nos acerca a nuestros seres queridos y también, como nos lo dice Jesús, que nos invita a amar a nuestros enemigos. No hay vida fácil para un cristiano, Jesús nos lo advierte. Pero si hay una preciosa recompensa al final del camino, esta misma que solo los hijos de Dios tendrán. La vida eterna a su lado.

Debemos aprender y practicar cada día de nuestra vida el equilibrio que nos da el amor y la paz de Jesús y utilizarlo para ser luz y sal en este mundo de tinieblas y podredumbre. Es la única manera de sobrevivir y no morir en el intento.

La sal de la tierra

13 Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.

La luz del mundo

14 Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. 15 Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. 16 Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. (Mateo 5:13-16)

Que Dios os bendiga, Alfons <><

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