LA CREACIÓN

LA CREACIÓN
DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

viernes, 6 de septiembre de 2019

LA LÁMPARA DEL CUERPO

Que dulce es perderse en los laberintos de tu mirada. (Anónimo)

Hemos perdido la costumbre de mirarnos las caras y más de mirarnos a los ojos. Preferimos mirar el móvil porque creemos que nos da más información. Pero eso es un engaño peligroso ya que nos invita a olvidarnos, por no decir amputarnos, de nuestros instintos más básicos.

El hombre está dotado de varios sentidos y la vista es sin lugar a dudas el que más información nos da a la hora de valorar una situación. No por ello el que menos nos engaña porque el ojo está sujeto al cerebro y este interpreta la realidad, no la transcribe literalmente.

Se dice que la mirada es el espejo del alma pero hay espejos que están tan deformados que es imposible poder ver a través de ellos. Además hemos perdido la costumbre, y por lo tanto la habilidad que ello conlleva, de mirar las personas a la cara y eso nos debilita mucho a la hora de valorar con quien estamos o quien nos codeamos.

Existen diferentes formas de mirar como diferentes formas de ser. Por ejemplo el tímido tendrá una mirada esquiva. El seguro de sí mismo una mirada directa. El mentiroso una mirada engañosa. Y muchos una mirada perdida como ellos mismos.

¿Y el cristiano?, ¿O nos es una condición que condiciona, ser cristiano?

Tendríamos, y es una circunstancia que no siempre, o casi nunca cumplimos, que emanar amor, bondad, cariño, humildad. Pero cuando me miro en el espejo no es lo que veo a menudo.

Esta es la gran tribulación del cristiano, su lucha diaria entre lo que quiere ser, lo que es y lo que cree ser. Nuestra perseverancia no implica que se cumpla lo que pretendemos sino que lo intentemos y eso no es ninguna garantía de éxito.

Nuestra condición nos arrastra más allá de nuestra voluntad y Pablo lo describe perfectamente en Romanos 7. Es una lucha desigual en la que, si pretendemos ir solos a la batalla, tenemos todas las de perder. Solemos olvidarnos con frecuencia de que Jesús nos dejo el mejor aliado posible, el Espíritu Santo que mora en nosotros. El que nutre nuestra consciencia para combatir nuestros malos hábitos y nos hace conscientes de ellos.

La lámpara de nuestro cuerpo suele reflejar más los avatares de nuestra vida que las bendiciones que hemos recibido. Y eso es un juicio injusto porque si miramos bien el camino recorrido veremos que Dios nos cuida más allá de nosotros mismos. Que siempre está a nuestro lado, que su Gracia es lo más poderoso frente a nuestra condición y su amor una luz que ciega nuestras impurezas. Que con Dios no hay tribulación que por bien no venga.

Si trabajamos los dones que nos son dados por nuestro Padre iremos reforzando la intensidad de la llama que nos impulsa y nuestro rostro irá transformándose hacia la dulzura que Dios quiere que expresemos como hijos suyos que somos.

La mirada no se puede manipular, es más, ella nos impone su cruda realidad independientemente de nuestra voluntad. Lo que sí pasa es que hemos perdido el hábito de mirarnos y por lo tanto ya no somos capaces de vislumbrar aquello que nos dice la llama de la lámpara del cuerpo de los demás. La nuestra, es un tema recurrente que solo con Jesús podremos avivar.

22 La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; 23 pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas? (Mateo 6:22-23)

15 Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. 16 Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. 17 De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. 18 Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. 19 Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. 20 Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. 21 Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. (Romanos 7:15-21)




Que Dios os bendiga, Alfons <><

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