LA CREACIÓN

LA CREACIÓN
DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

viernes, 20 de septiembre de 2019

PREJUICIOS

Los prejuicios son juicios de intenciones con alevosía. (Anónimo)

Una opinión es algo inocuo siempre y cuando impere dentro del respeto ajeno. Si no se transforma en prejuicio. Todos tenemos opiniones sobre todo pero ¿cuántos de nosotros aceptamos las de los demás como nos gustaría que admitieran las nuestras?

Y cuando de Jesús se trata ¿cómo abarcamos nuestra relación con Él? Las dudas nos recuerdan siempre que existen otras posibilidades, ¿pero de verdad existen? O es que nuestra fe se tambalea de tanto en cuando frente a nuestra condición pecaminosa, nuestra vanidad, nuestro orgullo cegador. Parte de nuestro ser nos hace ser conscientes de lo que Pablo describe en Romanos 7 y la otra parte es idéntica pero pretende ignorar la primera. Así de complicados, y primarios a la vez, somos los seres humanos.

El mundo, en su crecimiento pseudo-espiritual, ha ido progresando en base a un escepticismo exacerbado que hemos denominado pragmatismo. Un ejercicio de perspectiva frente a la esencia de la vida que nos invita a pensar que primero fue el hombre y siguió el resto. Con esta forma de pensar todo es relativo y se mueve alrededor del hombre y de su capacidad intelectual, emocional. No hace falta ver cuántas ciencias del alma se han inventado. Todas con becerros de oro que tienen cuerpo humano.

Esto nos incita a acercarnos a Jesús con prejuicios siendo el primero el escepticismo de su existencia. Siguen las dudas sobre si fue o no profeta y no digo como podemos llegar a interpretar su vida en base a una visión secular, científica, que prefiere creer en los extraterrestres y su colonización de la tierra que en un Dios creador omnisciente y omnipotente, que en realidad no existe porque es esencia.

Somos maestros en la desmitificación de Dios y, como creyente puedo llegar a entender este impulso, porque Dios no es un mito, no es una hiperrealidad, no. Dios es una verdad inalcanzable para el hombre porque va más allá de la realidad que podemos aceptar en nuestras mentes. Por ello, en su gran sabiduría envió a su hijo unigénito como hombre entre nosotros. Para que nos concienciáramos de nuestras limitaciones frente a la perfección hecha carne, la única impoluta y perfecta para los tiempos de los tiempos. Para que tuviéramos el modelo a seguir en nuestras vidas, sin prejuicios ni tapujos.

Dudar de sí mismo con temple es síntoma de sanidad. Dudar de los demás, de inseguridad en sí mismo y dudar de Dios nos hace ser humanos. Pero si la duda se estanca en nuestros corazones entonces pasamos a ser escépticos con prejuicios porque nos nutrimos de la parte más oscura de la duda.

Los hombres se creen más hombres cuando expresan sus dudas sobre los demás. La verdad es que no por ello son más hombres pero sí más humanos, y no en el sentido positivo, no. En aquel que nos caracteriza por nuestra incapacidad de humildad y mansedumbre, atributos celestiales a los que todos deberíamos aspirar. Por ello Jesús no invita a ser inocentes como lo son los niños, porque nuestras dudas se desvanecerán y transformarán en dependencia total y absoluta de nuestro Creador. Nada más bonito en este mundo.

La parte radiante de la duda es aquella que nos invita a superar nuestros temores en la confianza genuina de nuestro amor a Jesús. La duda que no nos aboca a confiar en Jesús es un impulso destructor de almas. Dicho esto tenemos un baluarte inexpugnable en nosotros mismos aunque a menudo lo ignoremos: el Espíritu Santo. Es nuestra fuente de vida eterna y nuestro guía en la oscuridad de nuestra condición. Con Él podemos lavarnos de todo prejuicio y vacunarnos contra nosotros mismo. Por ello Jesús nos obsequió con Él, porque sin Él estamos abandonados a nuestra suerte y esta se llama desgracia.

46 Natanael le dijo: ¿De Nazaret puede salir algo de bueno? Le dijo Felipe: Ven y ve. (Juan 1: 46)

Que Dios os bendiga, Alfons <><

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