Nuestras vidas han dejado de ser privadas, ahora son historias que contar. Los avatares ya no son pruebas, ahora se llaman información y los logros no se titulan.
Nuestro mundo se vive tan rápido que solo algunas instantáneas de la actualidad se captan en la retina de los medios.
Hemos dejado de informarnos, de formarnos, de enriquecernos para absorber como gas inerte todas las barbaridades que suceden en el mundo. Hay tanta desgracia contada que nos regocijamos en los detalles dejando que el bosque nos enmascare la cruda realidad.
La información de hoy es, en su gran mayoría, propaganda de tendencias. Todos tienen la verdad pero nadie la dice. Todos cuentan lo mismo pero nadie se adentra en el fondo, basta con la forma.
Lo que debería ser fuente de enriquecimiento hoy es fuente de atontamiento, en busca del pensamiento único que nos hace iguales y por lo tanto menos mediocres, se supone. Pero la realidad es que estamos matando el espíritu crítico propio de aquellos que antes de cuestionar a los demás se cuestionan ellos mismos
Hoy es difícil encontrar a un gran periodista porque todos están ocupados en intentar ser grandes comunicadores.
Otra vez más se confunde el mensajero y el mensaje y por muy bueno que sea el mensaje no hace mejor al mensajero mientras un mal mensajero puede hacer que nunca llegue el verdadero mensaje. No matemos al mensajero tampoco dejemos que él mate el mensaje.
Los apóstoles fueron un ejemplo perfecto de periodismo, dejando a la noticia el protagonismo que se merecía. Diversas fuentes contando una misma historia desde prismas diferentes, contando su verdad para que nosotros nos hagamos la nuestra.
“8 Todas las cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede expresar; nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír 9 ¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol.10 ¿Hay algo de que se puede decir: He aquí esto es nuevo? Ya fue en los siglos que nos han precedido.” Eclesiastés 1:8-10
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