El precio de la alegría es la tristeza pero nada es para siempre, ni la alegría ni tampoco la tristeza.
La tristeza es el duelo del gozo, solo dura el tiempo que tardamos en levantarnos de nuevo.
La tristeza no superada se transforma en melancolía y mata la esperanza.
Solo aquel que, por todos, dio todo puede ser esperanza inquebrantable. Jesus es nuestro salvador, el limpiador de nuestra tristeza y sembrador de alegrías, entrégate a Él y tu alma renacerá.
¨Ten misericordia de mí, oh Jehová, porque estoy en angustia; Se han consumido de tristeza mis ojos, mi alma también y mi cuerpo.¨Salmo 31:9
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Que tengáis un buen día Joves, Alfons
Alfonso
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