LA CREACIÓN

LA CREACIÓN
DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

miércoles, 16 de enero de 2013

Un día, una reflexión, un versículo: EL ORADOR PROLIJO Y EL ORADOR MUDO

Erase una vez dos hermanos que si bien eran de misma cuna se parecían como
un huevo a una castaña.

Tan diferente eran que ambos tenían un apodo que ilustraba perfectamente su
forma de ser, los llamaban el orador prolijo y el orador mudo.

El primero era brillante, experto en el verbo y sus artimañas, leader nato.
¿Su carrera? fulgurante, alcalde del pueblo, director del colegio,
consciencia de sus conciudadanos.

El segundo era todo lo contrario, discreto, parco en palabras, tímido,
silencioso. No se podía hablar de su carrera si no decir que era un humilde
carpintero y ¿quién se fija en un carpintero?

En un cálido día de verano sucedió lo impredecible, hubo un terremoto que
arrasó el pueblo. Desolación, dolor, destrucción, reinaba el caos.

Los dos hermanos se salvaron milagrosamente pero su madre quedó sepultada en
las ruinas de su casa.

El primero convocó a los vecinos, los organizó, y puso en marcha la búsqueda
entre los escombros cuando se percató que su hermano estaba de rodillas
apartado de la muchedumbre orando.

"- ¿Qué haces? Le preguntó a su hermano, acaso crees que vas encontrar a
nuestra madre sin moverte.

Su hermano no le contestó pues estaba en plena oración.

- Por mucho que le pidas a tu Dios, ha sido él quien ha hecho que nuestra
madre esté en grave peligro.

Acabando estas palabras dejó solo a su hermano y se fue a dirigir la
búsqueda.

El segundo estuvo un largo tiempo orando y cuando su cuerpo se rindió se
levanto y se fue hacia la orilla del río. ¿Por qué? Porque una voz interior,
aquella con la que él era prolijo en palabras mudas de oración le decía que
era allí donde tenía que estar. Cuando llego a la orilla del río vio a su
madre, estaba sentada, aturdida y desorientada. La abrazó cálidamente y
emprendieron el regreso al pueblo. Allí estaba su hermano el orador prolijo
dando órdenes a trocho y a mocho, gritando a más no poder. Cuando vio a su
madre y su hermano su primer pensamiento fue que no había sido él quien la
había encontrado y que esto afectaría su imagen por ello le pregunto a su
hermano.

- ¿Qué suerte ha sido la tuya que sin hacer nada has tropezado con
nuestra madre?

No hubo respuesta mas sí una mirada compasiva hacia su hermano. Esto enrabió
más si cabe su hermano que empezó un discurso dirigido a la muchedumbre
sobre la suerte de unos y el valor de otros, su valor.

Mientras su hermano, habiendo dejado a su madre en buenas manos se fue de
nuevo a arrodillarse y volvió a orar.

Cuando el orador prolijo acabó su diatriba se percató de la actitud de su
hermano y fue a hablar con él.

- ¿Qué haces, no has conseguido lo que querías, para que orar más?

- La oración es para pedir y también para dar las gracias hermano.

- ¿Las gracias de qué? ¿De haber tenido suerte? Si yo hubiese tenido
que ir a por agua la hubiera encontrado antes que tú.

- No llames suerte aquello que no entiendes hermano, es fe. Fe en
nuestro creador y fe en su bondad, la misma que hubiese tenido si nuestra
madre hubiese sido hallada muerta porque la voluntad de Dios está por encima
de cualquier juicio de valor humano, ya sea del más brillante de los
oradores. El tiempo y la perspectiva nos hace ver que aquello que llamamos
buena o mala suerte no es casualidad mas si siempre tiene una causalidad, la
de los hombres y una voluntad, la de Dios.

El hermano prolijo se quedó atónito y por primera vez en su vida entendió
las bondades de ser un orador mudo. Desde aquel momento reservó sus
oraciones a Dios.

"Bendito sea Dios, Que no echó de sí mi oración, ni de mí su misericordia."
Salmo 66:20

Que Dios os bendiga, Joves, Alfons

http://www.facebook.com/UnDiaUnaReflexionUnVersiculo

http://un-dia-una-reflexion-un-versiculo.blogspot.com/

http://undiaunareflexionunversiculo.wordpress.com/



No hay comentarios:

Publicar un comentario