LA CREACIÓN

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DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

miércoles, 8 de noviembre de 2017

EL ARTE DE LA PREGUNTA

La mayoría de las preguntas capciosas conllevan sus respuestas implícitas. Son el ADN mental de quien las perpetra. (Anónimo)

La sofisticación del lenguaje y de la mente hace que hagamos malabarismos con las ideas que se nos ocurren y más todavía con sus intenciones.

Por ello nos es más fácil intentar inducir respuestas que generar interrogantes en nuestros contertulios. Según como hagamos las preguntas tendremos una respuesta acorde a nuestras intenciones, o no. Algunos lo llaman manipulación otros el arte de la pregunta o incluso periodismo.

Una pregunta normalmente busca descubrir la opinión ajena pero también, hecha con alevosía, puede inducir una respuesta involuntaria. Es fácil caer en el paripé de estos astutos malabaristas de las palabras. Hoy en día es más difícil entender las intenciones de una pregunta que la pregunta en sí y claro esto provoca autodefensa.

Causa de tales situaciones acabamos pensando en la pregunta de la pregunta “qué se pretende con esta pregunta”, antes de ocuparnos de la respuesta adecuada. Nos enfrentamos cada vez más a este tipo de situaciones kafkianas en las que nuestra paranoia, justificada o no, sobrepasa la naturalidad de la respuesta.

Todo esto puede parecer tan complicado como fútil pero es más importante de lo que parece porque si el arte de la pregunta se transforma en un juego de manipulaciones, estamos destruyendo uno de los pilares de la formación y del enriquecimiento tanto intelectual como espiritual. Ahora nos hemos hecho especialistas en intentar averiguar el “por qué” de las preguntas olvidándonos completamente de su esencia, de aquello que puede, y a menudo debería, interpelarnos.

La diferencia entre una buena pregunta y una pregunta capciosa es que la primera te ofrece pensar por ti mismo mientras la segunda ya lo ha hecho por ti.

La educación, tanto espiritual como mental, está basada en las preguntas adecuadas y sus diversas respuestas llamadas verdades. Hemos pervertido tanto este concepto que hoy no solo cuestionamos todas las verdades sino que hemos perdido la confianza en el valor de las preguntas.

Si queremos volver a la esencia del arte de las preguntas tenemos que poner nuestra mirada en el gran maestro del verbo: Jesús. Sus preguntas nunca buscaban inducir una respuesta más sí provocar en su interlocutor que descubriera en sí mismo aquello que buscaba en los demás. Todas sus preguntas cambiaron aquellos a quien las dirigió, algunos para bien y otros para que descubrieran su propio mal.

Jesús es el ejemplo a seguir para que mantengamos el arte de la pregunta en su ámbito natural, la búsqueda de las respuestas sinceras e inocentes. Que el Señor nos guie y nos ampare en nuestra vida ante la tentación de desvirtuar las preguntas que hagamos.

Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores aman a los que los aman.(Lucas 6:32)

¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas, ¿no deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se había descarriado? (Mateo 18:12)


Que Dios os bendiga, Alfons <><

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