LA CREACIÓN

LA CREACIÓN
DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

martes, 25 de junio de 2019

EL SENTIDO

¡¡¡Solo un resentido busca darle sentido a lo que ya lo tiene, o no!!! (Anónimo)

Es increíble, pero tan verdad como las palabras que estoy escribiendo ahora, cuanto más leo la Biblia, más inseguro me siento dentro de mis certidumbres. No que me invadan las dudas, no, todo lo contrario, pero las certezas que me enriquecen no me llegan como verdades absolutas sino como convicciones a las que les debo tener un respeto, un temor absoluto porque no son mías. Solo soy el receptor que debe adaptarse a sus enseñanzas con todos los dilemas que esto me pueda plantear hasta hacerlas mías.

Una cosa está clara y meridiana cuando Dios quiere que lo tengamos claro su mensaje es meridiano e incuestionable. Pero en su testamento que son las sagradas escrituras hay muchas situaciones, preceptos, conceptos que son sujetos a nuestra interpretación. Y eso empieza por aquellos que las traducen y acaba por aquellos que las leemos.

Nuestro mundo es tan del mundo que incluso en las comunidades cristianas hay quienes profesan sus interpretaciones como verdades bíblicas y criban los buenos de los malos cristianos. Pero si Dios quiso que buscáramos darle sentido a su mensaje será porque quiere que nuestro sentido sea fruto de lo que somos, no de lo que los demás quieren que seamos.

Pongo un ejemplo sencillo, la predestinación. Hay tantas escuelas de pensamiento al respeto que todos acabaremos en el infierno si no las escuchamos. Pero Dios quiso que este precepto provocara en nosotros una búsqueda de sentido, el nuestro propio, no el de otro. ¿Quiere decir que uno tiene más razón que otro? La respuesta es sencillamente rotunda: no nos pertenece a nosotros juzgar, ni tan solo opinar al respeto. Eso es propio de cada cual con su consciencia y con Dios. Más se complica cuando hablamos de la homosexualidad o de las relaciones modernas de las parejas. Es tan fácil culpar y condenar, cogiendo tal pasaje de la Biblia o tal otro como si eso nos eximiera o nos dejara como mejores de lo que somos en realidad. Pero y qué decir de este mensaje de Jesús: “36 Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? 37 Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. 38 Este es el primero y grande mandamiento. 39 Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 40 De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.” (Mateo 22:36)

¿Hace acepción de persona? No, ¿y pues?

Espero haberme expresado con claridad no estoy custodiando cualquier interpretación o comportamiento que sea o me parezca impropio, no. Estoy afirmando con rotundidad que yo no soy quien para juzgar a aquellos que actúan de tal forma, pero si para amarlos como Jesús me ha enseñado.

Si observamos la Biblia nos damos cuenta que hubo una transformación, o mejor dicho una adaptación de los preceptos que Dios quiere que apliquemos en nuestras vidas. Pasamos del imperio de la ley al imperio del amor. Este cambio es más que sutil, porque el segundo no invalida el primero, lo interpreta de una forma totalmente genérica; el amor, y absolutamente especifica; el amor.

Sin este cambio la sociedad de hoy tendría muchas dificultades para darle sentido a la Palabra porque nuestros valores, nuestra forma de pensar han evolucionado y precisan de argumentos más complejos que los que se practicaban en la antigüedad.

Estamos constantemente enfrentándonos a la obligación de darle sentido a situaciones que nos superan y eso nos obliga a buscar a Jesús para que en Él encontremos nuestra respuesta, no la del otro. Cada una es personal e intransferible porque solo Él sabe lo que hay en el fondo de nuestro corazón.

Por ello a la hora de valorar (por no decir juzgar) los comportamientos de los demás debemos ir con pies de plomo y mirar siempre antes nuestra viga. Esta situación se hace todavía más obvia cuando de nuestros hijos se trata. Somos más condescendientes con sus actos que con los de los de otro hermano de nuestra comunidad. Esto nos muestra, no que debamos ser más rigurosos con nuestra prole, de nuevo la dichosa viga, sino que sepamos ver a los demás y sus comportamientos con la misma conmiseración.

Jesús, Maestro de maestros, Sabio de sabios lo sabía, lo sabe y lo sabrá hasta el final de los tiempos. Por ello hizo del amor el caballo de Troya de la concupiscencia humana. No hay nada más sencillo y más potente que el amor para dar respuesta propia a todos los dilemas de la vida. Y si todos aquellos predicadores, supuestos sabios, pastores o hermanos que pretenden querer imponer su interpretación de las sagradas escrituras fueran realmente conocedores del mensaje que pretenden interpretar, abandonarían sus diatribas acusadoras para respetar, con amor, la opinión personal de cada uno.

Hay una gran diferencia entre la tolerancia y la desidia, el sentido que le damos a nuestras valoraciones (que no juicios) y si este se fundamenta en el amor que Cristo nos enseñó, nunca erraremos.

Enséñame buen sentido y sabiduría, Porque tus mandamientos he creído. (Salmos 119:66)

Pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal. (Hebreos 5:14)


Que Dios os bendiga, Alfons <><

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