LA CREACIÓN

LA CREACIÓN
DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

jueves, 20 de junio de 2019

GANAR


El afán de dinero nunca empacha, solo arruina. (Anónimo) 

La sociedad de hoy ha hecho del dinero el dios supremo de los hombres

Tiene templos en todo el mundo, lo llaman bancos. Su Jerusalén es Wall Street que traducido sería la calle de la pared. Esa misma que se construyó para defenderse de los indios o de los ingleses es ahora es la pared que separa los pobres de los elegidos, los que están montados en el dólar, o en cualquier divisa que suene a dinero, de los que carecen de él.

Los gurús y profetas de toda índole pululan a su alrededor, ofrendándole pleitesía. Son expertos financieros, economistas o capitalistas de éxito que comparten sus conocimientos, sus experiencias, sus trucos. Libros y libros pululan con sus teorías y enseñanzas, mas ninguna recoge lo que realmente es importante y que solo encontramos en la Biblia.

Ganar no es el resultado de un juego o de una acción, no. Para ellos ganar es su razón de vivir, su objetivo supremo. Es una adicción perversa que aumenta cuanto más se consigue.

Ganar es el acto que hace que un pobre desgraciado a quien le ha tocado la lotería se crea un dios por un día y luego pase el resto de su vida malgastando lo que ha conseguido no por su esfuerzo y su labor sino por lo que él llama la suerte del azar.

Los hijos de Dios no buscamos ganar dinero, intentamos hacer lo mejor que podemos aquello para lo que estamos encargados y el dinero es solo la retribución que nos es dada, o no, por ello. Y no por los hombres porque nada de este mundo pertenece al ser humano, nada. Nos es dado por la voluntad de Dios. Por ello el diezmo es un acto sagrado porque es el reconocimiento de los cristianos de que todo pertenece a nuestro Padre celestial.

Para los cristianos la suerte no existe, solo la providencia de Dios tiene espacio en nuestra mente.

Hay sociedades como la americana que cualifica a sus conciudadanos en función de sus ingresos. Ser rico es pertenecer a la casta del éxito. Ser pobres a la de los desgraciados. Es más importante saber cuántos coches, y de qué tipo, tienes que si crees en Dios. Es más importante lo que ganas que lo que haces por los demás. Es más importante lo que ostentas que lo que llevas en tu corazón.

Es curioso ver como en las sociedades más ricas es donde encontramos también la gente más pobre. Uno podría tener la tentación de pensar que si uno es rico lo primero que debería hacer es compartir pero eso solo se les ocurre a los pobres y si tienen la desgracia de hacerse ricos se olvidan de ello rápidamente.

Siempre he pensado que somos unos insensatos pero el dinero magnifica esta impresión porque muchos se pasan la vida ahorrando, amasando fortunas a costa de los demás aunque todos, sí todos, se van a la tumba desnudos de pertenecías y sin riquezas que no sean las que de verdad cuentan, las del corazón.

El hombre es un necio compulsivo porque prefiere obviar las evidencias de la vida y recrearse en un mundo ficticio en el que él es dios con su dinero. Pero eso, si sucede, solo dura el tiempo de su estancia en la tierra y a menudo ni tan solo ello.

Jesús nos conoce mejor y más que nosotros mismos y sus enseñanzas siempre han ido hacia invitarnos a ser humildes y pobres de riquezas terrenales porque sabe que la vanidad inherente de nuestro ser, de nuestra condición, del pecado que mora en nosotros, está siempre esperando resurgir para engullirnos en ella.

El peor castigo que Dios puede darnos es obsequiarnos riquezas de este mundo porque a bien seguro caeremos en el orgullo y la concupiscencia de nuestro ser más profundo. No estamos preparados para luchar contra la tentación del dinero.

Jesús, nuestro gran Maestro, nos enseñó que en la pobreza de nuestra condición crece la riqueza del alma. Nada nuevo bajo el sol.

Eso no impedirá que todos soñemos con lo que haríamos si fuéramos ricos pero por suerte para nosotros, Dios gestiona nuestros anhelos y nos da lo que necesitamos, no lo que le pedimos porque igual acabaríamos aborreciéndonos a nosotros mismos.

Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? (Marcos 8:36)

21 Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz. 22 Pero él, afligido por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones. (Marcos 10:21-22)


Que Dios os bendiga, Alfons <><

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