Un día, una reflexión, un versículo: El otro lado de la ventana, fuera.

Desde la calidez de nuestro hogar miramos aquellos que, fuera, tiemblan de frío.
Desde la seguridad de nuestra situación miramos aquellos que, fuera, sufren males y penurias.
Desde la tranquilidad de nuestra vida miramos aquellos que, fuera, se juegan o pierden la suya.

Creemos que somos desdichados pero solo hace falta mirar el otro lado de la ventana para damos cuenta de los privilegios que tenemos.

Hay gente que es más afortunada que nosotros y gente que lo es menos. No importa de qué lado de la ventana estemos más si como miramos a los demás y a nosotros mismos.

Quién más cosas posee menos tiempo puede dedicarle a cada una, cuanto menos cosas tenga más las disfrutará.

La verdadera buena fortuna no te da lo superfluo más sí te lo quita.

Miramos la vida por la ventana de nuestra morada y nos sentimos seguros, protegidos por sus cristales pero el mundo está fuera y espera que salgamos para atraparnos en su torbellino. Solo Dios puede ampararnos, el cementerio esta lleno de valientes que pensaron que ellos sí podrían con el mundo.

“¿De qué le servirá al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma? ¿O qué dará el hombre a cambio de su alma?” Mateo 16:26

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