Los sufrimientos de nuestra vida son brasas que nos consumen hasta que descubrimos que en verdad son flama viva de enseñanza.
El dolor castiga aquello que el placer premia, la pregunta es: ¿cuál de los dos edifica?
Las pruebas construyen nuestra madurez, los éxitos nuestra vanidad.
El hijo pide con soltura a su padre mas no acepta con el mismo agrado el precio que pagará por ello.
Hombre fuerte es aquel que supera con humildad y mansedumbre las pruebas de la vida dándole gracias al Padre por ellas.
Hombre débil es aquel que maldice su infortunio culpando al Padre de sus propios pecados.
Los castigos nos ponen a prueba, los halagos también.
La diferencia entre premio y castigo no está en lo que son sino en para qué lo son.
Cuando te sientas castigado prémiate con el amor de los demás. Cuando te sientas premiado humíllate ante el amor de los demás porque nada de lo que es, tuyo es, mas solo de Dios nuestro Señor para edificación nuestra.
“11 No menosprecies, hijo mío, el castigo de Jehová, ni te fatigues de su corrección; 12 Porque Jehová al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere.” Proverbios 3:11-12
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