LA CREACIÓN

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DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

martes, 17 de enero de 2017

DESCONSUELO

No hay alivio que apacigüe mis heridas, no hay respuesta a mi desconsuelo, tan solo ausencia de ganas de vivir. Un vacío que llena a rebosar mi corazón. (Anónimo)

Todos pasamos momentos en los que nos sentimos desamparados, expuestos a la intemperie de sentimientos, donde las tormentas no dan tregua. Para unos, solo son momentos fugaces y para otros, una realidad pegajosa y aplastante.

Las angustias que nos golpean en tales tiempos suelen ser profundas y arrebatadoras de esperanza. Cubren de nubarrones densos cualquier atisbo de luz dejando nuestros corazones huérfanos de cualquier oferta de calor humano.

Pero para qué buscar en el hombre lo que solo Dios nos puede dar. Esa es nuestra maldición, la que hace reinar el desconsuelo de las almas perdidas en el laberinto de los sentimientos; queriendo sustituir al altísimo con despojos humanos.

Se dice del desconsuelo que puede ser una debilidad de estómago pero es, ante todo, una flaqueza de espíritu porque no sabemos, o queremos, entregarnos al único que sanea las heridas del corazón con amor, Jesús.

Cuanto más fuerte nos golpean los infortunios, menos buscamos a la fuente de vida eterna y más se nos seca el corazón. Parece difícil, imposible, entregarse a quién culpamos de nuestros infortunios, insensatos que somos con tales pensamientos. Solo la gracia de Dios puede perdonar estas actitudes. Solo un amor puro y compasivo encuentra razones para ser fiel a su palabra a pesar de nuestro comportamiento infiel.

El desconsuelo no es una excusa para culpar a otros de nuestro infortunio sino una denuncia de nuestra falta de fe y eso solo es justificable si está depositada en los hombres.

No hay peor desconsuelo que aquel que rehúsa a su genitor para confiar en sí mismo

Cuanto más profundo es el pozo de nuestro desconsuelo más genuinamente debemos buscar la luz de Jesús. No como una reacción automática dictada por nuestro raciocinio sino como una expresión sincera de nuestro corazón cargada de la inocencia de un niño desesperado que, a su padre se entrega porque sabe que en él toda solución para bien será.

Con mi voz clamé a Dios,
a Dios clamé porque él me escucha.
2 Al Señor busqué en el día de mi angustia;
por las noches, sin descanso, alzaba a él mis manos;
mi alma rehusaba el consuelo. (Salmo 77:1-2)


Que Dios os bendiga, Alfons <><

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