LA CREACIÓN

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DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

lunes, 30 de enero de 2017

UN CENA CON JESÚS

Lo que más me gusta de ser el invitado en una cena es cuando abro la puerta y me despido dejando a otros que limpien mis despojos, no solo los materiales, no, también las miserias de mi lengua. (Anónimo)


¿Cómo me imagino una cena con Jesús? Es atrevido, pero a quien de sus hijos no le gustaría tener por comensal a nuestro Señor y Salvador.

Me imagino la preparación con toda la atención, con el más minucioso detalle cuidado. Los platos impolutos, los vasos de cristal fino, la cubertería de plata. Una mesa con su mejor mantel bordado a mano, con sus mejores sillas y para Jesús el puesto central. Me vestiría con mis mejores atuendos, me aseguraría que toda la familia estuviera presente con vestimentas impecables para honrar a nuestro Señor. Los manjares cocinados con paciencia y las especies las más caras y gustosas. Esto es lo que me imagino haría yo, y probablemente la mayoría de nosotros.

Si así fuere creo que lo único en lo que acertaría es el puesto al que le corresponde Jesús en mi mesa, el centro porque el resto solo son consideraciones mundanas que no creo sean objeto de interés por su parte.

Veamos, de qué sirve una cubertería y una vajilla impoluta si nos dedicamos cada día a ensuciarnos las manos en pecados de egoísmo, de desatención hacia los demás, de afán de riquezas que después no compartimos.

De qué sirve poner nuestro mejor mantel si nunca antes lo hemos compartido con los necesitados, con los desamparados, con todo aquel a quién solemos evitar para que no incomode nuestro bienestar.

De qué sirve preparar manjares a Jesús si he negado un trozo de pan a quién más lo necesitaba. Si he preferido la indiferencia a la compasión.

¿Y qué decir de nuestra vestimenta? De verdad pensamos amagar lo miserable de nuestra condición detrás de una camisa blanca. No hay disfraz que aguante la mirada de Jesús, no hay manto que cubra nuestros pecados y los haga desaparecer a su vista. Solo hay la desnudez de nuestra alma escudriñada por su amor puro y su justicia.

No estoy preparado para servir a Jesús si antes no me despojo de mi condición humana y carnal. No estoy preparado para servir a Jesús si no entiendo que lo que Él espera de mí no son cubiertos de plata, más sí un corazón bondadoso, no es un mantel bordado a mano sino una vida entregada a sus enseñanzas, no es una mesa festiva para celebrar su presencia sino su presencia en mi corazón y mi fe para obras en acción.

La verdad es que siento que Jesús ya se ha presentado a mi casa más de una vez y no siempre lo he recibido como se merece, o tan solo le he abierto la puerta.

No con el parecer de las alhajas mundanas servimos sino con la humildad de un corazón bondadoso, en esa cena siempre esta Jesús. Hagamos que esto sea una realidad en nuestra vida y olvidémonos de las mundanidades inútiles.

36 Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiera con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa. 37 Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; 38 y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los secaba con sus cabellos; y besaba sus pies y los ungía con el perfume. 39 Cuando vio esto el fariseo que lo había convidado, dijo para sí: «Si este fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que lo toca, porque es pecadora.» (Lucas 7:36-39)

Que Dios os bendiga, Alfons <><

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