La bondad es una puerta pesada y difícil de abrir en nuestros corazones. Exige una llave maestra, la empatía.
La empatía es una virtud que no cuesta nada pero que vale mucho, como todo lo sencillo que acaba siendo muy complicado.
¿Cómo puede ser la empatía la capacidad de identificarse con alguien cuando somos incapaces de identificarnos a nosotros mismos?
El hombre se gusta en sentimientos superiores transformando la empatía en piedad altiva. Desvirtuando una forma de amor que exige abnegación y no denegación.
Si no somos capaces de empatía no somos merecedores de consuelo, para qué recibir aquello que nos negamos ofrecer.
La empatía nos obliga a hacer abstracción de nuestro ego para fijarnos y tratar de entender el de los demás compartiendo sus miserias.
El amor, la paciencia, la atención, la humildad son ingredientes imprescindibles para expresar empatía ajena.
La empatía es una manifestación intuitiva de los sentimientos caritativos, por ello se confunde tanto con la apatía, porque nuestro yo es vago y poco proclive a amor sin retribución.
Hay quienes confunden empatía con alago porque eligen el placer en lugar del dolor como terreno abonado para expresar su solidaridad.
Allá donde hay alguien sufriendo está la posibilidad de compartir el peso de su dolor. No siempre está a la vista y por ello debemos estar constantemente con el corazón alerta.
Cuando la empatía no va más lejos de lo mental y material estamos en terreno abonado del humanismo, cuando nos exige profundizar en lo espiritual llegamos a Cristo.
Si miras a tu alrededor veras un campo sembrado del almas perdidas que gritan desconsoladamente sus miserias a la espera de que alguien las escuche. Imitar a Jesús es, en este caso, escucharles, empatizar con ellas y darles esperanza con el testimonio de nuestro camino de salvación. No es la forma más vistosa de evangelización pero, sin lugar a duda, es la más profunda.
37 Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. 38 Este es el primero y grande mandamiento. 39 Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Mateo 22:37-39
Que Dios os bendiga, Alfons <><
Primera edición del libro electrónico con 1 año de reflexiones, versículos e ilustraciones de Manuel Redondo, a la venta en Amazon:
http://www.amazon.com/dp/B00D7IM000
http://www.facebook.com/UnDiaUnaReflexionUnVersiculo
http://un-dia-una-reflexion-un-versiculo.blogspot.com/
http://undiaunareflexionunversiculo.wordpress.com/
Església Evangèlica La Gràcia de Déu
Ciutat de Balaguer, 40, Barcelona
Cada domingo a las 18 00, ¡OS ESPERAMOS!
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Si no somos capaces de empatía no somos merecedores de consuelo, para qué recibir aquello que nos negamos ofrecer.
La empatía nos obliga a hacer abstracción de nuestro ego para fijarnos y tratar de entender el de los demás compartiendo sus miserias.
El amor, la paciencia, la atención, la humildad son ingredientes imprescindibles para expresar empatía ajena.
La empatía es una manifestación intuitiva de los sentimientos caritativos, por ello se confunde tanto con la apatía, porque nuestro yo es vago y poco proclive a amor sin retribución.
Hay quienes confunden empatía con alago porque eligen el placer en lugar del dolor como terreno abonado para expresar su solidaridad.
Allá donde hay alguien sufriendo está la posibilidad de compartir el peso de su dolor. No siempre está a la vista y por ello debemos estar constantemente con el corazón alerta.
Cuando la empatía no va más lejos de lo mental y material estamos en terreno abonado del humanismo, cuando nos exige profundizar en lo espiritual llegamos a Cristo.
Si miras a tu alrededor veras un campo sembrado del almas perdidas que gritan desconsoladamente sus miserias a la espera de que alguien las escuche. Imitar a Jesús es, en este caso, escucharles, empatizar con ellas y darles esperanza con el testimonio de nuestro camino de salvación. No es la forma más vistosa de evangelización pero, sin lugar a duda, es la más profunda.
37 Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. 38 Este es el primero y grande mandamiento. 39 Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Mateo 22:37-39
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