LA CREACIÓN

LA CREACIÓN
DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

miércoles, 8 de junio de 2016

HOSPITALIDAD

En un lugar muy lejano vivía una familia con sus dos hijos que era muy feliz, pues estando alejados de la civilización no recibían ni sus tentaciones ni sus obligaciones pero gozaban de una vida en plena naturaleza salvaje.

No tenían electricidad por lo que no conocían la tele, la radio, el teléfono etc… Iban todos juntos una vez al mes al pueblo más cercano que estaba a cuatro días de carro para hacer trueque de lo imprescindible.

Los niños tenían7 y 10 años y su madre los educaba según sus propios principios y creencias. Eran todo alegría, parecían seres de otro mundo pues jugaban con palos y hojas y dedicaban gran parte de su tiempo a la lectura. Habían aprendido a satisfacerse de lo mínimo sacándole máximo provecho.

De vez en cuando se perdía por sus aledaños algún excursionista o mejor dicho explorador porque estas tierras eran, en su gran mayoría vírgenes. Rodeado de altas montañas, el valle estaba protegido de la curiosidad ajena. Solo tras semanas de escalada se podía vislumbrar lo que escondía la dureza escarpada de las paredes rocosas, tal los muros de un fortín. Solo existía un camino que permitía el paso del carro y como precisaba adentrarse en una cueva para sortear parte de las montañas nadie, salvo la familia lo conocía. Y cuando un foráneo se presentaba, se le daba bebida y comida de aquello que tocaba aquel día y una cama de paja, como las suyas, para pasar la noche y le invitaban a compartir unos momentos de convivialidad en una velada alrededor de un fuego hogareño. El viajero no solo recargaba fuerzas, también ánimos.

Un día se presentó un hombre, que iba con lo mínimo, sin mochila, ni gps, ni radio y menos teléfono. Parecía en buena salud pero no mostraba ninguna señal de preparación para estar en estos parajes. Curiosamente no pidió ni agua ni comida más sí conocer a toda la familia junta. La petición, por su curiosidad cogió desprevenido al padre y en lugar de preguntar el por qué, llamó a todos. De pronto delante del porche estaban los cuatro ermitaños frente al forastero.

- Sabéis, como vosotros, he sido peregrino en este mundo sin ser de este mundo.

La curiosidad invadió a los cuatro miembros de la familia. ¿Qué quería decir con esto? Continuó el forastero su discurso.

- No por aislarse esta uno solo ni por cerrar los ojos deja uno de ver o ser visto. Dando lo imprescindible a aquel que os visita le dais todo lo que necesita y eso es una virtud que os honra. Mas no he venido a buscar sustento material, sino para deciros que se acerca el momento en el que yo os acogeré a mi lado. Habéis sido refugio para el que se pierde, alivio para el que padece, sustento para el que esta hambriento, agua fresca para el que está sediento y se pierde en estas montañas ahora llega la hora en la que vosotros descansaréis en mí.

La familia no entendía nada, estaban anonadados y captivados por el halo que emanaba de aquel hombre sentado delante de ellos. El padre preguntó:

- ¿Quién eres?

- Yo soy el que soy.

Curiosamente esta respuesta que habría desconcertado a la mayoría de seres de este mundo: los eruditos, los científicos, los sabelotodo, los no quiero saber nada, los ricos, los pobres, todos aquellos que se pasan el tiempo pensando en lo que han de pensar olvidándose de sentir lo que deberían sentir, hubieran retado esta respuesta. ¿Quién se puede atrever a contestar tal incongruencia?

La diferencia es que esta familia estaba acostumbrada a escuchar con el corazón y no con la razón por lo que esta respuesta les lleno el alma. Continuó el desconocido.

- Os llevaré al valle de la vida eterna en el que viviréis para siempre en la gloria de mi Padre.

Estas palabras sin sentido aparente estaban llenas de significado para la familia. Sin saber ni el por qué, ni el para qué de todo esto, lo percibían como un mensaje tremendo de esperanza.

El desconocido se acercó a cada uno de ellos y se fundió en un abrazo fraternal. Luego con una sonrisa preciosa se despidió y desapareció entre los bosques lindantes.

Semanas después el mundo estuvo en estado de shock cuando se anunció el primer ensayo nuclear terrestre de una nueva potencia emergente. Se produjo en un lugar remoto rodeado de montañas donde nunca más se perderían ni exploradores ni excursionistas.

Nadie se preocupó de aquella familia porque para el mundo no era relevante pero para Dios sí.

No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles. (Hebreos 13:2)

Que Dios os bendiga, Alfons <><

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