Se han dicho tantas cosas sobre la muerte que se me hace eterna. (Anónimo).
Sin la muerte, la vida no tendría valor porque solo atesoramos aquello que podemos perder.
Lo único seguro, a nuestro nacimiento, es que moriremos, ¿sórdido? No, seguro.
Para el hombre, ser finito, sin muerte no hay eternidad.
Unos la desean, otros la temen pero esta dama de negro, que nos acecha desde el día que nacimos, nos recuerda constantemente nuestra condición humana.
El mundo dice: para morir hay que vivir, y los cristianos: para vivir hay que morir.
Paradoja existencial: si la vida siempre muere es porque la muerte siempre vive.
En este mundo todo tiene precio. La muerte fue y sigue siendo el precio a pagar por nuestros pecados.
La muerte es el signo diferencial entre finito e infinito, aunque nos empeñemos en querer demostrar, inútilmente, lo contrario.
Es curioso que digamos “por ti moriría” a la persona a quien más queremos y con quien nos gustaría vivir toda la vida. El sacrificio, a menudo, no está en inmolarse por el otro sino en amarlo más que a nosotros mismos.
En este mundo nadie está preparado para morir, si no ha conocido al Señor.
Cuando la muerte nos arrebata aquellos que más queremos nos sentimos huérfanos y desdichados. La vida que se ha perdido nos hace perder el sentido de nuestra vida por causa del dolor. Es cuando Jesús está más cerca de nosotros, cuando más lo necesitamos y no siempre cuando más buscamos su consuelo.
La muerte es la señal inequívoca que hace que nuestro Dios sea el UNICO, porque solo ÉL se sacrificó haciéndose hombre y murió para nuestra salvación. Eso lo hace más cercano y ejemplar.
Algunos creen que matando al criminal se hace justicia, muerto el perro muerto la rabia, se dice. No son conscientes, o no quieren serlo, de que la rabia no la creó el perro.
Si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia. (Romanos 5:17)
Que Dios os bendiga, Alfons <><
Primera edición del libro electrónico con 1 año de reflexiones, versículos e ilustraciones de Manuel Redondo, a la venta en Amazon:
http://www.amazon.com/dp/B00D7IM000
http://www.facebook.com/UnDiaUnaReflexionUnVersiculo
http://un-dia-una-reflexion-un-versiculo.blogspot.com/
http://undiaunareflexionunversiculo.wordpress.com/
Església Evangèlica La Gràcia de Déu
Ciutat de Balaguer, 40, Barcelona
Cada domingo a las 18 00, ¡OS ESPERAMOS!
Sin la muerte, la vida no tendría valor porque solo atesoramos aquello que podemos perder.
Lo único seguro, a nuestro nacimiento, es que moriremos, ¿sórdido? No, seguro.
Para el hombre, ser finito, sin muerte no hay eternidad.
Unos la desean, otros la temen pero esta dama de negro, que nos acecha desde el día que nacimos, nos recuerda constantemente nuestra condición humana.
El mundo dice: para morir hay que vivir, y los cristianos: para vivir hay que morir.
Paradoja existencial: si la vida siempre muere es porque la muerte siempre vive.
En este mundo todo tiene precio. La muerte fue y sigue siendo el precio a pagar por nuestros pecados.
La muerte es el signo diferencial entre finito e infinito, aunque nos empeñemos en querer demostrar, inútilmente, lo contrario.
Es curioso que digamos “por ti moriría” a la persona a quien más queremos y con quien nos gustaría vivir toda la vida. El sacrificio, a menudo, no está en inmolarse por el otro sino en amarlo más que a nosotros mismos.
En este mundo nadie está preparado para morir, si no ha conocido al Señor.
Cuando la muerte nos arrebata aquellos que más queremos nos sentimos huérfanos y desdichados. La vida que se ha perdido nos hace perder el sentido de nuestra vida por causa del dolor. Es cuando Jesús está más cerca de nosotros, cuando más lo necesitamos y no siempre cuando más buscamos su consuelo.
La muerte es la señal inequívoca que hace que nuestro Dios sea el UNICO, porque solo ÉL se sacrificó haciéndose hombre y murió para nuestra salvación. Eso lo hace más cercano y ejemplar.
Algunos creen que matando al criminal se hace justicia, muerto el perro muerto la rabia, se dice. No son conscientes, o no quieren serlo, de que la rabia no la creó el perro.
Si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia. (Romanos 5:17)
Que Dios os bendiga, Alfons <><
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