CONDENAR

No debería haber hombre en sano juicio capaz de condenar. (Anónimo)

La experiencia nos enseña que el pecador que pronuncia sentencia se condena a sí mismo, por ello actuamos a menudo como novatos, ignorando este principio de sabiduría.

Cuando algo no nos gusta tenemos tendencia a sentenciarlo sin poner en cuestión nuestra propia insensatez, pero nos indignamos cuando somos la presa en lugar del cazador.

La lengua es tan presta en condenar como la mente lenta en perdonar.

No podemos pretender recibir misericordia cuando nos dedicamos a vilipendiar juicios, a troche y moche, sobre los demás.

La condena es una cosa demasiado seria para dejarla en manos de los hombres.

Cuanto más evidente parece la condena más nos gusta dispensarla sin preguntarnos de nuestra propia condición porque dulce le es al hombre la culpa ajena que pretende esconder la suya.

La expresión “estas equivocado” es una prueba del juicio rápido del que somos capaces cuando no opinamos igual. ¿Cuántas veces la hemos pensado, pronunciado o nos la han dicho?

Hay que estar impolutamente vestido de la verdad para poder condenar con justicia y eso es un atributo que solo Jesús, Dios hecho hombre para perdón de nuestros pecados, posee.

¡¡¡La justicia humana es tan necia que fue capaz de condenar al Salvador!!!

Por eso eres inexcusable, hombre, tú que juzgas, quienquiera que seas, porque al juzgar a otro, te condenas a ti mismo, pues tú, que juzgas, haces lo mismo. (Romanos 2:1)

Que Dios os bendiga, Alfons <><

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