El mundo de las tinieblas no tiene sombras porque lo oscuro en él se funde. (Anónimo)
Si no fuera por el sol no sabríamos que hay sombras, si no fuera por Jesús no veríamos las nuestras.
Todos tenemos un lado oscuro, lóbrego para nosotros y más si cabe para los demás, pero ese andurrial es claro como agua de manantial para Dios.
Las sombras de nuestra existencia son compañeras sigilosas que evitan ser vistas por nuestra consciencia pero Jesús, la luz del mundo, las pone al descubierto para que elijamos nuestro camino.
El que acepta sus sombras pone luz en su vida, el que las niega, noches de soledad, frías y oscuras, lo aguardan.
Las sombras de nuestra vida son el reflejo vivo de nuestro comportamiento. Si miramos a Jesús de cara y en confianza, quedan detrás de nosotros como cuando caminamos frente al sol. Si le damos la espalda a Jesús nuestras sombras nos preceden llevándonos a perdición.
Todos tenemos un lado oscuro, esa parte de nuestro jardín secreto que nos ruboriza tan solo de pensar en él. Eso es porque no lo hemos compartido con Dios. Aunque Él ya lo conoce es necesario e imprescindible que se lo revelemos con nuestros propios sentimientos de vergüenza y arrepentimiento. Solo de esa forma podremos cargar con un peso vencido, y no vencedor, de nuestras almas.
La sombra simboliza el pecado que arrastramos y aquel que cree que cuando el sol está en su cenit no hay sombra se equivoca porque entonces todo nuestro ser es la sombra.
46 Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas. (Juan 12:46)
Que Dios os bendiga, Alfons <><
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