LA CREACIÓN

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DIOS CREA, EL HOMBRE TRANSFORMA

miércoles, 17 de julio de 2019

AVERGONZARSE

Hace tiempo que perdí la vergüenza, por méritos propios, aquellos mismos que me arrebataron mi dignidad. (Anónimo)

Todos tenemos algo de que avergonzarnos. Más que algo yo diría bastantes cosas pero ¿somos conscientes de ello?

También es verdad que todos tenemos algunas cosas de las que no sentir vergüenza, es más de las que nos deberíamos sentir orgullosos pero ¿somos conscientes de ello?

Y para acabar, pero no menos cierto, donde sobresalimos es en nuestra capacidad de avergonzar a los demás con nuestros comportamientos pero ¿somos conscientes de ello?

La vergüenza es un sentimiento que rige muchos comportamientos, tanto su presencia como su ausencia. Es como la prueba del algodón, no deja dudas tras su paso, nos cualifica a cada uno de nosotros.

Se dice de un sinvergüenza que su descaro no tiene límites. A menudo su principal arma es la lengua y la falta de humildad que le acompaña. Él es único que parece no ser consciente del atropello que acomete contra la decencia.

Avergonzarse es como el dolor, es un indicador de que nuestra salud, en este caso mental y/o espiritual, está siendo atacada. Y de la misma forma que una herida deja su hinchazón, la vergüenza provoca, a menudo, el sonrojo de nuestra expresión.

El dolor no siempre es malo, la vergüenza tampoco. Suele ayudarnos a sanarnos si somos capaces de remediarla con los medicamentos adecuados. Estos suelen ser la honradez, la reparación, el saber asumir sus actos y pensamientos.

Pero la vergüenza tiene sus riesgos y uno de ellos es sentirla cuando no toca, y eso sí que es vergonzante. En estos casos impera el miedo, nuestra cobardía como la que tuvo Pedro cuando negó a Jesús 3 veces.

¿Y tú y yo, cuántas veces hemos negado a Jesús? De eso sí que me avergüenzo.

Estamos llamados a ser luz y sal en este mundo de vergüenzas y sinvergüenzas pero solo podremos serlo si actuamos con dignidad, con honra y con humildad, antídotos de aquello que amedrenta los corazones.

Hay que saber ubicar la vergüenza en nuestras vidas porque, lo queramos o no, es parte ineludible de ella. Pasaremos momentos en los que la sentiremos justificada e injustificadamente, nada nuevo bajo el sol, pero lo más importante, como Pedro, es saber arrepentirse y no negar lo evidente.

Una gran prueba de madurez es ser capaces de reconocer nuestras vergüenzas. Eso nos ayuda a evitar repetir el mismo pecado, pero no siempre lo conseguimos. Por ello es bueno que este sentimiento esté presente en nuestras vidas, como alerta constante.

El Espíritu Santo que mora en nosotros suele provocarnos a menudo este sentimiento. Como recordatorio de que un hijo de Dios debe ser digno de serlo y que nuestras iniquidades son un freno hacia el camino de santidad.

31 Entonces Jesús les dijo: Todos vosotros os escandalizaréis de mí esta noche; porque escrito está: Heriré al pastor, y las ovejas del rebaño serán dispersadas. 32 Pero después que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea. 33 Respondiendo Pedro, le dijo: Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré. 34 Jesús le dijo: De cierto te digo que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces. (Mateo 26:31-34)

Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. (Romanos 1:16)


Que Dios os bendiga, Alfons <><

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